salirse
de la percha
En
la reposición de Confesiones de mujeres de treinta, Carolina
Peleritti sorprende a los varones que se ratonean con ella y a las mujeres
que la consideran inalcanzable, haciendo la payasa. Esta experiencia
forma parte de su interés por desarrollarse como actriz y explorar
talentos para los que la pasarela le quedaba chica.
Por
Moira Soto
Primero
hubo un desencuentro que pudo ser fatal: era el día de la marcha
contra el FMI y Carolina Peleritti llegó tarde al Tortoni, después
de tener que caminar muchas cuadras, cuando ya la cronista apurada
en vísperas de un viaje había partido. Afortunadamente
se restableció la conexión a través de la oficina
de prensa de Confesiones de mujeres de 30, y dos horas más tarde,
a las 20, la actriz y modelo estaba en La Opera, en un rinconcito tan
escondido que casi se produce nuevo desencuentro.
Hace poco más de un mes, la espectacular modelo que siempre intentó
superar los límites de su profesión realizando estudios
de interpretación e incursionando en contados proyectos de cine,
teatro y TV, sorprende y seduce al público con sus dotes de payasa.
Para muchos, es como si la perfecta escultura con la que se ratonearon
tanto varones y a la que las mujeres consideraban inalcanzable, hubiese
cobrado vida e inspiración cómica. Empero, esta morocha
encantadora en su reserva, que dejó en la mitad una clase con
Helena Tritek y Hugo Urquijo para hacer el reportaje que sigue, hace
rato que viene decantando diversas posibilidades de este oficio que
hoy le da tanta felicidad a través de la reposición de
Confesiones de mujeres de 30. Bajo dirección de Lía Jelín
y junto a Alejandra Majluf y Bernarda Payes, esta pieza muy adaptada
de Domigos Oliveira se representa de jueves a domingos en el Teatro
de la Comedia.
Después de atravesar varios años de aprendizaje,
de sobrevivir a algunas críticas severas, ahora sos merecidamente
reconocida por tu labor en Confesiones... ¿Este es finalmente
el año del destape de la actriz Carolina Peleritti?
(Risas) Puede ser... Sí, en realidad es un poco una
culminación. Deseaba poner en acción lo que venía
estudiando, una larga búsqueda hasta encontrar lo que realmente
quería. Y, por suerte, llega esta obra que me permite cumplir
ese deseo. Lo aprecio mucho porque sé que no es algo de todos
los días que esto suceda en el momento oportuno, es decir, que
aparezca el proyecto apropiado para desarrollar en escena todo un aprendizaje.
Y sí, quizás este es el año para empezar a poner
en acción todo lo que fui incorporando como actriz. Por supuesto,
no se trata sólo de lo que yo pueda rendir: está la obra
que me lo permite, el trabajo de las otras actrices y el de Lía
Jelín. Y también está la disposición con
que yo llego a esta obra, sintiendo con menos resistencia el proceso
creativo, con menos miedos...
Confesiones..., aunque resulta divertida y ligera al exagerar
satíricamente ciertas preocupaciones de muchas mujeres en la
treintena ¿teexige un nivel de exposición muy grande,
un estar más allá del ridículo, casi del papelón,
jugada a pleno?
Totalmente. Pero yo creo que el teatro en general te da esta
posibilidad de poner el cuerpo y poner el alma. Además, está
el proceso de ensayo a través del cual vas buscando el personaje,
descubriéndolo por capas. La etapa del ensayo es algo que me
gusta mucho del teatro, ese tiempo de experimentación, de continuas
revelaciones, de poner realmente todo lo que está a tu alcance.
Porque de verdad creo que el teatro no es algo que se pueda hacer a
media máquina.
Después de haber sido un tanto vapuleada en oportunidades
anteriores ¿ahora te sentís como si hubieras saldado cuentas,
pagado el derecho de piso, al tiempo que vas llegando a un punto cercano
a cierta plenitud de rendimiento?
Lo que siento es que son muchas las cosas de
formación, de trabajo, de perseverancia que me traen a
este momento en el que sí, me siento más segura de lo
que quiero mostrar. A mí me gusta tirarme a la pileta sabiendo
nadar, preparada para hacerlo, con la contención de la dirección.
Cuando encararon esta reposición ¿tuvieron que
superar el fantasma de la puesta anterior, hecha por un elenco tan fuerte,
durante tanto tiempo?
Al empezar a trabajar creativamente, teníamos la sensación
de que era una apuesta fuerte. Sobre todo para la directora: reponer
una obra que acababa de salir de cartel con un éxito tan sostenido...
Y sí, nos preguntábamos dónde nos iban a pegar.
¿Se sentían un poco usurpadoras?
(Risas) Era como raro, y a la vez una oportunidad totalmente
lícita. Comprendimos que debíamos pararnos y defender
nuestro propio lugar, que teníamos todo el derecho de hacerlo.
Y el lugar de más seguridad fue apareciendo. Cuando esto sucede,
te importa mucho menos que te peguen.
¿Cuándo se desató la payasa desinhibida
que hoy hace reír en el teatro?
