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EROTISMO

Sin eso

Existen castidades episódicas como las que pueden suceder a un diagnóstico VIH positivo o las que se desarrollan durante el consumo de drogas cuando se está en la cúspide del cuelgue, amantazgos virtuales, puestas en escena eróticas que no desembocan en ningún cuerpo a cuerpo. Lo que es evidente es que vivir sin eso o sin que eso se practique con un otro real ya no tiene el mismo carácter de estigma que en las décadas del sesenta o setenta.

Por María Moreno

Hace unos día Moria Casan se descolgó con un discurso sorprendente. A su alrededor notaba un bajón sexual, un desgano a prueba de Viagra y de sex simbols gigantes como ella. Preguntar si hay menos sexo, es absurdo porque, por suerte, todo el mundo miente a la hora de dejar registrada su vida íntima en los gráficos de los sexólogos o las listas negras de la Iglesia. La reciente máquina coital de Internet y su oferta de potros y potras virtuales, la variedad de puestas en escena que pueden desplegarse en los espacios de las disco o de la misma red fuera de toda intención resultadista redefinen el significado mismo del sexo. ¿El antiguo coito artesanal en vivo y en directo y realizado en un ratito es más sexo que un largo vínculo virtual con orgasmos estrepitosos entre desconocidos?
–En las encuestas la gente dice más de lo que está socialmente admitido –explica Daniel Molina, un investigador de las prácticas sexuales que hace poco hizo su coming out gay en la revista Latido–. Si acostarse con mujeres está bien, la gente dice "yo me encamo 300 veces por día". Dice, en cambio, menos de lo que socialmente no está admitido. En una encuesta nacional que se hizo en EE.UU. salió que sólo el uno por ciento de la población se declaraba gay. Leo Bersani lo justifica: "Le preguntaban a la gente el número de la obra social, el domicilio, etc., etc. y luego, si había tenido relaciones gay. Obvio que los únicos que contestaban eran los militantes. Todo trabajo de medición es político. Si buscás la norma, la pareja heterosexual con hijos la vas a encontrar, si buscás las variedades, también.
Lo que es evidente es que vivir sin eso o sin que eso se practique con un otro real ya no tiene el carácter de estigma que en la década del sesenta o setenta.

El cuerpo perturbado
Existen castidades episódicas como las que pueden suceder a un diagnóstico VIH positivo o las que se desarrollan durante el consumo de drogas cuando se está en la cúspide del cuelgue y el otro se transforma en un ladero a la espera de la sustancia mágica.
–Con una línea nadie está enamorado –decía un habitante del paraíso artificial de la coca.
La Lic. Adriana Testa es responsable del Módulo de Investigación Referente/Consumos Fatídicos de la Clínica de las Transformaciones Familiares del Centro Descartes. Para ella hay que diferenciar entre consumo y adicción y entre los distintos anclajes que la droga o el alcohol van encontrando en las estructuras de los sujetos, a la manera de incrustaciones.
–En el campo de los consumos, de los usos heterogéneos de productos como la cocaína, el alcohol o los psicotrópicos que inexorablemente están ligados a un destino tanto social como particular, cabe observar que el fenómeno de la adicción es signo de una transformación de la intimidad que compromete aspectos fundamentales de la gente. En rigor la toxicomanía, el alcoholismo, la bulimia son montajes de una sexualidad que se reduce o se desvanece en la adicción a un producto (presente por falta o exceso), esdecir, en la relación necesaria a un producto. Esta relación, cerrada y autónoma, es el soporte de los montajes de autorreferencia, en los que el adicto padece regularmente la pérdida de un objeto de la cual, es, a la vez, objeto. El es, entonces, soporte y desecho de un goce límite que es tenerse a sí mismo, agente del montaje y a la vez producto de eso mismo y como tal punto de cierre de un circuito autoerótico que se repite en cada ritual: esperar al dealler, cortar la droga, inyectársela de acuerdo con determinados modos. A veces la droga es una cobertura bajo la cual se puede tener sexo, porque es la manera de protegerse de quedar consumido por la relación sexual.
En su libro Opio, Jean Cocteau sugiere que cuanto más una sustancia es capaz de transformarse en algo absoluto existe menos interés por el contacto sexual. Durante una cura de la adicción al opio registró la abstinencia como un renacer de la sensualidad.
