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a cara lavada

Cecilia Roth se hizo nómade entre Madrid y Buenos Aire s por razones políticas. Y sedentaria ahora que hace diez años que está junto Fito Páez y tiene un hijo. Todo sobre mi madre la hizo saltar como nunca al espacio internacional. Ahora que Una noche con Sabrina Love está por salir a la luz, esta rubia que se jacta de ser diva a cara lavada ya tiene planes de filmación por lo menos por casi dos años.

Por Marta Dillon

La cita es en un bar, frente al zoológico. Un bar en el que la gente entra y se detiene un instante como sorprendida in fraganti por el director de la escuela cuando se está a punto de cometer una travesura. Es Cecilia Roth la que parece exigir a los que la ven un gesto de solemnidad, pero no es una exigencia propia, es que su presencia parece sacarle lustre a la escena cotidiana y los espectadores de pronto se sienten en pantuflas. ¿Será por eso que nadie se acercó a saludarla? ¿Que nadie lo hizo ni de lejos? Ella es indiferente a ese desconcierto, suelta un hola casual cuando alguien se detiene más de lo políticamente correcto y fuma lentamente sus cigarrillos light como lo que es, una diva de pantalla que aun sin un solo rastro de maquillaje exhibe una seguridad en sí misma difícil de digerir para el común de los mortales.
Sin embargo, algo se cuela en su mirada, un brillo extra que habla de alguna agitación interior que pugna por ver la luz y que la actriz controla con artes que le llevó una vida aprender. “Es muy insólito”, dice como si de verdad estuviera asombrada de que su imagen destile el perfume de la madurez, “si apenas puedo controlar mis impulsos”, desliza, para subrayar una sorpresa difícil de creer. ¿Acaso no es ella misma quien ha apilado experiencias como prolijos escalones para llegar más arriba cada vez? ¿No es ella la misma que encontró un tiempo para cada cosa, para el descontrol, para el amor, para la maternidad? “Puede ser –admite– que sea bastante reflexiva, que haya aprendido a ver las cosas desde varios puntos de vista. Pero eso sucedió siempre después de darme el porrazo, para mí es invitable, y tal vez ése sea en realidad mi estilo: reflexiva impulsiva”. Esas son las definiciones que le gustan a Cecilia Roth, las que reúnen los opuestos. Porque viendo en sus ojos es fácil intuir que no hay una Cecilia, sino varias. Y que todas relampaguean con la misma furia en su mirada.
Pero ahora mismo Cecilia Roth no está dispuesta a entregarlo todo. Y no tiene por qué. “Me da un poco de vergüenza estar repitiendo siempre las mismas boludeces”, dice refiriéndose a las entrevistas a las que accede sólo porque es parte de su trabajo, aunque después se muestre amable y se ría fuerte cuando logró aflojar ese “muñeco insostenible” que admite haber construido para salvarse de algunos dolores. Insostenible porque de todos modos la vida se ha encargado de recordarle más de una vez que no es tan fuerte ni tan simpática como pretende y que a pesar del éxito y de lo que la prensa llamó “su mejor momento”, ella todavía no encuentra su lugar en el mundo.
–Yo pensé que con el tiempo iba a ser fácil acostumbrarme a pertenecer a dos lugares. Siempre tomé como un privilegio el hecho de haberme ido a España de adolescente y que poder repartir mis afectos y mi trabajo en dos escenario era una suma y no una incomodidad. Pero no es tan así, la incomodidad no me deja, cuando estoy en España quiero volver, y luego me quiero ir y viceversa. Tengo un espíritu muy nómade, a lo mejor es eso. Pero últimamente me sucede que a cualquier lugar al que voy, sea Córdoba o Nueva York, me dan ganas de tener un lugar propio, un lugar mío para pasar de los hoteles. Pero creo que es porque todavía no sé dónde quiero estar y que tal vez no quiero estar acá en Buenos Aires, aunque de hecho estoy y es el único sitio en el que tengo mi casa.
–¿Cuál es el problema de Buenos Aires?
–Por lo menos no es una ciudad amable y yo siento que me encierro mucho cuando estoy acá, tengo una actitud mucho más hacia adentro que hacia afuera, a esta ciudad no la curto, en otras ciudades en las que estoy de paso me resulta más fácil vincularme con lo urbano. Pero bueno, puede ser que sea porque acá tengo un marido y un hijo y eso exige otros requerimientos. A lo mejor lo que una quiere es escapar de eso y estar nómade y visitante en todos lados.
