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POR
MARIA ESTHER GILIO
¿Cuál
fue el proceso por el cual decidió estudiar la vida y la obra del
Inca Garcilaso?
Yo había hecho mi formación psicoanalítica en Londres,
donde también me psicoanalicé. Este análisis en una
lengua que no era la mía y en un contexto que, en cierto sentido
no era el que me interpelaba, me dejaron algo así como un déficit.
De tal manera que al volver al Perú después de pasar ocho
años fuera, viví lo que podríamos llamar una experiencia
de reajuste bastante difícil. En esa época veía a
menudo a un cubano que vivía en Estados Unidos .-a donde había
llegado hacía muchos años, quien empezó a hablarme
del Inca Garcilaso, cuya vida y obra valorizaba mucho. Y hablando, de
pronto un día me dice pero no soy yo sino tú quien
debiera ver esto. Así fue que me puse a mirar algunas de
las cosas que había escrito el Inca y a discutirlas con un amigo
psiquiatra, Fernando Saba.
A Fernando Saba le dedica el libro.
Sí. Y así leyendo, discutiendo, nos fuimos metiendo
en el tema.
¿Qué era lo que lo atraía en el Inca Garcilaso?
A través del Inca empezamos a trabajar con los problemas de la
identidad nacional. Juntos escribimos un artículo que luego de
largas idas y vueltas llamamos Inca Garcilaso de la Vega: historia
de un patronímico.
Título que encuentro muy seductor es el de su libro sobre el Inca,
Memoria del bien perdido.
Tiene reminiscencias proustianas, pero no es mío, sino del propio
Inca. El dice eso en la respuesta a una carta de un humanista español,
que seguramente le preguntó por qué escribía. En
cuanto a lo de escribir, dice él, lo hago para recuperar
la memoria del bien perdido.
¿Qué había perdido él?
Su tierra, su madre, los incas. Y ocurrió que metido ya en
este personaje -.hijo de un capitán español y una princesa
inca me tropecé con una anécdota que cuento en el
libro y usted seguramente recuerda, la del envío de los melones.
Sí, dos indígenas llevan por encargo de un español
diez melones y una carta a otro español. La carta dirá
lo que ustedes hagan con los melones, dice el español a los
mandaderos. Estos se comen primero un melón y luego otro. Así
entregan ocho y no diez. Cuando el que recibe los melones lee la carta
ve que habían enviado diez y no ocho y recrimina el robo a los
mandaderos. Ellos así concluyen que ese papel que llevaron con
los melones es mágico ya que por él se supo qué habían
hecho ellos cuando nadie los veía. ¿Por qué esta
anécdota hizo que usted se sintiera más atraído por
el tema?
Porque ella revelaba un trámite entre individuos que detentaban
el poder. La carta -.los indígenas nada sabían sobre el
escribir y el leer es el signo del demonio. A estas tierras la colonización
trajo con la escritura el sometimiento. La letra fue instrumento de colonización
y no posibilidad emancipadora.
La primera frase de su libro sobre el Inca Garcilaso de la Vega dice El
propósito explícito de este libro es dar cuenta de una indagación
psicoanalítica acerca de la vida y la obra del Inca Garcilaso de
la Vega. La pregunta que surge de inmediato es ¿cómo
se puede aplicar a un individuo que no está presente y vivió
en el siglo XVI un instrumento que creado en el siglo XX se basa en la
palabra del analizado?
La primera cosa es que seguramente mi texto está plagado
de anacronismos. Estoy de acuerdo en que hay una especie de desmesura
al pretender aplicar un instrumento contemporáneo basado en la
palabra. Aplicado, además, cuando la noción de individuo
y persona ha sufrido el trabajo de siglos, ajenos al Inca Garcilaso.
¿Cuáles serían las más visibles diferencias
entre un individuo del siglo XVI y uno de este siglo?
Piense que el Inca Garcilaso venía de una cultura en la cual
los procesos de individuación social no eran muy grandes. Pero,
además, el individualismo español no era el renacentista
ni mucho menos. Era un individualismo zafio, más bien de rebeldía.
Y peor Pizarro que Cortés, obviamente. En mi necesidad de comprender
el mundo andino me tropecé con el desconocimiento no total pero
casi total del quechua. Sin embargo esto no impidió que me fuera
metiendo más y más en la vida del Inca Garcilaso tal como
ésta aparecía en su obra. Lo cual no me era nada fácil,
porque si bien yo me había formado en Inglaterra dentro del llamado
grupo independiente...
¿Independiente de quién? ¿De Melanie Kein?
Y de Ana Freud. Pero en ese momento, además, yo había
empezado a descubrir a Lacan. Y dentro de la perspectiva lacaniana lo
importante era el discurso y no la biografía o el personaje. Durante
un tiempo viví escindido entre la biografía y la obra de
tal modo que cada parte era huérfana de la otra. Porque quería
ser leal a principios metodológicos.