María M dejó en un diario el registro de su primer período sin alcohol, signado por una anestesia del deseo. "Si la resaca se experimenta como una segunda piel, de sucesivas capas tóxicas como una escafandra, la abstinencia, durante los primeros tiempos se vive como ausencia de separación entre interior y exterior. Los sentidos se atenúan hasta que se tiene la impresión de no tener genitales. Antes la relación entre el vaso y la boca los habían sustituido. Si bañar al borracho era menos volverlo en sí que recordarle sus propias fronteras, en la abstinencia el agua reestablece el coquis que permite volver a decir 'yo' desde los sentidos. Pero durante un tiempo no hay deseo. Boby no entendía por qué yo lo llamaba para que se acostara a todo lo largo de mí sin hacer nada. Excitable por razones profesionales –taxi boy–, su erección me tenía sin cuidado como al depredador el vuelo del depredado si éste vuela lo suficientemente cerca como para eludir el esquema visual preciso que desencadena la agresión. Si elegía a Boby, era en nombre de eso que las actrices denominan 'memoria emotiva' y yo podría traducir en 'memoria sensual'".

Los sexies setenta ¿cuáles?
"Los sesenta no son una década sino una posición", dijo alguna vez Ricardo Piglia. Las prácticas sexuales en el sentido de cuántas veces y con cuántos de los grupúsculos locuazmente libidinosos que se desplazaban por la manzana loca del Di Tella y la Corrientes de Tanguito subido a un vuelo de Artane pregonando la orgasmocracia permanecerán más o menos secretas o sospechadas a través de encuestas rigurosamente orientadas. Las de los militantes políticos han gastado menos retórica aunque nada pueda demostrar que el ascetismo prescripto por algunos documentos que circulaban en el interior de las organizaciones tuviera su correlato en los lechos.
Noemí Ciollaro, autora de Pájaros sin luz, un libro que recoge testimonios de esposas o parejas de desaparecidos, desnuda algunos mitos ocultos detrás de los cantitos berreados en las movidas de masas que insinuaban de manera un tanto optimista una gran movida de camas.
–Creo que la militancia de alguna manera desexualizaba. En esa demostración que tenías que hacer de poder hacer las mismas cosas que los hombres, que los compañeros, se diluía la femineidad para encarnar el mejor modelo de combatiente ya fuera en la guerrilla o no guerrilla. El tema de ser mujer sexuada se convertía en una molestia. Las compañeras que eran muy lindas y exuberantes tenían dificultades muchas veces en el sentido de que los compañeros no eran indiferentes y también en el machista de que las tomaban tipo "vos con semejantes tetas ma qué guerrilla, estás para otra cosa". Tenían que probar doblemente que no eran sólo eso.
–El mito, al menos para los muchachos peronistas, era el de la compañera morocha del tipo guerrero, pesado y de ir al frente sexualmente.
–En ese período, y vos te debés acordar, hubo una fusión de clases sociales que normalmente no se daba. De un lado y del otro había acceso a tener una relación con alguien que habitualmente no hubieras tenido. Una rubia estudiante de filo con un obrero de la metalurgia por ejemplo. Esto promovía una cantidad de fantasías. No es que había más sexo sino que juntar el ambiente universitario con el ambiente trabajador promovió relaciones de pareja que no eran frecuentes. Los muchachos peronistas estaban chochos de la vida porque esas chicas inaccesibles estaban a su alcance y ellas a su vez estaban fascinadas porque adquirían un muchacho peronista. Y los muchachos peronistas eran como el supermacho. Pero en la práctica, sobre todo en la clandestinidad se metía la adrenalina en otras cosas. De alguna manera el sexo era secundario en relación con todo lo otro. Se supone que se cogía mucho –en el '74 nacieron chicos a rolete porque había que poblar una nación–, pero cuánto de esto es así y cuánto era producto de la fantasía del momento, no sé. Además existían sanciones internas de las organizaciones. La infidelidad se sometía a tribunal de juicio. Después había diferentes actitudes en cada una de nosotras que tenían que ver con su formación anterior. Las que veníamos de los cristianuchi éramos menos liberadas que las que venían de otros sectores. Pero la militancia concreta tendía a desdibujarse eso. Los resultados de eso se están viendo ahora. Los muchachos peronistas que hoy rondan la cincuentena están todos atrás de otro tipo de mina nada que ver con aquellas que fuimos nosotras y haciendo experiencias que no hicimos. Y está la experiencia inversa también.
–¿Qué pasa con el propio cuerpo ante el cuerpo del compañero desaparecido?