–¿Ser visitante alivia las responsabilidades?
–No exactamente, pero hay una rutina más rigurosa en el lugar en el que se vive y esa cotidianidad no es tan fácil. Menos en esta ciudad donde ya sabemos cuál es la forma de ser del porteño, aunque ya a esta altura me parece choto que tengamos que sufrir todas las incomodidades de una gran ciudad y ninguna de sus ventajas y eso carga el ambiente, es muy notorio... Aunque también puede ser que ése sea el destino argentino que más allá de cómo vayan las cosas hay una actitud frente a la vida que es muy agotadora.
Algo de su famoso malhumor intoxica la charla. Ella sabe perfectamente que en este país tiene menos admiradores que detractores. Sabe que Todo sobre mi madre tuvo mucho menos repercusión acá que en el resto del mundo. ¿Qué es lo que molesta de ella? ¿Esa seguridad a prueba de envidia que la hace clavar los ojos frente a las cámaras que la fotografían como si siempre estuviera aceptando un desafío? ¿Es el éxito, el amor, su privacidad lo que no se le perdona? “No puedo pretender que todo el mundo me quiera, pero por otro lado parece que venir de abajo y llegar lejos es, para algunas personas, difícil de perdonar”. A esa dificultad es a lo que ella llama destino argentino, a un “destino de tragedia, como que nada puede salir bien... suena un poco romántico y me da un poco de vergüenza decirlo pero me parece que no hay lugar para la alegría, la esperanza, parece que felicidad es una mala palabra”.
–¿Entonces usted es feliz?
–No creo que la felicidad sea un estado, más bien momentos, logros, situaciones que pasan y vienen y pasan, pero me parece que nosotros tenemos una característica que nos impide mirar la vida con ojos benévolos. Para mí ser argentina es un misterio, nunca pude decir elijo quedarme acá, pero la verdad es que estoy y que acá nació mi hijo...
–Y que ahora, acá, está en su mejor momento...
–He pasado grandes momentos y la prensa nunca les puso nombre, por suerte nadie se enteró, ¡qué se yo! Los momentos buenos no son totalmente buenos, todo tiene oleajes, pero de alguna manera natural intento ser feliz, me gusta más la luz que la oscuridad. En otros momentos habrá sido al revés y quizás el mismo deseo de luz te va tranquilizando. También puede ser que ya no me dé el cuerpo, qué se yo.

Excesos
Muy lentamente, al ritmo en que el sol se fue filtrando entre la vegetación del zoológico para llegar a la mesa del bar dibujando laberintos de sombra, mientras el té Cachamay se enfría frente a ella, Cecilia se relaja. Hay algo de estrategia en esa cara lavada que no pierde ni un poco de esa belleza clásica que contribuye a construir la imagen de la mujer sensata que sus silencios confirman que es. Las preguntas que no le gustan no las contesta y tampoco se ahorra calificativos.
–¿Hay un momento para el descontrol y otro para la madurez?
–No hay que ser tan pelotudo, no creo que haya un momento para cada cosa. Se trata de elegir vivir. Y es lo que elegí siempre. En este momento en que vivir significa tener a mi hijo y trabajar, necesito estar más limpia en el mejor sentido, más permeable a las necesidades de los otros.
Esta no es la primera vez que ella hace una opción. Incluso cuando los que eligieron fueron sus padres, Cecilia asumió como propias aquellaselecciones, como cuando decidieron irse a España porque la dictadura había empezado su plan de exterminio y la familia Roth estaba en peligro. Ella sabe que desde el mismo momento en que llegó a Madrid se convirtió en una sobreviviente, cinco días antes de cumplir los 18. Atrás quedó su militancia secundaria, pero no su espíritu justiciero que, dice, todavía conserva y trata de alimentar desde lo cotidiano, queriendo a sus amigos, disimulando la pena que le da que algunos de ellos estén ahogando su arte y su desesperación con alguna sustancia tóxica. En la “larga noche de Madrid”, Cecilia disfrutó de los excesos como la adolescente que era. Ser actriz era la pista de aterrizaje y de despegue para esos viajes que finalmente terminaron aterrándola. Fue adicta, pero no sólo a las drogas, también a relaciones en las que siempre hallaba el castigo que buscaba. Pero de esa larga noche también despertó. ¿Cómo?
–Me dio miedo. Me encontré un día pesando 45 kilos, con un hombre que tenía que compartir con otras mujeres y con una hepatitis. Me dio miedo. Todavía no sabíamos mucho del sida, sabíamos del terror.
