Mi
mamá... si hubiera sido por mi mamá, yo habría
abandonado todo en cuanto tuve mi primer chico. Todo. Me hubiera dedicado
solamente a ellos y no hubiera trabajado más afuera.
Cuesta creerlo, es decir, cuesta imaginar que Marta Maffei, en algún
momento hubiera podido tener algún otro destino que la militancia
gremial, que alguien, alguna vez, le haya propuesto llevar lo que
se dice una vida tranquila. Y es que tenerla enfrente unos minutos
es presenciar sucesivas transformaciones, todas ellas conectadas por
la misma ebullición: coordina una discusión gremial
desde su celular, toma nota de los avances, le desea a una de sus
compañeras de Ctera que se mejore de la gripe, descarta un
aventón hasta su casa porque a las diez de la noche (son más
de las ocho) tiene una reunión, y contesta a la entrevista
sin perder el hilo. Todo, pero todo, al mismo tiempo. Lo que hace,
la actividad sindical que comenzó cuando era docente en Neuquén,
se nota, la apasiona, y, en más de un sentido, la constituye.
Desde 1995, cuando sucedió a Mary Sánchez en la conducción
de Ctera, ejerce la representación de uno de los sindicatos
más numerosos del país, lo que equivale a decir que,
junto a Hugo Yasky, es la cabeza visible de más de 200 mil
afiliados (los compañeros con los que llevó
adelante la Carpa Blanca), por lo menos hasta el año próximo,
en que vence su segundo mandato. Entre tanto, se convirtió
en una de las artífices de la Central de Trabajadores Argentinos
(CTA), un espacio concebido como una central que tuviera apertura
para dar contención a los trabajadores que no la tenían,
que estaban y están en situación de desamparo.
Allí, por ejemplo, la secretaria general de Ctera fue una de
las impulsoras de la Marcha Grande que partió de Rosario para
llegar a Buenos Aires quince días después, aunque su
figura no haya sido una de las más nombradas en las crónicas,
o aunque alguna que otra nota la incluyera, a modo de homenaje entre
muchachos, en el grupo de los hombres de la CTA de caras curtidas
y cuerpos cansados que hincharon el pecho.
Nunca se me ocurrió pensarlo, pero, evidentemente, todavía
cuesta instalar a las compañeras en su dimensión dice
sin registrar el comentario.
Durante la Marcha, una delegada dijo que sólo había
ocho mujeres, ¿fue así?
Por un lado, ese número no tiene en cuenta que más
de la mitad del grupo de Los Chicos del Pueblo eran niñas.
Por otro lado, es cierto que ocho compañeras hicieron todo
el trayecto, pero, además, toda la organización, todo
lo que se hizo durante la Marcha fue obra de compañeras, de
mujeres. En la CTA, cuando se habló de caminar, yo lo dije:
Muchas compañeras no van a poder quedarse 15 días
fuera de la casa. Ahora, a la hora de la organización
hay que prestar atención, porque, efectivamente, en todos los
lugares a los que íbamos, las pancartas las habían hecho
las compañeras, la organización de los chicos era de
las compañeras, la posibilidad de las comidas también.
Lo que pasa es que irse quince días de la casa para las compañeras
con niños pequeños no es untema tan fácil de
resolver. Es algo que los hombres resuelven con mayor facilidad. Porque
no es sólo cuestión de caminar, sino de quién
se queda en la casa con los chiquitos. Entonces, por ahí, las
compañeras venían, se quedaban uno, dos días.
Y si vos te fijás, las personas que estaban acompañando
en los laterales mayoritariamente eran mujeres, compañeras
que venían por algunos días. Desconocer la presencia
de las compañeras es parte de una tradición dentro de
las organizaciones sindicales. Pero eso no significa nada; las compañeras
siguen trabajando, están, tienen presencia, tienen fuerza,
y la CTA sabe perfectamente que depende en buena medida de la organización
de las compañeras.
Por enésima
vez, suena el celular. Estoy con una periodista, te llamo en
quince minutos... ah... ¿Están ahí todavía?
Claro, por eso hay que seguir la medida, Tito, es así, ¿no
ves que esta gente no entiende razón? Cuando ustedes fueron
y pidieron al ministerio esto, y mostraron buena voluntad y demás,
los tipos confunden.... Corta, anota algo, respira. Cuenta que,
recientemente (gestiones iniciadas en Ctera mediante) la CTA incorporó
en sus estatutos el requisito de un cupo femenino.
¿El mínimo con el que comenzaron el planteo cuál
era?