–En Pájaros sin luz no se habló de ese tema. Salvo fuera del grabador, pero de una manera muy sutil, muy velada, muy tabú. Recuerdo a una compañera que fue la que más se refirió al tema: "Yo con Fulano tenía una relación bárbara que nunca voy a tener con nadie de compañerismo y en el sexo no era bárbaro, pero nunca voy a poder encontrar un tipo con quien compartir todo lo que compartía con él". Luego de la desaparición de tu pareja es como si entraras en el mismo estado de paralización que con el resto de muchas otra cosas. Me acuerdo de que una vez escribí algo que debo tener por ahí en donde decía que me sentía como las muñecas que yo tenía cuando era chiquita, que eran lisas. Por un tiempo largo te paralizás. Si alguien te atraía, no te lo permitías porque ese otro que no está, pero que no sabés si está, si va a estar o si definitivamente no va a estar más es alguien que está totalmente presente. También depende de los parámetros de cada uno, pero que era conflictivo, era conflictivo. Te sentís culpable, muchísimo más durante el primer tiempo. En el mejorísimo de los casos para quienes ya sabíamos lo que estaba pasando, en donde podía estar, que era en un campo de concentración, tener a tu compañero allí, armar una cosa, aunque fuera de paso, era fuerte. Además tenías toda la energía, toda la libido en salvar el pellejo, cuidar a tus hijos y buscarlo a tu compañero. Y quedaba poco espacio para el sexo. La pregunta que iba apareciendo con los años era ¿qué pasa conmigo como mujer? Y esto sí lo ibas resolviendo con el tiempo. Algunas lo resolvieron más rápido, otras más tarde, otras nunca por lo que he podido saber. Una vez le pregunté a una '¿vos volviste a formar pareja o tuviste otra relación?'. "Mi moral no me lo permite" me contestó. La que es la viuda del Colorado Irurzu del ERP cuyo cuerpo lograron ubicar en Paraguay me dijo; "Hasta que yo no vea los huesos del Colorado yo estoy clausurada".
Si vos recorrés todo Pájaros sin luz, nadie habló de sexo. Y eso no es casual. En algún lugar, en el inconsciente –y esto ya lo digo por un trabajo conmigo misma– se produce un quiebre importante que lleva muchotiempo reconstruir y que debe tener que ver con la culpa del sobreviviente. Hay una canción de Silvio Rodríguez, "Rabo de Nube", que dice: "Les pido a mis muertos que me dejen ser feliz". Y eso durante muchos años pesa. Porque además no es sólo la muerte de tu compañero o la desaparición o la incertidumbre. Sino la de muchos. Es algo que te mutila durante mucho tiempo en muchos sentidos y el sexo no puede quedar afuera. Quizás la terapia ayude, pero primero tenés que poder verlo, luego poder aceptarlo, vincularlo con tu historia anterior y laburar para ese lado. Yo me encontré con muchas compañeras que no necesariamente tuvieron a su compañero desaparecido que estuvieron en cana y se hoy se plantean dificultades con el sexo, mucho más si fueron torturadas y violadas.
–¿Y en la cárcel, algo de la sexualidad se recomponía?
–En la cárcel hubo relaciones homosexuales que ni se repitieron ni se dieron de nuevo afuera. Recuerdo a una compañera que se iba a dormir con la foto del compañero metida adentro de la bomabacha. Yo creo que, en una situación de encierro y sin poder, llevar una vida normal así como provoca secuelas y daños en el resto de tu psiquis lo hace en lo que se refiere a lo sexual. Amén de lo que estar preso significa, privar de relaciones sexuales es una condena adicional. Un preso para tener relaciones con su mujer tenía, o bien que sobornar o depender de la voluntad del señor penitenciario, de que te diga que sí o que no. Se suponía que está ahí por lo que dice la Constitución que, entre otras cosas, no dice que no podés coger.
