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SOCIEDAD Filiaciones: un enigma nacional
Las pruebas de ADN, que sirvieron para esclarecer la identidad de niños apropiados durante la dictadura, ahora son requeridas no sólo por hijos que reclaman su identidad sino también por padres que quieren asegurarse la filiación de sus hijos. La trama de la bastardía llegó a los próceres, con el reclamo de conocer el origen biológico de San Martín y Perón. Por Marta Dillon
Lo cierto es que en el primer año del nuevo siglo las preguntas se actualizan y en una encrucijada histórica la filiación como un vínculo privado cuestiona también la identidad nacional. Tú me quieres blanca La discusión sobre la filiación de San Martín no es más que el triunfo del folletín sobre un tipo más clásico de historiografía. El folletín es el género que insiste en los secretos familiares como la fuente de preocupación principal de las personas y permite una intriga que al final se devela. Sólo que siempre conformó un relato secundario, con fronteras delimitadas. Y se puede decir que en el remate general de la Argentina al que asistimos, este género que empalma con pensamientos profundos y que tradicionalmente parece haber servido a una cultura de masas ahora viene a resolver los problemas que no se pudieron resolver por los medios del debate político e histórico. Para el sociólogo Horacio González, saber si San Martín fue hijo natural de una india guaraní y de Diego de Alvear y no de Gregoria Matorras y Juan San Martín por medio de la prueba de ADN, es una respuesta casi banal a todo el ensayo argentino del siglo XX. Entonces la pregunta también era quiénes somos, sólo que al no poderse descifrar la respuesta se construían fórmulas melancólicas, apologías del desarraigo. Ezequiel Martínez Estrada y Sebreli también se contentan con la bastardía y a nadie le pareció mal. Al contrario, evitaba ponerse solemne con el tema de la identidad y daba la libertad de la falta de raíces. Esto fue un debate argentino, no se buscaba el origen filiatorio, al contrario, cuanto más oscuro mejor, afirma. El mismo Perón contribuyó en su momento a cierto misticismo sobre la bastardía cuando dice que una gran mancha de tinta, volcada sobre su acta de bautismo, impide documentar la fecha de su nacimiento. Soy hijo de un espíritu campesino y de una joven natural de Lobos, con sangre india, se definió el general en la biografía que escribió Enrique Pavón Pereyra. Pero la posibilidad de que San Martín no sólo fuera hijo ilegítimo sino además de una india guaraní despertó todo tipo de virulencias entre los cultores más rancios del bronce. La presentación del libro de José Ignacio García Hamilton, Don José, que da cuenta de aquel origen, fue escenario de esas protestas. Tal vez parte de la ansiedad por resolver la filiación del prócer tenga que ver con que existen técnicas disponibles dice Elizabeth Jelín, investigadora del Conicet y asesora cultural de la Unesco. Pero llama la atención que tanto en el caso de San Martín como en el de Perón lo que se quiera revisar sea la raza. La reacción en contra de la supuesta sangre indígena de San Martín es muy terrible porque parece que hay muchos que siguen queriendo una argentina blanca. Hay un silencio muy profundo sobre el origen negro o indio de las raíces de nuestro país. Un silencio que intenta callar el propio mestizaje. Jelín cuenta a modo de picardía lo que ella llama un chusmerío académico. Se trata de la investigación de una genetista inglesa que realizó un doctorado sobre las raíces genéticas de Argentina y parece que encontró una proporción de sangre negra e india mucho más alta de lo que se puede imaginar. Cuando estén los resultados de esa investigación, ¿contestarán la pregunta sobre quiénes somos? Ahora hay una gran publicidad sobre las respuestas que trae consigo el ADN y el mapa del genoma humano. De pronto nos dicen que esos rasgos que considerábamos construcciones culturales dependen de la genética. Pero a la vez hay contradicciones, porque también ha habido un descubrimiento científico muy importante que pasó desapercibido y es que también los chinos son descendientes del mismo humanoide africano. Es un debate central porque la idea de que había distintos orígenes genéticos alimentó muchos fundamentalismos. Pero ya no se puede decir que somos naturalmente diferentes, dice Jelín quien busca anclajes en las contradicciones y no en las certezas. Los correntinos se