Y a esta altura yo empecé a ver que dos fenómenos se producían
entre Garcilaso y yo.
Usted ama a Garcilaso.
Sí.
Amor que trasmite al lector.
Sí, claro.
¿Cuáles eran esos fenómenos?
Me di cuenta de que Garcilaso personaje y Garcilaso obra estaban,
para mí, ocupando el lugar de mi analista. Que yo estaba transfiriendo
mis angustias a ese personaje que iba apareciendo a partir de la lectura
de su obra y del conocimiento de su biografía y al mismo tiempo,
como analista, yo sentí en mí reacciones contratransferenciales
con respecto a este Garcilaso, entre comillas mi paciente. En otras palabras,
yo comencé a volcar en el Inca mis conflictos infantiles no resueltos.
Y no sólo esto. También algunos de mis conflictos sociales
como ser histórico, como ser político, no resueltos. Y al
mismo tiempo, como analista del Inca, éste me evoca conflictos
que debo ir resolviendo en el proceso de querer entenderlo mejor. Una
de las preguntas que entonces me hago es por qué hay gente que
tiene por Garcilaso tanto odio y tanto desprecio. Un sujeto tan extraordinario
que en aquel Perú y en aquella España del siglo XVI logra
dedicarse al oficio de escribir, cuajando un texto que es uno de los grandes,
gloriosos textos que tenemos en América latina.
¿Cree que entender a Garcilaso nos permite entender mejor su época?
Él fue un extraordinario fenómeno histórico.
Yo no creo que toda vida resuma una época, pero creo que hay circunstancias
y personajes excepcionales que se apropian de una época. Fue en
este momento en que estaba tan inmerso en todo esto que leí dos
libros sobre Martín Lutero que me ayudaron mucho en mi trabajo.
El joven Martín Lutero del psicoanalista Erik Erikson, que muestra
cómo este personaje se abre un espacio en la historia casi a puño
limpio; y Martín Lutero, un destino del historiador Lucien Febre
donde el historiador recorta en la historia una silueta que puede ser
ocupada por el personaje. Y es en esa tensión entre el sujeto que
se afirma y la historia que recorta un espacio que podemos tratar de ubicar
a alguien como Garcilaso, que estaba representando el encuentro de dos
mundos. Esto me permitió entender hasta qué extremo la conquista
fue un trauma para la población andina.
No dice simplemente dolor, dice trauma, algo muy profundo,
y casi imposible de metabolizar. Sobre todo en el caso de un pueblo que
no ha pasado la edad de la inocencia.
Sí, digo trauma. Porque desestructuró el modo de vida
de la población andina, porque la arrancó de la tierra,
porque la separó de sus dioses. En una conversación con
un colega nos preguntábamos cómo podían ellos respetar
el cuarto mandamiento (honrar padre y madre) si sus padres, luego de la
conversión forzada de los indígenas, eran considerados paganos
cuando no endemoniados. Y, a partir de esta convicción sobre la
existencia de un trauma desestructurante, comencé a pensar que
aquí y a partir del trauma estaba seguramente el inicio de algo
nuevo. Y que tal vez Garcilaso encaraba una de las posibilidades del mestizaje.
Para mí, representaba un conjunto importante de potencialidades
que podíamos realizar.
¿Y tal vez ilusión?
Sí, ilusión. ¿Cómo lo sabe? Ilusión,
pero también un trocito de verdad. Yo creo que en este momento
de globalización que estamos viviendo hay semejanzas importantes
con lo que fue el siglo XVI, en el cual el mundo comenzó a hacerse
redondo.
Usted lo dice en su libro: El mundo se hizo redondo y el hombre
uno. ¿Y esto a dónde nos conduciría?
Uno se pregunta qué podemos decir nosotros, habitantes de
esta franja de América del Sur, tan fuertemente marcada por la
historia, tanto la del incario cuanto la del virreinato, franja que tiene
en los Andes su columna vertebral, y donde la presencia y persistencia
de ese pasado andino es testimonio de una división no resuelta.
Y es pensando todo esto que comienzo a pensar ya no sólo en Garcilaso
como producto de un conquistador y una conquistada. Es Perú el
que fue producto de aquella irrupción que a la vez que fundamento,
fue trauma, que a la vez que desestructuración del mundo andino
fue reestructuración de un mundo por venir. En el Perú siempre
hubo la angustia de no ser un país con una identidad clara. Estaba
por un lado el mestizaje y por otro había dos pueblos claramente
definidos. Uno indígena y otro europeo. Y viendo así los
tropiezos que teníamos los peruanos a partir de esa ausencia de
una identidad clara comencé a interesarme por la historia del Perú
más allá del siglo XVI.
Usted trató entonces de buscar esa identidad a partir de conocer
los grupos y las mezclas. Indios, mestizos y criollos o sea hijos de los
conquistadores españoles. ¿Este conocimiento lo llevaría
a responder qué pregunta?
