MODA
La
joven diseñadora Gaba Esquivel presentó en el Espacio Grafa su happening
llamado “Couture a Morte”, en el que combinó ropa, música, arquitectura
y fotografía. Se trató de un homenaje a su madre, fallecida hace poco.
Graduada en el Studio Bercot, una de las escuelas de diseño de moda
más vanguardistas del mundo, con una colección lista para ser exhibida
en la tienda Colette de París, Esquivel mezcla costuras con poesía de
Bacon, se niega a vender su ropa en shoppings y promete ser un nombre
fuerte.
Por Victoria Lescano
Hace
pocos días la calma del depósito de telas Grafa de la
calle Hipólito Yrigoyen fue alterada por un happening de moda,
música, arquitectura y fotografía bautizado Couture
a Morte y que ofició de presentación en sociedad
de la diseñadora Gaba Esquivel. Irrumpieron vestidos deliberadamente
rasgados para mostrar la piel, sastrería sin terminar adornada
con cinturones dorados, fotografías con composición tema
la carne y homenajes a Francis Bacon de Sofía Sánchez
y Mauro Mongello y en lugar de acordes bossa nova que funcionan
como sonido ambiente habitual en las pasarelas los nombres de
las modelos vociferados por una banda hardcore tocando en escena con
integrantes de Sugar Tampaxx y otra rareza de la escena musical llamada
nada menos que Dios.
Las sesenta pasadas funcionaron como apología de tajos que no
sólo fueron tramados para lucir piernas bonitas sino codos, espalda
y coxis, tonos marrones, naranjas y oro, juegos con el chiripá
y adornos de la bota de potro aunque en babuchas de seda con tiras y
zapatos stiletto ideados por un chica de Corrientes que estudió
en Suiza y París.
Unos días después, durante la recorrida por el perchero
y el story board con bocetos del piso de Belgrano R, Gaba se refiere
a sus siluetas: Subí y bajé cinturas, puse hombros
y cortes donde no había y trabajé un solo talle apto para
mujeres flacas o gordas, se pueden ajustar con nudos y los trajes también
van bien a los hombres; por regla general se opone a la estructura apretada
en la cintura. Está muy ligada con la arquitectura, me guié
por una arquitecta conceptual deconstructivista llamada Saha Hadid que
fue competencia de Frank Gehry y sólo construyó una planta
de bomberos en Chicago. Las prendas se corresponden con sus planos y
son casi plantas, caen y van formando aberturas, ninguna abertura fue
librado al azar.
Graduada en Studio Bercot, la escuela de estilismo que se disputa la
categoría más avant garde con la Saint Martins de Londres
y la Royal Academy of Fines Artes de Antwerp, el currículum de
Esquivel incluye pasantías en Martine Sitbon, Jeanne Collona,
Guy Laroche y un reciente trabajo como asistente de Gilles Dufour en
la firma Pierre Balmain (en Buenos Aires hasta el momento se limitó
a campañas de moda para Paula Cahen DAnvers y producciones
ultramodernas en la revista Para Ti)
Sé que mi colección es muy violenta, salió
de mucho dolor y se refleja. Mucha gente me dijo que las luces parecían
de un velorio, dice sobre esa colección que no sólo
fue un juego de palabras con la expresión que los franceses usan
para representar lo extremo, pero también un homenaje de ladiseñadora
a su madre muerta. Las prendas pronto estarán a la venta en la
tienda parisina Colette, una de las vidrieras multimarcas más
codiciadas por los nuevos diseñadores.
Dueña de una mirada cínica sobre el sistema de la moda
que le permite disparar, por ejemplo, que París es una
gran vidriera totalmente pretenciosa y costosa a todo nivel, o
que en Nueva York la actriz Chloé Sevigny representa lo
máximo del chic y en realidad es una chica de Connecticut,
resume las estrategias para ingresar al sistema de la moda en una escuela
de investigación, un padrino con influencias en el circuito y
la aceptación o no de directoras de las revistas y periódicos
más influyentes.
Sobre las peripecias de la escuela Bercot, ubicada en un quinto piso
por escalera del peor barrio de París, cuenta Esquivel: Es
lo más parecido a correr en Fórmula Uno, entran doscientos
alumnos y sólo se reciben cincuenta. La consigna es una colección
semanal, no hay notas ni materias pero sí un proceso de investigación
constante para hacer una colección de pañuelos o una chaqueta,
pero trabajada a fondo. A los trabajos prácticos como hacer una
camisa para la colección, Yamamoto te la corrige él en
persona. Recuerdo que en esa ocasión yo había elegido
como inspiración literaria a Julio Cortázar y lo traduje
al francés y él me dijo esto no es Cortázar
sino Edgard Allan Poe, y no me corrigió, discutimos y así
yo aprendí que Cortázar había empezado haciendo
traducciones de Poe.
