SOCIEDAD
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Las
psicoanalistas Mabel Burín e Irene Meler escribieron Varones, un libro
que se interna en la subjetividad masculina. En esta nota, Meler y Norberto
Inda, un psicoanalista que también se especializa en roles masculinos,
analizan los nuevos roles que diariamente unen y separan a ambos géneros.
Por Soledad Vallejos
Mabel
Burín e Irene Meler, dos psicoanalistas, escribieron un libro
sobre... varones. Sí, el que es considerado uno de los textos
más completos sobre el tema escrito hasta el momento en el país
sobre la masculinidad, Varones. Género y subjetividad masculina
Editorial Paidós-, fue hecho por dos mujeres, quienes junto
con otras colegas y unos pocos hombres conforman el grupo que, desde
una formación psicoanalítica incluyen en su perspectiva
la temática de género. Uno de esos osados caballeros es
el psicoanalista Norberto Inda, quien, junto con Meler, se explaya científicamente
en esta nota de eso que desvela tanto a las mujeres en los parloteos
de café: Ellos.
¿No es paradójico que un libro sobre la subjetividad
masculina haya sido escrito por dos mujeres? ¿No seguimos así
ocupando el lugar del cuidado, explicándoles a los varones cómo
son?
Meler: No, no, de ninguna manera. Lo que ocurre es que los estudios
de género empiezan en nuestro país con lo que se llamaron
estudios de mujeres. Y Mabel y yo somos pioneras en este campo. Entonces
acá pasó lo mismo que en otras partes del mundo: las mujeres
son las que más desarrollaron los estudios de género porque
son las que empezaron con los estudios de mujeres que tenían
que ver con aportar a la construcción de los conocimientos desde
una perspectiva no sexista. Ahora, de ninguna manera estamos haciendo
el trabajo que les correspondería hacer a ellos, éstos
son los varones mirados por dos psicoanalistas especializadas en estudios
de género y mujeres.
Inda: Yo también me hice esa pregunta y ocurre que los estudios
de los varones tienen una existencia muy posterior a los estudios de
la mujer. De cualquier manera, creo que hay una especie de dificultad
intrínseca en el estudio de los varones y la masculinidad en
la medida que muchas veces se tomó al hombre como medida de lo
universal, no como objeto específico de estudio. Esto es un obstáculo
importante para pensarnos en nuestra individualidad. Pero hay otra cosa
que me parece fundamental: creo que los varones tenemos una deuda política
e histórica con el feminismo que está absolutamente soslayada.
¿Cómo serían las relaciones de géneros
ideales, más democráticas y horizontales,
que se plantean en el libro?
M: Yo no tengo una representación acabada de cómo sería
un vínculo. Lo que observo hoy en los sectores más modernizados
de la población es que en la medida en que las mujeres trabajamos
y estamos en la calle los rasgos de carácter entre ambos son
más similares. Ciertas características que antes eran
propias de las mujeres, como la dependencia, la timidez, la dulzura,
están más moderadas, porque maneja su trabajo, su dinero
y desarrolla cualidades más parecidas a las que tradicionalmente
desarrollaron los varones: liderazgo, autodefensa, cierto uso agresivo
de la hostilidad. Y a su vez los hombres, al conectarse con las cosas
pequeñas, con el hogar, empiezan a sensibilizarse, a estar más
tiernos y cariñosos, demuestran más su falibilidad. Cuando
se abordan estos temassiempre surge el fantasma de la neutralidad: que
no se va a saber quién es quién, que va a desaparecer
la diferencia sexual, que no va a haber deseo. Pero parecernos más
a nivel del carácter no quiere decir que se anulen ciertas actitudes
ligadas al erotismo. Lo que ocurre, y esto la verdad es ciencia ficción,
es que el deseo va a tener que estructurarse sobre otros patrones.
Estos temas que ustedes plantean están relacionados con
la problemática de la clase media psicoanalizada. En otros sectores
sociales probablemente pasen otras cosas.
M: Puede ser. No fue nuestro objetivo, de hecho yo tengo trabajo hecho
con sectores populares, pero con mujeres. Nuestra experiencia directa
con varones es con hombres de clase media.
I: Pero es cierto que habría que contextuar lo más posible.
