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ENTREVISTA

Una mujer de acción


Marta Maffei, secretaria general del gremio docente Ctera y miembro de la conducción de la CTA, impulsó y logró imponer el cupo femenino en la central de los trabajadores: “por ahora”, dice, es del 20 por ciento, que ocuparán algunas de las muchas dirigentes mujeres que ya están trabajando, pero que promoverá más acción sindical femenina. En esta nota Maffei explica por qué la actividad sindical es mucho más complicada para las mujeres que para los varones.

 

Por Soledad Vallejos

Mi mamá... si hubiera sido por mi mamá, yo habría abandonado todo en cuanto tuve mi primer chico. Todo. Me hubiera dedicado solamente a ellos y no hubiera trabajado más afuera”. Cuesta creerlo, es decir, cuesta imaginar que Marta Maffei, en algún momento hubiera podido tener algún otro destino que la militancia gremial, que alguien, alguna vez, le haya propuesto llevar lo que se dice una vida tranquila. Y es que tenerla enfrente unos minutos es presenciar sucesivas transformaciones, todas ellas conectadas por la misma ebullición: coordina una discusión gremial desde su celular, toma nota de los avances, le desea a una de sus compañeras de Ctera que se mejore de la gripe, descarta un aventón hasta su casa porque a las diez de la noche (son más de las ocho) tiene una reunión, y contesta a la entrevista sin perder el hilo. Todo, pero todo, al mismo tiempo. Lo que hace, la actividad sindical que comenzó cuando era docente en Neuquén, se nota, la apasiona, y, en más de un sentido, la constituye. Desde 1995, cuando sucedió a Mary Sánchez en la conducción de Ctera, ejerce la representación de uno de los sindicatos más numerosos del país, lo que equivale a decir que, junto a Hugo Yasky, es la cabeza visible de más de 200 mil afiliados (“los compañeros” con los que llevó adelante la Carpa Blanca), por lo menos hasta el año próximo, en que vence su segundo mandato. Entre tanto, se convirtió en una de las artífices de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), un espacio concebido como “una central que tuviera apertura para dar contención a los trabajadores que no la tenían, que estaban y están en situación de desamparo”. Allí, por ejemplo, la secretaria general de Ctera fue una de las impulsoras de la Marcha Grande que partió de Rosario para llegar a Buenos Aires quince días después, aunque su figura no haya sido una de las más nombradas en las crónicas, o aunque alguna que otra nota la incluyera, a modo de homenaje entre muchachos, en el grupo de “los hombres de la CTA de caras curtidas y cuerpos cansados que hincharon el pecho”.
–Nunca se me ocurrió pensarlo, pero, evidentemente, todavía cuesta instalar a las compañeras en su dimensión –dice sin registrar el comentario.
–Durante la Marcha, una delegada dijo que sólo había ocho mujeres, ¿fue así?
–Por un lado, ese número no tiene en cuenta que más de la mitad del grupo de Los Chicos del Pueblo eran niñas. Por otro lado, es cierto que ocho compañeras hicieron todo el trayecto, pero, además, toda la organización, todo lo que se hizo durante la Marcha fue obra de compañeras, de mujeres. En la CTA, cuando se habló de caminar, yo lo dije: “Muchas compañeras no van a poder quedarse 15 días fuera de la casa”. Ahora, a la hora de la organización hay que prestar atención, porque, efectivamente, en todos los lugares a los que íbamos, las pancartas las habían hecho las compañeras, la organización de los chicos era de las compañeras, la posibilidad de las comidas también. Lo que pasa es que irse quince días de la casa para las compañeras con niños pequeños no es untema tan fácil de resolver. Es algo que los hombres resuelven con mayor facilidad. Porque no es sólo cuestión de caminar, sino de quién se queda en la casa con los chiquitos. Entonces, por ahí, las compañeras venían, se quedaban uno, dos días. Y si vos te fijás, las personas que estaban acompañando en los laterales mayoritariamente eran mujeres, compañeras que venían por algunos días. Desconocer la presencia de las compañeras es parte de una tradición dentro de las organizaciones sindicales. Pero eso no significa nada; las compañeras siguen trabajando, están, tienen presencia, tienen fuerza, y la CTA sabe perfectamente que depende en buena medida de la organización de las compañeras.

