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ESPECTACULOS

La Kuliok, todo un estilo

Después de un generoso tiempo de ausencia, Luisa Kuliok vuelve a la televisión, en un unitario de Tiempofinal. Quien fuera la Extraña Dama y la protagonista de telenovelones imborrables, como Amo y Señor, hoy es una mujer de mediana edad que se resiste a las cirugías, que tiene una piel impecable y que habla con notable sinceridad de su miedo a la vejez.

Por Marta Dillon

La puerta del camarín dice su nombre y adentro ella se repone de un cansancio nuevo. Es la primera vez en seis años que pisa un estudio de televisión y acaba de terminar la prueba para la grabación de un unitario en el ciclo de Sebastián Borenzstein, Tiempofinal. Para una “desocupada de lo que quiere hacer”, es, en cambio, tiempo de festejos. Un ramo de jazmines y un sahumerio aroman el lugar. Bajo el espejo está su perfume francés, como telón dos batas de raso con las que tal vez se pondrá más cómoda, como en una repetida escena romántica. Por ahora está vestida como si estuviera a punto de salir a la calle, saco y bandolera incluidos, el maquillaje perfecto y unas plataformas de acrílico que la dejan mirar el mundo desde otro punto de vista. A Luisa Kuliok la altura nunca le entorpeció el trabajo, pero tampoco la favoreció. De hecho, cuando tuvo su primera oportunidad de estar en un escenario fue en la última fila de un coro de damas antiguas. “Aunque no lo creas a los seis años era alta, después ya no”, dice, como si hiciera falta aclararlo. Tal vez por eso se esponja los eternos rulos, esos que no sabe cómo van creciendo hacia lo alto, ganan en volumen hasta que alguien, por ejemplo su hija, le llama la atención: “¡Pero mamá, bajate un poco ese pelo!”. Luisa suele hacerle caso, por un tiempo al menos. Incluso llegó a usar el pelo planchado porque todo el mundo le decía que le quitaba 15 años. “Pero soy como el escorpión, no puedo con mi genio”. Escorpio es su ascendente astrológico, cuenta, lo único que permaneció igual después de que su padre le develara su verdadera identidad demasiados años después de empezar a construirla. El, especialista en reparar televisores, fue quien le hizo la carta natal y le aseguró que era de Aries, aunque haya nacido en el límite de ese signo, el 20 de marzo. “Un día me dijo muy serio que tenía algo que decirme, que era de Piscis. ¡Fue como decirme que era adoptada!” Escorpio la ayudó a superar la crisis de identidad y relata un cuento en el que se reconoce absolutamente: “Una vez el escorpión le pidió a otro animal que lo llevara en su lomo para cruzar el río. Le juró que no le iba a hacer nada, lo decía de verdad. Pero a mitad de camino no pudo con su naturaleza y lo picó”. Así, por más que intente alisarlo, su pelo y su carácter se encrespan como siempre, igual que las carcajadas y esa forma de apasionarse que la hicieron famosa como protagonista de telenovelas. Una protagonista que nunca cubrió el rol de la chica buena e inocente a que nos habían acostumbrado, años atrás, Andrea del Boca o Grecia Colmenares.
Pero esa marca que la hizo distinta es también la que la silenció. Dice que tuvo ofrecimientos en estos años, pero ninguno cubría los requisitos que ella se imponía. “Aun dentro del género melodramático me he dado muchos lujos, con los personajes y con las historias. Porque en todos los personajes compuse una mujer que no sólo adquiría su rol a través del amor a un hombre sino que tenía una búsqueda interna fuerte respecto de su ser, de su identidad. Esto era también lo que daba placer a mis seguidoras.” Y Luisa no las iba a defraudar.
La vuelta es “una satisfacción, porque éste es uno de los pocos ciclos que podía mirar, porque se atreven a contar las peores miserias que tienen aun las mejores personas”. Pero estuvo a punto de rechazarla. Tuvo quehacer un esfuerzo para seguir leyendo el guión una vez que cerró la carpeta de un golpe. “Cuando caracterizaban al matrimonio del que formaría parte decía que tenían cincuenta y pico”. Casi una ofensa para una coqueta mujer de 46 con una piel privilegiada, así lo sintió, lo confiesa. “Por suerte se impuso mi parte racional y seguí leyendo. Y me di cuenta de que la historia es poderosa y que poco tiene que ver si la mujer tiene mi edad o más, o menos.” Es una historia de infidelidades cruzadas imposible de develar leyendo la línea argumental que ofreció la oficina de prensa de Telefé, canal por el cual se emitirá el capítulo el jueves 28 de diciembre. Algo totalmente distinto a lo que la Kuliok está acostumbrada a hacer “muy jugado física y emocionalmente, una mujer al borde del aguante, de la soledad, de la tristeza”. Luisa cumple con las formalidades porque quiere dejar cosas en claro, agradece que alguien se haya animado a sacarla de su eterno rol de heroína melodramática, aunque no se cansa de enunciar su defensa del género como una cruzada que empuña palabras y pruebas de que es posible contar algo más que muchacho rico se enamora de muchacha pobre que en el tercer capítulo queda embarazada.

