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ENTREVISTA

En movimiento

La historiadora feminista Marysa Navarro pasó por Buenos Aires para inaugurar las VI Jornadas de Historia de las Mujeres y el I Congreso Iberoamericano de Estudios de las Mujeres y de Género que se realizaron a comienzos de agosto en la Facultad de Filosofía y Letras. Su intervención fue combativa al denunciar que el concepto de Género está despolitizado y que los estudios de la mujer permanecen disociados del movimiento de mujeres.

Por Sandra Chaher

Se queja bien fuerte. En la exposición de fotografías de mujeres argentinas no hay ni un retrato de Evita. “¡Cómo puede ser!” “¡Ah, pero está la Lola Mora! ¡Cómo amo a esta mujer!” Y se queda extasiada mirándola. Marysa Navarro no es gruñona sino apasionada. A una definición combativa sigue una risa potente, es tan capaz de sostener y argumentar una polémica como de terminar una ardua jornada de debate feminista yéndose de parranda con sus amigas porteñas. Es española, sus padres emigraron cuando fue la Guerra Civil y ya no volvió más que para dar charlas. Su hogar está desde hace 30 años en Estados Unidos –donde dicta clases en la Universidad de Dartmouth–, pero Buenos Aires es casi su tierra elegida. Aquí tiene un departamento, amigas, y está su vocación: nuestra historia. Y el regalo más precioso que nos hizo hasta ahora, fruto de esa pasión, es una biografía de Eva Perón, Evita, que, con una rigurosidad hasta entonces no encontrada en los textos sobre la segunda esposa de Juan Perón, intenta comprender a la que ella considera una de las figuras más fascinantes del siglo XX.

Vino a Buenos Aires para inaugurar las VI Jornadas de Historia de las Mujeres y el I Congreso Iberoamericano de Estudios de las Mujeres y de Género que se realizaron a comienzos de agosto en la Facultad de Filosofía y Letras, y, en medio de un auditorio repleto, lanzó su primera granada: los Estudios de Género están disociados del movimiento de mujeres y esto no es bueno. Y avanzó más, cuestionando la misma categoría de género como válida para hablar de los temas de mujeres, una conceptualización que retumbó como un eco en muchas de las mesas que se hicieron, ya que es un tema que varias investigadoras están poniendo en cuestión.

–En su conferencia se refirió a la disociación entre el movimiento de mujeres y los Estudios de Género debido básicamente a la despolitización de estos últimos.

–Los Estudios de Mujeres, que así se llamaban en un comienzo, se despolitizaron para permanecer en la sociedad. Entraron como estudios políticos y se despolitizan cuando se inventa la categoría de género. Este concepto confirma la necesidad de legitimación que teníamos las mujeres dentro de la Academia. Cuando los Estudios de Mujeres se instalan en la Academia lo hacen de una forma terriblemente inferior, porque no hay en ellos nada de lo que normalmente pertenece a las disciplinas: estamos comprometidas con lo subjetivo, con lo político, buscamos la interdisciplinariedad, estamos en los márgenes de la institución; y no tenemos ni filósofos, ni historiadores, ni intelectuales de renombre. Entonces, la necesidad de legitimarse, de hacer los deberes igualitos que los nenes, como yo digo, nos obliga a buscar categorías de análisis. Eso viene también porque en los años ‘60, en Estados Unidos, había una gran difusión del marxismo en la Universidad, y entonces había que encontrar una categoría equivalente a la clase social para pensar los temas demujeres. Pero además, el género se ha convertido en algo problemático como categoría porque lo que busca es llevar los temas a algo totalmente abstracto, lo saca de la carne, de lo personal, que es político, de todo lo que es la tradición política del feminismo y de los Estudios de las Mujeres. Yo reivindico otra posición, que es: con un pie en la Academia y otro en el movimiento, sin dejar de lado ni el rigor del conocimiento científico ni el peso del efecto del conocimiento sobre las mujeres.

Marysa larga una risotada cuando se le pregunta por qué eligió la historia argentina, “pues porque soy una masoquista, vale”. La verdad no es ésa. La asombró lo poco que entendía del país, la diferencia enorme que había entre lo que decían los libros y lo que ella veía. Eso que tampoco nosotros entendemos, pero que nos desvela poco, para ella era como haber encontrado un tesoro. ¿Qué más interesante para un historiador que aquello que no comprende? ¿Y quién no se deja tentar por la posibilidad de “ayudar” a un pueblo a que se entienda mejor? Es una de las trampas argentinas y Marysa pisó el palito. Y allí estaba, escribiendo su tesis de maestría sobre Mariano Moreno, después Los Nacionalistas, y más tarde Evita.