La dictadura suplició los cuerpos alcanzándolos en sus lugares más recónditos, ensañándose y sobreimprimiendo con sus heridas los graffitis de Eros, los ordenó en encierros que separaban a los amantes, despertó asociaciones entre placer y dolor muy alejadas de las consensuadas prácticas S/M, arrancó consentimientos o inscribió castidades forzadas. A más de veinte años de su apogeo, interviene en los lechos. En ese sentido su responsabilidad es como dice Ciollaro, una adición. Sin embargo, los sobrevivientes de las prisiones suelen recordar, de la noche en los calabozos, los sonidos de placer sustraídos al orden represivo a través de encuentros secretos o autoeróticos que reconstruían el mapa de cuerpo, inscribiéndolo en los tantos movimientos de resistencia. Algunos como Daniel Molina pudieron narrarse como sujeto de una historia por sobre los imperativos impuestos desde afuera. Cuando era militante político, intentó acallar su condición de gay en una heterosexualidad integradora, en la cárcel donde permaneció durante casi diez años, aunque sin poder vivirlo con plenitud, reconoció ese deseo "que no osa decir su nombre" y que le ha generado una viva identificación con Oscar Wilde. En libertad vivió la libertad sexual retro que pareció estallar en los ochenta. Hoy elige la amistad.
–Personalmente estoy circulando menos. Cuando digo menos, no quiero decir menos que hace diez años. Hubo diferentes oleadas. Por ejemplo la de los ochenta: la democracia fue un gran destape. Es el período donde llega la liberación sexual tímidamente o en ámbitos acotados a Buenos Aires, lo que no pudo llegar en los setenta con la politización, que era muy cristiana y por lo tanto muy represiva y más tarde con la represión brutal que también fue represión a lo sexual. En los ochenta era muy raro salir a la calle y no acostarse con alguien. Pasó el frenesí, vino el sida, nuestra vejez y la depresión económica. Esto no quiere decir que uno, sintiéndose viejo el día más pobre de su vida, no haya tenido su mejor relación sexual porque eso no importa como hito, pero como movimiento, la democracia, luego de las esperanzas, el apogeo, el gire hasta Semana Santa; los noventa son de depresión total. En el '88, '89 empieza a decirse "no pasa nada con el sexo". Hay una deserotización de la vida pública. En este momento con mi compañero, por ejemplo, un momento de gran placer es estar viendo "Los Simpson" por televisión y no practicar lafellatio. En un reportaje Foucault no exalta ni el amor ni el deseo erótico, sino la amistad, una amistad que podría pasar en algunos momentos por el sexo. Vivo en una especie de nirvana donde sé que el otro me aburre. Todos los varones me atraen porque yo los deseo, pero cuando me acerco yo sé que ese cuerpo apenas venga la eyaculación se me cansa. Y como el otro no va a dar nada que me interese fuera de su cuerpo, no lo busco. A mí me gusta saber cómo es el otro ahí, pero después de ese conocimiento ya no me interesa. A los 36, a los 35 siempre estaba disponible para eso. Claro que esto puede cambiar porque el deseo es un oleaje etc...

Reposo de guerreras/os
En la literatura argentina de 1880 había un personaje recurrente: el Don Juan hastiado, el señorito que, apuradas todas las copas del placer, gastadas las suelas de los zapatos en los burdeles de París y Buenos Aires, adquirida la condecoración de la sífilis y preservada una renta para vivir en provincia, se repliega en la castidad. El paradigma es Andrés, protagonista de Sin Rumbo, de Eugenio Cambaceres. La orgía de 1980 trajo como efecto nuevos retiros en las décadas siguientes.
–En Occidente el gran drama cristiano católico es la sexualidad –dice Daniel Molina–. La novedad de Foucault es demostrar cómo fue la Iglesia la que puso la sexualidad en primer plano. Nos obsesionó con lo sexual, con el deseo y con el goce que es como decir con el dolor y con la culpa. Y por encima del placer puro, inocente, incluido tirar florcitas al techo. Eso se transformó en una forma de dominación fuerte. Una forma de zafar de esto fue –lo reflexioné después de hacerlo– el "Pecca fortite" Lute-
rano. O sea "peca a fondo para sacarte de encima el deseo". Es como decir: "Me aburrí de coger con mil personas cuando cogí con mil personas". Batato Barea decía: "El catolicismo quiere que peques porque es una forma del sufrimiento, pero siempre que peques poco porque de ese modo seguís teniendo deseo de seguir pecando y seguís siendo dominado de alguna manera. Por eso yo digo que no me van a obligar a pecar". Lo que Batato quería decir con esta bella frase es: "No me van a obligar a entrar en la economía del pecado. Ni a sentir culpa por el deseo ni a sentirme obligado a dejarme llevar por el deseo". El otro drama alentado por la Iglesia es el de unir amor y sexualidad. El único sexo que vale es el biológico, después tiene que ser con amor. Con institución y con ilusión. Con lo cual se logra un doble dolor, porque si la gente quiere a otro y con el tiempo el deseo se va, ¿qué hace?
