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SOCIALES

EL DIA P

Por Rodrigo Fresán
(Desde Barcelona)

UNO Hola allá. Acá llegó Piglia, Ricardo. Lo escribo así: cortito y con las palabras justas, bastante telegráfico porque así se habla en el idioma de las noticias de último momento. Por lo menos así se lo interpreta aquí. Algunos nativos reaccionan extrañados por la súbita aparición de este escritor volador no identificado, otros lanzan un suspiro de alivio porque saben perfectamente de quién se trata y ya empezaban a cansarse de hablar de este tan curioso como inexplicable agujero negro dentro del panorama editorial donde se edita de todo, pero no a todos los que debería editarse.

DOS De acuerdo, Piglia se demoró en aparecer por España pero, puesto a aparecer por fin, aparece a lo grande. Primero el estreno de la película Plata quemada, que entusiasma al público general, seguidor del galancete Eduardo Noriega (una especie de Sbaraglia ibérico, con todo lo que eso implica) y desconcierta –por su viraje soft-gay más cerca, mucho más cerca, de Alan Parker que de Fassbinder– a los que habían leído la novela como una suerte de estudio preliminar y concentrado sobre lo que algunos años más tarde del suceso real que la inspira sería la historia de la guerrilla urbana en la Argentina. La película, entonces, pasa, pero llega Piglia y llega así, todo al mismo tiempo: Prisión perpetua en la editorial Lengua de Trapo y, unos días después, Plata quemada y Formas breves (con dos textos más que en la edición argentina) en Anagrama. En los próximos meses –también en Anagrama–, estos tres libros de Piglia serán alcanzados por las novelas Respiración artificial y La ciudad ausente, y los ensayos de Crítica y ficción.

TRES De golpe y sin aviso, todos hablan aquí de Piglia y Piglia –experiencia interesante de atestiguar– habla de sí mismo como si fuera la primera vez que tiene que explicar quién es él y de qué se trata lo que escribe. Piglia llega a Barcelona previas escalas en París (donde acaba de publicarse Respiración artificial), Biarritz (donde fue invitado por el Festival de esa ciudad) y Madrid (donde presentó Prisión perpetua en la Casa de las Américas, frente a la Cibeles). En Barcelona, Piglia recibe en un salón de un hotel del Paseo de Gracia y los periodistas lo observan con la curiosidad consumista y asombrada de quien publica varios libros al mismo tiempo en la Madre Patria y –por una vez– no es una mujer cubana o un mexicano. Piglia se define y se sitúa, cuenta perfectamente una perfecta anécdota sobre Gombrowicz (la del polaco gritando desde la cubierta del barco que se aleja para siempre aquel “¡Maten a Borges!” a sus afligidos seguidores porteños), responde alguna pregunta de alguien que lo leyó y varias preguntas de algunos que vieron la película. Es interesante observarlo desde un costado de la mesa moverse fuera del tablero en el que generalmente se mueve como pieza clave dentro de la maquinaria de la intelligentzia porteña. Piglia afirma que le gusta y le divierte esto de contarse desde cero como si fuera un cuento nuevo que pocos conocen de qué trata y que, la verdad, suena verdadero. Explica que su sistema de escritura tiene que ver con escribir una primera versión de un texto, dejarlo reposar durante un par de años o décadas –el caso de Plata quemada– volver a él como si se lo leyera, como un lector de sí mismo y ver qué pasa, a dónde va, dice Piglia, mientras viene y comenta que en estos días se apresta a reencontrarse con la primera versión de otra novela cuyo tema apenas insinúa, pero suena bien.

CUATRO El domingo por la noche –en la selecta recepción organizada por Jorge Herralde para festejar, según el mexicano Juan Villoro, “el fichaje local más importante de un argentino desde que Maradona vino a jugar al Barça”–, todos comentan la tan perfecta como delicada portada española deFormas breves y el acierto del suplemento cultural del diario ABC, que dedicó cuatro páginas a Piglia: entrevista, bibliográfica elogiosísima de Prisión perpetua y reproducción del texto “Tesis sobre el cuento”. Momentos interesantes y fotografiables como el encuentro entre Vila-Matas (escritor ligeramente pigliesco) y Piglia (escritor ligeramente vilamatesco), quienes se mueven por los territorios de la metaficción y la autobiografía no-autorizada con modales completamente diferentes pero, aun así, cómplices a la hora de un mismo delito. Roberto Bolaño –enfrascado en la corrección final de su próximo a aparecer Nocturno de Chile– envió saludos desde su búnker de Blanes cercano a la frontera con Francia. De aquí, de Barcelona, Piglia vuelve volando a Buenos Aires para mudarse a los claustros de Berkeley antes de fin de año. Juan Villoro estará viviendo aquí el próximo septiembre donde, ahora, empieza Liber, la Feria del Libro dedicada a México.

 

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