Por enésima vez, suena el celular. “Estoy con una periodista, te llamo en quince minutos... ah... ¿Están ahí todavía? Claro, por eso hay que seguir la medida, Tito, es así, ¿no ves que esta gente no entiende razón? Cuando ustedes fueron y pidieron al ministerio esto, y mostraron buena voluntad y demás, los tipos confunden...”. Corta, anota algo, respira. Cuenta que, recientemente (gestiones iniciadas en Ctera mediante) la CTA incorporó en sus estatutos el requisito de un cupo femenino.
–¿El mínimo con el que comenzaron el planteo cuál era?
–No había un mínimo, porque, en realidad, no había ninguna entidad que tuviera eso, salvo la Internacional de la Educación que es una de las pocas y que está formada por docentes, que son en su mayoría mujeres. Pero llevar esto a la confederación, o a la central, donde tenés el sindicato de mineros, el sindicatos de cañeros, el sindicato de mecánicos, el de metalúrgicos, el de ferroviarios, donde casi no hay mujeres... Lo que yo quería es que, por lo menos, hubiera un piso razonable, que obligara a dos, tres, cuatro, pero que en todas las conducciones tuviera que haber alguna compañera. En la CTA, yo soy la única mujer. En la CGT no hay ninguna. Y así pasa en todas las regionales, prácticamente son todos hombres. Entonces dije: “Veamos si es posible obligar a un piso, aunque fuera pequeño, que incorporara la problemática de la mujer”. Así que en la última reforma de los estatutos se logró incorporar en la conducción nacional, en las locales y las regionales, el cargo de la Secretaría de Igualdad de Género y Oportunidad, que sí o sí debe ser desempeñada por una mujer. Y, en todas las conducciones, un piso mínimo del 20 por ciento. A nivel nacional, los cargos son 30, así que ahí tenés que tener por lo menos seis mujeres.
–¿Fue muy dura la negociación?
–No tanto. Creo que, si lo hubiéramos tratado de imponer hace dos años, hubiera sido algo inviable, y que la discusión hubiera sido muy fuerte. Pero, después de dos años de trabajo dentro de Ctera, ya nadie podía ocultar que era una necesidad el dar discusión a la presencia de las mujeres, que tuvieran una presencia y obligaran a la discusión del tratamiento de la problemática de la mujer. Por ejemplo, una mujer que trabaja en relación de dependencia, que sigue teniendo los tres meses de licencia por maternidad, que tiene una guardería, que le reconocen su derecho y demás es una cosa. La mujer que trabaja precaria, contratada, que si queda embarazada pierde el trabajo, que en algunos casos hasta le hacen hacer un Evatest para comprobar que no está embarazada y darle el cargo es otra. Vos no sabés las cosas que les hacen hacer a las compañeras. Es por eso que ha descendido la tasa de natalidad, porque ninguna mujer está en condiciones de arriesgarse a perder su puesto, porque es perder el trabajo, es perder el sueldo, es perder tres meses, encima que tienen una criatura y no tienen obra social, no tienen asistencialidad, terminan en el hospital público. Son tantos los argumentos en contra de tener un hijo que una mujer prefiere comprarse un paquete de pastillas semanalmente y no tener una criatura, porque son situaciones muy complicadas.