La descubrí cuando empecé a hacer los cursos
de clown con Cristina Moreira. Hoy justo hablaba con ella y le decía
que para mí fue todo un hallazgo esa zona del humor, esa aceptación
de mi propio ridículo. Hasta ese momento, no sabía que
podía trabajar desde ese lugar. El clown representó una
gran apertura para mí.
La sensación al verte evolucionar sobre la escena es
de que algo muy propio se liberó en vos...
Sí, claro: ocurrió en esos cursos, cuando encontré
a mi payasa. Fue muy bueno. Como dicen los españoles, me voló
la olla el trabajar con ese tipo de humor que, por suerte, pude poner
en esta obra.
Otra cosa que se nota es que no tratás de preservar
una imagen de vos que es la que te dio fama. Que no te restringís
en la autoburla...
Bueno, yo justamente vengo de un espacio donde he tenido
que cuidar lo que tiene que ver con la imagen, pero creo que en el teatro
la importancia está en otras cosas. Creo que el trabajo de una
actriz es ponerse al servicio de los personajes sin regatear absolutamente
nada.
En el nivel puramente personal ¿cómo te resultó
encontrarte con esa payasa que tenías en estado de latencia?
Me acuerdo que iba al Cervantes a hacer el curso un
mes, cuatro horas por la mañana todos los días y
salía a la calle y no me bajaba del registro de payasa. Seguía
en mi vida manteniendo esa comicidad del payaso. Fue una sensación
de enorme felicidad descubrirlo. Aun sin la nariz colorada, me relacionaba
desde el humor con la gente. Bueno, tampoco es que sea tan fácil
jugar con el propio ridículo. Además, yo soy una persona
muy tímida, muy introvertida. Para mí, el descubrimiento
del clown va ahora unido al de verme diciendo monólogos frente
al público, haciéndolo reír. Comprobar que un día
la gente se ríe de una cosa y otro día de otra, estar
parada frente al público y hablar en primera persona de cosas
que me van pasando... Son muchos descubrimientos a la vez. Si haceun
año me hubiesen dicho que iba a estar haciendo todo esto sobre
el escenario, de sólo imaginarlo me habría dado una especie
de pánico. Pero aquí estamos, haciéndolo con un
placer y una alegría que no me lo puedo creer. Ver y escuchar
reír al público es una sensación maravillosa, aunque
creo que no hay que buscar esa risa todo el tiempo. Estoy aprendiendo
a hacer chistes, a darles un remate. Hay que ser flexible a los tiempos
del público que siempre son distintos.
¿Te reías de vos misma antes de hacer esta obra?
Para empezar a ser una payasa, tenés que hacerlo.
Es un pasaje importante en mi evolución: yo paso de un espacio
donde he trabajado de una especie de percha, situación en la
que aparentemente no podría reírme de mí misma,
a tomarme menos en serio. A correrme de ese lugar, sacarme la percha.
Ser más simple, ser yo misma, divertirme. Esto sin dejar del
todo un espacio en el que he trabajado muy bien.
Sin duda, el ejercicio de tu oficio de modelo te ha servido
en el de actriz: para plantarte en la escena, caminarla. Incluso la
pasarela es a su modo otra escena.
Absolutamente: la pasarela es un espacio escénico
donde te parás y tenés que salir a hacer un personaje.
Cuando empecé como modelo, me acerqué a estudiar teatro
con Norman Briski. Entonces, al pasar ropa, nadie me indicaba nada.
Pero yo actuaba por mi cuenta, hacía mis propias improvisaciones.
Mis principios fueron así: usar ese espacio para comunicar algo.
Ahora, en Confesiones..., se suma el diálogo con la espectadora
a la que le cuento cosas y veo la respuesta en su cara. Quiero destacar
que en el escenario somos tres columnas que sostenemos la actuación.
Y otra cosa es que estoy aprendiendo la relación entre mujeres,
desde el compañerismo, la no competencia. Teniendo claro que
las tres tenemos que potenciar el trabajo.
Para vos, Confesiones... es una obra de anticipación
porque aún no llegaste a los 30.
Sí, estoy un poco adelantada, eso es interesante,
así como poder desarrollar un discurso femenino, sentirme cerca
de la problemática de la mujer. Porque yo antes estaba más
en Babia, en mi propio mundo. Y esto es abrir un poco el juego.
La pieza, si bien alude a la treintena, puede concernir a mujeres
de l7 a 70 en lo que se refiere a la presión por la belleza,
por mantenerse en forma que deriva, por ejemplo, en adolescentes anoréxicas.
Sí, por eso esta temática me humaniza. Yo estoy
en contra del modelo obligatorio de mujer que obliga a muchas mujeres
a cagarse de hambre. A la vez, se da la paradoja de que mi trabajo como
modelo está relacionado con este culto de la belleza, con el
que yo como mujer no estoy de acuerdo. No me cierra, no me sirve, no
lo comparto, no lo apoyo. A la gente le causa extrañeza que yo
pueda hablar de ciertos temas desde mí, como si yo estuviera
exenta. Y no.