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Huevos de serpiente


El rebrote neonazi en Alemania es conocido por sus reiterados ataques a extranjeros y sus consignas nacionalistas. Sin embargo, poco se sabe sobre el lugar que ocupan las mujeres en este movimiento de la extrema derecha alemana. Las mujeres miran: no participan en los ataques más que como testigos cómplices de sus compañeros, que están contra el aborto y los métodosanticonceptivos y promueven el regreso a la familia tradicional: mamá ama de casa y papá proveedor, pero con cabeza rapada.

Por Luciana Peker
desde Berlin

Es petiso. Pero los borceguíes lo hacen más grande. Es flacucho, pero los pantalones de calce profundo lo hacen parecer más musculoso y los cordones blancos que entrecruzan sus zapatos negros –suben por sus piernas– hablan por él, dan miedo. No dice nada, pero su cuerpo tapizado de signos, su cabeza despoblada de pelo, lo dice todo. Escupe –por el calor del verano, porque su silencio lo atraganta, porque sí, en el piso del ex campo de concentración de Buchenwald, en el estado alemán de Turingia– por donde pasaron 250 mil detenidos durante el régimen de Adolf Hitler y en el que murieron aproximadamente 56 mil personas.
Por el mismo suelo pasó también –entre otras y otros– la argentina Esther Soquet, nacida en 1918 en Mercedes y capturada en París. Por eso, la palabra Argentinier está sellada en el suelo junto a otras nacionalidades de víctimas, en una placa mantenida siempre a una temperatura de 37. El punto de calor corporal que tenemos -indefectiblemente– todos los seres humanos.
Por al lado de la placa camina el visitante rapado. “Es neonazi”, lo identifica Pamela Wolff, jefa de la sección información de visitantes del ahora Museo Memorial Buchenwald. “Este chico lleva cordones blancos, eso quiere decir que forma parte de una nueva corriente de jóvenes que vienen a los campos de concentración, no niegan el Holocausto, dicen que existió y que tiene que haber más, ahora no sólo para los judíos sino para todos los extranjeros”, explica ante Las/12 Pamela –con la mirada dura por observar lo revulsivo, pero curtida por el acostumbramiento–, a pocos metros de distancia de él.
Aunque su presencia indigne, no lo pueden detener porque no comete delitos. Portar cordones blancos no lo es. Y para no ser detenidos, los neonazis no hacen desmanes visibles. Pero dejan su sello en el único lugar sin control: ensucian y destruyen los baños. Ahí usan sus penes como dardos y orinan el piso y las paredes de Buchenwald. Con el sexo en la mano buscan oxidar la historia. El pis en los baños es un daño ínfimo comparado con los ataques contra seres humanos. Sin embargo, el vandalismo fálico no es un dato menor. El neonazismo violento en Alemania es cosa de machos.

