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Fantasía
2000
Por
Martín Schifino
Nuevamente,
un libro de la encantadora Joanne Kathleen Rowling puebla las librerías
de habla inglesa (y en breve las del resto del mundo): Harry Potter and
the Goblet of Fire, cuarto volumen sobre el famoso aprendiz de mago Harry
Potter. Considerando que ya se han vendido cinco millones de ejemplares
por adelantado, la saga infantil va en camino de convertirse, si no en
la más exitosa de todos los tiempos, al menos en la más
exitosa hasta ahora. Cifras fabulosas vienen a la mente cuando se piensa
en Rowling. Harry Potter y la piedra filosofal, Harry Potter y la cámara
de los secretos y Harry Potter y el prisionero de Azkabán, los
tres volúmenes anteriores, fueron traducidos a treinta y un idiomas.
En EE.UU. ocuparon durante 98 semanas la lista de bestsellers del New
York Times. En Gran Bretaña llegaron a figurar simultáneamente,
durante meses, en el top-cinco de bestsellers. Y a escala global, que
es la única realmente apropiada, ya se han vendido treinta millones
de ejemplares. Mientras tanto, J. K. Rowling ha cosechado unos veinticinco
millones de dólares sin contar las ventas del nuevo libro ni los
derechos cinematográficos.
Nadie se sorprende, por supuesto, de que la película esté
en marcha. Tampoco de que el ultrapopular Steven Spielberg se haya perfilado
en principio como director. Las negociaciones no progresaron (Rowling
quería tener control del guión; Spielberg también),
pero sin duda Chris Columbus, el nuevo director que se subió al
bote, otea una taquilla similar a la de Titanic. Una comparación
entre Rowling y Spielberg, de cualquier manera, parece perfecta. Como
el creador de Jurassic Park, Tiburón y E.T. -aquella obra maestra
del supersentimentalismo, Rowling es un artista que, con toda su
admirable inteligencia, no tiene tiempo para lo local ni, mucho menos,
para intelectualizaciones. Sus libros son pura emoción, puro inconsciente,
puestos al servicio de lo universal.
Pocos chicos no quisieran ser un mago de once años en un universo
fantástico (así como pocos no sueñan con un E.T.
o no se mueren de miedo frente a un vicioso velocirraptor). Y pocos padres
no verán reflejadas en las aventuras de Harry, en la escuela para
hechiceros Hogswart, las ensoñaciones de su infancia perdida.
La historia central es simple. Huérfano criado por sus horrendos
tíos los Dursleys y acosado por su porcino primo hermano Dudley,
Harry Potter descubre recién a los once años, cuando Hogwarts
le envía una carta de bienvenida, que tiene poderes mágicos.
Ya en la escuela (una institución pupila a imagen de los internados
británicos), confirma las sospechas de que sus padres no murieron
en un accidente, como le han hecho creer los Dursleys, sino luchando con
Voldemort, el señor de la oscuridad, a quien Harry, gracias al
amor de su madre, venció desde la cuna. Obviamente, Harry no es
cualquier mago: casi casi es el Elegido (con su latente lado oscuro).
Así, en el primer libro se enfrenta nuevamente a Voldemort; en
el segundo, a su memoria, conservada en un diario íntimo; en el
tercero, a uno de sus discípulos; en el cuarto... es un secreto.
Sus aliados son dos amigos del colegio, Ron, un chico sumamente noble,
y Hermione, la más brillante de los tres.
Harry Potter, muchos han notado, es una saga que linda con lo formulaico.
Empezando por el motivo del huérfano cuyos padres murieron a manos
de un archienemigo (recuerden a Batman, pero también a Titus en
Gormenghast), Harry Potter está enraizado en una larga tradición
tanto cinematográfica como literaria. Si vamos hacia atrás
en el tiempo, viendo pasar La guerra de las galaxias de George Lucas,
La espada en la piedra de Disney, los popularísimos libros infantiles
de C. S. Lewis, el Gormenghast de Mervyn Peake y El señor de los
anillos de J. R. R. Tokien, esa tradición signada por hechiceros
toca el siglo diecinueve vía Tennyson y sus Idylls of the King,
prende en la imaginería anticuaria de los prerrafaelistas y de
simbolistas como Théophile Gautier o Villiers delIsle Adams,
brilla con furor en La tempestad de Shakespeare, respira libremente en
Le (sic) Morte DArthur de Malory y se interna en los principios
de la literatura europea hasta, por ejemplo, los romans courtois de Chrétien
de Troyes. Relevar las fórmulas de Rowling no es más que
reconocer toda la literatura que lleva productivamente en sus espaldas.
Y reconocer, también, el encanto de la universalidad de aquéllas.
En el nuevo libro, The Goblet of Fire, esa universalidad pasa además
por incluir la muerte como hecho y como temática. En una entrevista
con The Times, el viernes pasado, Rowling afirmaba: Sí, éste
es el libro en que empiezan las muertes. Siempre quise que fuera así.
Se me convirtió en una especie de idea fija... Creo que va a ser
triste, pero que no le va a hacer daño al conjunto. He dicho desde
el principio que, si realmente uno va a examinar con honestidad actos
malvados, tiene la obligación moral de no andar con vueltas.
The Goblet of Fire es único, también, en otro sentido: con
seiscientas cuarenta páginas, no sólo dobla la longitud
del más largo de los otros, sino que además resulta uno
de los libros infantiles más largos de la historia (cabeza a cabeza
con los obesos volúmenes de Tolkien). Rowling reconoce que esto
es un problema, pero se muestra más que satisfecha con el resultado.
Es el libro central. Es fundamental en todo sentido.
Desde un principio Rowling planeó escribir siete volúmenes,
uno por cada año que Harry pasa en Hogwarts. De hecho, el final
del séptimo volumen ya está escrito y, según la autora,
guardado en un lugar más seguro que la caja de seguridad
de un banco. ¿Cuál es el futuro de Harry Potter? Sin duda
descubrirá el amor y la sexualidad, salvará un par de veces
más el mundo de los magos y vencerá definitivamente a Voldemort.
Además, si Rowling continúa con la tradición del
Bildungsroman fantástico, muy probablemente deberá enfrentar
en algún momento su propio lado oscuro (como le pasó a Anakin
Skywalker, alias Darth Vader). En cualquier caso -hablo por los adultos
será un placer seguir vislumbrando los cambios de la infancia a
través de la transparente sensibilidad de Joanne Rowling.
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