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Entrevista
La
ley de las tablas
Por
Violeta Weinschelbaum
En algunos ámbitos del arte contemporáneo predominan los
nombres de las obras por sobre los artistas. Así, el cine de autor
retrocede frente a la gran industria; existen cada vez menos directores
y más películas. En la literatura, esto sucede menos: los
best- sellers se despliegan como serie y, a la inversa del proceso hollywoodense,
reina el autor sobre la obra: alguien lee un libro de Daniele Steele o
Paulo Coelho, no importa cuál. Esos procedimientos suelen ser acompañados
por el desprecio o, al menos, por la desconfianza de las élites
intelectuales. Lo que sucede con Yasmina Reza en América latina
tiene que ver con esos procesos. ART, su obra más prestigiosa,
fue un suceso de público en el mundo entero y en Buenos Aires se
mantuvo en cartel a sala llena durante más de dos años.
Sin embargo, por lo general, se desconoce el nombre de su autora, tal
vez una de las escritoras europeas de mayor alza en los últimos
tiempos.
Después de haber estrenado ART, y presionada por el éxito
y las demandas editoriales, Yasmina Reza se deslizó hacia la literatura
no dramática. Publicó un libro de textos autobiográficos,
Hammerklavier y, luego, una novela, Una desolación, que acaba de
ser traducida y publicada por Anagrama. Reza es, ante todo -.y a pesar
de ella, una dramaturga; lo es tanto por su trascendencia internacional
como por su manera de pensar el teatro y la literatura. Sin embargo, a
partir de las páginas de Hammerklavier y ahora con Una desolación,
busca su lugar en el canon de la literatura francesa. Empezó a
escribir su novela casi por encargo: Mis editores me decían
que les hacía falta y fue muy motivador sentirme alentada por un
interés editorial, explica casi con orgullo.
Los límites de la literatura, está claro, son conflictivos.
Plantea Reza que Francia, tal vez más conservadora que otras academias,
no reconoce a los dramaturgos como escritores. Somos una raza aparte.
De hecho, todas las malas críticas a La desolación estuvieron
fundadas en el hecho de que yo era una escritora prestigiosa de teatro
y que la literatura no era lo mío. Hay que pagar el derecho de
piso. Antes, todavía en la primera mitad del siglo XX, un escritor
de teatro formaba parte de la literatura, estaba en las bibliotecas. Ahora
hay una especie de desvalorización, el teatro ya no es una rama
de la literatura. Al tiempo que se queja e insiste en forzar la
puerta de La Literatura, Reza se reconoce como dramaturga y dice sentirse
más música que escritora, la verdadera escritura teatral
tiene por eje el devenir, es como una partitura musical, lo que no impide
que pueda ser un objeto literario interesante. Es más árido
leer teatro, hay gente que no puede hacerlo, mientras que siempre es posible
leer Racine o Claudel. Ya no es lo mismo que antes. El teatro del siglo
XX está hecho sobre todo para ser actuado. Yo escribo teatro puro.
Todo el discurso de Reza se sostiene y se protege detrás del éxito.
Si bien la autora declara que no le interesa el público (sólo
me importa mi intuición y mi placer, escribo pensando sólo
en mí), se defiende de las críticas que tildan su
trabajo de meramente comercial apelando a los números y a su repercusión.
Sí, por supuesto que se me desprecia en ese sentido, muchísimo.
El único matiz fue el enorme éxito mundial que compensó
un poco la crítica al carácter supuestamente comercial.
Los paladines de la cultura se intimidan un poco por el éxito,
pero, obviamente, acá no se me considera de la mejor manera. No
me adecuo ideológicamente.
El éxito global parece ser el sueño alcanzado por Reza y,
sin embargo, dice no comprender la aceptación mundial de su obra.
No cree en temas universales sino en una suerte de estilo o tratamiento
que permite que, tanto su teatro como su novela -.que ya es best-seller
en Europa sean permeables a las culturas más dispares. Por
ejemplo, si tomamos el caso de ART: es una obra sobre la amistad. La amistad
es un tema universal, pero puede estar tratado de una manera que no lo
sea, es el estilo lo queconsigue la universalidad de una obra, no su tema.
De todos modos, yo trabajo de manera completamente intuitiva, no sé
lo que quiero decir, no sé nada. No entiendo por qué hay
un funcionamiento universal en la manera en la que escribo.
En todo caso, Una desolación no parece haber logrado que se reconozca
a Yasmina Reza como escritora. Se la sigue leyendo y tomando
como dramaturga y hasta sus más grandes admiradores piensan la
manera de llevar al teatro su prosa. Cuenta, entre la risa, la indignación
y cierto abandono muy lejano a la humildad: Philippe Noiret me pidió
hacer Una desolación, me dijo que me ahorcaba si no podía
actuarla, pero yo no siento que sea posible. La novela es un monólogo,
un largo discurso de un padre a su hijo. Me costaría muchísimo
verlo encogerse en la boca de un actor, sería necesariamente reductor,
porque es muy novelesco.
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