“Me metí con Evita porque era el personaje más fascinante de este país y de América latina y, como figura política, yo pienso que una de las más fascinantes del siglo XX. Y sobre ella sí que no se entendía para nada quién era. Y además, a mí como feminista, me interesaba comprender de dónde había sacado las ínfulas –en una sociedad donde las mujeres no tenían el voto, donde sólo en la izquierda había tradición de activismo político por parte de las mujeres, donde las primeras damas eran totalmente deslucidas– para meterse en política y ocupar un espacio que no le correspondía por ser mujer. A mí me parecía que era una pregunta histórica verdaderamente importante. Y la otra cosa, es que a mí me parecía lo de la Argentina y lo del peronismo una cosa muy triste, entonces yo quería hacer algo para sacarlo del maniqueísmo que existía aquí en esos momentos. Porque no era solamente peronismo-antiperonismo, sino que se metían los problemas de género, con lo cual se convertía en algo mucho más interesante para mí.”

–Evita sigue siendo un personaje conflictivo para el feminismo argentino, porque si bien no se la reconoce como feminista no se puede negar lo que ella hizo ni el alto grado de participación política y parlamentaria de las mujeres durante el peronismo. Desde su punto de vista, entonces, ¿Evita nos hizo bien o mal? ¿Es un modelo?

–Ah, son dos preguntas ésas. El modelo político de Evita, como feminista, te digo que no es bueno. Como historiadora te digo que es el único posible en aquel tiempo para ella y lo hizo con una clase infinita, y verdaderamente bien. Ella hizo bien a las mujeres argentinas porque hizo política, y yo pienso que la participación de las mujeres en el espacio público es absolutamente esencial para la democratización de cualquier sociedad. La participación masiva que ella propició desde el poder informal, y a través del Partido Peronista Femenino, ha sido muy importante para las mujeres argentinas. Yo, como feminista, digo “esto hay que reconocérselo y agradecérselo”.

–Pero no es un modelo.

–A Evita hay que leerla en su contexto y así comprenderla. Porque ella es un personaje de su tiempo que hizo de su vida algo que muchas mujeres no se hubieran atrevido a hacer, y ella lo hizo teniendo un sentido de la historia. No tenía conciencia feminista, pero eso no se lo voy a reprochar porque es pedirle peras al olmo. Tienes que mirar los procesos históricos y los límites que plantean. Y entonces rescatas. Yo creo que ella es una mujer eminentemente rescatable desde el punto de vista feminista, en su contexto. Pero no es un modelo porque un modelo sobrevive las épocas, es algo que sirve para el presente. Acaba de publicarse en la Argentina el libro Cómo las mujeres cambian la política y por qué los hombres se resisten, de los franceses Philippe Bataille y Françoise Gaspard, en el que explican cómo fue el proceso que llevó a las francesas a lograr que la Constitución de su país estableciera la paridad política para las mujeres. Marysa Navarro realizó uno de los prólogos para la edición en castellano que Las/12 publicó hace algunas semanas. “Con la paridad se resuelve una cosa muy gorda. Lo privado no se mueve, pero se pueden arreglar muchas otras cosas desde lo político, desde el poder, que pueden afectar lo privado y otros problemas. No creo que va a ser la panacea, que va a ser mañana, pero que las francesas han empezado un proceso que no lo para nadie, eso sí. Acelerar la posibilidad de los cambios. Y yo creo que aquí en la Argentina se tiene que dar la discusión de la paridad.”

–¿Cómo ve al movimiento feminista argentino en relación con otros países?

–Las únicas que están organizadas ahora son las francesas (risas), por lo de la paridad. Pero en España, donde acabo de estar, está muy desorganizado; y en Estados Unidos el movimiento está en todos lados y en ninguno, las mujeres se buscan pero no hay organización. Pero siempre ha sido así, en todas partes, no ha existido coordinación, somos así. Lo interesante es que siempre ha habido períodos de organización, de activación, de movilización, para algunas cosas gordas. Pero resulta que hay ejecutivas feministas que se quejan del techo de cristal, periodistas feministas, académicas, juezas...

–Que conforman espontáneamente redes.

–Espontáneas no. A través de mucho trabajo y después de 30 años. Hay una base, un trasfondo, que ha cambiado sustancialmente en los últimos 30 años, pero es difícil hablar de movimiento.