chiquititas
La
Exposición de Maquetas que puede visitarse en el Buenos Aires
Design incluye audacias como un espacio titulado En busca del tiempo
perdido, un bar psicodélico y una Casa de Ken, todo del tamaño
de las cabezas reducidas por los jíbaros.
Por
Victoria Lezcano
La segunda
temporada de la Exposición de Maquetas pergeñada por las
Damas de Pilar transcurre en el mall de decoración Buenos Aires
Design hasta el próximo 3 de setiembre y además de funcionar
como una Casa Foa en versión lilliputiense, con citas de últimas
tendencias en decoración, hace de salita de ensayos de escuelas
especializadas, display caprichoso de barcos, aviones y trenes de colección
y una muestra paralela de maniquíes vestidos por diseñadores
de moda talentosos y de los otros.
El año anterior, el bonus track de las decenas de casitas de
acrílico fue la colección privada de cómodas de
juguetes de Teté Coustarot, que la conductora y beauty sacó
por unos días de su guarida. Ahora además de los maniquíes
con trajes de novia firmados por Laurencio Adot, Inés Duggan,
Laura Valenzuela y el barrio norte style de Olga Naum, Chiche Farrace,
Opaloca y Silvia Miccio, están los zapatos de María Conorti,
un fabuloso vestido rojo con las geometrías de Varanassi, una
puesta para cowgirls urbanas de Rapsodia y los patchworks de Jazmín
Chebar. El hallazgo es la participación de Sole, una marca de
ropa a medida de la argentina radicada en Nueva York Soledad Twombly;
una mujer de elegancia acentuada que suele aparecer en las páginas
del Vogue americano, algunas veces mostrando su ropa y otras su casa
de vacaciones y aquí hizo un trajecito de inspiración
hindú, que aparece junto a la túnica de gasa de Cat Ballou.
Esa no es la única nota de color porque también exhibe
su ropita Claudia Cordero, con dos trajes que resumen el estilo argentino
de las últimas décadas con más precisión
que cualquier teórica de la moda: vestido plateado y tapado de
zorro fucsia para Susana Giménez y atuendos de carpincho y zorro
para la decoradora Laura Ocampo.
Volviendo al apartado urbanístico, las treinta maquetas en rigurosa
escala 1:5 incluyen homenajes a Cleopatra, Marlene Dietrich y Frida
Kahlo (de la pintora hay una cocina en amarillo rabioso y su silla de
ruedas cual sillón Le Corbusier, y de la diva, el cuarto del
ángel azul, rico en chaises longues). Otro sector de casas ambientadas
a la usanza zen en versión criolla incluyen madera, cemento,
ripio y bambú aunque no resignan los potiches que prohíbe
John Pawson, el predicador inglés de esa corriente. Allí
se impone hacer un paneo por la biblioteca recreada por el diseñador
Eugenio Aguirre y también la miniatura En busca del tiempo perdido,
un lugarcito nunca tan barroco ni rico en crespones de la China y muselina
que tanto apasionan a Odette, por el contrario podría ser un
jardín de una casa chorizo de la calle Cerviño.
En tributo a casitas victorianas, vale mencionar que las adoradoras
de esa estética encontrarán su propio parque de diversiones
en Reina Mab, un local en una galería de Cabildo 2350 que vende
de cielorrasos a pianos, vajilla, moldes para tortas y máquinas
de coser aptas para la escala internacional 1:12.
La Casita con objetos de recuerdos es un display de patos de hojalata,
costureros, sombrereras, osos teddy y muñecas para románticas.
Atentos al furor de la estética lounge y a que las mujeres de
este tiempo suelen ir de copas, las opciones son Spok, un bar psicodélico
con acrílico transparente como principal materia prima, otro
de metal y juegos de luces muy encantador que la decoradora Vanesa Poggi
usó como excusa para mostrarla colección de botellitas
de Neuss de uno de sus familiares y aplicar sus años de estudio
de ingeniería a una puerta con movimiento y lograr el efecto
especial por excelencia de esta muestra.
El slogan Vivir en armonía alcanza un living, que incluye desde
un violoncello hasta un juego de ajedrez y una mesa de póquer;
también a una versión Casa de Ken, que reproduce una tienda
de ropa masculina. Imprescindible visitar el rincón de las hobbistas
de las miniaturas, con leitmotivs tales como Mar del Plata en la Belle
Epoque o la Casa de un hombre solo firmada por la artista espontánea
María Gracia Piola que bien podrían integrar el apartado
bricollage de la fabulosa parodia Boluda Total.