El trabajo de Ctera del que habla Maffei comenzó hace unos dos años, cuando pudo cristalizarse gracias a subsidios de Larärförbundet –unaentidad gremial de docentes suecos–, con el diseño y ejecución de un programa de capacitación para las afiliadas.
–Nuestro sindicato, según la provincia, tiene entre un 80 y un 90 por ciento de mujeres. Sin embargo, a la hora de la dirigencia, más de la mitad de las regionales las conducen compañeros hombres. Una de las líneas argumentales de esta situación es el tiempo, el tiempo que demanda, el hecho de que las compañeras están al frente de sus hogares, la cantidad de viajes que hay que hacer, y alejarse de la familia, de la casa, de las responsabilidades cotidianas que tiene la mujer. Y, por otra parte, hay como una mirada por parte de la sociedad que desacredita el trabajo sindical de la mujer. Entonces, la idea nuestra fue realizar esta capacitación, para que tengan elementos para su participación, formación política, social, económica, legal, jurídica, para poder conducir las organizaciones sindicales. No sólo las organizaciones sindicales, sino también las organizaciones sociales. En muchos casos, hemos visto la disposición de la mujer a participar, a hacerse cargo, a enfrentar situaciones complicadas con mucha entereza, con mucha voluntad y con mucha firmeza, incluso resignándose menos que los hombres, pero, llegado cierto momento, les faltan los elementos que permiten mantener las líneas de conducción.
–¿Entonces, cuando se hizo el planteo en la CTA, no hubo cuestionamientos?
–No, en realidad, cuando yo planteo todo y hago una encendida defensa, ellos mismos dijeron: “Bueno, pongamos el 50 por ciento”, y dije “miren, compañeros, no es que yo no quiera, me gustaría, pero hoy no puedo decir que tengamos compañeras preparadas, que la mitad de la conducción de las que militamos en los sindicatos estén preparadas. No puedo decir que tengamos la militancia suficiente de compañeras como para ocupar los espacios, y poner una normativa que después no se cumpla”. Entonces, propuse poner un piso mínimo, dije “ojalá podamos poner el 30, el 40 o el 50, pero ya por lo menos nos aseguramos que habrá una representación de compañeras, que va a obligar a escuchar la voz de la mujer, a discutir, sobre todo con la secretaría de género, esa problemática”. Pienso que hemos dado un paso. Estaban contentas las compañeras. Cuando llegamos, dijimos “esto ya se conversó, se discutió mucho, hace mucho tiempo que las compañeras vienen trabajando en este sentido, han crecido la problemática y demás”. No hubo discusión y se aprobó por unanimidad. Algunos, seguramente, habrán estado diciendo “no nos animamos a levantar la mano y a decir que no estábamos de acuerdo”.
Se ríe, hace los supuestos gestos de esos hombres amilanados por la decisión que mostraron las delegadas de Ctera y no puede aguantar la risa.
–¿Y con los mecanismos de discriminación positiva hubo debate?
–Hubo algunos que plantearon que es como denigrar a la mujer, que está ahí porque hay un número que lo exige y no por sus propios méritos. Dije “bueno, si tiene méritos, nadie le va a sacar el lugar, pero no sabemos si tiene o no tiene méritos porque no la dejamos”.

La abuela marta

En el caso de Maffei, está claro, esos elementos no faltaron, y, si alguno de ellos no estaba disponible, ella debe haberse encargado de conseguirlo. A medida que pasaban los años, la militancia empezó a tomar más y más tiempo de sus horas, de delegada de una escuela a portavoz del sindicato por la provincia de Neuquén, de allí a la secretaría general de la central nacional. En el medio, el casamiento con el abogado Jorge Martínez, el nacimiento de sus cuatro hijos, la categoría de abuela de cuatro nietos (uno está en camino), y unos cuantos años en que la docencia iba a la par de la actividad sindical. “En casa siempre hemos sido ocho personas, a veces más. Entonces, querida, yo no puedo trabajando todo el día hacerme cargo de la casa... ¿Cómo se hace para trabajar, estudiar, militar, si no colaboran un poquito?”. Ella, explica, es de las que creenque “no hay que teorizar sobre la igualdad”, sino que es preciso construirla, especialmente desde el ámbito doméstico.
–Yo comprendo que más de diez mil años de dominio del hombre no se van a revertir de la noche a la mañana, pero alimento la esperanza de que, con el tiempo, se produzcan dos cosas: la aceptación de los hombres de la problemática de la mujer y del conflicto derivado de la problemática de sexo, digamos, de género; y también en las mujeres la comprensión de la problemática del hombre y de la problemática de las relaciones laborales, y la responsabilidad que esto significa. Porque yo no puedo desconocer que a veces es más fácil dejar que los hombres se ocupen de los problemas. Pero a veces tiene que ver con el no querer asumir otras responsabilidades, no hacerse cargo de otras cosas. Yo creo que hay cuotas de responsabilidad que son de todos, que la sociedad siga siendo machista es una conducta que transmite la mujer. En la educación de sus hijos, hay una transmisión involuntaria de una forma, de una conducta, de una actividad, que hace que la hija seque los platos y el varón se vaya a jugar a la pelota. Estas prácticas las transmite sin darse cuenta, porque es la práctica social habitual. Yo toda mi vida dije lo mismo: trabajo ilimitadamente, soy una persona que puede trabajar 16, 17 horas por día sin que me pase nada. Lo que no puedo hacer, porque me rebelo, es trabajar mientras todos están sentados sin hacer nada. Eso no lo puedo hacer, no lo acepto hacer. En mi casa todo el mundo lava, plancha, cocina, y lo saben hacer, o se cosen un botón o dan una mano, pintan una ventana. Nosotros somos muchos.
La Maffei más conocida, la que ayunó en la Carpa Blanca hasta que una descompensación y la insistencia de los médicos la sacaron de allí, es, básicamente, una mujer de acción. Tal vez sea por eso que desconfía de la “teorización”. Conocida una situación que le suena injusta, se propone hacer algo para modificarla, traza un camino y se obsesiona por hacer algo. Pero también parece haber otra Marta Maffei, la de puertas adentro, la que, como contó en un reportaje, apenas llega a su casa responde el llamado telefónico de alguno de sus nietos. Pues no, no es tan así: la Maffei privada es muy pero muy parecida a la pública.
–¿Cuántos años tenía cuando tuvo a su primer hijo?
–25. Mamá pensaba “pobrecitos, cómo se van a quedar ahí, cómo los va a cuidar una señora, cómo los iba a dejar”. Hoy mismo, muchas veces, yo veo que les dice a mis nueras y a las nietas: “Pero nena, no te conviene dejar los nenes y salir, quedate con los chiquitos”. O sea, yo creo que hay una parte de lo que ella dice que es razonable, que es no tener que llevar a las criaturas tan chiquitas a una guardería, pero para eso hay que dar la pelea en otros terrenos: la licencia, tener derecho a quedarte con los chicos más tiempo, ejercer ese derecho. Por ejemplo, mi nuera se tomó los tres meses por maternidad, trabajó hasta un sábado y el chiquito nació el lunes siguiente. Ella me decía “ahora, ya, a los tres meses me tengo que presentar”, y ella tiene los chiquitos muy chicos, el otro tiene apenas dos años. “Y, deciles que no te vas a poder presentar. Si te quieren conservar el trabajo, te lo van a conservar. Si vos necesitás un mes, ¿por qué no te lo van a dar? El no ya lo tenés. Peleá así”. Y dijo eso y lo consiguió. Te quiero decir que hay temor, cómo no va a haber temor con las cosas como son, con la precariedad que existe. Te quiero decir que cualquiera se da cuenta de que, con dos criatura chiquititas, uno tiene problemas. Cualquiera menos la patronal, que supone que vos tenés que tirar todo por la borda, deshumanizarte... ¿habrá algo más cruel que intentar que una mujer pierda los instintos y entregue a sus niños? Es una crueldad muy grande. Estas cosas hay que pelearlas bien, y hacerlas conocer adecuadamente.