La directora de la escuela, Madame Rucki, cruza del espíritu
de Cruella Devil con Cocó Chanel y Diana Vreeland aunque con
frecuencia luce como una criada, merece una reflexión aparte:
Es un personaje fascinante y sumamente peligroso a la vez, y su
método de enseñanza no es otro que trabajar con la destrucción
y la vulnerabilidad. Un día antes de recibirte te dice que tu
colección es una mierda. Todos los que salimos de allí,
como Reinaldo Lorenco o Gaspard Yurkievich un francoargentino
que también reinterpreta a los ochenta y lidera la troupe de
nuevos raros tenemos un lenguaje parecido, construimos una estética
en base a grupos de connotación, música y arte que te
va a dar una gama de colores. Allí las cosas nunca están
terminadas, salimos todos con el ojo agudo y yo aprendí que la
moda no se limita a hacer que la gente parezca linda.
En ese laboratorio de tendencias que tuvo en sus claustros al diseñador
argentino Juan Stoppani, autor de escalofriantes estampados con puñales
y corazones sangrando, las graduaciones consisten en minidesfiles, y
el de Gaba consistió en tres vestidos de muselina que escondían
en su interior un talismán con cintas rosas de seda que pertenecieron
a Cocó Chanel, que el día anterior, luego de un elogio
cínico, le obsequió la mismísima Madame Rukie.
Allí está muy mal visto enseguida intentar abrir
tu tienda, se imponen pasantías por la principales casas de moda.
Se trata de adoptar un compromiso total con una estética y que
seas el punto de partida de lo que vas a desarrollar por años
y enunciar como un mantra, la última tendencia es la que va a
venir. Durante años mi gran problema a la hora de las correcciones
era que mientras los brasileños reflejaban una identidad propia
yo diseñaba como una europea, por esa falsa cultura europea de
la que los argentinos no sentimos parte. Couture a Morte
salió en cuatro meses desde la muerte de mi madre, la diseñé
en el mismo cuarto donde ella murió y mientras me replanteaba
si no debía dejar la moda, por tan frívola y efímera,
pero en lugar de abandonarla llevé ese concepto al extremo con
las gasas, las transparencias y los cortes sobre las toiles y el maniquí
que fue lo más parecido a un ritual para ropas mortuorias. Ahora,
como en Buenos Aires sólo existe la moda como producto, me ofrecieron
formar grupos para vender en shoppings. Siento que es prostituirme de
entrada, porque siempre hay tiempo para proponerse hacer t-shirts y
jeans.En cambio, prefiero o seguir leyendo tres libros al mismo tiempo
en lugar de mirar solamente las tendencias, y seguir con mis mujeres
violentas, sofisticadas y de vanguardia, que nunca deben confundirse
con obras de arte caminando, dice Gaba mientras prepara las valijas
para llevar su colección a Colette y postularse a una competencia
en busca de nuevas diseñadoras mujeres para el equipo de Karl
Lagerlfeld.
Esta semana
una de las principales columnistas de moda del New York Times dedicó
sus dardos sobre Imitation of Christ, la marca revelación de
las colecciones 2001 en la última Semana de la Moda de Nueva
York, quienes hicieron el desfile en una casa fúnebre del East
Village a la que sólo pudieron ingresar sesenta selectos invitados.
Sus ideólogos, Tara Subkoff y Matthew Damhave, inventaron un
manifiesto parar justificar cómo vender en Barneys viejas prendas
del Ejército de Salvación a 3000 dólares. Mientras
Gaba tuvo al actor Juan Cruz Bordeu enfundado en uno de sus trajes de
satén unisex desfilando con un conejo en mano en homenaje a Bacon
(ella llamó a su pasada Celibrity sur le podium),
la estrella central del falso funeral de los diseñadores de Imitation
fue Chloé Sevigny, la actriz tan generadora de tendencias como
Audrey Hepburn en la era Givenchy, aunque con ojeras pronunciadas y
palidez mortuoria.
Digo pues que nuestra naturaleza y común costumbre es la
de renovar continuamente el mundo, pero tú desde el principio
te lanzaste contra las personas y la vida, yo me contento con las barbas,
los cabellos y los trajes, los muebles y los palacios. Mis jugarretas
pueden compararse con las tuyas cuando agujereo orejas, labios y narices
y los desgarro con las tonterías que les cuelgo en dichos orificios,
dice un fragmento del diálogo entre la Moda y la Muerte de Giacomo
Lopardi que ya se transformó en lectura de rigor entre fashion
victims. Se lo puede leer junto a una investigación exhaustiva
sobre el estilo del luto que integra uno de los capítulos de
La Moda después, el último libro escrito y publicado por
la socióloga Susana Saulquin o escuchar en alguna de las extrañas
charlas sobre moda que el poeta Arturo Carrera convoca en sus tertulias
dedicadas a Mallarmé en un sótano del Centro Experimental
del Teatro Colón.