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el derecho a decidir

A 40 años del descubrimiento de la píldora, los anticonceptivos siguen generando debate. Sin embargo, lejos de facilitar el pecado o formar parte de un plan antinatalista, los diversos métodos, usados responsablemente y con asistencia médica –eso es lo que posibilitaría la ley– reducen no sólo los embarazos no deseados sino también la morbimortalidad maternoinfantil que hasta ahora alcanza cifras alarmantes en el noroeste del país. Cada uno permite elegir de acuerdo con las propias creencias, necesidades y posibilidades. Conocerlos y acceder a ellos debería ser un derecho indiscutible.

Por Marta Dillon

Hacer el amor y no la guerra” fue una de esas célebres consignas que se acuñaron en los 60 en pleno auge de la Guerra Fría y a poco de la aprobación oficial, en Estados Unidos, de las píldoras anticonceptivas, las verdaderas estrellas del divorcio entre sexualidad y reproducción. Aunque esta ruptura obsesionó desde siempre a médicos y amantes –los primeros métodos anticonceptivos conocidos datan del 1850 antes de Cristo-, las píldoras aparecían como la primera herramienta masiva de que disponían las mujeres para disfrutar de su sexualidad y decidir cuándo y cuántos hijos deseaban tener. Cuatro décadas han pasado desde entonces -nueve desde que la enfermera Margaret Sanger inventara el término “control de la natalidad”–, las ofertas anticonceptivas se han diversificado y modernizado, pero llamar a las cosas por su nombre parece seguir provocando ataques de pánico en los sectores más conservadores. Fue por causa de los anticonceptivos –por mencionarlos claramente y autorizar su expendio a adolescentes sin autorización de sus padres– que se cayó la Ley Nacional de Salud Reproductiva que tuvo media sanción de diputados, y es la misma razón la que amenaza la sanción de una ley similar en el ámbito de la ciudad. Acusados de abortivos, de encubrir un plan antinatalista y de ser origen de pecado en la religión católica, los anticonceptivos, usados responsablemente y con asistencia médica –eso es lo que posibilitaría la ley– reducen no sólo los embarazos no deseados sino también la morbimortalidad materno-infantil que en algunas zonas del país (el NOA, por ejemplo) tiene cifras similares a las de Zambia.
“Nadie es obligado a usar un método anticonceptivo que no le agrade, es más, la efectividad de cualquier método está íntimamente relacionada con la posibilidad de haberlo elegido de acuerdo con las creencias y las necesidad de cada una”, opina Zulema Palma, médica ginecóloga y responsable de diversos talleres que se brindan en escuelas del Gran Buenos Aires; “el problema es que para algunas cosas se exige un Estado paternalista que sobreprotege a los adultos responsables y les impide crecer y por otro lado abandona a los que más lo necesitan, a los que no les da nada, ni trabajo”. Palma pone en palabras una indignación común entre quienes trabajan a diario en distintos centros de salud y saben que decir que 1 de cada 3 muertes adolescentes resulta del aborto en riesgo es bastante más que una estadística.