Molina concede en que la edad madura, la situación económica, el sida y la caída lógica que precede al frenesí erótico pueden cruzarse en una retirada sexual –en cuanto a práctica efectiva con otra persona– a favor del afecto y de la amistad compartidos y elegidos. Sin embargo, y luego de haber reconocido que los resultados de toda encuesta provienen de una intención política comenta que una realizada en EE.UU. registra que las mujeres de más de cincuenta años carecen de encuentros sexuales efectivos. No sólo Molina, la mayoría ortodoxa está dispuesta a cree que el retiro de una guerrera se sustenta exclusivamente en su devaluación en el mercado de los encantos. Es cierto que una observación antropológica registra vejestorios adheridos al Viagra que invierten su capital o al menos su capital simbólico en lolitas con complejo de Electra y que mujeres de la misma edad no abundan en posición semejante, pero ¿sólo porque nadie compra el producto femenino añejado?
Elisa P. es lo que muchos consideran una belleza, aunque se lo formulen con crueldad bajo la expresión de ex belleza. Consumida su vida juvenil en amores variados bajo el ala de cuervo de un estilo pasional, hoy goza de una soledad ni siquiera interrumpida por vínculos ocasionales. –El amor me gastó. Y no me arrepiento. Es más: creo que mi reclusión erótica de hoy no sería tan vivible si no hubiera gozado plenamente de las pasiones. Durante toda mi vida llamé la atención físicamente. Como a muchas mujeres, me buscaban sólo para eso. Al cumplir los cuarenta años los comienzos de mi invisibilidad me sobresaltaron. Pero fue pasajero. Al mismo tiempo comencé recién a encontrar la ocasión de dedicarme a eso que los psicoanalistas llaman sublimación. Que en mi caso es la pintura en la que no soy exitosa, pero que practico por placer. Esto también ha creado la sospecha de que es un sustituto y no un placer en sí mismo. Mis mismos ex amantes están convencidos de que no soy nada sin mi collar de esclava. "¿Cómo puede ser que Elisa no esté intentando suicidarse por un taxi boy, sentada al lado del teléfono porque un hombre casado que sale con ella está pasando el fin de semana con su esposa o asistiendo a un club de Solos/Solas?". Pero también ésa es una libertad que te llega con la edad: no te importa demostrar nada, te basta con saber que lo que sentís es verdad.
Cuando una mujer de mediana edad sostiene este tipo de discursos, se suele pensar que hace de carencia virtud. La ortodoxia cree que los que tienen relaciones sexuales son los casados, los jóvenes y los que salen sistemáticamente de levante. Sin embargo las consultas que los sexólogos reciben por las llamadas disfunciones sexuales, que a menudo bien podría llamarse simplemente vaivenes del deseo, suelen registrarse frecuentemente entre jóvenes de ambos sexos a quienes la escena social suele hacer menos sospechosos.
Hoy el sexo perdió status, pero no dejó de tenerlo.
–Las parejas sobreviven por la masturbación –dice Daniel Molina–. Hoy ser gay no es tan malo como asumir que uno se pajea. Quizás las prácticas no cambien tanto de una década a otra, pero lo que puede verse es cómo el cine, la TV, la publicidad son un aparato normalizador cada vez más retrógado. Hay una apelación erótica en todo, pero deserotizada. En la práctica lo que existe es lo que se puede llamar "El varón herido", un varón joven que circula insatisfactoriamente y, cuando hace el amor, la frota y luego sale corriendo. Pero no creo que haya menos sexo, hay menos circulación erótica tradicional, más masturbación, más soledad, más sexo anónimo y menos ligado a la afectividad.
"Alegría, alegría –dicen que gritó Sócrates–, hoy cumplo 74 años. Basta de sexo. Al fin soy libre". Mucho más que los protocolos pederastas para el cultivo de las pelvis efébicas, ése quizás haya sido el alegato más radical de todas las épocas. Y si hoy se ha perdido el coraje socrático, será porque el boom del sexo no por alicaído deja de ser el mascarón de proa del siglo.
Hay quienes viven sin eso y sin drama, pero lo que es seguro es que esa impresión de merma que denuncia hasta Moria Casan no se corresponde con nuevas conductas eróticas sino con una disminución de la retórica sexual. En ese silencio, en lo que oculta, como siempre, sobrevive la cara libidinosa de Eros.