No había un mínimo, porque, en realidad, no había
ninguna entidad que tuviera eso, salvo la Internacional de la Educación
que es una de las pocas y que está formada por docentes, que
son en su mayoría mujeres. Pero llevar esto a la confederación,
o a la central, donde tenés el sindicato de mineros, el sindicatos
de cañeros, el sindicato de mecánicos, el de metalúrgicos,
el de ferroviarios, donde casi no hay mujeres... Lo que yo quería
es que, por lo menos, hubiera un piso razonable, que obligara a dos,
tres, cuatro, pero que en todas las conducciones tuviera que haber
alguna compañera. En la CTA, yo soy la única mujer.
En la CGT no hay ninguna. Y así pasa en todas las regionales,
prácticamente son todos hombres. Entonces dije: Veamos
si es posible obligar a un piso, aunque fuera pequeño, que
incorporara la problemática de la mujer. Así que
en la última reforma de los estatutos se logró incorporar
en la conducción nacional, en las locales y las regionales,
el cargo de la Secretaría de Igualdad de Género y Oportunidad,
que sí o sí debe ser desempeñada por una mujer.
Y, en todas las conducciones, un piso mínimo del 20 por ciento.
A nivel nacional, los cargos son 30, así que ahí tenés
que tener por lo menos seis mujeres.
¿Fue muy dura la negociación?
No tanto. Creo que, si lo hubiéramos tratado de imponer
hace dos años, hubiera sido algo inviable, y que la discusión
hubiera sido muy fuerte. Pero, después de dos años de
trabajo dentro de Ctera, ya nadie podía ocultar que era una
necesidad el dar discusión a la presencia de las mujeres, que
tuvieran una presencia y obligaran a la discusión del tratamiento
de la problemática de la mujer. Por ejemplo, una mujer que
trabaja en relación de dependencia, que sigue teniendo los
tres meses de licencia por maternidad, que tiene una guardería,
que le reconocen su derecho y demás es una cosa. La mujer que
trabaja precaria, contratada, que si queda embarazada pierde el trabajo,
que en algunos casos hasta le hacen hacer un Evatest para comprobar
que no está embarazada y darle el cargo es otra. Vos no sabés
las cosas que les hacen hacer a las compañeras. Es por eso
que ha descendido la tasa de natalidad, porque ninguna mujer está
en condiciones de arriesgarse a perder su puesto, porque es perder
el trabajo, es perder el sueldo, es perder tres meses, encima que
tienen una criatura y no tienen obra social, no tienen asistencialidad,
terminan en el hospital público. Son tantos los argumentos
en contra de tener un hijo que una mujer prefiere comprarse un paquete
de pastillas semanalmente y no tener una criatura, porque son situaciones
muy complicadas.
El trabajo de Ctera
del que habla Maffei comenzó hace unos dos años, cuando
pudo cristalizarse gracias a subsidios de Larärförbundet
unaentidad gremial de docentes suecos, con el diseño
y ejecución de un programa de capacitación para las
afiliadas.
Nuestro sindicato, según la provincia, tiene entre un
80 y un 90 por ciento de mujeres. Sin embargo, a la hora de la dirigencia,
más de la mitad de las regionales las conducen compañeros
hombres. Una de las líneas argumentales de esta situación
es el tiempo, el tiempo que demanda, el hecho de que las compañeras
están al frente de sus hogares, la cantidad de viajes que hay
que hacer, y alejarse de la familia, de la casa, de las responsabilidades
cotidianas que tiene la mujer. Y, por otra parte, hay como una mirada
por parte de la sociedad que desacredita el trabajo sindical de la
mujer. Entonces, la idea nuestra fue realizar esta capacitación,
para que tengan elementos para su participación, formación
política, social, económica, legal, jurídica,
para poder conducir las organizaciones sindicales. No sólo
las organizaciones sindicales, sino también las organizaciones
sociales. En muchos casos, hemos visto la disposición de la
mujer a participar, a hacerse cargo, a enfrentar situaciones complicadas
con mucha entereza, con mucha voluntad y con mucha firmeza, incluso
resignándose menos que los hombres, pero, llegado cierto momento,
les faltan los elementos que permiten mantener las líneas de
conducción.
¿Entonces, cuando se hizo el planteo en la CTA, no hubo
cuestionamientos?