Las mujeres son minoría
“El 90 por ciento de los integrantes de los grupos neonazis más extremos son varones. Y la participación de las mujeres va desde ese 10 por ciento hasta un 30 por ciento en agrupaciones más moderadas”, revela Oliver Geden, politólogo y periodista, autor de un libro sobre el movimiento ecologista de derecha (Rechte okologie) y responsable de una investigación todavía no editada sobre la relación de los neonazis y la masculinidad.Geden habla con esta cronista en un bar repleto, a dos cuadras de su casa. El vive en Kreuzberg, el barrio turco o intercultural –por decirlo en términos políticamente correctos– de Berlín. Ahí se huelen olores, se ve gente y se oyen sonidos distintos. Entonces, las palabras pueden también mezclarse en el aire.
En cambio, en ciertas zonas de Alemania es mejor no mostrarse, no leer y no hablar en otra lengua, otra piel y otros códigos de los que ciertos alemanes creen que son el único pasaporte de la identidad alemana. Los fuerte apaches del racismo imponen sus códigos. Invaden –en mayor o menor medida– la Alemania que habitan y la Alemania que habitan todos. Sin ir más lejos, Oliver pide no ser retratado. “Hay grupos de persecución y listas negras para los que ellos identifican como antifascistas. Es por precaución”, se excusa y ausenta sus ojos almendrados, su pelo corto y negro, su remera verde oliva, de la foto que no puede ser.
Mientras que, por otro lado, los alemanes se están cansando de las fotos que son, aunque realmente no tendrían que ser: ataques de neonazis, reivindicaciones juveniles de los responsables del Holocausto, asesinos que justifican sus crímenes a extranjeros con cara de nada y defensas por exceso de alcohol. Hay un rebrote de la violencia xenófoba. Cada vez más joven y cada vez más violenta.
Por supuesto, también se debaten las razones del creciente neonazismo: la desocupación, la falta de identidad de la Alemania del Este (ex socialista) desde la reunificación con la parte occidental y las falencias en la integración multicultural con los extranjeros en toda la Alemania Federal. Estos componentes son ciertos. Pero hay algo más, que generalmente no se analiza: el componente sexual de este proceso. Geden sí habla de eso.
–¿Cómo surgió la iniciativa de investigar la relación entre neonazis y masculinidad?
–Vi que no había ningún conocimiento, ni ninguna literatura acerca de esta relación entre masculinidad y movimiento neonazis. A pesar que del 70 al 90 por ciento de sus integrantes son hombres y sólo del 10 al 30 por ciento son mujeres. El Partido Nacional Democrático de Alemania (NPD), el de más de extrema derecha, tiene un 10 por ciento de militancia femenina y el más cercano al centro de esta tendencia, los Republicanos (REP), tiene un 30 por ciento. Mientras que en el movimiento skinhead se encuentra todavía menos participación de mujeres, alrededor de un 5 por ciento.
–¿Por qué hay menos mujeres que varones?
–Hay investigadoras feministas que encontraron que las mujeres usualmente no se pliegan a estos grupos por la violencia incluso interna que predomina en algunas estructuras, como la de los skinheads.
–Y en las acciones violentas de ataques y asesinatos a extranjeros, ¿cuántas mujeres participan?
–Sólo el 2 por ciento de las agresiones es realizada por mujeres. El 98 por ciento de los ataques está hecho por hombres. Hubo discusiones dentro del movimiento de skinheads con relación a si podía ser posible que las mujeres se unan a este tipo de ataques. Pero la mayoría de los hombres dijo que no. “No queremos mujeres, no es su trabajo, ésa es tarea de hombres”, fue su argumento para excluirlas de los ataques.
La periodista alemana Barbara Bollwahn, del periódico progresista berlinés Tageszeitung Taz, especialista en la problemática neonazi, confirma: “Salvo casos que no sean conocidos, hasta ahora se puede decir que son los varones los que hacen los ataques”. Pero que las mujeres no peguen ni maten no es lo mismo que suponer que el género femenino esté a salvo del mote de racista.
“En general, las mujeres no participan en ataques a neonazis, pero esto no quiere decir que no estén involucradas. Ha habido casos de ataques a extranjeros en donde las mujeres participan de manera pasiva. Un ejemplo:a mediados de agosto, un grupo de siete jóvenes, entre ellos una chica de 17 años, atacó a una mujer de 20 años, cuyo padre era de Etiopía. Mientras los tipos le pegaban a la víctima con una botella y la mojaban con cerveza, la chica simplemente miraba.”

Hubo discusiones dentro del movimiento de skinheads con relación a si podía ser posible que las mujeres se unan a este tipo de ataques. Pero la mayoría de los hombres dijo que no. “No queremos mujeres, no es su trabajo, ésa es tarea de hombres”, fue su argumento para excluirlas de los ataques.

A lavar los platos
–¿Actualmente el movimiento neonazi encarna una ideología misógina?
–Sí, aunque ellos no se asumen misóginos, dicen que el lugar para la mujer es la cocina, con los hijos. Pero también muchas mujeres que integran estos movimientos están convencidas de que ese lugar en el mundo se relaciona con su rol de madre.
–¿Sus proclamas también implican un retroceso con relación a los derechos sexuales?
–Toda la extrema derecha en Alemania está en contra del aborto. Hay algunos que dicen que el aborto está bien cuando el niño va a nacer discapacitado.
–Una de las razones por las cuales Alemania necesita inmigrantes es la baja tasa de natalidad, que hace que requieran jóvenes para trabajar y solventar las jubilaciones de las personas mayores. ¿Los neonazis promueven que los alemanes tengan mayor cantidad de hijos?
–Sí, es uno de sus temas principales. Dicen que la educación sexual está en contra de los valores familiares y proponen no usar anticonceptivos. Hay familias que tienen 6, 7, 9 chicos. Pero para un neonazi tener más de tres hijos es un problema económico. Aunque hay diferencias y matices dentro de los partidos de extrema derecha. Por ejemplo, hace unas semanas entrevisté a un joven político del partido republicano que es homosexual y no tiene hijos.
–¿Los neonazis no condenan la homosexualidad?
–Este ha sido un gran problema para los nazis desde 1933 hasta el ‘45. Existe un gran tabú acerca de la homosexualidad dentro de los neonazis. Hay conexiones entre los skinheads y los homosexuales, pero muy pequeños vínculos, porque es imposible puertas adentro para un integrante de una estructura de extrema derecha vivir su homosexualidad. Sin embargo, hay pornografía gay skinhead y no queda claro quiénes son los consumidores. También podés encontrar el fetichismo de los uniformes en el movimiento gay. Yo pienso que muchos dentro del movimiento skinhead se muestran como heterosexuales y quizás hasta tengan una novia, pero...

