ESPECTACULOS
Películas
saborizadas
Las
mujeres arriba, comedia romántica protagonizada por la española Penélope
Cruz, se suma a la lista de películas que han puesto a la comida como
parte de la trama argumental.
Por
Moira Soto
En
vez de tejer y destejer, esta Penélope cocina platillos brasileños
con diversas clases de chiles que le traen recuerdos de tiempos felices,
de cuando se llevaba de maravillas con su marido porque él consentía
de buen grado hacer el amor en la posición de la misionera (es
decir, ella arriba imponiendo sus ritmos y sus tiempos). Pero he aquí
que una noche el hombre, harto de no ser dueño de la situación,
pasó a la cama de otra para conducir el baile desde arriba. Penélope
se avivó enseguida y ahí nomás -estamos en Bahía,
Brasil hizo su valija y se fue a San Francisco, Estados Unidos,
con el propósito de trabajar de chef luego de instalarse en la
casa de una amiga de la infancia, la travesti Mónica, que no
sabrá tanto de cocina como la joven esposa engañada pero
puede dar lecciones de seducción a quien quiera oírla.
Penélope Cruz, la guapísima española capturada
el año pasado por Hollywood, es la protagonista del reciente
estreno Las mujeres arriba, liviana comedia romántica que se
suma con sus pimientos y sus cocos a la apetitosa lista de películas
que han puesto a la comida como objeto deseable (si el enunciado
gastronómico moviliza un deseo, según dice Roland
Barthes en El susurro del lenguaje, a propósito de un tratado
de Brillat-Savarin, ¿qué decir de la visión en
la pantalla de la preparación y deglución de platos?).
En el film de marras, Penélope se llama Isabella y hace de brasileña
con el encanto y la comunicatividad emocional que la distinguen desde
que debutara apenas adolescente en el cine de su tierra. Desde luego,
la preciosa Pe o Pinilopi, en la pronunciación norteamericana
se ha despedido por el momento de roles como los de Belle Epoque o Todo
sobre mi madre: ahora le toca hacer de latina, entre otras latinas exitosas
(Salma Hayek, Jennifer López), para alimentar una industria al
parecer hambrienta de condimentos picantes que levanten la temperatura
de sus producciones. Así es que el misil Cruz, según
la llamó la revista Gear, la Sofia Loren de los años
mozos, para la Elle estadounidense, se está dedicando últimamente
a encarnar mexicanas, colombianas, incluso una griega, aparte de la
brasileña Isabella. Casualmente en Capitan Corellis Mandolin,
realización posterior a Las mujeres arriba, Pe alegra el corazón
del hombre amado (el propio Nicholas Cage) proponiéndole en inglés
con acento griego, hacerle un buen plato de comida italiana.
Ya en España, Penélope Cruz apareció vinculada
a deleites gastronómico- eróticos en el divertido film
de Bigas Luna Jamon, Jamon, donde su novio en la ficción le aseguraba
que sus pechos sabían a tortilla de papas, o sea, la tortilla
nacional por excelencia.
Devorarse
Todo
Pocas películas se han animado a mostrar comidas pantagruélicas
exaltando abiertamente la intemperancia, la tragonería, tal como
sucedía en La gran comilona, de Marco Ferreri. Entre sus protagonistas
Marcello Mastroianni, Philippe Noiret, Michel Piccoli figuraba
un sibarita de la vida real, Ugo Tognazzi, autor de El Glotón,
un irresistible libro de recetas, o más bien de evocaciones gastronómicas
autobiográficas, donde serebela contra la moral epicúrea
de la felicidad y la vida. En su momento cuando escribía
Cuadros de Pensamiento Walter Benjamin, antes de narrar un atracón
de higos que se dio en Nápoles, discurre que quien siempre
comió con moderación, nunca experimentó lo que
es sufrir una comida. Así, lo que conoce es el placer de comer
pero no la voracidad, el desvío de la llana avenida del apetito
hacia la selva de la gula (...) hundirse en el melón como en
una almohada, olvidar todas las demás cosas comestibles en presencia
de una horma de queso holandés.
Los ávidos comensales de La gran comilona regalaban a sus paladares
con delicias que en realidad había preparado especialmente Fauchon,
de París. Platos gloriosos como la Pierna de cordero al spiedo
a la Solognette (macerada un día en vinagre, ajo, echalotes,
clavos de olor, vino blanco, pimienta en grano, hierbas), cocinada envuelta
en lonjas de tocino atadas con hilo, y servida luego con la marinada
tamizada y cocida veinte minutos agregándole la grasita que cayó
del cordero. Osobucos gigantes, Pissaladière provençale,
Lasagnas Andrea y un suntuoso postre que representaba la cúpula
del Vaticano figuraban en los menúes de este recordado film de
1973.
Otro clásico del género comer hasta más no poder
o casi es El festín de Babette (1986). Por cierto,
la propuesta del director Gabriel Axel al adaptar un relato de Karen
Blixen, era distinta de la de Ferreri, si bien también tendía
a la celebración de los placeres de una buena y generosa comida.
