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Europa, Europa

Por Berna G. Harbour, desde Madrid

Historia del presente pretende ser una historia de Europa, pero realmente su foco es el Este. ¿Y el Oeste? ¿Cómo valora la posición de Occidente hacia ese Este que intenta alcanzar la normalidad?
–Hay algo sobre Occidente en mi libro, y es precisamente cómo se equivocó la Unión Europea a principios de los noventa al fijar unas prioridades erróneas. Se puso por delante la Unión Monetaria antes que la ampliación de la Comunidad o que la política exterior común. Y ahora estamos pagando el precio de aquello.
¿Cree que hemos visto ya todas las guerras de los Balcanes, o habrá más?
–Creo que lo que ha pasado con los últimos conflictos es que se ha destruido la ilusión de que habíamos puesto fin a la guerra. Hoy, la guerra es posible en Montenegro o Macedonia y probable en zonas de la antigua Unión Soviética como el Cáucaso y Asia Central.
Europa es, sin duda, la tierra de las etnias y minorías. ¿Lograremos alguna vez convivir en paz?
–El problema de las minorías no es algo que ocurra en lugares remotos de Europa. Nosotros tenemos en el Reino Unido la cuestión irlandesa y los españoles el separatismo vasco y catalán. En Europa no hemos sabido conciliar formas de Estado democrático con minorías étnicas o nacionales. Donde hay minorías, sigue habiendo inestabilidad. No hemos resuelto este tema.
El Reino Unido está viviendo su propia revolución en términos de autonomía. ¿Seguirá habiendo un Reino Unido en el futuro?
–Bueno, de hecho aquí ya podemos hablar de ‘Reino Desunido’. Pero creo que no veremos una Gran Bretaña desintegrada. Irlanda del Norte tendrá su propia trayectoria, aparte, pero los escoceses ya están retrocediendo de su pasado independentista. Así que habrá una Gran Bretaña reformada, una especie de monarquía federal británica.
Usted califica de “desastrosa” la campaña de la OTAN en Kosovo. ¿Y la administración de la ONU, es también desastrosa?
Ambas son desastrosas, pero cuando lo digo lo hago teniendo en cuenta que la mayoría de la gente en Kosovo está mejor que si no hubiera habido intervención. Pero fue desastrosa.
¿Y Milosevic? ¿Cree que Occidente debe hacer algo más contra Milosevic?
Sí, creo que Occidente debe hacer algo. Las sanciones han sido un enorme error político. El único consenso de la oposición serbia es que las sanciones han ayudado a Milosevic, porque su gente se enriqueció con el contrabando y le ayudó a mostrar a Serbia como un campo de batalla. Quitar las sanciones será apoyar la democracia en Serbia.
En su libro relata cómo la revolución silenciosa de la sociedad civil logró acabar con el régimen de Meciar en Eslovaquia. ¿Por qué no fue así en Serbia?
La respuesta es la cuestión nacional. Una de las cosas esenciales es la ecuación que forman democratización con nacionalismo. Si el nacionalismo gana, la democracia pierde. Y esto es lo que ha pasado en Serbia. Hace tiempo un amigo serbio me dijo: “Serbia puede tener Kosovo o puede tener democracia. Pero, las dos cosas a la vez, no”.
¿No hay esperanza, entonces?
El problema es que los líderes opositores como Djindjic o Draskovic son ahora casi tan impopulares como Milosevic. La única esperanza está en el movimiento estudiantil de resistencia. Pero es difícil tener esperanzas sobre un cambio democrático en Serbia.
Usted fija la frontera entre Europa Central y Oriental entre Eslovaquia y Ucrania...
Ningún país tiene su destino predeterminado. Es un absurdo peligroso. La diferencia entre los cuarenta años de dictadura en los países de Europadel Este y los setenta de la Unión Soviética es muy profunda, y la construcción de la normalidad es enormemente más difícil allí. Por eso hablo de esa frontera, como un borde inestable.
En lo que respecta a ideología, esos países han vivido diez años en la pugna entre libertad y represión, entre nacionalismo y tolerancia. Y ahora que eso se ha resuelto en algunos de ellos, ¿ve ideologías claras en el Este?
No tienen ideologías claras, pero nosotros tampoco. Ninguno de nosotros la tiene hoy. La “tercera vía” de Blair es un thatcherismo de rostro humano. Siento una cierta decepción porque esperaba que esos grupos como Solidaridad, donde se mezclaba a la vez el conservadurismo, el sindicalismo y el catolicismo hicieran nacer algo nuevo. Pero han pasado diez años y no ha sido así.

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