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ESPECTACULOS

Con duende y misterio

“Es que cuando cantas le dices al mundo lo que no puedes hablando”, dice una de las bailarinas y cantaoras de flamenco que integran el grupo El Torombo. Tres mujeres que despliegan en el escenario la fuerza desgarrada de esa música, y se explayan sobre la condición gitana.

Por Moira Soto

Decir de ellas que dos son gitanas y una paya, sería inexacto y discriminador: las tres mujeres que arrebatan al público desde el escenario con su cante y sus bailes son –sin más– gente del flamenco. Y el flamenco, como dice Francisco Suárez Barrera, El Torombo, director de la compañía Al Andalus, es “una forma de vivir, una cultura que abarca todos los momentos de tu vida”. Es llevar en la sangre y en la respiración esa música y ese baile que los gitanos de España cultivaron entre ellos, casi secretamente, hasta mediados del siglo XIX, y que proviene de un riquísimo cruce de culturas al incluir las salmodias hindúes, el canto gregoriano, las melodías persas, las endechas judías, los romances castellanos... “Es que el flamenco es más grande que la vida, es enorme”, se apasionaba en noviembre pasado, en Madrid, desde las páginas del diario El País, Misha Barishnikov: “En arte posiblemente sólo podría compararlo con el teatro Noh japonés. Es un encuentro de la historia con el espíritu humano: una mezcla poderosa”.

De la legendaria Carmen Amaya a la gaditana Sara Baras, que hechizó a sus seguidores en el reciente festival de Peralada, Girona, recorriendo con su Ballet Flamenco alegrías, siguiriyas, fandangos, soleás por bulerías... De aquel ciclón ardiente llamado Lola Flores a la muy actual y juvenil Niña Pastori, por cierto sin soslayar a la gran Carmen Linares (quien a su vez se remitiría a La Niña de los Peines y a La Perla de Cádiz), salta a la vista que en el flamenco las figuras femeninas han sido y son de capital importancia. Mari Vizzarraga, Herminia Borjas y María José Suárez Barrera (“La Toromba”), integran la compañía de El Torombo, tan unánimemente elogiada por la crítica local luego de su debut en La Trastienda.

María José, la más joven, pasa así revista a su carrera: “Pues mi historia artística empezó de muy pequeñita por cuestión de mi hermano. Mi madre me llevaba en un carrito cuando él comenzó a ir a las academias, y fui aprendiendo, conocí el baile, todo lo que sé es por él, que ha sido mi guía. A bailá en público, pues, empecé a los 8 en el tablao La Trocha, porque mi hermano se partió un brazo ahí encima y dijo quién mejó que su hermana para sustituirlo. Ahí fue cuando nos conoció el representante nuestro y muy niños estuvimos en el Japón, un país al que seguimos yendo todos los años. Porque nosotros somos gitanos de arma”, aclara, por si hacía falta, la bonita bailaora con su acento andaluz.

Morena, de altos pómulos y chispeantes ojos negros, se ríe Herminia: “Yo con este aspecto, aunque quisiera decir que no soy gitana, no podría. Donde voy, todos me dicen: vaya cara tan gitana que tienes. Pues yo me hecriado en ese ambiente, entonces el flamenco, prácticamente, lo vivimos todos desde pequeñitos. Desde que nacemos ya estamos en medio de la juerga, donde vas aprendiendo las palmas desde muy temprano, donde los pies ya se te van solos en esas reuniones familiares. Pero dedicarme a hacerlo públicamente, empecé tarde porque mis padres no me dejaban. Y me casé, y mi esposo tampoco me dejaba. Entonces, al separarme fue cuando comenzó mi vida artística. Hará unos diez años que empecé a hacer mis pinitos en público, en un tablao de Manuela Carrasco, una gran bailaora. Y de ahí he recorrido varios sitios, he salido afuera. Antes de estar en esta compañía, he hecho alguna cosa con Rocío Jurado, con Niña Pastori, con Joaquín Cortés también...”.

