Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Stira

DISEÑO

Zapatera a tus ZAPATOS


De la carrera de Diseño de Indumentaria han salido, en los últimos años, nombres que ya circulan en el mundo de la moda a pequeña escala, esa escala que se reproduce en los locales de Palermo Viejo. Es el caso de Lorena Calandri, zapatera, que acepta encargos especiales y abastece a un público entre rocker y moderno.

Por Soledad Vallejos

Para esa especie de fetichistas como Dios manda, pocas temáticas tan simplemente apasionantes como los zapatos. Ergo, pocas cosas tan interesantes como encontrar quien, en plena época de hormas y diseños uniformes (sin hablar de las grandes e –¡snif!– inalcanzables marcas), se dedica a rescatar el oficio. Y Lorena Calandri, precisamente, es una de las pocas personas en Buenos Aires que, en estos momentos, asegura que, por ahora, lo único que quiere “es hacer zapatos, y zapatos, y zapatos todo el tiempo sin parar... o hasta que diga ‘bueno, ya está’”. Buenas noticias: su taller está repleto de bocetos, hormas, hormitas y materiales (aparentemente) imposibles de combinar a punto de ser combinados.

Cronica de una pasión
Hace unos tres, cuatro años, cuando estudiaba Diseño de Indumentaria en la UBA, Lorena tuvo el capricho de colar, entre los dibujos de las prendas, algunos modelos de zapatos. Un buen día descubrió que una compañera tenía la misma pulsión. El resultado: el capricho se convirtió en impulso, “nos copamos las dos y mandamos a hacer 50 pares de zuecos, con tachas, barnizados... no teníamos ni idea. Después de que hicimos eso, fue la felicidad total, habían salido, no lo podíamos creer”. Pero lo que para su amiga fue diversión, para ella se había convertido en cosa seria. Como si cumpliera puntualmente con las reglas de una adicción, Lorena fue investigando materiales, experimentando combinaciones, ensayando y errando con el mismo entusiasmo que al principio. “Lo que pasa es que este trabajo es muy de oficio. Entonces, tenés que ir aprendiendo el oficio de a poquito, y de gente que se dedica, de zapateros artesanales. Pero tienen que saber mucho.” En un momento, cuenta, cuando todavía no se sentía del todo segura pero pretendía estarlo, dejó de encargar la confección de los moldes para ocuparse ella, “no sé cómo pero me las ingeniaba”. La insistencia, se sabe, puede romper barreras, y los señores zapateros no tenían por qué ser la excepción, “me decían cositas, secretos, y yo los iba sacando”. Es que, como aclara Lorena, “de estar todo el tiempo dedicándote a una cosa, no te queda otra que el que te salga”.
A poco de decidirse por este métier, comprobó algo que debe ser común a los diseñadores de indumentaria, la distancia que empieza a abrirse al trasladar los trazos de un boceto a la materialidad del modelito de marras. “Había miles de trabas en el medio, por no saber, por falta de experiencia, porque no sabía qué materiales usar, o hacía cosas que después salían mal y las tenía que hacer todas de nuevo.” Todo fue así, dice, “una prueba constante”, un examen que todavía rinde, aunque con algunas trampas ya conquistadas, como, por ejemplo, poder partir de sus propias hormas. “Siento que este año salieron un montón de cosas. Ahora mando a hacer las hormas con la forma que yo quiero, como unas de puntita bien redonda. Eso está bueno porque es difícil que te hagan pocos pares o cosas muy raras, porque los hormeros son de aceptar encargos sólo por grandes cantidades; entonces, si vos vas con algo distinto, primero te dicen que no, que no se puede; y después, cuando vas charlando y diciendo qué querés, te termina saliendo el triple.” Tras un año de ofrecer su material en un local de la galería Bond Street (“un localcito súper chiquitito, todo súper baratito, cero”), se decidió por la autogestión a un nivel más íntimo. Cerró el local, armó la sala en su nueva casa, y, arregló con un local de Palermo Viejo para poner allí sus modelos mediante (se pueden conseguir en Salsipuedes), comenzó a dedicar más tiempo al taller. “Lo del local de Palermo está bueno, también, porque la gente va a buscar algo diferente, y es un público abierto.”

Apología del reciclado
Es como ir entrando de a poquito en otro mundo, eso de visitar la casasalón de ventas-taller de Lorena. Primero, una escalera insolentemente blanca desemboca en la sala de estar. A un lado, otra puerta lleva a un saloncito con sillones, un par de espejos, algunos animalitos inflables y un fragmento de césped de fantasía. Digamos que es un ambiente de lo más acogedor para enfrascarse en mirar, probar y tocar los zapatos que están desparramados por ahí. “La idea –reivindica– es ver materiales que no se usen mucho. El cuero está buenísimo y es lo más, y nada se puede igualar en cuanto a calidad y todo, pero siempre hay un material que da un toque y está bueno.” Es que, en unos cuantos modelos, la gracia reside, precisamente, en esos toques, como es el caso de los “zapatos-zapatilla” terminados con una suerte de tela de goma, con textura rugosa a la vista pero suave al tacto. “También uso cueros, pero cueros viejos. Les hago agujeritos. Me encanta someterlos a procesos, como los calados (esos que recortan formitas), hacerles cosas para que digan algo y se puedan usar. Porque la onda también es poder reciclar materiales, poder usarlos. Hay que usar todo, no se tira nada.” Sin embargo, este espíritu de rescate no implica un reinado de lo retro ni nada por el estilo. Hay, sí, algunos elementos, algunos modelos que pueden haber salido, perfectamente, de una tienda de hace dos, tres décadas; pero también están los que entreveran esos rasgos con tics modernos (formas, terminaciones, colores). Y el ensayo y error sigue y promete seguir. A poco de haber realizado la producción del arte de Perfume, el último disco de María Gabriela Epumer (a quien, además de diseñar zapatos, confecciona el vestuario para los shows), Lorena se confiesa “fascinada con cosas que brillan”, y saca de los cajones de su taller (un cuartito repleto de hormas, muestras, bocetos, herramientas, un banco de zapatero) tiras de tela iridiscente, “que brillan en la oscuridad”. Va a poner todos esos efectos en sus zapatos de verano, dice, y muestra cómo varían los tonos de acuerdo con la luz, adelanta diseños y sonríe. “Nunca pensé que iba a hacer zapatos.”