Y fue ese terror el que la convirtió otra vez en sobreviviente entre una generación diezmada a un lado y otro del océano, por unas u otras razones.
–¿Tiene alguna moraleja después de esa experiencia?
–Soy poco moralista con respecto de las drogas, creo que a veces hacen bien, es una experiencia de vida importante. Me parece jodido cuando las drogas te toman, pero tampoco puedo decir si se pueden controlar. Obviamente hay drogas que es necesario dejar inevitablemente porque sino te morís. Y otras que te acompañarán toda la vida.
–¿Cambió su idea de la muerte después de sentirla cerca?
–La idea de la muerte vive con uno. Tengo muchísima conciencia de eso y no lo puedo evitar. Porque además cuando te olvidás hace ¡cluc!, y te marca y creo que ahora lo que quiero es estar bien y por mucho tiempo.
–¿Su hijo cambió su noción del tiempo?
–Modificó mi deseo de tiempo. Ahora quiero estar viva, quiero estar sana, me pasa con mucha identidad, quiero el tiempo de vida para acompañarlo, para hacerlo feliz... De todas maneras creo que ahora el tiempo pasa más lento que hace años cuando todo estaba acelerado. Aunque debe ser sólo una ilusión porque estoy bastante más grande.
–A lo mejor lo siente más lento porque no quiere envejecer.
–Puede ser, pero por suerte no envejezco sola y eso es bastante tranquilizador. ¿Te imaginás cómo sería si tus amigas no cumplieran años? Cuando cumplí 40 me dio como una impresión, pero ya me acostumbré y no es utópico, a esta altura de la vida la experiencia se capitaliza y hay otras necesidades, hay como una sabiduría muy interesante.

Todo sobre mi madre
Tal vez la paradoja sea que para Cecilia Roth los buenos momentos a los que ella hacía referencia fueron en este tiempo, buenos en todo sentido. Mientras componía a Manuela, la protagonista de la película multipremiada de Pedro Almodóvar, su hijo Martín se estaba gestando “en algún lugar”. Ella lo imaginaba, construía con él un vínculo que tenía sólo espacio en el imaginario. Manuela, en la ficción, mientras tanto, perdía un hijo y Cecilia crecía como mujer y como actriz entre esos dos extremos. “No sé si hubiera sido el mismo personaje si Martín hubiera estado con nosotros, no sé si yo soy la misma. Lo que sé es que cuando llegó todo fue distinto y difícil, porque lo único que quería era ser Cecilia, la mamá de Martín”. Tal vez porque en su fantasía el temor estaba agazapado, “¿cómo se iba a dar cuenta de que yo era la mamá?” pensó ella alguna vez antes de verse reflejada en los ojos de ese bebé que hace una semana cumplió un año y que como cualquier bebé podría reconocer a su mamá en una multitud. “Ahora espero planificar las cosas para no volverlo loco con los viajes, pero ya es ciudadano del mundo, a los 4 meses paseaba por Central Park”.
Como siempre, el bebé llegó a la pareja de Páez y Roth a patear el tablero. Pocas seguridades quedan en pie cuando los ojos de un niñointerrogan y tal vez por eso ellos decidieron casarse, para poner por escrito ese amor del que ellos nunca dudaron.
–Fue una necesidad muy extraña que tuvo que ver con que Martín estuviera ahí. Nos casamos porque nos amamos, porque está bueno elegirse de nuevo después de 10 años de pareja y bueno, qué sé yo, siempre fui muy fóbica con respecto a los papeles y ahora ni me doy cuenta de que estoy casada.
–Y de que tiene una familia bien constituida.
–Me gusta entender que mi familia real, la que nosotros armamos, somos Fito, Martín y yo. Y también esa sensación me trajo nostalgia de estar con toda mi familia cerca, con mis padres, con mi hermano, tengo necesidad de que estén más cerca y de hecho mis padres se compraron un departamento a tres cuadras de casa y estoy feliz.
–¿Cambió la relación con su madre?
–Antes la evaluaba distinto, no entendía otra forma de ser madre que la que eligió ella y ahora sé que es la única que conocía. Tal vez ella era menos paciente en el sentido de tomarse el tiempo para conectarse con el otro. Por momentos siento que me fueron impuestas cosas que yo asumí como propias y no lo eran. En ese sentido creo que hay una reparación posible con mi hijo, porque puedo detectar algunas cosas que creo que son origen de miedos y traumas, inseguridades y dolores pueden ser reparadas en mi ser madre. Y creo que tener la edad que tengo es un privilegio en ese sentido porque veo las cosas de otra manera.