Baño
de un camarote de principios de siglo. Camerino de
Marlen Dietrich
Casas
en diminutivo
La especialista
en casas de muñecas e investigadora de las viviendas a pequeña
escala Margaret Towner, en su tratado Guía del Coleccionista
para seleccionar y disfrutar las obras maestras miniatura se refiere
a las precursoras en ese arte. Es una maqueta de arcilla hecha
en una comunidad agrícola cerca de Kiev, en Ucrania, que representó
una clara celebración de la vida doméstica hecha en el
año 3000 antes de Cristo. Consistió en una cabaña
circular en cuyo porche se puede ver a una mujer moliendo granos, rodeada
de un horno y jarras. También destaca a la cajita de piedra
rectangular construida para el funeral de una dama del Imperio Romano
que incluía réplicas de sus cosméticos, una mesa
con cabeza de león, un armario y la homenajeada en un sillón,
un ejemplar más moderno que data del 2000 a. de C.
Para la especialista el boom se desató en el 1600 en Alemania
y como revelan los originales que exhibe el Germanisches Nationalmuseum
de Nuremberg, reproduce líneas arquitectónicas, escaleras
y rellanos.
Y para que las niñas germanas aprendieran a cocinar hubo versiones
con cocina doble, una para jugar a mostrar los platos y comer y otra
para cocinar equipada con una batería digna de chefs.
En simultáneo los holandeses más adinerados tuvieron ejemplares
con pinturas, murales y porcelana sublimes habitadas por muñecas
de cera con pelucas de la época que integran colecciones permanentes
de museos de Amsterdam, que mostraban entre sus amigos sólo por
el orgullo de la posesión.
Luego los ingleses se sumaron a la moda con sus baby houses y desde
un primer momento, a diferencia de sus antecesoras más que regidas
por el orgullo de la posesión y competencias de adultos, ingresaban
directamente a las salas de juego de los verdaderos niños de
la casa. Tal vez ésa sea la causa de su austeridad, a veces la
mayor extravagancia eran los sets de vajilla firmadas por Wedgood y
Leeds con célebres reproducciones de piernas de cordero asadas
y verduras.
Towner asegura que los muebles más sublimes, globos de marfil,
cajitas para té de plata y mesas de mármol sostenidas
por águilas, fueron ideados para los interiores de maquetas holandesas.
Un quién es quién del universo de casas de muñecas
no puede excluir las miniaturas deco de los fabricantes ingleses John
Bubb, Evans&Cartwright, autoras de codiciadas sillas de metal amarillo
con flores que se pueden ver en el Palacio de Kensington, dentro de
la casa de juguete de la reina Victoria y de las chimeneas, cocinas
y consolas que Dickens describió en El árbol de Navidad.
Ni tampoco las invenciones de Albert Barton, quien el mismo día
en que se declaró la paz en Europa oficializó la fábrica
de juguetes que desde hacía tiempo practicaba con cuatro compañeros
del cuerpo de bomberos londinense y que puso de moda la línea
Tudor y un modelo de doll house bautizado Casa Caroline, que incluye
un organista en escena. El rubro cacharros en miniatura tiene sus Alessi
en versión años cuarenta, porque la marca Dol toi, fabricada
en Stamford, además de sartenes, televisores, alfombras de piel
de leopardo, tuvo la famosa estatuilla de los hogares ingleses de la
posguerra, tres patos remontando vuelo.
Antes de que el plástico fuera rosa chicle porque así
lo decretaron los padres de Barbie, existieron muebles muy elegantes
en marrón marmoláceo: pupitres, escritorios, ceniceros
y máquinas de coser creados por la firma neoyorquina Ideal, que
en los sesenta incursionó en el kitsch con el juego Muebles de
Fantasía de la Pequeña Princesa, con abundante satén
rosa y ornamentos dorados, un piano con escenas del siglo XVIII y taburete
rojo. Esos fetiches que seguramente podrían ser aptos para la
casa de Elvis Presley, fueron retirados del mercado por su alto costo,
aunque volvieron a estar en boga cuando Hong Kong se convirtió
en la meca de los muebles de plástico flexibles y baratos.
Louis Marx inventó los muebles más atractivos y coloridos
que reflejaron el optimismo de la posguerra y cuya obra maestra es la
Casa de Amanda Ann, una mujercita que mueve los bracitos de plástico
sentada en su sofá amarillo mientras el marido toca el piano
y una mujer rubia sonríe desde el televisor.
El listado de casitas bizarras tiene su versión dinamarquesa
llamada Princesa Verónica en Dinamarca. En Suecia el énfasis
estuvo puesto en baños, duchas, saunas, lavanderías y
piletas. Quienes creían que la pileta de natación de Barbie
era el colmo del arte pop y el marketing están equivocados: Walt
Disney la inventó antes, y su Casa de los sueños, un módulo
transparente que simula cristal contiene un jardín, dos coches
y Daisy, la novia del Pato Donald sentada en su comedor de estilo Chippendale,
rodeada de candelabros y un biombo chino.
Para completar el paseo, a la salida de la exhibición de Maquetas
en el Salón Ballena del Design (la entrada cuesta $4 y los menores
de 12 gratis), vale acentuar la experiencia visitando el primer piso
del Museo de Bellas Artes para encontrarse con el maximalismo de las
construcciones y maquetas futuristas del gran arquitecto brasileño
Oscar Niemeyer.