–El género es el melodrama y es cierto que los colores no tienen matices, que las pasiones son muy extremas, pero de todos modos siempre se puede contar algo más. “La dama de las camelias” es un melodrama y ahora lo está haciendo Isabelle Adjani en Francia, el asunto es qué contás y cómo.
Adjani es su referente, es la actriz que le puso palabras a una preocupación que Kuliok no oculta: el paso del tiempo. Una vez le preguntaron la edad cuando tenía 37, en una conferencia de prensa. Ella contestó que no lo iba a decir como tampoco iba a decir con qué papel higiénico se limpiaba.
–¿Ese es el paralelo?
–Sí, porque hay cosas que pertenecen a la intimidad. La edad en una actriz puede convertirse en un rótulo más puesto a priori. Adjani dice que le preocupa la edad en la medida que pierde trabajo, por ejemplo la sacaron de la campaña de Lancome porque tenía más de cuarenta. En este estado de la sociedad, sobre todo en Occidente, el valor máximo es la juventud. En cualquier trabajo, incluso en la televisión, lo único que se busca es gente que no pase los 40.
–¿Entonces teme envejecer?
–Voy a ser muy sincera en esto, para mí hay una parte emocional y otra espiritual en esta reflexión. La última me indica que si yo alimento mi interioridad, esto me va a dar la alegría y el placer suficiente para poder convivir con las pérdidas que vaya teniendo, quiero creer que así será y por las dudas me voy preparando... Pero mi parte emocional me dice a los gritos que nos mintieron, que nunca estamos listos para que todo se vaya cayendo, que siempre somos jóvenes en nuestro pensamiento y con esa cabeza de niños tenemos que asistir a nuestra propia decrepitud. Mirá si no a las mujeres de ochenta que dicen que se van a juntar “con las chicas a tomar el té”. El impulso hacia el amor, hacia la pasión, la comunicación con el otro, el deseo de otro, todo eso es siempre virgen, y con esa virginidad hay que ver la propia decadencia. Yo intento preparame para que me duela menos de lo que creo que me va a doler, pero no sé si es posible.
–¿Quiere decir que todavía no le dolió?
–¡Claro que sí! Me viene doliendo y por eso intuyo lo que me va a costar llegar a lo otro.
Todavía no se ha hecho cirugías estéticas. El todavía corre por su cuenta. Como en un obvio fallido dice: “Ojalá que lo pueda estirar lo más posible”, pero no se refiere a su rostro ni a su cuerpo, sino al momento de ir al quirófano. Por ahora, es obvio que no lo necesita.
Tampoco necesitó trabajar en todos estos años de ausencia del medio que alguna vez la consideró una diva. Está casada con el mismo hombre al que le prometió amarlo y defenderlo hasta que la muerte los separe hace más de veinte años. De él se enamoró de la única manera que conoce, “un sentimiento como un arrebato que no puede elegir con quién ni por quéaunque después la convivencia amorosa necesite una gran dedicación”. Dice que es el trabajo de su marido el que les permite vivir, pero eso no tiene nada que ver con sus decisiones laborales.
–Estar desocupada de lo que te interesa hacer no es poca cosa. Estamos en un momento de gran crisis donde a los que debería importarles no les importa que mucha gente no coma, ¿cuanto puede interesarles alimentar su espíritu? Yo no me considero una artista, apenas hago mi camino de trabajo. Pero aspiro a que alguna vez pueda rozar la función que cumple el arte: develar, descubrir, abrir espacios. Me pasa cuando veo determinadas obras o películas, es como que doy un salto, respiro de otra manera y aprendo cosas de mi propia vida. No es casual que se hayan bajado tantos trabajos de ficción de la tele, porque el pensamiento es peligroso. Creo que los actores tenemos que buscar caminos alternativos. Sé que todo es muy difícil, y que yo no sufro privaciones, pero también hay un lugar de resistencia en aprender a decir no. Y creo que hay gente que podría resistir un poco más y no lo hace y no hay otra manera de salir de la crisis sin un compromiso más fuerte con lo que se hace y entre las personas.