Qué pudo haber significado, a lo largo de estos siglos, la
realidad histórica de esto que llamamos Perú, para los tres
grupos que lo constituyen. Ver de qué diversas maneras fue vivida
la historia por los diversos peruanos.
¿Qué fue la independencia por ejemplo para cada uno de ellos?
Exploré qué fue la independencia para los criollos
a partir de una hipótesis: la independencia fue la lucha contra
el padre opresor, no por la madre patria que estaba allá lejos
sino por la tierra que los vio nacer, la Pacha Mama. Y es, creo, en este
conflicto edípico que se da la independencia para las élites
criollas. Mientras que para los indígenas el intento de Túpac
Amaru buscó revertir el trauma de la conquista.
¿Infligírselo a los otros?
Exactamente. Buscaron devolver a los otros ese trauma que los laceraba
y a la vez les daba su identidad.
¿En cuanto a los mestizos?
El problema para los mestizos fue...
¿Mucho menos claro?
Ellos vivieron una especie de oscilación confusa.
No sabían bien de qué lado estaban.
Muchas veces no sabían. Claro que estas son metáforas
analíticas a las cuales no doy validez total pero que me permiten
explorar nuevos caminos. Por ejemplo el del género. El mestizaje
casi siempre fue de un hombredominante sobre una mujer dominada. Lo cual
redujo, limitó, confinó lo femenino como lo oscuro y lo
doméstico.
Lo sometido.
Sí, algo que no es valioso. Y piense que, la primera actuación
pública de Sendero Luminoso fue el robo de tres urnas con los votos
en la primera elección en que también votaban analfabetos
y mujeres.
¿Con esto querrían decir que las elecciones no servían
para nada? ¿Qué significó Sendero Luminoso en Perú
según sus teorías?
¿Recuerda la idea de Freud de lo siniestro?
Aproximadamente... lo desconocido que vive dentro de lo conocido.
O como dicen los ingleses, nuestro esqueleto en la alacena, ¡qué
humor! Sí, Sendero es una aparición terrible que remite
a deudas no resueltas, a delirios, sueños y utopías sangrientas.
A las ganas de arreglar cuentas. Y creo que, sobre todo, a una suerte
de feroz rechazo a la modernidad.
¿Cuál sería la razón de este rechazo?
La modernidad siempre ha sido en nuestro país algo impuesto
a expensas de mucha gente.
La pregunta que desató todo esto fue cómo se podía
utilizar el psicoanálisis para algo que ocurrió hace 400
años y así entender mejor lo que pasa hoy.
Tratar de entender a Garcilaso hoy, para poder entenderme y entender
un poco a mi país.
Para lo cual se sitúa en un lugar que no es el habitual en quienes
hacen historia. ¿Usted piensa que este mayor, tal vez más
profundo y diferente conocimiento podría conducir a cambios? ¿Usted
espera algo así?
Pienso que las modificaciones que se produjeron en mi manera de
concebir la relación con mi propio país a partir del trabajo
sobre el Inca Garcilaso podría producir en otras personas alguna
transformación en ese sentido. Y, en términos más
amplios, que todo esto pueda servir un poco, de matriz para un intento
de comprensión de la sociedad peruana actual. Debemos comprender
que identidad es historia.
Digamos que con esa búsqueda usted ha intentado encontrar las claves
que .como dice Carlos Degregori en el prólogo de su libro
permitan revertir la violencia inscrita en la historia de
Perú e imaginar un proyecto de vida en común.
Y seguramente por eso tomó al Inca como mediador de un diálogo
imposible, pero obligatorio, sin el cual no podía sobrevivir.
El mayor objetivo es, entonces, reconciliarse con el pasado.
Claro, y una de las preguntas es ¿cómo hacerlo? ¿Cómo
hacer historia de lo que fue trauma fundante? Por definición trauma
es un hecho desbordante, es un hecho que no puede subjetivarse, historizarse.
Es una brecha abierta, que no ha cicatrizado. Es un pasado que es presente,
porque es dolor no trabajado.
Resolver el trauma, ha dicho usted, transforma el pasado en historia.
¿Cómo se realiza esto?
Freud hablaría de translaboración o elaboración.
El psicoanalista peruano Carlos Alberto Seguí dice -.y me gusta
más trabajar una cosa al derecho y al revés. Hay que
volver a mirar la historia trágica de la conquista. No sólo
el horror sufrido por los naturales sino también el desgarro que
significó para los españoles dejar sus tierras para venir
a América. Si todas estas vivencias, cuya lectura no ha sido suficientemente
clara, pueden trabajarse, vamos a hacer que el pasado no sea pasado sino
historia. Vamos, tal vez, a comenzar a trazar la ruta que conduce hacia
nuestra integración.r
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