“El debate fue de una gran hipocresía y aprovecha enunciados falsos como la supuesta acción abortiva de algún método. Lo cierto es que desde 1984 existe en el ámbito de la ciudad y en todos los hospitales que dependen de ella un Programa de Procreación Responsable que se elaboró con todos los jefes de servicios de ginecología y obstetricia, tendiente a combatir el aborto provocado y sus complicaciones, permitir a las mujeres espaciar los embarazos para fortalecer su salud y su relación con los hijos, es decir un plan de salud y prevención en el que también se respetó a los objetoresde conciencia”, Diana Galimberti, jefa de Unidad Obstetricia del Hospital Teodoro Alvarez y miembro del comité científico del Centro Latinoamericano Salud y Mujer, fue una de las primeras en instrumentar aquel programa que sigue en funcionamiento. Y aunque en ese marco atiende cientos de mujeres e incluso cuenta con presupuesto para la distribución gratuita de anticonceptivos sabe que una ley marco es necesaria porque otorgaría financiamiento, garantías y además permitiría una amplia difusión de esta tarea para que puedan acercarse espontáneamente las mujeres en edad fértil. “Ahora las usuarias del programa son derivadas de los consultorios de pediatría, de obstetricia y de ginecología. Además del boca a boca”. Galimberti tiene datos que demuestran que la planificación familiar y el uso correcto de anticonceptivos reducen el número de abortos como sucedió en Colombia –de un 49 a un 27 por ciento en diez años–, sin contar con que los costos de atención de las complicaciones de abortos sépticos le representan al Estado aproximadamente 57 millones de pesos, proveer de anticonceptivos a la misma cantidad de mujeres que se atienden por esas causas costaría 32 millones de pesos anuales.
“Lo que esconden las protestas en contra de las leyes de Salud Reproductiva es una posición éticamente inadmisible y es que la clase alta y media puede ir tranquilamente al médico, planificar su familia como mejor le gusta mientras que la clase baja no tiene ninguna respuesta –se enoja José María Méndez Ribas, director del Programa de Adolescencia del Hospital de Clínicas y profesor asociado de la cátedra de ginecología de la UBA–. Mezclar este concepto ético, embarrarlo con una discusión inútil sobre si los anticonceptivos son abortivos o que la ley se inmiscuye en la intimidad de las familias es simplemente mala leche”. Al doctor no le molesta usar las palabras que cree adecuadas. Está convencido de que la mejor anticoncepción para adolescentes es una buena educación y lo ha demostrado en infinitos estudios comparativos. “Es necesario sincerarse, decir que los adolescentes tienen vida sexual y que es necesario acompañarlos en ese proceso con una educación que promueva la reflexión y decisiones maduras. Este es el meollo del asunto, lo demás son tecnicismos aunque es fácilmente demostrable que ninguno de los métodos que se usan habitualmente –todos los que se mencionan en el proyecto de Ley de la Ciudad– son abortivos”. Méndez Ribas no pide a los adolescentes que se van a atender a su consultorio ninguna autorización de los padres: “Quien viene a consulta porque quiere cuidarse ha tomado un paso muy importante en su camino y es irresponsable dejarlo a su suerte”. Una opinión que comparten Galimberti y Palma que, junto a Méndez Ribas, armaron este mapa de lo hay disponible hoy en materia de anticonceptivos, aunque también hubo acuerdo –y especial énfasis– en que cualquier elección debe ser hecha con su médico amigo. Y que el único método que protege contra embarazos no deseados y contra las enfermedades de transmisión sexual (entre las que se cuenta el vih-sida) es el uso correcto del preservativo.

