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SOCIEDAD

Filiaciones: un enigma nacional

 

Las pruebas de ADN, que sirvieron para esclarecer la identidad de niños apropiados durante la dictadura, ahora son requeridas no sólo por hijos que reclaman su identidad sino también por padres que quieren asegurarse la filiación de sus hijos. La trama de la bastardía llegó a los próceres, con el reclamo de conocer el origen biológico de San Martín y Perón.

Por Marta Dillon

Cuando sobre el final del programa de culto “Todo x 2 pesos” uno de sus conductores se pregunta qué nos pasa a los argentinos, la parodia muestra su filo. ¿Qué nos pasa?, o mejor, ¿quiénes somos? está lejos de ser un cuestionamiento retórico o una pregunta existencial para transformarse, en el mes del 150 aniversario de la muerte del general San Martín, el padre de la patria, en un intríngulis básico para el que ahora se busca una respuesta científica. “Si está en duda la identidad de San Martín, está en duda la identidad de la patria”. Con ese argumento el historiador Hugo Chumbita pidió al Senado que diera categoría de ley a la solicitud para realizar una prueba de ADN sobre el cuerpo de San Martín. Los mismos legisladores que recibieron ese pedido deben decidir cuál es el pueblo de origen de otro general, Juan Domingo Perón, cuya filiación también está cuestionada y en coincidencia con San Martín, sería hijo de una india. Desde otro ámbito, con la insistencia de 24 años de búsqueda infatigable, se escucha otra voz: “Un solo chico con su identidad cambiada cuestiona la identidad de todos”. Así las Abuelas de Plaza de Mayo instalan una duda que ya no puede circunscribirse en el ámbito privado de las familias afectadas y que cuestiona a toda una generación que no hace oídos sordos. Cuatro días después de la campaña gráfica y audiovisual de las Abuelas se habían recibido 250 llamados de chicos nacidos durante la dictadura militar que quieren tener certezas sobre quiénes realmente son, de quién son hijos. En paralelo, los juicios de filiación aparecen como una constante que interpela a personajes públicos. Sobre Carlos Menem, el cantante Rodrigo, Diego Maradona, entre otros, cae la sospecha de ser padres ilegítimos, como los definió alguna vez el ex presidente Perón: “¿Cuántas grandes mujeres quedaron al margen de los hechos sociales, ignoradas por su propia comunidad, observadas con espanto cuando en realidad su único pecado fue el coraje de haber sido madres solteras?. Ese hijo no tenía padre y la ley argentina prohibía hasta investigar la paternidad del recién nacido. Pero sí se castigaba el adulterio y ese hijo pasaba a ser bastardo. Al padre se lo eximía de toda culpa y al hijo se le cerraban las puertas del futuro. ¿Eso era justo? Nosotros hicimos una ley que daba al hijo natural los mismos derechos que al hijo legítimo. Esta situación de desprotección sucederá mientras las mujeres no intervengan más asiduamente en el espíritu de la legislación. Las leyes estarán hechas por adúlteros que ignoran que no hay hijos ilegítimos sino padres ilegítimos”.

Lo cierto es que en el primer año del nuevo siglo las preguntas se actualizan y en una encrucijada histórica la filiación como un vínculo privado cuestiona también la identidad nacional.

Tú me quieres blanca

“La discusión sobre la filiación de San Martín no es más que el triunfo del folletín sobre un tipo más clásico de historiografía. El folletín es el género que insiste en los secretos familiares como la fuente de preocupación principal de las personas y permite una intriga que al final se devela. Sólo que siempre conformó un relato secundario, con fronteras delimitadas. Y se puede decir que en el remate general de la Argentina al que asistimos, este género que empalma con pensamientos profundos y que tradicionalmente parece haber servido a una cultura de masas ahora viene a resolver los problemas que no se pudieron resolver por los medios del debate político e histórico”. Para el sociólogo Horacio González, saber si San Martín fue hijo natural de una india guaraní y de Diego de Alvear y no de Gregoria Matorras y Juan San Martín por medio de la prueba de ADN, es una respuesta casi banal a todo el ensayo argentino del siglo XX. “Entonces la pregunta también era quiénes somos, sólo que al no poderse descifrar la respuesta se construían fórmulas melancólicas, apologías del desarraigo. Ezequiel Martínez Estrada y Sebreli también se contentan con la bastardía y a nadie le pareció mal. Al contrario, evitaba ponerse solemne con el tema de la identidad y daba la libertad de la falta de raíces. Esto fue un debate argentino, no se buscaba el origen filiatorio, al contrario, cuanto más oscuro mejor”, afirma. El mismo Perón contribuyó en su momento a cierto misticismo sobre la bastardía cuando dice que una “gran mancha de tinta”, volcada sobre su acta de bautismo, impide documentar la fecha de su nacimiento. “Soy hijo de un espíritu campesino y de una joven natural de Lobos, con sangre india”, se definió el general en la biografía que escribió Enrique Pavón Pereyra.

