La
salud de los médicos
La
psiquiatra Elsa Wolfberg se ocupa de estudiar y aliviar la tensión
de la que son víctimas los médicos y médicas que
diariamente están en contacto con situaciones límite.
Los más expuestos son los de las terapias intensivas y las guardias.
Los hace más vulnerables la imposibilidad de hablar sobre la
angustia que les genera su trabajo.
Por
S. CH.
Dad
palabras al dolor
la pena que no habla cuchillea
al corazón demasiado cargado
y lo invita a romperse (Macbeth).
La psiquiatra
y psicoanalista Elsa Wolfberg lee con los anteojos en la punta de la
nariz el extracto de Shakespeare. Expresan mucho lo que queremos
conjurar, justifica. Como alquimistas medievales, quisieran transmutar
el dolor, las angustias y el estrés que ven en el personal de
salud en una mejor calidad de vida. Wolfberg preside desde comienzos
del 99 el departamento de psiquiatría preventiva de la
Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), y la tarea que se
propuso junto a un grupo de colegas fue investigar el estado de salud
de quienes tienen como interlocutores diarios al dolor y la muerte.
Los médicos, las enfermeras, son sujetos de riesgo. Hay
un imaginario social que piensa que los periodistas o los camioneros
pueden tener estrés, pero no los médicos. Hay que tener
en cuenta que no sólo son proveedores de salud sino que necesitan
ser receptores de cuidados. Pero ni ellos registran el efecto del medio
laboral y social sobre su psiquis y su cuerpo. Hacen disociaciones bio-psico-sociales:
separan lo físico de lo emocional y de lo social.
El trabajo de APSA no es innovador. Hubo diferentes grupos de psicólogos
y psiquiatras que ya investigaron en instituciones públicas y
privadas con el personal de salud. Los resultados fueron parciales,
nunca fue un tema en la agenda de salud pública. Como hoy Wolfberg
y sus colegas, la mayoría de quienes los precedieron lo hicieron
ad honorem. Este equipo se propone sensibilizar a algún organismo
estatal o privado que les financie la tercera y más ambiciosa
etapa de la investigación. Hasta ahora, se informaron sobre el
tema con quienes habían incursionado antes que ellos; y actualmente
están en la fase dos, que es el armado de una encuesta informal
que les dé una primera aproximación a la población
con la que trabajan y ya la puesta en práctica de los grupos
de reflexión, que por el momento es el eje del trabajo. Con personal
de los hospitales Vélez Sarsfield, Pirovano, Clínica,
Fernández y con alumnos de la Facultad de Medicina arman ocho
reuniones en las que el objetivo es plantear los problemas que
ese grupo tiene, pero el foco no es la relación médicopaciente,
si bien puede aparecer, sino los conflictos con la institución;
tratar de captar una dimensión que tiene que ver con la organización
del trabajo, y que cuando es disfuncional acarrea tensiones jerárquicas;
la falta de control sobre la tarea; o la autoridad insuficiente. Y un
puntofundamental es resaltar las capacidades positivas del personal,
que a veces ni se da cuenta de que las tiene.
¿Qué síntomas detectó APSA para interesarse
en el tema?
Colegas que se cancerizan, se infartan, se accidentan, muchas
veces por distracción. Y si bien sucede en todos los sectores
pediatras, psicoanalistas, cardiólogos, parece que
quienes están en las emergencias, guardias y terapia intensiva
son los más afectados. Son los más expuestos a la angustia
de situaciones límite; no sólo de personas que se pueden
morir sino que el personal de guardia está envuelto en situaciones
de angustia, violencia, accidentes, a veces hay policías. Entonces,
la sospecha era que somos población de riesgo. El médico
siempre tuvo un trabajo desregulado, pero desde que la salud se ha vuelto
una mercancía, está sujeto a una serie de presiones que
van más allá de que tiene que acudir a cualquier hora
del día a ver a un paciente y de que su jornada laboral es desproporcionada.
¿Qué presiones se suman hoy?