No, en realidad, cuando yo planteo todo y hago una encendida
defensa, ellos mismos dijeron: Bueno, pongamos el 50 por ciento,
y dije miren, compañeros, no es que yo no quiera, me
gustaría, pero hoy no puedo decir que tengamos compañeras
preparadas, que la mitad de la conducción de las que militamos
en los sindicatos estén preparadas. No puedo decir que tengamos
la militancia suficiente de compañeras como para ocupar los
espacios, y poner una normativa que después no se cumpla.
Entonces, propuse poner un piso mínimo, dije ojalá
podamos poner el 30, el 40 o el 50, pero ya por lo menos nos aseguramos
que habrá una representación de compañeras, que
va a obligar a escuchar la voz de la mujer, a discutir, sobre todo
con la secretaría de género, esa problemática.
Pienso que hemos dado un paso. Estaban contentas las compañeras.
Cuando llegamos, dijimos esto ya se conversó, se discutió
mucho, hace mucho tiempo que las compañeras vienen trabajando
en este sentido, han crecido la problemática y demás.
No hubo discusión y se aprobó por unanimidad. Algunos,
seguramente, habrán estado diciendo no nos animamos a
levantar la mano y a decir que no estábamos de acuerdo.
Se ríe, hace los supuestos gestos de esos hombres amilanados
por la decisión que mostraron las delegadas de Ctera y no puede
aguantar la risa.
¿Y con los mecanismos de discriminación positiva
hubo debate?
Hubo algunos que plantearon que es como denigrar a la mujer,
que está ahí porque hay un número que lo exige
y no por sus propios méritos. Dije bueno, si tiene méritos,
nadie le va a sacar el lugar, pero no sabemos si tiene o no tiene
méritos porque no la dejamos.
La
abuela marta
En el caso de
Maffei, está claro, esos elementos no faltaron, y, si alguno
de ellos no estaba disponible, ella debe haberse encargado de conseguirlo.
A medida que pasaban los años, la militancia empezó
a tomar más y más tiempo de sus horas, de delegada de
una escuela a portavoz del sindicato por la provincia de Neuquén,
de allí a la secretaría general de la central nacional.
En el medio, el casamiento con el abogado Jorge Martínez, el
nacimiento de sus cuatro hijos, la categoría de abuela de cuatro
nietos (uno está en camino), y unos cuantos años en
que la docencia iba a la par de la actividad sindical. En casa
siempre hemos sido ocho personas, a veces más. Entonces, querida,
yo no puedo trabajando todo el día hacerme cargo de la casa...
¿Cómo se hace para trabajar, estudiar, militar, si no
colaboran un poquito?. Ella, explica, es de las que creenque
no hay que teorizar sobre la igualdad, sino que es preciso
construirla, especialmente desde el ámbito doméstico.
Yo
comprendo que más de diez mil años de dominio del hombre
no se van a revertir de la noche a la mañana, pero alimento
la esperanza de que, con el tiempo, se produzcan dos cosas: la aceptación
de los hombres de la problemática de la mujer y del conflicto
derivado de la problemática de sexo, digamos, de género;
y también en las mujeres la comprensión de la problemática
del hombre y de la problemática de las relaciones laborales,
y la responsabilidad que esto significa. Porque yo no puedo desconocer
que a veces es más fácil dejar que los hombres se ocupen
de los problemas. Pero a veces tiene que ver con el no querer asumir
otras responsabilidades, no hacerse cargo de otras cosas. Yo creo
que hay cuotas de responsabilidad que son de todos, que la sociedad
siga siendo machista es una conducta que transmite la mujer. En la
educación de sus hijos, hay una transmisión involuntaria
de una forma, de una conducta, de una actividad, que hace que la hija
seque los platos y el varón se vaya a jugar a la pelota. Estas
prácticas las transmite sin darse cuenta, porque es la práctica
social habitual. Yo toda mi vida dije lo mismo: trabajo ilimitadamente,
soy una persona que puede trabajar 16, 17 horas por día sin
que me pase nada. Lo que no puedo hacer, porque me rebelo, es trabajar
mientras todos están sentados sin hacer nada. Eso no lo puedo
hacer, no lo acepto hacer. En mi casa todo el mundo lava, plancha,
cocina, y lo saben hacer, o se cosen un botón o dan una mano,
pintan una ventana. Nosotros somos muchos.
La Maffei más conocida, la que ayunó en la Carpa Blanca
hasta que una descompensación y la insistencia de los médicos
la sacaron de allí, es, básicamente, una mujer de acción.
Tal vez sea por eso que desconfía de la teorización.
Conocida una situación que le suena injusta, se propone hacer
algo para modificarla, traza un camino y se obsesiona por hacer algo.