Pero la posibilidad de que San Martín no sólo fuera hijo ilegítimo sino además de una india guaraní despertó todo tipo de virulencias entre los cultores más rancios del bronce. La presentación del libro de José Ignacio García Hamilton, Don José, que da cuenta de aquel origen, fue escenario de esas protestas. “Tal vez parte de la ansiedad por resolver la filiación del prócer tenga que ver con que existen técnicas disponibles –dice Elizabeth Jelín, investigadora del Conicet y asesora cultural de la Unesco–. Pero llama la atención que tanto en el caso de San Martín como en el de Perón lo que se quiera revisar sea la raza. La reacción en contra de la supuesta sangre indígena de San Martín es muy terrible porque parece que hay muchos que siguen queriendo una argentina blanca. Hay un silencio muy profundo sobre el origen negro o indio de las raíces de nuestro país. Un silencio que intenta callar el propio mestizaje”. Jelín cuenta a modo de picardía lo que ella llama “un chusmerío académico”. Se trata de la investigación de una genetista inglesa que realizó un doctorado sobre las raíces genéticas de Argentina “y parece que encontró una proporción de sangre negra e india mucho más alta de lo que se puede imaginar”. Cuando estén los resultados de esa investigación, ¿contestarán la pregunta sobre quiénes somos? “Ahora hay una gran publicidad sobre las respuestas que trae consigo el ADN y el mapa del genoma humano. De pronto nos dicen que esos rasgos que considerábamos construcciones culturales dependen de la genética. Pero a la vez hay contradicciones, porque también ha habido un descubrimiento científico muy importante que pasó desapercibido y es que también los chinos son descendientes del mismo humanoide africano. Es un debate central porque la idea de que había distintos orígenes genéticos alimentó muchos fundamentalismos. Pero ya no se puede decir que somos naturalmente diferentes”, dice Jelín quien busca anclajes en las contradicciones y no en las certezas.

“Los correntinos se hacían matar en el siglo XIX diciendo que la madre de San Martín era india –asegura Fernanda Gil, historiadora y coautora de la Historia de las mujeres en Argentina–, pero la Argentina hizo un mito de su blancura, un mito sobre que acá no había indios, no había negros. Hay procesos de negación que llegan al fin de siglo con los desaparecidos y la dificultad de este país para enterrar a sus muertos. Es la negación de la heterogeneidad también”.

Los vínculos naturales

“Vivimos en un mundo de crecientes incertidumbres y la tolerancia a la incertidumbre es cada vez menor. En un mundo caracterizado por la rapidez de los fenómenos sociales se buscan certezas en los orígenes. Parte de la explosión de la memoria en el mundo, de la ansiedad por rescatar antigüedades, en el plano personal o social tiene que ver con esa fragilidad.” Para Jelín éste es el contexto general en el que la identidad personal y social está siendo revisada en todo el mundo. “Pero también en Argentina se dio un fenómeno específico con la búsqueda de los chicos desaparecidos que produjo importantes avances en la investigación genética en el mundo con una perspectiva desde los derechos humanos. Pero hay un desarrollo inesperado que es una paradoja porque también se da en un momento en el que existe una Shoa basada en la pureza de la raza que también tiene fuertes componentes genéticos y encaja con una revalorización mundial de lo biológico. Llama la atención que el avance de las técnicas de reproducción asistida generen cierto rechazo a las adopciones, como si la maternidad y la paternidad y los vínculos de parentesco no fueran culturales sino biológicos. Ahí es donde comienzan las dudas”, agrega.

“En el tema de las identidades la ciencia nos hace partícipes de una especie de capitalismo cultural con el que no contábamos. Si pensamos en la maternidad, hoy es posible alquilar un útero, buscar un óvulo y después recién maternar a un chico. Pero ese chico se puede preguntar quién es su madre: ¿la que puso el vientre?, ¿la dueña del óvulo?, ¿cuántas madres podemos tener? El vínculo biológico aparece con fuerza pero fragmentado. El efecto global que produce el borramiento de los Estados nacionales no está separado de los caminos de la ciencia; nunca se llegó tan lejos como hasta ahora en busca de segmentar la materia hasta la nada (o hasta el origen). También aparece con mucha fuerza esta idea de los sujetos nómades –travestis, transexuales, andróginos, hermafroditas etc.– y la tecnologización de los cuerpos. Estos procesos leídos juntos no son casuales y están pegando muy duro en nuestras identidades más íntimas y ahora todo el mundo quiere saber de quién es hijo. Y parece que es lo biológico lo que determina la maternidad o la paternidad cuando a esta altura se podría haber asimilado la función –opina Gil–, sin embargo el cuerpo aparece más sacralizado que nunca”.

