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Teatro: texto y acontecimiento

El espacio entre las cosas

Los textos teatrales no siempre se corresponden con los acontecimientos teatrales. ¿Cómo leen los actores y los directores de teatro las indicaciones del autor? ¿Cómo algo que es del orden puramente literario se convierte en otra cosa?

Por Vivi Tellas

Amelia: ¿Has tomado la medicina?
Martirio: Para lo que me va a servir.
Amelia: Pero ¿la has tomado?
Martirio: Yo hago las cosas sin fe, pero como un reloj.
Amelia: Desde que vino el médico nuevo estás más animada.
Martirio: Yo me siento lo mismo.

Federico García Lorca.
La casa de Bernarda Alba. Acto I.

La hipótesis Martirio La casa de Bernarda Alba es una obra sobre la ignorancia. Haciendo más foco, sobre la ignorancia a la que están sometidas las mujeres. Las mujeres de la obra –no hay más que mujeres en la obra– completan un muestrario de distintos aspectos de la ignorancia: mujeres grandes detenidas en la adolescencia, mujeres solteras pasadas de edad, mujeres cegadas por los prejuicios. En el diálogo que abre esta nota, Amelia, inocente, un poco quedada en la infancia, desconociéndolo todo acerca de “ser una mujer”, trata de animar a su hermana menor, Martirio. Martirio está enferma, y en ningún momento de la obra se dice cuál es su enfermedad. Sólo se dice que tiene una joroba. La escena resulta reveladora porque permite poner en marcha una hipótesis que lleva al centro de la obra: a Martirio no le viene la menstruación. En la frase “Yo hago las cosas sin fe, pero como un reloj” hay algo del ciclo que se hace presente. ¿Qué “medicina” toma Martirio? ¿Por qué el médico nuevo le hace bien y ella no lo quiere reconocer? ¡Qué inquietud tremenda que en un mundo de mujeres negadas al placer haya una a la que no le viene la menstruación! ¿Será que todos los meses está embarazada? ¿Será que está embarazada para siempre? Y si está embarazada, hubo sexo...
La menstruación siempre fue una enfermedad, pero la falta de menstruación, un pecado (en una puesta de Bernarda Alba hecha por David Cronenberg, no sería raro que Martirio pariera un bebé de su joroba).

El texto, fuerza de gravedad Mi preocupación ante un texto teatral es siempre cómo están todos los personajes involucrados en eso que se dice, cómo los afecta y los pone en movimiento y cómo ese movimiento produce cambios en la situación, provocando a su vez nuevos hechos. Eso es realmente un texto dramático. Un texto debe encerrar un misterio, algo desconocido, una fuerza de gravedad capaz de poner en marcha el mecanismo escénico. Me refiero a un texto dramático, escrito para el teatro. El dramaturgo escribe para la escena y sus herramientas son las palabras, la puntuación, las indicaciones de algunas formas de hacer o decir o moverse. Pero al leer para pasar al espacio, ¿quién puede saber lo que realmente quieren decir esas señales? Son todas pistas que hay que descifrar, todas claves por desentrañar.
Pero no hay texto que diga la verdad de las cosas que pasan. En general siempre está pasando otra cosa. ¿Qué es, en realidad? No lo que se dice. Una forma particular de teatralidad es abrir un espacio entre el texto y los hechos y montar en la escena lo que realmente está pasando (que no está dicho en el texto). Creo que el gran maestro de esta forma es Alberto Ure, en cuyas obras el texto siempre aparece despellejado de su cuerpo. Ahí irrumpe cierta violencia. Una violencia que está relacionada con la verdad.

Disociación En un texto dramático, los diálogos y lo que está pasando son circuitos de sentido distintos. Se pueden trabajar en forma disociada, lo que aumenta el sentido. La dialéctica que se produce entre lo que pasa y lo que se dice es una forma reflexiva del teatro. Produce un espacio dondeel espectador tiene que tomar sus propias decisiones. Es el estado ideal del espectador. No me interesan las obras “dictadoras”, que guían al espectador en cuanto a lo que tiene que hacer, sentir o pensar. El teatro debe dejar al espectador en un estado de incertidumbre, de modo que pueda tomar sus propias decisiones en relación con su propia experiencia: qué hacer, qué pensar, dónde reírse.
Hoy estamos listos para recibir y pensar situaciones complejas, superpuestas, simultáneas. Me gusta pensar el teatro como el espacio que hay entre los elementos, entre el texto y el actor, entre el actor y la escenografía, entre el espacio y el texto. La relación entre las cosas. El teatro también se podría llamar “la relación entre las cosas”.

El texto como límite La piel es lo más profundo. El texto es lo último a lo que se llega. Se empieza desde adentro, desde la médula, para después llegar al límite entre el cuerpo-obra y el exterior. El texto es lo que separa el interior del exterior, la articulación. Siempre que trabajo sobre un texto mi objetivo es que los personajes lleguen a ese texto como si fuera lo único posible que tienen para decir. Ni el director ni los actores parten de un texto; siempre llegan a él (en el mejor de los casos). Leer un texto dramático (y actuarlo) es crear la necesidad absoluta de ese texto.

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