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Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

OSCAR F. NATALICHIO
Deuda externa y convertibilidad
�El otro genocidio argentino�

De los 225 países y “Estados soberanos” que existen hoy en nuestro planeta, cinco han adoptado una medida similar a la Convertibilidad. Y no es que nosotros y los otros cuatro contemos con un excedente de neuronas que nos permita ser superiores al resto del mundo. No. Es que adoptar una medida de esa naturaleza significa, nada más ni nada menos, que dejar de ser nación. Por lo tanto, sería más correcto manifestar que hoy existen 220 países y “Estados soberanos” y cinco territorios a la deriva sin moneda propia.

Si a esa voluntaria, consensuada y nefasta medida que es la Convertibilidad, se le agrega el componente de la deuda externa argentina, sin duda se puede afirmar que nuestro país carece totalmente de capacidad para resolver su presente y su futuro, delegando esa tarea a los organismos financieros internacionales, que con ello dan solución temporal a sus múltiples problemas, empobreciéndonos simultáneamente.

Deuda externa y Convertibilidad se potencian a sí mismas, actúan como una unidad sin perder la identidad y, en particular, la Convertibilidad actúa como un acelerador, impulsando el crecimiento de la deuda externa.

La deuda externa argentina se observa con mayor precisión cuando se la compara con la de los demás países, en particular al considerar los primeros 40 países del mundo ordenados en función a la incidencia de sus PBI. De esa comparación surge lo tremendamente nefasto y condicionante que resulta la deuda externa argentina para cualquier intento de crecimiento o salida que el país se proponga.

De las tres formas más usuales de calcular el PBI, para todos mis análisis he adoptado la que se denomina PBI “real” o PBI a paridad de poder adquisitivo (PPA). Especialmente porque esta forma de cálculo, aun con las limitaciones que puede contener, es de mucha mayor exactitud que las otras dos, que son las utilizadas preferentemente por el Banco Mundial y otros organismos que como éste se desempeñan más como instrumentos y voceros del capital financiero internacional, que como organizaciones que tienden a apoyar salidas críticas.

El Banco Mundial calcula el PBI de cada nación valuando la riqueza producida en un año a su moneda local y convirtiéndola en moneda dólar al cambio promedio de los últimos tres años (PBI a los tipos de cambios corrientes). Ello significa, en la práctica, que los PBI de la mayoría de los países, en especial los no desarrollados, estén subvaluados y, en cambio, los de los países desarrollados, a excepción de los EE.UU. que es el referente, sobrevaluados.
Es así que, de acuerdo con los cálculos del Banco Mundial en sus determinaciones del PBI, una tonelada de arroz en Japón vale seis veces más que la misma tonelada de arroz de igual calidad en Tailandia. Y ello se repite con cientos y cientos de productos, lo que hacen absurdo utilizar los datos del Banco Mundial para cualquier análisis comparativo que pretenda al menos contar con un porcentaje mínimo de seriedad.

Sin embargo, para la mayoría de los economistas (y en especial para los locales), esos datos suelen ser sus principales fuentes de información, de lo cual es fácil deducir que partiendo de conceptos falsos (o al menos distorsionados), no pueden sacarse conclusiones válidas.

Los PBI a paridad de poder adquisitivo se obtienen utilizando un tipo de cambio “ficticio” que hace equivalente el precio de los productos permitiendo una comparación más rigurosa del poder adquisitivo de los diferentes países. Con este cálculo la tonelada de arroz de Tailandia, de China, de la Argentina y de Burundi. Dos producciones idénticas se valúan exactamente al mismo precio. Lo que es razonable.

Eliminadas las distorsiones producidas por los datos inadecuados que publica el Banco Mundial, encontramos resultados que parecen sorprendentes o inesperados y que contradicen muchas ideas comúnmente aceptadas.

Por ejemplo, que después de los EE.UU. con el 21.08 por ciento del PBI mundial, el segundo lugar del mundo lo ocupa China (11.49 por ciento), y no Japón (8.24 por ciento) y que India (4.37 por ciento) es el quinto, superando a varios europeos.