Pero también parece haber otra Marta Maffei, la de puertas
adentro, la que, como contó en un reportaje, apenas llega a
su casa responde el llamado telefónico de alguno de sus nietos.
Pues no, no es tan así: la Maffei privada es muy pero muy parecida
a la pública.
¿Cuántos años tenía cuando tuvo
a su primer hijo?
25. Mamá pensaba pobrecitos, cómo se van
a quedar ahí, cómo los va a cuidar una señora,
cómo los iba a dejar. Hoy mismo, muchas veces, yo veo
que les dice a mis nueras y a las nietas: Pero nena, no te conviene
dejar los nenes y salir, quedate con los chiquitos. O sea, yo
creo que hay una parte de lo que ella dice que es razonable, que es
no tener que llevar a las criaturas tan chiquitas a una guardería,
pero para eso hay que dar la pelea en otros terrenos: la licencia,
tener derecho a quedarte con los chicos más tiempo, ejercer
ese derecho. Por ejemplo, mi nuera se tomó los tres meses por
maternidad, trabajó hasta un sábado y el chiquito nació
el lunes siguiente. Ella me decía ahora, ya, a los tres
meses me tengo que presentar, y ella tiene los chiquitos muy
chicos, el otro tiene apenas dos años. Y, deciles que
no te vas a poder presentar. Si te quieren conservar el trabajo, te
lo van a conservar. Si vos necesitás un mes, ¿por qué
no te lo van a dar? El no ya lo tenés. Peleá así.
Y dijo eso y lo consiguió. Te quiero decir que hay temor, cómo
no va a haber temor con las cosas como son, con la precariedad que
existe. Te quiero decir que cualquiera se da cuenta de que, con dos
criatura chiquititas, uno tiene problemas. Cualquiera menos la patronal,
que supone que vos tenés que tirar todo por la borda, deshumanizarte...
¿habrá algo más cruel que intentar que una mujer
pierda los instintos y entregue a sus niños? Es una crueldad
muy grande. Estas cosas hay que pelearlas bien, y hacerlas conocer
adecuadamente.
Por momentos, como
cuando recuerda que el mayor de esos dos nietos rasguñó,
de puro celoso, a su hermanito menor, o como cuando dice que espera
otro nieto para setiembre, de alguna manera esa mujer dura que puede
verse en cada discurso, en cada reclamo, se permite una sonrisa másrelajada.
Atención, no es que un ser de piedra demuestre, inesperadamente,
un costado humano, no, no es eso. Ella no busca mostrarse de piedra,
de hecho, mantiene en toda la conversación un tono que cualquiera
que haya asistido a escuela pública puede reconocer. Más
bien, pareciera que esos vínculos, el invocarlos, la rescatan
en medio de tanta agitación.
¿Cree que hombres y mujeres tienen una diferencia de
actitud ante los conflictos?
Eso es lo que yo les decía a los compañeros. Me
ha pasado a mí como docente. Te digo francamente: es más
fácil trabajar con varones, son más sencillos, menos
complicados, arreglan sus reglas de juego. Te doy un ejemplo, porque
yo he tenido hijas mujeres e hijos varones. Los cumpleaños
de los varones: llegan, qué me trajiste, uh, qué bueno,
pum, pam, van rompiendo el papel por el camino, van tirando, dejan,
sacan un auto, run, una pelota, lo que sea. Con las chicas es otra
cosa: ay, mamá, mirá lo que me trajo Fulanita, me trajo
tal cosa, y como yo abrí el regalo de ella antes que el de
la otra, la otra está ofendida. No te puedo decir la cantidad
de veces que esas cosas pasaron, yo les decía nenas,
jueguen, diviértanse, es tan lindo estar juntos, tener una
tarde de cumpleaños, para qué te vas a amargar viendo
eso. Pero al rato venían con otra cosa, Fulana dice que
si está Mengana ella no se va a sentar en la mesa... Esas cosas
infinidad de veces. Me ha pasado en el aula, también, muchas
veces. Los varones son más sencillos; cualquier docente te
dirá que prefiere trabajar con varones. Sí, sí.
Los varones, al pan, pan, y al vino, vino. Vino, llegó, entró,
salió, hay que hacer tal cosa, bueno. La mujer: ¿por
qué hay que hacer esto?, ¿y por qué no hacemos
lo otro?. Complejizan más, le ponen una variante a veces
más complicada. En la mujer, hay inmensos tramos de resistencia,
que el hombre no ha tenido, y por eso hay una mayor preservación
de la especie: porque la mujer resiste.