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Las
ideas no se matan
Por Guadalupe Salomón
Hace
unas semanas, Siglo XXI Editores anunció oficialmente su regreso
a la Argentina tras 24 años de ausencia. Frente a un público
argentino y mexicano, Teresa Poirazyan viuda de José Aricó
y Luis Alberto Romero hablaron del pasado y el futuro con un tono a la
vez nostálgico y expectante. Porque la historia de Siglo XXI es
la de una generación, sus intelectuales comprometidos, las décadas
del 60 y el 70, un proyecto cultural y una diáspora. Hoy es una
editorial que se enfrenta a la literalidad de un nombre que ya no pertenece
a un futuro utópico. Carlos Díaz es el flamante gerente
de la delegación argentina y con él conversó Radarlibros.
¿Cuándo se fundó Siglo XXI?
Siglo XXI se fundó en México en el año 65.
Orfila Reynal socialista argentino que había estado vinculado
a Eudeba y a Fondo de Cultura Económica la crea con el apoyo
logístico y financiero de cuatrocientos intelectuales mexicanos.
Un año después ya está funcionando Siglo XXI Argentina.
La idea de Orfila era unir el continente a través de los libros.
Teniendo casa en México y aquí, captaba lo mejor de la producción
intelectual.
A los dos o tres años de estar funcionando acá, se acercaron
dos grupos intelectuales fuertes; uno es el de Pasado y Presente, donde
estaban Toto Schmucler, Pancho Aricó, Oscar del Barco y otra gente;
otro es el de Signos, con Enrique Tándeter y Juan Carlos Garavaglia.
La editorial estaba en manos de un grupo de intelectuales de izquierda
que trajeron por ejemplo todo Barthes cuando era desconocido.
Funcionó durante diez años en la Argentina y publicaron
alrededor de 700 títulos. Fue ante todo un proyecto político-cultural
y, en forma secundaria, empresarial.
¿Qué implicaba en este marco tener una proyección
latinoamericana?
La idea era empujar a América latina hacia el mundo moderno,
sacarla del atraso. El objetivo de Orfila era hacer circular las ideas.
¿De qué forma? De literatura, por ejemplo, no había
traducciones, absolutamente todo era producción latinoamericana.
En cambio, sí se tradujo lo mejor del pensamiento crítico
europeo y norteamericano. Éstas eran las traducciones que se patrocinaban
como la edición definitiva de El capital. Esa era la forma
en que se combinaban las cosas. No era un proyecto cerrado sobre América
latina.
¿Cómo y cuándo se produjo el cierre?
Todo el proyecto que representaba Siglo XXI chocó con el
programa político de la dictadura. Apenas dan el golpe, allanan
la editorial y secuestran a los directivos que encuentran. Uno de ellos
era mi papá, Alberto Díaz; el otro era Tula. Después
de eso se cierra provisoriamente, hay presiones, se censura gran parte
del catálogo. Empiezan a desaparecer colaboradores externos. A
los pocos meses, desde México, se decide cerrar la editorial.
Allí se ve también el tipo de proyecto que era. La editorial
ayudó a mucha gente, a algunos les pagó el pasaje para que
se fueran, a otros les dio trabajo en México. Si ves el catálogo
histórico, es impresionante la cantidad de argentinos que encontrás
como correctores o traductores.
¿Por qué reabrir ahora en la Argentina?
Con el cierre de la casa argentina, el proyecto había quedado
trunco. Siempre existió el deseo de reabrir aquí. Orfila
lo intentó desde la década del 80 y no funcionó.
Siglo XXI estaba organizada a partir de parámetros sesentistas
que funcionaron durante las décadas del 60 y del 70. México
pasó por un momento difícil a fines de la década
del 80, principios del 90. Entonces, Guadalupe Ortiz y Jaime Labastida,
los actuales directores, hicieron un trabajo de salvataje que consistió,
en parte, en darle a la editorial una estructura empresarial.
Las condiciones estaban dadas justo ahora para desembarcar aquí.
Es una coyuntura que se presenta como un desafío. No es principio
de la décadadel 90: hoy no hay un modelo hegemónico tan
fuerte, tan consolidado. Se está volviendo cada vez más
importante el espacio crítico.
¿Qué alcances tendrá la actividad en Argentina?
Por ahora, lo que nos interesa es editar temáticas y autores
argentinos o sudamericanos, o trabajos sobre esta región. No se
trata sólo de abrir, vender y editar desde aquí, sino de
darle un mejor trato a todo lo que es el Cono Sur, que está un
poco a la deriva.
¿Qué se traerá desde México?
Allá se hacen por año alrededor de 350 reediciones
y 100 novedades. Aquí, excepto títulos muy localistas, se
va a conseguir prácticamente todo. Hay libros que trajimos, pero
no mandamos a librerías. Estamos intentando acostumbrar otra vez
a la gente a consultar el catálogo. No se puede exhibir un fondo
de 2000 títulos.
¿Cuál es el vínculo histórico con el proyecto
original?
El posicionamiento crítico frente a la realidad. En una época
se publicaban todos los debates que había adentro del marxismo,
absolutamente todos. Ahora esa producción no es tanta. Pero seguimos
rescatando, sin hablar específicamente de marxismo o socialismo,
lo que podríamos llamar un pensamiento crítico.
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