En nuestro país hoy es fácil ver las paradojas que se abren en torno de este debate sobre la biologización de los vínculos. Por estos días se pudo ver en diarios y en televisión a una chica apropiada por un militar, Policarpo Vázquez, que llama papá a su apropiador e intenta poner objeciones a los análisis de ADN. Sin embargo los apropiadores quebraron un vínculo y son usurpadores de la función que debieron cumplir quienes ellos mismos torturaron y asesinaron. En este caso demostrar el vínculo biológico viene a reparar lo que se pretendía aniquilar y por otro lado devela la existencia del delito. “Los militares pueden haber confiado en la teoría educativa al apropiarse de los hijos de los desaparecidos. Pero hay algo más, las apropiaciones no fueron arbitrarias, tenían raza, raza blanca... en algún sentido existía la idea de rescatar y mejorar selectivamente a los blancos”, arriesga Jelín.

Para la investigadora del Conicet, “hay climas culturales, aquí la maternidad y la paternidad están ancladas en el vínculo reproductivo biológico, pero había un espacio grande para las maternidades y paternidades culturales, tanto para la adopción como para los vínculos de crianza. Pero parece que estos últimos cayeron en decadencia. Entonces por un lado tenés una familia que está abandonando el modelo único y al mismo tiempo algunas tendencias dirían que las familias están más ancladas que nunca en lo biológico. Y ahí está todo ese enorme esfuerzo de tanta gente empeñada en tener el hijo de la propia sangre”.

¿Vos sabés quién sos?

Desde que se creó en 1987 el Banco Nacional de Datos Genéticos, se han realizado miles de análisis para determinar filiaciones. La posibilidad científica de despejar esa sentencia latina que afirmaba que el padre siempre será incierto ha llevado a los hombres a requerir cada vez más pruebas. De hecho el 95 por ciento de los cinco análisis por día que se realizan en ese banco son para disipar la angustia de la incertidumbre. “Todavía no sabemos el impacto que puede tener la inquietud actual por saber de quién se es hijo, porque aunque se pudiera contestar esa pregunta sobre la paternidad hay que ver si las respuestas pueden ser escuchadas”. Gil afirma que, si todas las mujeres de los sectores medios para arriba se avocaran a determinar científicamente la filiación paterna, “las sorpresas serían divertidísimas. La inseguridad sobre la paternidad en el sistema patriarcal jugó con mucho rigor sobre el cuerpo de las mujeres, ya ahora que la ciencia puede despejar esas dudas creo que se genera rechazo. Y cierto pánico”. Un pánico que probablemente haya llevado a Diego Maradona a negarse a someterse sistemáticamente a las pruebas de ADN que se solicitaron en dos juicios de filiación –uno en Italia, que se resolvió a favor de Diego junior, y otro en Argentina iniciado en 1999 por la madre de una nena de 4 años–. Carlos Menem, en cambio, es más solícito y frente al reclamo de un adolescente, hijo de la diputada Marta Meza, aseguró que pronto se haría la prueba, aunque para eso el joven de 18 años tuvo que apelar a los medios para reclamar no la herencia –según él mismo– sino su identidad. Las pruebas de ADN aparecen como la última certeza en un mundo plagado de incertidumbres, aunque en algunos casos éstas no se quieran resolver. Cuando en los principios de la transición democrática aparecían los primeros casos de chicos apropiados, las reacciones de la sociedad eran bastante homogéneas en el sentido de “no hacer más daño” a esos chicos separándolos de quienes ellos creían sus padres. Las decenas de casos de restitución dieron prueba de que no se puede construir una identidad basada en mentiras. En el último año hubo varios casos de jóvenes que iniciaron por su cuenta la búsqueda de su identidad. Hoy los chicos apropiados son una generación activa, con voz propia que, en muchos casos, están llegando por su voluntad a saber quiénes son, alentados por una campaña mediática que generó una respuesta casi masiva: 250 llamados de jóvenes con dudas sobre identidad en los primeros cuatro días. “La existencia de 500 chicos con su identidad cambiada cuestiona a toda una generación y toda una práctica –dice Gil–, porque hasta ahora se habló de las atrocidades de los militares, ¿pero cuál es la responsabilidad de la sociedad civil? Nadie puede ser indiferente; los más crueles hacen las peores cosas ¿Y el resto?”. Estas preguntas que seguramente resuenan en más de una noche de insomnio son las que dan sentido a la frase que acuñaron las Abuelas: “Mientras haya un solo chico con su identidad cambiada, la identidad de todos está cuestionada”.