Rebrote neonazi
En los primeros seis meses de este año, los neonazis mataron a dos personas y realizaron 760 ataques, una cifra que supera el total de atentados de la extrema derecha en 1999, según datos del Partido del Socialismo Democrático alemán. Por eso, el canciller alemán Gerard Schroeder ya piensa en prohibir a ciertos grupos de extrema derecha, asociados por el gobierno a un fenómeno terrorista, y entre otras medidas se decidió aplicar la tolerancia cero con los cabeza rapadas e invertir 30 millones de dólares en una campaña antirracista. Schroeder no quiere que la mayor potencia económica europea se convierta en un sinónimo de neonazismo a diez años de la reunificación entre la ex Alemania socialista (del este) y la Alemania Federal.
Aunque la reunificación no está al margen de este problema. Los analistas coinciden en que los baches de la integración (que es más parecida a una anexión del este que a una mixtura de pautas socioculturales) funcionan, en gran parte, como caldo de cultivo para la adhesión de algunos jóvenes al movimiento neonazi. Además del desempleo, que es, en promedio, del 9 por ciento en el total del país; pero por ejemplo, en el estado de Turingia (anteriormente socialista) trepa al 15 por ciento.
–¿El mayor desempleo en el sector que pertenecía a la ex Alemania socialista es la causa del rebrote neonazi en esas zonas?
–Al contrario de lo que muchos afirman, yo no diría que el resurgimiento de estos extremistas de derecha se deben a problemas económicos. Creo que es un problema de identidad de los alemanes del este, porque su cultura está muy cercanamente conectada con la sociedad del trabajo. En el socialismo, el motor de la sociedad es el hombre trabajador. Entonces, con el desempleo, el varón ve debilitada su identidad sexual porque la concepción con la que vivió es que el ser masculino es un ser trabajador.
–¿A los neonazis les cuesta adaptarse a los cambios con relación a los nuevos roles de los hombres en la sociedad?
–Es obvio que ha cambiado el rol del hombre y creo que la extrema derecha trata de ignorar eso. He estado entrevistando hombres del partido republicano y creo que están realmente confundidos: se dicen modernos, pero se quedan con el modelo de hombre de hace 25 años. Tienen un problema en conjugar los cambios.
–¿Existe relación entre los mandatos tradicionales que educaban a los varones para que sean agresivos, competitivos y superiores a sus pares, y la integración a los movimientos neonazis?
–La educación general en Alemania no es tan tradicional como lo es, por ejemplo, una educación católica. Pero sí existe esta relación entre las pautas culturales tradicionales y el movimiento skinhead, dado que existen muchas personas en Alemania del Este que dicen: “Entre los 15 y los 25 años una mujer tiene que casarse y tener hijos, ése es su mandato”.
–Si los skinheads expresan esa violencia en la calle, ¿qué pasa puertas adentro con sus familias, sus madres, sus hermanas? ¿Pueden golpear también a sus mujeres?
–Son violentos contra sus novias, sus esposas y sus hijos. Incluso en los skinzines (fanzines), una de las formas de comunicación del movimiento skinhead, hay discusiones acerca del problema de las peleas dentro de la casa. Una cosa interesante es que en general en Alemania se dice que “nosotros somos la civilización más elevada y no tenemos problemas con los derechos de la mujer”, y se debate sobre los turcos o la mujer en el Islam. Y, sin embargo, existe un alto grado de violencia en estos movimientos neonazis contra la mujer.
Hay veces que entre los susurros de la vida amorosa también se escribe la historia. “Mi tontita”, llamaba Adolf Hitler a su amante Eva Breust que, a su vez, se dirigía a él con el apodo de “El jefe”. En el libro Las mujeres de los nazis (Editorial Sudamericana), la historiadora austríaca Ana María Sigmund reconstruye el lugar que el Führer les adjudicaba a las mujeres en su sociedad ideal. “No echan de menos la oficina y tampoco el parlamento –anhelaba Hitler–. Un hogar íntimo, un marido cariñoso y un montón de niños felices es algo más próximo a sus corazones.”
Ya pasaron más de cincuenta años de la caída del nazismo. El mundo cambió. Pero el progreso se muerde la cola. Y la humanidad todavía no deja atrás el racismo, la xenofobia y la idea de que hay seres y sexos superiores. Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, escribió en su diario, en 1928: “La mujer tiene la obligación de ser hermosa y traer hijos al mundo. Esto no es tan crudo y antimoderno como parece”.