–¿Para sus propios dolores no hay reparación posible?
–No creo que se pueda reparar lo que ha sido dañado, en todo caso se puede intentar que no duelan siempre los mismos dolores. Sé que hay situaciones por las que no quiero volver a pasar, pero no puedo consolar a la nena insegura y temerosa que fui a los seis años, puedo apelar a trucos para que no esté tan adolorida. Pero siempre vuelve a salir a la superficie.
–¿Le presentó a su madre la lista de reclamos?
–Más que nada le pido su memoria, quiero saber qué me pasaba a mí a la edad de Martín, me aparecen cosas de mi ser hija en las que no pensé durante mucho tiempo y encontré algunas causas. Tengo mi lista, pero no se la voy a tirar por la cabeza a mi madre. Me reconozco en ella y hay cosas que me gustan mucho y otras que quiero cambiar. Y que quiero que ella también cambie.

Triple X
Este es el mes en que Sabrina Love, actriz porno, será presentada al gran público, justo ahora que los rastros del personaje se han ido borrando como un dibujo a lápiz mojado por la lluvia. Ya queda poco del rubio platinadísimo en su pelo y nada de las uñas esculpidas que necesitó el personaje de la novela de Pedro Mairal y de la película de Alejandro Agresti. Ese personaje que rescató a la Roth de su burbuja de pañales y mamaderas de la que no quería salir. “Pero fue un personaje perfecto que no tenía nada que ver con Manuela ni conmigo y es muy contundente, para nada neurótica”.
–¿Por qué Sabrina es actriz porno?
–En la historia previa que yo me inventé, me divertía pensar que tiene una madre muy viejita, que no tuvo padre y que esa madre que la tuvo de grande era puta o por lo menos es lo que ella sospechaba porque todo el tiempo aparecían tíos nuevos. Y bueno, como Sabrina siempre estuvo muy buenorra, se le dio por el porno. Pero eso sí, ella es muy católica, porque fue algo que me llamó mucho la atención de las revistas porno que estuve mirando, que por ahí siempre aparece una cruz.
–¿Eso es investigación?
–Sí, en medio de una relación sexual con toda la parafernalia, me he encontrado con símbolos religiosos, en el circuito de la prostitución en general hay mucha religiosidad. Y en el caso de Sabrina, todo lo hace poramor a su madre. Ella es una laburanta, una laburanta del sexo, pero pone el cuerpo tarde, mañana y noche aunque no le guste, no es una mina que viva de un millonario... aunque ya está cansadita.
–¿Y no se siente una mujer objeto?
–No, no tiene ninguna valoración de su trabajo en ese sentido. Es lo que tiene que hacer y lo hace. Pero no se siente subestimada por nadie, es una pequeña empresaria de su cuerpo, en realidad el único que no le da su lugar es su amante, un italiano productor de películas porno que le propone el oro y el moro, pero no le da nada. Nunca va a dejar a su mujer y a sus hijos y Sabrina está condenada a ser amante crónica.
–¿Y Cecilia no piensa que es una mujer objeto?
–Es complicado hablar de eso. En principio pienso que cada cual puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Pero después hay que ver si cada uno realmente opta. Creo que en esos circuitos no hay opciones sino ignorancia, marginalidad y pobreza y entonces son elecciones que no nacen de la libertad sino de la necesidad, son no opciones.
–¿Usted es consumidora de pornografía?
–Como todo el mundo, es parte de la cultura y para este personaje también tuve que buscar mi porno side, o mi lado salvaje. No soy ninguna experta, pero me gusta de vez en cuando.
Ahora que Sabrina Love está por salir a la luz, Cecilia ya tiene planes de filmación por lo menos por casi dos años. El próximo paso es la película de Héctor Olivera con Ana Belén sobre una novela de Marcela Serrano. Después seguirá la película de su marido, Vidas privadas, eso que ella defiende con uñas y dientes aunque ya haya contado en alguna entrevista que hace el amor con Fito con la pasión del principio, que lo hacen en la cocina o donde se encuentren, aunque toda su vida ya haya sido desmenuzada en el último año hasta en la última de las revistas de corazón, ella pone un límite. Ese límite que modela el personaje de una mujer madura y sensata que responde medidamente y que controla todo lo que puede esa chispa en su mirada que delata una inquietante agitación interior.