Estamos hablando de hombres urbanos, los analistas tratan a la clase
media y media alta. Por eso a mí me parece que el trabajo sobre
temas de género tendría que tener en cuenta la experiencia
clínica pero también basarse en trabajos que trasciendan
la idea de la cura: grupos de reflexión de varones, de futuros
padres, que integrarían a otros sectores sociales.
¿La paternidad es el aspecto de la personalidad masculina
donde se produjeron más cambios con respecto al rol tradicional?
I: Yo no sé si es tan así. Es un terreno de mayor facilidad
de visualización. Pero diría que también a nivel
de la sexualidad hoy hay otros hombres que se meten en una cama.
M: Yo veo muchos cambios en las generaciones más jóvenes.
He escuchado a chicas adolescentes hablar de los varones diciendo éste
es un potro, y, dando un paso más, yeguo (risas),
con lo cual están adoptando una postura erótica sumamente
activa, y casi diría que en la imaginería están
feminizando al partenaire.
Estas transformaciones en las actitudes públicas, ¿tienen
el correlato de una mayor intimidad sexual?
M: Es según los casos. Para mí la sexualidad es un territorio
lento para el cambio. Me parece que se cambia mucho más rápido
en el nivel político o económico que en el del erotismo,
que es un nivel particularmente sensible a ciertos arreglos transmitidos
de generación en generación. Uno ve mujeres con bastante
capacidad de liderazgo, asertivas y hasta dominantes en la vida laboral,
que tienen conductas pasivas, o más tradicionales a nivel de
lo erótico, o fantasías eróticas muy ligadas a
la pasividad. Entonces, si bien noto cambios históricos, en las
jóvenes, y también en los varones, aunque menor, que están
tendiendo a una disminución a la performance como el simple reconocimiento
del derecho humano a decir que no, creo que es el territorio de la verdad
y es muy tradicional todavía.
I: Desde el punto de vista de los varones hay un terror menor a ese
fantasma de que no haya erección, sería una eventualidad
que no significa una afrenta narcisista tan gigante. Pero muchas mujeres
se han vuelto más activas y piden y proponen y comienzan, y esto
para la masculinidad tradicional fue una especie de tembladeral. El
sistema de los géneros es muy interactivo. Entonces, si estoy
al lado de una igual, que sabe tanto o más que yo, tengo que
recurrir a otros resortes de mi masculinidad. Tengo que decir: Toda
la masculinidad no se juega en esta cama, ni esta noche, ni con esta
mujer. Yo, además de amante, trabajo, estudio, soy buen papá.
Yo creo que una de las deudas más grandes que tiene el estudio
de los géneros es el de la construcción de la masculinidad.
Porque como estuvo ligada a los valores triunfantes, del logro, de la
lucha, del capitalismo, son espacios reconocidos. Y dejar territorios
valorados no sólo por el hombre sino por la mujer implica un
trabajo deconstructivo y además poder ver el costo de esos logros:
enfermedades psicosomáticas, una muerte para los hombres que
es anterior que en las mujeres. Esto quiere decir quenuestro capital
para registrar nuestra propia corporeidad es pobre, exiguo.
Durante los últimos 30 años las mujeres ganaron
espacios públicos, pero pareciera que el ámbito privado
todavía se resiste. ¿Esto es porque las transformaciones
allí tanto en la sexualidad, en la crianza, el manejo del
dinero o el manejo de la casa implican una revolución más
profunda en la subjetividad?
M: Ambas esferas están fuertemente relacionadas, lo que pasa
en la cama depende de lo que pasa en la oficina, y no al revés
solamente, como podía plantear la perspectiva psicoanalítica
clásica.
¿Y por qué se dieron los cambios más fácilmente
primero en el ámbito público?
M: Ahí está la parte en donde tu planteo es correcto.
Porque hay una ilusión de que los cambios en lo público
no son tan desidentificatorios como en lo privado: aparecen más
ansiedades, más temores a dejar de ser lo que uno es, de que
se vean afectados el amor y la sexualidad, lo privado es más
reluctante al cambio.
I: También habría que recordar, aunque esto sea una obviedad,
que la masividad de la mujer al espacio público no se vio acompañada
por una masividad del ingreso del varón al espacio privado. Lo
público, que era del varón, era lo valorizado, la meta
de las feministas: la mujer estudiando, trabajando, ganando dinero.
Pero lo privado no está valorado, ni aun ahora, no es una meta
para los varones y tampoco lo es del todo para las mujeres.