Herminia Borjas trabajó también con Mari Vizzarraga, su compañera de muchos años, que es muy tímida para hacer declaraciones y sólo cantará algunos versos más tarde: “Hicimos un grupo, Las Giménez. Eramos mi hija -ahora de 24, está con Cortés–, mi sobrina, la sobrina de Mari. Hicimos bastante tiempo cante y baile con Mari en las juergas de familia. Hemos estado siempre juntas porque somos primas, y de esta relación salieron Las Giménez, donde Carmen tocaba la guitarra y Viqui hacía la percusión y tres éramos las que cantábamos”.

Partir la tabla

Aunque los grupos formados únicamente por mujeres todavía son raros en el flamenco, asegura María José que “casi no aparece el machismo actualmente en España cuando se quiere trabajar. Siendo buena artista, se te abren todas las puertas. Esto lo puedo decir en los años que tengo: lo otro no lo conocí, gracias a Dios ahora nos dan nuestro sitio”. Para Herminia, la situación de la mujer artista, dentro de la comunidad gitana, es de un cierto privilegio: “Tenemos más independencia, estamos más sueltas porque tenemos que viajar, que vivir la noche porque no se suele cantar en un tablao a las cuatro de la tarde... Pero la mujer gitana no artista tiene su lugar, siempre respetando al esposo, siempre que no se pase. Por ejemplo, la mujer gitana que vive con su marido no puede salir sola de noche a tomarse una copa. No puede, todavía. Pero yo creo que llegará el día que sí. Hay cada vez más tolerancia, ya no se hacen matrimonios arreglados: las mujeres se casan por amor. Creo que las mujeres artistas ayudamos a abrir el camino”.

María José no cree que en el flamenco haya palos que se puedan considerar exclusivamente femeninos o masculinos: “Yo bailo tal como lo siento: puedo ser unas veces más femenina, otras veces más masculina. Puedo estar muy feliz, o muy triste. Eso va todo en una, en tu estado de ánimo. Hay un momento en que estás salvaje y que lo que quieres es partir la tabla. Y hay otros días que tienes ganas de participar con el público, serle agradable y coquetear... Es verdad que el martinete es más masculino, pero te puede meter, ¿no? Entonces, ya te tienes que vestir de hombre y ponerte una coleta y un pantalón. Y no dejar por eso de ser mujé. Yo me siento más a gusto por bulerías, por fiestas. Porque ahí lo rompes todo, tienes toda la alegría. Siempre sin estar atada a la técnica: nunca estamos contando las tres vueltas que tenemos que dar en ese momento. Vamos improvisando a lo que sarga, pero llevamos la base, para no volver locos a los guitarristas y a los cantaores. Bailamos con el corazón, no con la mente. Hacemos lo que el corazón nos dicta, ahí echamos fuego, el salvajismo que tenemos adentro”.

De modo parecido, Herminia, que también baila, habla del cante: “Todo depende de si estás alegre, si estás acongojada, pero siempre con mucho sentimiento. Nunca cantas igual, hay veces que echas más coraje cantando. Cuanto más inspiración, más bonito sale el cante”. Aquí acota María José: “Es que cuando cantas le dices al mundo lo que no puedes hablando”. Y esentonces cuando se decide la calladita Mari, acompañada por los golpes rítmicos de sus compañeras, a cantar su letra preferida:

Procuro olvidarte
Haciendo ala rota
de un pájaro herido.
Procuro alejarme.
Yo he zumbao
donde tú y yo nos conocimos,
Ay, como un perro sin amo.
sin ganas, sin fuerzas.
Lo que yo haría
porque estuvieras tú aquí (...)
Yo estoy perdida.

“Si no cantara, yo me moriría, de verdad”, asegura Herminia. “Porque cantando saco todo lo que tengo adentro”. Y explica María José: “Es que abrimos un secreto. Lo que llevamos ocurto y no te lo puedo decí hablando, te lo digo cantando. La experiencia claro quie te ayuda, pero al flamenco ya lo tienes incorporado de pequeña. El flamenco es magia, es duende, es sensuá. Cuando nos envuelve si alguien pulsa una guitarra, si escucho una parma, es como un trance”. Cuando se le menciona “La mujer alegría”, el homenaje que le hace a Lola Flores, María José recita emocionada, con suavidad: Torbellino de colores, no habrá en el mundo una flor que mueva una bata mejó que la mueve Lola Flores.