A nivel hospitalario, entre el 93 y el 98 según
una estadística del Indec hubo un aumento del 56 por ciento
de población que se atiende en hospitales. Y este incremento
de pacientes no tuvo un correlato en el aumento de personal de atención;
es más, éste se redujo. Con lo cual se atiende a más
gente y peor, aumenta el estrés y el médico se siente
degradado. En las prepagas esto ocurre tanto más porque se tiene
que atender en el menor tiempo posible el máximo de personas,
por una paga por lo general baja, porque se debe responder a criterios
de rentabilidad. De forma que la otra presión que los médicos
soportan son los juicios por mala praxis. La situación hoy es
de extrema desprotección. Esto se relaciona con una corriente
mundial que involucra a todas las profesiones y oficios que tramitan
de alguna forma el estrés psicosocial. Es bueno pensar a los
médicos específicamente en el contexto de quienes están
entre las personas que sufren y las instituciones, y tienen presiones
de los dos lados. Además de las propias: primero, del modelo
ideal por el cual su vocación los llevó a estudiar carreras
reparatorias; segundo, porque tienen que aggiornarse permanentemente,
lo cual requiere tiempo y dinero; y tercero, de ser una figura investida
de autoridad y respeto se ha convertido en un empleado mal pago de las
prepagas, y esto los pacientes lo saben y actúan en consecuencia,
con lo cual la autoestima del médico se ve afectada. Todo esto
es una peligrosa combinación.
Hace veintipico de años se describió el síndrome
del burnt out, del quemado, que significa que estas cosas que yo comento
resultan en un nivel de desgaste, decepción, toma de distancia
con los contenidos emocionales de la tarea, a veces por defensa, aunque
sea una mala defensa, porque es negadora y no necesariamente los mecanismos
fisiológicos dejan de hiperactivarse, hay una somatización.
Hace
35 años que estoy en esto. Mi trabajo no me genera conflictos,
pero sí percibí un cambio en el ambiente: angustia en
el equipo, problemas personales que se llevan al trabajo, poca paciencia,
falta de compañerismo entre ellos no se perdonan nada,
pero no por competencia sino por intolerancia, no hay comunicación.
En fin, hay un clima de hostilidad. Esto les sucede sobre todo a los
jóvenes, pero la gente de mi edad también es generadora
de conflictos, y además ya tuvieron infartos y problemas coronarios.
Y, casualmente, los que más problemas tenían fueron los
que menos concurrieron a las reuniones de reflexión. Hoy las
asperezas se limaron un poco, incluso se pidieron más reuniones
con los psiquiatras. Yo particularmente soy hipertensa, pero es de arrastre,
desde la época de guardia. Ya lo había relacionado con
el trabajo, porque cuando estoy de vacaciones no me molesta. Y los días
en que hay tranquilidad en el servicio estoy optimista, de buen humor.
Lo que pasa es que trato demediar en las violencias y las agresiones,
y eso me estresa más. (Noemí, 65 años, obstetra.)
La tercera
etapa de la investigación de APSA es hacer una investigación
profunda y totalizadora que establezca, entre otros factores, si el
personal de salud es una población con afecciones particulares,
cuáles son las patologías prevalentes, si hay mortalidad
precoz y si la morbilidad es similar a la de otros sectores de la población.
Muchas veces, las tensiones explica Wolfberg no son
solamente por el carácter de las instituciones o los pacientes
sino que también hay situaciones difíciles entre los médicos,
que pueden llegar hasta el pugilato, no es chiste.
¿Esto está aumentando?
Sí. Por las razones que ya nombré, pero también
hay otras, como la tendencia de algunos médicos de derivar a
pacientes hacia sus prácticas privadas, y hay otros que consideran
que esto no es correcto. Hay cuestiones éticas que también
forman parte de las presiones que al médico lo pueden hacer sentir
insuficiente. ¿Qué pasa con un paciente agonizante, cuánto
se prolonga la vida o cuánto se le ahorra el sufrimiento? Es
un tema no resuelto. Más allá de lo que ocurra en la práctica,
los médicos tienen muy subrayado el curar y no el acompañar
y el cuidar, que son las dos conductas del asistente con un agonizante,
lo que actualmente se llama cuidados paliativos y que deberían
estar más difundidos en nuestras instituciones. Es como si la
muerte fuera un fracaso de la medicina y hubiera que impedirla a toda
costa.
Se
me ocurrió que podía ser útil que un grupo así
funcionara en mi servicio. Uno se va haciendo a los ponchazos, viendo
situaciones de pacientes difíciles y llevando esta angustia a
los pacientes y a la propia casa. Hubo varios enfermos serios y yo vi
que a los médicos jóvenes les costaba mucho estas situaciones.
En mi servicio hay 25 mujeres y dos hombres, y ellas están todo
el día en contacto con sus propios chicos y estaban muy desprotegidas.
Porque en la facultad nadie te enseña cómo elaborar un
duelo cuando un chico está mal, ni cómo manejarlo con
el chico y la familia. Estás un poco solo, y cuando son los primeros
pacientes lo que sentís es un fracaso muy intenso y querés
dejar todo, y es importante que el médico sepa que hay cosas
que puede mejorar y otras que no. Yo convoqué a este grupo porque
no quería que la gente joven dejara la profesión.
(Rubén, 54 años, pediatra.)