Por momentos, como cuando recuerda que el mayor de esos dos nietos rasguñó, de puro celoso, a su hermanito menor, o como cuando dice que espera otro nieto para setiembre, de alguna manera esa mujer dura que puede verse en cada discurso, en cada reclamo, se permite una sonrisa másrelajada. Atención, no es que un ser de piedra demuestre, inesperadamente, un costado humano, no, no es eso. Ella no busca mostrarse de piedra, de hecho, mantiene en toda la conversación un tono que cualquiera que haya asistido a escuela pública puede reconocer. Más bien, pareciera que esos vínculos, el invocarlos, la rescatan en medio de tanta agitación.
–¿Cree que hombres y mujeres tienen una diferencia de actitud ante los conflictos?
–Eso es lo que yo les decía a los compañeros. Me ha pasado a mí como docente. Te digo francamente: es más fácil trabajar con varones, son más sencillos, menos complicados, arreglan sus reglas de juego. Te doy un ejemplo, porque yo he tenido hijas mujeres e hijos varones. Los cumpleaños de los varones: llegan, qué me trajiste, uh, qué bueno, pum, pam, van rompiendo el papel por el camino, van tirando, dejan, sacan un auto, run, una pelota, lo que sea. Con las chicas es otra cosa: ay, mamá, mirá lo que me trajo Fulanita, me trajo tal cosa, y como yo abrí el regalo de ella antes que el de la otra, la otra está ofendida. No te puedo decir la cantidad de veces que esas cosas pasaron, yo les decía “nenas, jueguen, diviértanse, es tan lindo estar juntos, tener una tarde de cumpleaños, para qué te vas a amargar viendo eso”. Pero al rato venían con otra cosa, Fulana dice que si está Mengana ella no se va a sentar en la mesa... Esas cosas infinidad de veces. Me ha pasado en el aula, también, muchas veces. Los varones son más sencillos; cualquier docente te dirá que prefiere trabajar con varones. Sí, sí. Los varones, al pan, pan, y al vino, vino. Vino, llegó, entró, salió, hay que hacer tal cosa, bueno. La mujer: “¿por qué hay que hacer esto?, ¿y por qué no hacemos lo otro?”. Complejizan más, le ponen una variante a veces más complicada. En la mujer, hay inmensos tramos de resistencia, que el hombre no ha tenido, y por eso hay una mayor preservación de la especie: porque la mujer resiste.