La francesa que llega a las costas de Jutlandia y se refugia en casa
de una pareja de viejitas austeras y devotas, guarda un secreto: ella
fue chef en el Café Anglais, de París y cuando después
de muchos años de renovar el billete se saque la lotería,
convidará a todos con una gran cena francesa, que preparará
con los ingredientes en los que ha invertido los diez mil francos que
se ganó. A pesar de alguna resistencia inicial, sus ascéticos
invitados terminarán bajando las defensas para entregarse al
deleite de comer exquisiteces como las codornices en sarcófago.
Que no se deshuesan pero sí se rellenan con foie gras y trufas
negras, para luego colocarlas en tarteletitas de masa hojaldrada previamente
horneadas. Sobre las avecillas se pone un copetito de manteca y un chorrito
de vino de Bordeaux, sal y pimienta antes de mandar al horno mediano.
Al llevar a la mesa, acompañar con salsa de echalotes cocidas
en manteca y vino tinto.
También hacia el final de Big Night, de Stanley Tucci y Campbell
Scott, se realizaba un banquete, aunque en este caso, además
de exaltarse los perfumes, sabores y texturas de la cocina, se hablaba
de la ética profesional, de la integridad en el oficio. Sin duda,
ocurren excesos de manducación en la noche del título,
pero sobre todo se rinde homenaje a la maestría culinaria, a
los saberes ancestrales, en una cena donde como en la vida
se entreveran los gustos dulces y amargos.
Ingredientes
de Tomates verde fritos: 1 tomate verde por comensal, pan
rallado, cebolla picada fina, perejil picado, sal de apio.
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A
la mesa sin culpas
Al igual que en El festín, había codornices en Agua
como para chocolate, adaptación cinematográfica de la
exitosa novela de Laura Esquivel que asociaba indisolublemente gastronomía
y erotismo, enaltenciendo toda una cultura de género hecha de
sabidurías culinarias realzadas por el amor o arruinadas por
la pena con que han sido confeccionadas. Cuando Tita, la protagonista,
aprieta contra su corazón las rosas color salmón que le
regaló su novio, se clava algunas espinas y las flores se vuelven
rojas. Tita las aprovecha para hacer una antigua receta, originalmente
preparada con faisán, de salsa de pétalos. Ella emplea
codornices doradas en manteca, después de cocinar la salsa de
este modo: moler los pétalos con dos cucharaditas de anís
estrellado y un pitahaya (fruto del cactus trepador), en mortero; saltear
18 castañas en una plancha, pelarlas y cocerlas en agua, luego
hacer puré; freír en manteca dos dientes de ajo en láminas,
agregar el puré, dos cucharadas de miel y los ingredientesmolidos,
echar sal y pimienta. Se puede espesar con maicena y servir al añadir
gotitas de agua de rosas. Decorar el plato con algunos pétalos.
En Comer, beber, amar, de Ang Lee, tenemos a un padre viudo nutricio,
Chu, chef del Gran Hotel de Taipei, hombre de valores tradicionales
firmes. Tiene tres hijas jóvenes Jen, Chien y Ning
a las que da de comer los domingos los platos que ha confeccionado con
unción y amor. Como en Banquete de bodas, el director recurre
a la reunión familiar en torno de la comida para plantear conflictos
entre generaciones y culturas, siempre en pos de la tolerancia y la
comprensión.
Lejos de todo reencuentro familiar, en El cocinero, el ladrón,
su mujer y su amante Richard Bohringer prepara su rablé de liebre,
su coq au vin en el restaurante Le Hollandais y se ve obligado a servir
estos refinados platos, bajo un cuadro alusivo de Franz Hals, a siniestros
clientes (el ladrón y su comitiva) antes de que todo termine
en una colación caníbal.
En el sureño Café Whistle Stop, de Tomates verdes fritos,
también hay una situación de canibalismo, pero involuntaria
y tratada con pícaro humor negro: la criada negra liquida merecidamente
al marido golpeador de Ruth, su marido lo cocina y se lo come el investigador
(en una variación de la pierna de jamón de Hitchcock
Presenta que aprovechó Almodóvar en ¿Qué
he hecho yo para merecer esto?: esto es, que el detective se coma o
la prueba del delito o a la propia víctima). Otros platos que
se cuecen en el Whistle Stop de Idgie y su amiga Ruth: el pollo frito,
las barbacoas con guarnición de alubias y, obviamente, los pimientos
o tomates verdes fritos (en rodajas, rebozados previamente con pan rallado
mezclado con cebolla ídem, perejil picado y sal de apio).
Por el momento, la tenemos a la bella Penélope cocinando en un
programa de tele, cortejada por dos galanes bastante zoquetes y dependiendo
de sus ofrendas a la reina del mar para olvidar primero y recuperar
después a su marido músico. Con el fin de promocionar
Las mujeres arriba, con dirección de Fina Torres y guión
de Vera Blasi, a Pe Cruz le hicieron una foto kistch, mala copia de
algún trabajo de Annie Leibovitz en Vanity Fair: tirada de coté
cual maja presumiblemente desnuda, arropada en zonas erógenas
con puñados de alargados pimientos rojos picantes que también
sirven de colchón. Ni Bigas Luna en el apogeo de sus pullas a
la España cañí se habría animado a semejante
zafiedad.