hacían matar en el siglo XIX diciendo que la madre de San Martín era india asegura Fernanda Gil, historiadora y coautora de la Historia de las mujeres en Argentina, pero la Argentina hizo un mito de su blancura, un mito sobre que acá no había indios, no había negros. Hay procesos de negación que llegan al fin de siglo con los desaparecidos y la dificultad de este país para enterrar a sus muertos. Es la negación de la heterogeneidad también. Los vínculos naturales Vivimos en un mundo de crecientes incertidumbres y la tolerancia a la incertidumbre es cada vez menor. En un mundo caracterizado por la rapidez de los fenómenos sociales se buscan certezas en los orígenes. Parte de la explosión de la memoria en el mundo, de la ansiedad por rescatar antigüedades, en el plano personal o social tiene que ver con esa fragilidad. Para Jelín éste es el contexto general en el que la identidad personal y social está siendo revisada en todo el mundo. Pero también en Argentina se dio un fenómeno específico con la búsqueda de los chicos desaparecidos que produjo importantes avances en la investigación genética en el mundo con una perspectiva desde los derechos humanos. Pero hay un desarrollo inesperado que es una paradoja porque también se da en un momento en el que existe una Shoa basada en la pureza de la raza que también tiene fuertes componentes genéticos y encaja con una revalorización mundial de lo biológico. Llama la atención que el avance de las técnicas de reproducción asistida generen cierto rechazo a las adopciones, como si la maternidad y la paternidad y los vínculos de parentesco no fueran culturales sino biológicos. Ahí es donde comienzan las dudas, agrega. En el tema de las identidades la ciencia nos hace partícipes de una especie de capitalismo cultural con el que no contábamos. Si pensamos en la maternidad, hoy es posible alquilar un útero, buscar un óvulo y después recién maternar a un chico. Pero ese chico se puede preguntar quién es su madre: ¿la que puso el vientre?, ¿la dueña del óvulo?, ¿cuántas madres podemos tener? El vínculo biológico aparece con fuerza pero fragmentado. El efecto global que produce el borramiento de los Estados nacionales no está separado de los caminos de la ciencia; nunca se llegó tan lejos como hasta ahora en busca de segmentar la materia hasta la nada (o hasta el origen). También aparece con mucha fuerza esta idea de los sujetos nómades travestis, transexuales, andróginos, hermafroditas etc. y la tecnologización de los cuerpos. Estos procesos leídos juntos no son casuales y están pegando muy duro en nuestras identidades más íntimas y ahora todo el mundo quiere saber de quién es hijo. Y parece que es lo biológico lo que determina la maternidad o la paternidad cuando a esta altura se podría haber asimilado la función opina Gil, sin embargo el cuerpo aparece más sacralizado que nunca. En nuestro país hoy es fácil ver las paradojas que se abren en torno de este debate sobre la biologización de los vínculos. Por estos días se pudo ver en diarios y en televisión a una chica apropiada por un militar, Policarpo Vázquez, que llama papá a su apropiador e intenta poner objeciones a los análisis de ADN. Sin embargo los apropiadores quebraron un vínculo y son usurpadores de la función que debieron cumplir quienes ellos mismos torturaron y asesinaron. En este caso demostrar el vínculo biológico viene a reparar lo que se pretendía aniquilar y por otro lado devela la existencia del delito. Los militares pueden haber confiado en la teoría educativa al apropiarse de los hijos de los desaparecidos. Pero hay algo más, las apropiaciones no fueron arbitrarias, tenían raza, raza blanca... en algún sentido existía la idea de rescatar y mejorar selectivamente a los blancos, arriesga Jelín. Para la investigadora del Conicet, hay climas culturales, aquí la maternidad y la paternidad están ancladas en el vínculo reproductivo biológico, pero había un espacio grande para las maternidades y paternidades culturales, tanto para la adopción como para los vínculos de crianza. Pero parece que estos últimos cayeron en decadencia. Entonces por un lado tenés una familia que está abandonando el modelo único y al mismo tiempo algunas tendencias dirían que las familias están más ancladas que nunca en lo biológico. Y ahí está todo ese enorme esfuerzo de tanta gente empeñada en tener el hijo de la propia sangre.
¿Vos sabés quién sos?
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