La madre del pueblo

“La mujer es la madre del pueblo”, define Alejandro Franze, jefe del Partido Nuevo Orden Social Patriótico (Pnosp), que aporta su mirada sobre el rol de la mujer en la sociedad. Aunque siempre han sido identificadoscomo skinheads, Franze pide aclarar que ellos no lo son sino que hay algunos militantes del partido que fueron skinheads, como hay otros que provienen del Modin y del PJ.
“El movimiento skinhead fue una moda, lo que ha perdurado es el Partido”, resalta. Y niega que sean neonazis. “No podemos ser una estructura legal y ser neonazis. En la Argentina está proscripto el nacionalsocialismo”, contesta.
Nacionalistas es la palabra con la que les gusta que los califiquen. Además, especialmente desde que la municipalidad le cerró el puesto de venta de textos en el Parque Rivadavia, Franze se considera un perseguido político. La intención del Pnosp es presentarse a elecciones. Y estuvieron a punto de consumar su meta –a pesar de que, finalmente, no lo hicieron– en los pasados comicios de la ciudad de Buenos Aires para jefe de Gobierno.
Con el propósito de ser aceptados por la Justicia electoral, el Pnosp juntó firmas de ciudadanos que respaldaban su candidatura. Para sorpresa incluso de ellos, según alegan, el 75 por ciento de sus 6 mil adherentes en la Capital Federal son mujeres y sólo el 25 por ciento varones.
“Nuestras consignas son luchar contra la prostitución libre, contra el tráfico de drogas y contra los inmigrantes ilegales, y las mujeres, especialmente las grandes, no tanto las jovencitas, son las que más adhieren a esas ideas por ser madres. A nosotros nos llamó la atención que con la propaganda de la prensa y todo, igual tengamos tantas mujeres adherentes. Lo que pasa es que nos ven más firmes que otros partidos contra la prostitución y las drogas”, argumenta Franze.
Sin embargo, la proporción entre sexos cambia cuando se pasa de adherentes a participantes activos. En este rubro, sólo el 20 por ciento de los 70 militantes del Pnosp más comprometidos son mujeres.
–¿Cómo se manejan con las militantes dentro del partido?
–La mujer está, pero de otra forma, no a la par. Cada uno cumple una función. Capaz que juntan firmas, pero es natural protegerlas y no mandarlas a pintar, como hacen los partidos de izquierda. Tiene que ver con el concepto de madre, novia o esposa. Por eso, creemos que tendría que haber una licencia por maternidad extendida hasta ocho años.
–¿Ustedes propugnan el regreso de la mujer puertas adentro del hogar?
–El marido proveedor y la mujer ama de casa no niegan el desarrollo de la mujer. No es que la mujer tiene que estar en la casa nada más. Para nosotros la familia tradicional es un buen modelo, aunque tampoco el islamismo. Pero no se puede ir en contra del impulso natural de las mujeres que quieren trabajar, como en los Estados comunistas que obligaban a la gente a ser ingenieros nucleares. Aunque hoy ponen a la mujer con un escote de carnada en un quiosco o con una minifalda en un bar. Eso es prostituirse por 400 pesos. Por eso, se va a terminar volviendo a la familia tradicional.