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Estilos: el kitsch Contra el totalitarismo del diseño el kitsch propone el placer de lo sentimental y un arte a la medida humana del todo por 2 pesos. Para el alivio local existen la boutique Belleza y Felicidad, el canal Sprayette, el barrio chino y La Coca Sarli. Por María Moreno
París, la ciudad más observada en materia de moda, parece haber tirado la toalla y lanzarse sobre esos adornos que merecerían según la censura de los conservadores de siempre no haber salido nunca del universo de los niños junto con las cunitas fabricadas con una nuez y los muñecos que rezan arrodillados sobre un almohadón de azúcar rosa o celeste en las tortas de primera comunión.
¡Qué amor! Kitsch es una palabra alemana que se ha extendido por el mundo como los cascanueces en formas de piernas de mujer propios del género. Originalmente kitschen significa frangollar (algo así como hacer muebles nuevos con muebles viejos). Verkitschen es vender gato por liebre, dar algo diferente de lo que se había pedido, es decir falsificar. Según el kitschólogo Abraham Moles, el kitsch se muestra vigoroso durante la promoción de la cultura burguesa, en el momento en que esta cultura asume el carácter de opulenta, es decir de exceso de los medios respecto de las necesidades, por lo tanto de una gratuidad limitada, y en cierto momento de ésta, cuando la burguesía impone sus normas a la producción artística. El kitsch por eso nace con cachetes de amorcillo, de bebedor tirolés, de monalisa impresa en un plato. El kitsch se opone a la simplicidad, se guía por el y por si esto fuera poco de los vendedores ambulantes de transporte público y, si no se opone a la utilidad, la complica (la cara de John Lennon en una toalla no tiene nada de absorbente). Más que una serie de objetos es una intención, en muchos casos una práctica secreta que se refugia en el baño bajo la forma de caracoles enfrascados o en la biblioteca trasera adonde la colección de bibelots tapa el lomo de los libros. El hecho de que la moda del mal gusto haya empezado en Francia y por los modistos se explica por una suerte de agotamiento de los recursos y la responsabilidad de encarnar durante décadas el mito de que París es sinónimo de moda. Imponer la seda por sobre el algodón y viceversa, subir o bajar el talle, acortar o alargar las faldas tiene sus límites. El ritmo de las falsificaciones no deja ni un respiro al gran costurero que acaba de exprimir su cerebro para que su nueva colección no evoque a la anterior y le lance encima los perros perdigueros de la prensa. Pero que la moda se haya vuelto kitsch tiene más de una causa. Según la directora del Instituto de Marketing francés, Marianne Souza, lo que hasta hoy movía la moda era la búsqueda de la belleza y de la estética, pero actualmente lo que se busca en el mal gusto es la transgresión y lo prohibido. Ahora que el sexo no asusta a nadie habrá que sentirse un peligro social colocándoselos zapatos de plástico rojo y el mantón de Manila con que nos disfrazábamos en nuestra infancia. Kitsch son los demás El resultado de una breve y azarosa encuesta (lo contrario al rigor periodístico pero pretenciosa, es decir kitsch) determinó como deidades locales kitsch: el Palacio de las Aguas Corrientes (Obras Sanitarias), los caniches de Libertad Leblanc, Libertad Leblanc, los zapatos agujereados en forma de colador, la gorra y la motoneta que usaba el general Perón, su caballo pinto (¿Qué era eso, un dálmata gigante?, se preguntó Gumier Maier), las películas de Isabel Sarli, sus tetas, Luján, el Obelisco de lapislázuli como souvenir turístico, la torta Mundial de Doña Petrona, los caballitos criollos que simulan tener pelo verdadero, el modisto Paco Jamandreu, la calle Caminito, las rosas rococó rosadas de Mirtha Legrand, las obras de Federico Klemm que según Internet mezclan la noche nibelunga de Wagner con la noche americana de Prince. Gumier Meier no está de acuerdo con la lista porque afirma: No hay que confundir arte popular y kitsch; el kitsch aspira a lo contrario del arte popular, ya que intenta crear el efecto de gran arte. ¿El country? No sé si la estética country es kitsch, pero sí los countries, que quieren dar apariencia de residencias de campo o barrios cerrados con pórticos a Lo que el viento se llevó. La diversidad de funciones como la lapicera radio o el reloj en forma de violonchelo son propias del gadget kitsch. Sin embargo hoy existen en el ámbito de los elementos domésticos unos polifuncionales de hipercolorido diseño italiano. Una moda que tienen una intención de refinamiento en la elegancia de sus líneas y que evocan el medio del arte y a Kenzo y a Armani como maestros, es decir que quiere dar prestigio artístico a algo que es otra cosa. Entonces habría que hablar de neokitsch. En la tienda y galería de arte Belleza y Felicidad, los objetos cumplen algunos principios del kitsch como el abarrotamiento, la inadecuación y el frenesí de ofertas sensoriales. La artista Fernanda Laguna acaricia un portalapiceras que incluye un Pato Donald sentado en un banco de plazajunto a un perro, rodeado de peces, una maceta con una flor flúo y un molino construido con lo que parece ser un frasco de Redoxon vació, un aro de dama con caireles y la inscripción Happy. ¿Qué tienen en común todos estos objetos? (Afectando una gran seriedad, aire piadoso.) Lo que une a todos estos objetos es la dignidad. Cada uno tiene algo que lo salva que puede ser la ternura, el humor o la sonrisa. Cada uno tiene algo que cae, pero que se levanta de alguna forma. Se rescata a sí mismo por algún detalle. A esta alcancía la salva la sonrisa del pato. ¿La bolsa?: todo lo apomponado es más vistoso. Una vez compré unas gallinitas como con plumas que se destacaban más. Mirá esta botella de champagne sin champagne: Grande, elegante, un presente original creado para momentos de gran felicidad. Para siempre. Ojalá te guste. Medalla de oro, la botella de champagne, la rosa, el pañuelo adentro. Un clásico. Es como por poca plata quedás bien. El kitsch chino es refinado; lo contrario sería lo country: flores pintadas en madera. Lo chino va a hacia el lado de lo dorado y lo country, hacia el lado de la flor. Kitsch es todo lo elevado, lo que está cerca de lo místico, pero con un áurea berreta que para mí no es berreta. Es lo impensable, lo que va más allá de la imaginación. Algo que hace preguntarse ¿cómo se les puede ocurrir una cosa así? En Belleza y Felicidad la selección intencionada en oposición al impulso acrítico del kitsch tradicional que cree comprar arte barato y transportable y por eso jibariza desde el Arco de Triunfo hasta la Estatua de la Libertad, la combinatoria que intenta contar alguna historia, los retoques creativos desplazan los objetos al espacio del arte. Del mismo modo Pedro Almodóvar no es kitsch. Opera con el kitsch. En privado, sin embargo, el director español es un gran coleccionista de objetos de mal gusto. Su última adquisición es un corazón chato de azúcar que al separarse en dos mitades deja caer una tarjeta con la inscripción: Ven bribonzuela, toma la ciruela.
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