Métodos hormonales

Píldoras
Son seguras –1 embarazo por año cada mil mujeres que las usan–, no interrumpen la relación sexual, regularizan el período y pueden usarse desde la adolescencia hasta la menopausia aunque algunos profesionales no las indican en mujeres fumadoras de más de 40, con problemas de hipertensión, flebitis, diabetes u otros problemas circulatorios. Su nombre correcto es anticonceptivos orales y lo que hacen es impedir la ovulación y aumentar la consistencia del moco del cuello del útero dificultando el paso de espermatozoides a través de la ingesta de dos hormonas femeninas: estrógeno y progestágeno (algunas sólo cuentan con progestágenos y se recomiendan para mujeres que amamantan). Ayudan a prevenir el cáncer –de endometrio y ovarios– y quistes, embarazos ectópicos, inflamaciones pelvianas. Si se interrumpe su uso, se recuperala fertilidad sin problemas. Pueden causar molestias comunes como náuseas, retención de líquidos, aumento de peso, cambios de temperamento, nada que signifique enfermedad. Pueden ser usadas sin riesgo por adolescentes en combinación con el preservativo. Lo peor: no hay que olvidarse de la toma diaria, si no su efectividad cae. NO interrumpen el embarazo.

Anticoncepción de emergencia
“Es una herramienta más con la que contamos para asistir, justamente, emergencias como la rotura de un preservativo o una relación forzada”, dice Méndez Ribas. “Les hablo en la consulta de esta posibilidad, para que las mujeres cuenten con un recurso de segunda línea que les da confianza”, opina Palma. No se ofrecen en el área del Programa de Salud Reproductiva de los hospitales de la ciudad. Se trata de dosis distintas de los anticonceptivos orales. Interrumpe el proceso ovulatorio, altera el endometrio y modifica la motricidad de las trompas lo que impide que se produzca la fecundación. Se deben tomar dentro de las 72 horas de producido el accidente anticonceptivo, la segunda toma es 12 horas después de la primera. No afecta el embarazo establecido. Puede originar vómitos, náuseas y mareos. El ciclo menstrual puede adelantarse o retrasarse. Es un recurso de emergencia. Su efectividad es buena: 2 embarazos por cada 100 oportunidades de uso.

Inyectables
Son muy efectivos y funcionan de la misma manera que los anticonceptivos orales. Hay dos clases de inyectables, los que sólo tienen progestágeno y los que combinan progestágeno y estrógeno. Los primeros tienen la ventaja de que se aplican una vez cada dos o tres meses (efectividad de 3 embarazos cada mil mujeres al año), los segundos, mensualmente (efectividad de 2 embarazos cada mil). Pueden usarse a cualquier edad habiendo tenido o no hijos, puede interrumpirse el uso para quedar embarazada, igual que los orales pueden prevenir el cáncer de ovarios de útero. En algunas mujeres pueden producir dolores de cabeza, cambios de humor, sensibilidad en las mamas, pérdida de cabello y acné. Antes de elegir este método hay que descartar embarazos –por el efecto de las hormonas en el feto–, sangrados anormales sin explicaciones en los últimos tres meses y considerar el aumento de peso que es predecible aunque disminuye con los años. Hay más demora que con otros métodos de recuperar la fertilidad. NO interrumpe el embarazo. Otros métodos hormonales como los implantes o inyectables masculinos no están disponibles en nuestro país.


Métodos de barrera

Condón o preservativo masculino
Esta es la verdadera estrella de la contraconcepción: es el único método que protege de infecciones y embarazos y además compromete activamente a los varones. Ya en la Revolución Francesa era de uso corriente aunque se inventó un par de siglos antes, en 1504, y se fabricaba con intestino de oveja –y ahora se quejan de perder la sensibilidad–. Apto para todas las edades e indicado especialmente para adolescentes. Se usa en combinación con otros métodos. Se consigue sin prescripción médica, no es necesario seguir un plan diario, y se consigue en kioscos, estaciones de servicio, farmacias y, si se cumplieran las leyes, en los baños de bares y discotecas. Se coloca sobre el pene erecto cuidando de dejar la punta libre de aire; si se los usa correctamente, son muy efectivos. Se recomienda el uso de lubricantes para facilitar la fricción, sobre todo en la penetración anal. La pérdida de sensibilidad de la que se quejan muchos usuarios mejora si se pone lubricante entre el pene y el preservativo ya que emula la humedad vaginal. Se recomiendan lubricantes a base de agua -se venden en farmacias o caseros como la crema de enjuague– y sedescartan totalmente los aceites de todo tipo: vaselina, manteca, aceites de cocina, bronceadores etc.; entre las desventajas se cuenta la necesaria colaboración del compañero y la interrupción de la relación sexual.

Diafragma
Es una pequeña cápsula de goma o látex que cubre el cuello del útero, se coloca en la vagina poco antes del acto sexual junto con una jalea o crema espermicida. Después de dos o tres horas se recomienda renovar la jalea sin sacar el diafragma. Se recomienda para mujeres con escasa actividad sexual o con encuentros pautados. “Tal vez estudiantes universitarias o jóvenes con parejas establecidas que se encuentran una vez por semana, es un método antiguo, tradicional, que tiene su perfil”, dice Méndez Ribas. Se puede utilizar sin prescripción médica aunque es necesaria la consulta para saber la medida de éste –también se puede averiguar introduciendo los dedos mayor e índice hasta el cuello del útero, el anillo del diafragma debe cubrir la superficie que quedó adentro–. Puede ponerse hasta seis horas antes del acto sexual, o sea que la mujer controla este método sin problemas. No es seguro contra vih-sida y ETs. Puede resultar difícil de retirar. Debe lavarse después de cada uso.

