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MUSICA

Bocas

en alza

De boca en boca es un grupo de chicas que hace lo que se denomina world music. Desde su debut en el under cordobés hasta la grabación de su primer disco Música de mundos, pasando por acompañar a Cecilia Tood en sus recitales, su fama va creciendo a tono con su nombre.

Por Sandra Chaher

¿Por qué y cómo De Boca en Boca se hizo un lugar en el selectivo canon musical porteño, y desde acá irradió hacia América Latina? Primera razón: lo que hacen es original y tiene calidad. ¿Razón fundamental? Son cuatro chicas lanzadas, trabajadoras e intuitivas.
Debutaron en forma muy sui géneris hace cinco años en el pelado y ventoso Cabo Polonio uruguayo. Ahí no sólo le dieron los primeros toques a un tambor sino que aprendieron la lección fundamental de la música étnica: se deben respetar las normas de cada cultura. Tarde de lluvia, candombe espontáneo en un bar playero. Las chicas llegan y se suman relajadas a la juerga. Sin decir “agua va” están trepadas a tambores. Los candomberos las miran anonadados pero las siguen. Les prestan un tambor para que ensayen en su choza y se vuelven algo cargosos. Marcela Benedetti, con el rol naturalmente asignado de “madre” y vocera del grupo, les pide amablemente que no vuelvan más, que tienen que ensayar (¡En el bar las habían contratado!). Los candombleros se van y se llevan su tambor, pero uno algo resentido se aparece una noche sin Luna con un rifle de aire comprimido (sin balas, cosa que ellas no sabían) y empieza a dispararle a la casa. Las chicas embalaron y escaparon. Con el tiempo sabrían que el tambor, en las culturas en que fue creado, es tocado sólo por hombres. Hace poco un par de ellas estuvo en Cuba, y allí el batá no sólo es inaccesible a las féminas sino que éstas ni siquiera pueden acercarse porque se cree que si están menstruando se desafinará. ¿Qué le hace una mancha más al tigre, no?
Soledad, atenta y recatada, resume estos cinco años: “Hace poco hicimos un viaje a México que fue muy movilizador. Mientras estábamos allá pensé en los 5 años, el camino que habíamos recorrido. Empezar en lo under de Córdoba, que ya ahí salieran actuaciones en Mendoza, Bariloche, y después llegar a un teatro, grabar el disco, venir a Buenos Aires a tocar con Cecilia Todd. Y pasado un año del primer disco ya empezó la ansiedad de los demás por el segundo. Y hay un tiempo de proceso largo en el que, por un lado, se estaba gestando lo musical pero también hay una expansión del grupo. Primero logramos firmar con un sello de distribución nacional, Acqua Records, que ya lo está vendiendo en cinco países. Y este año fuimos nosotras a tocar a Venezuela. Y ahora llega naturalmente el momento de grabar de nuevo, con las bases ya establecidas”.
Soledad Escudero hace la síntesis sobre el final de la entrevista, como si hubiera necesitado escuchar a sus compañeras para decantar la pregunta inicial: ¿qué había pasado emocional y musicalmente con el grupo después del primer álbum, Música de Mundos, grabado hace ya tres años, y cuando están a punto de entrar nuevamente a un estudio? Pasaron muchas cosas, pero parece que estos tres últimos años fueron sobre todo de un gran aprendizaje sobre el funcionamiento del mercado y el lugar que ellas desean ocupar en él. “Después de tocar en Buenos Aires, que veníamos con tanta `leche’ por decirlo de alguna manera, con tantas ganas, uno queda un poco vacío. La gente nos decía que teníamos que hacer esto o lo otro, y nosotras somos de provincia...” (Marcela) Alejandra: Nosotras ni enteradas de que estábamos en cierto parámetro, la world music. Y no sé si por estar acá, tocando con Cecilia Todd, se generó mucha demanda.
Viviana: Mucha carga y expectativas. Siempre fue como algo pesado venir a Buenos Aires, porque el público es como que te exige.
M: No, no es el público, disculpame. Son los medios, y la gente que está entre el público y vos.
–¿A qué exigencias se refieren?
M: Vos venís a hacer un recital, y entonces uno te dice “A ustedes les haría falta una florcita en el ojo porque sino el micrófono te tapa”, o “es tan lindo lo que hacen, pero a mí me parece que ustedes tendrían que poner...”. Y yo tengo esto para dar. Como un tipo que pinta un cuadro y le dicen que haría falta más amarillo.
Las chicas explicitan su necesidad de “tiempos, procesos”. Tiempo para encontrar la música que quieren hacer, para dar con las voces justas, aprender a tocar los instrumentos que requiere cada país, aunque a veces hagan “trampa” y usen charango en una canción finlandesa porque el instrumento que escuchan “parece un charango” y ellas no saben qué es realmente. “Es que nosotras creamos sobre las canciones populares”, dirán. Hace poco fueron por primera vez a uno de los países de los que tocan su música: Venezuela. “En Música de Mundos hacemos” Canto de ordeño”, pero ahora agregamos “Las mañanas de San Juan” al repertorio –dice Vivi, la que pinta más guarra–. Es un tema de la costa, tiene más que ver con la Venezuela negra. Y fue muy fuerte cuando cantamos esa canción en Caracas. Yo me sentía muy expuesta porque hago unos solos, y entonces pedí permiso al público para hacer una canción venezolana. Hasta ese momento el recital iba todo bárbaro, y todos me gritaron `sí, sí’. Y terminó, y toda la gente se levantó, `uahhhh’, y aplaudía a rabiar.” También vivieron una experiencia inolvidable en un taller sobre voces femeninas que dictaron en el festival. Vuelve a tomar la palabra la vocera: “Eran 300 mujeres, y había un grupo de Martinica, que son todos negros. Nosotras habíamos preparado el Mosadi Ku Rima, un tema africano que dice que la mujer trabaja muy duro bajo el sol caliente mientras el marido descansa en la hamaca. Y mientras cantábamos, una viejita negra empezó a actuar la canción y en un golpe final que hace la Vivi se tiró muerta al piso sin que nadie le diga nada”.
Es sábado al mediodía en Palermo. Las chicas están apuradas y quizá algo tensas. Posan para las fotos y huyen. Esta noche tocan en La Trastienda. Otra vez Buenos Aires, otra vez la pista de despegue imparable, infinita, y vampírica de sus carreras.