Capuchón cervical
Tiene antecedentes muy antiguos –el célebre Casanova lo fabricaba con medio limón ahuecado, también se hacían de plata, pequeños como un dedal que las madres entregaban a sus hijas cuando les llegaba la menopausia–, es similar al diafragma, pero más pequeño. Puede resultar difícil de retirar. Es efectivo en mujeres sin hijos. Medianamente efectivo si ya se ha parido.


Dispositivos intrauterinos (DIU)
“Se tuvo dudas de que permitían la implantación y no la fecundación, pero todos los DIU de nueva generación son bioactivos, es decir que inhiben la movilidad de los espermatozoides a nivel del cuello uterino e impiden el ascenso”, asegura Méndez Ribas y Galimberti enfatiza: “No son abortivos porque no provocan la expulsión de un huevo anidado, que es la definición de aborto”. Los primeros dispositivos conocidos datan de la Edad Media, descriptos en la literatura árabe como guijarros pulidos que primero se usaron en el útero de las camellas para evitar que quedaran embarazadas en travesías por el desierto. En sus versiones actuales pueden durar hasta 8 años y ser utilizados después del parto sin problemas. No se recomienda para adolescentes ni para mujeres sin hijos. Son seguros, la tasa de error es de 0.7 por ciento, “eso prueba que no son abortivos”, según Méndez Rivas.

Métodos de abstinencia
Hay tres métodos de abstinencia, también llamados naturales: 1) el cálculo por calendario –u Ogino Knauss– que implica registrar durante un año los períodos menstruales –el día 1 es el primer día de sangrado–. Luego se resta 18 al número de días de su ciclo más corto –indicará el primer día de su período fértil– y 11 al de su ciclo más largo –último de día de su período fértil–, entre una y otra fecha deberá abstenerse de relaciones sexuales con penetración; 2) observación de las secreciones vaginales, éstas indican el período fértil cuando son húmedas, abundantes y pastosas (Billing): 3) temperatura basal, ya que ésta aumenta entre 0,2 a 0,5 grados cerca del momento en que ocurre la ovulación. Se debe tomar la temperatura (oral, rectal o vaginal) todas las mañanas. En los períodos de fertilidad, obviamente, hay que abstenerse de relaciones con penetración o usar algún método de barrera. Pueden usarse cuando se desea quedar embarazada y suelen ser bastante efectivos. No se recomienda para mujeres con ciclos irregulares.

metodos químicos

jaleas, esponjas, óvulos, tabletas
y espumas Espermicidas
Se colocan en la vagina 15 minutos antes del acto sexual y cada vez que se repita éste. Reducen la movilidad de los espermatozoides. Son medianamente efectivos. “Las esponjitas son muy perfumadas, impregnadas con sustancias antisépticas que alteran el medio vaginal cambiando el ph. Se pueden dejar 24 horas puestos. Son fáciles de poner, agradables al tacto, pero muy caros y medianamente efectivos”, describe Palma. También pueden mejorar la lubricación vaginal y causar sensación de calor.
Modificar el ph vaginal ha sido una de las primeras formas conocidas de anticoncepción aunque algunos métodos antiguos hoy causen repugnancia, como introducir estiércol de cocodrilo mezclado con miel, muy en boga entre los egipcios. La idea de Casanova con respecto del capuchón de limón tiene su efectividad más en la creación de un medio ácido que como barrera, algo que se practicaba en la antigua Constantinopla embebiendo esponjas naturales en jugo de limón o vinagre.