Esos 40 países, ordenados de acuerdo con la importancia de su PBI a PPA, representan el 90.55 por ciento del total mundial, y de esos 40 países, 24 pertenecen a los denominados “en vías de desarrollo” entre los cuales nos encontramos. Y esos 24 países poseen el 70 por ciento de toda la deuda externa de los “emergentes”, otra de las maneras de rebautizar al viejo “Tercer Mundo”.

En la Argentina, desde la infancia nos informan de varios records nacionales no olímpicos, nos enseñan que Rivadavia es la calle más larga del mundo; la 9 de Julio, la avenida más ancha del mundo y el Río de la Plata, también el más ancho del mundo. Todos estos hechos, considerados ciertos, nos producen orgullo. No pasa lo mismo con otros records: tenemos la deuda por habitante más alta del mundo y también la relación deuda PBI más alta del mundo, entre esos 40 países. También podemos mencionar, derivado de ambos records, que somos los que más intereses per cápita en el mundo debemos pagar.

Mientras para México y Brasil la deuda no alcanza al 20 por ciento de su PBI global a PPA, para Argentina superaba en 1997 el 44 por ciento y, actualizado los datos, ya pasamos en este 2000 el 55 por ciento.

Mientras cada ciudadano chino debe 129 dólares, cada brasileño 1187 y cada mexicano 1588, cada argentino debe ahora más de 4300.

La deuda externa argentina no es igual a la deuda externa de los otros países, es la peor de todas, la más nefasta y la más condicionante. Y ello es debido a las características en que fue conformada dicha deuda, basada en la rapiña, en el robo descarado, con la participación activa de delincuentes ilustrados al servicio de los monopolios financierosinternacionales, al servicio de las oligarquías locales y, de paso, al servicio de sus propios intereses.

En una reciente sentencia judicial sobre la deuda externa, dictada por el juez federal Ballestero luego de 18 años, y “tibia” como era de esperar, encontramos algunos de los nombres de los mencionados

autores y cómplices del desastre: allí están presentes personajes tales como Martínez de Hoz, Lorenzo Sigaut, Roberto Alemann, Jorge Wehbe, Adolfo Diz, Egidio Iannella, Domingo Cavallo, González del Solar y José Luis Machinea, entre otros.

Todos estos personajes, que impulsaron práctica e intelectualmente el endeudamiento irracional del país condicionándolo para siempre, siguen hoy actuando, y algunos, como Machinea, son “conductores” y custodios de la política económica actual.

Y ya que el fallo menciona nombres sería interesante reflexionar sobre lo siguiente: ¿alguien intervendría en una discusión sobre quién es más progresista, Videla o Pinochet?

En la meticulosidad podrá encontrarse alguna diferencia, sin duda. Alguno de ellos tiene que estar a la derecha del otro, o a la izquierda, ser más o menos progresista, pero siempre dentro de un marco o encuadre que no hay que perder de vista: son dos asesinos, dos genocidas y en esa situación las otras diferencias son menores, no adquieren mayor importancia.

Ahora, por alguna extraña y mediática razón, en otras disciplinas como en economía, por ejemplo, se producen otros mensajes, otros milagros y otras conclusiones, tales como debatir si es mejor tenerlo al actual ministro Machinea o al técnico Cavallo (o viceversa). Parece ser que, en economía las diferencias menores del caso anterior, las de menor importancia, son las que se imponen.

La táctica donde uno hace de bueno y otro de malo suele servir cuando dos socios se relacionan “estratégicamente” con terceros, pero en cuestiones de economía nacional ambos, que se nos ofrecen como buenos y que no dudamos que son malos, no sólo son lo peor para la nación, sino que son también genocidas. Y ello se prueba con sólo ver cuál es el índice de mortandad infantil en nuestro país, que supera el 25 por mil. En un país rico en alimentos que 25 niños de cada mil mueran por enfermedades y por falta de alimentación antes del año de vida es genocidio. Genocidio que alguien comete y administra a través de la aplicación de políticas concretas.

Comparemos con la Cuba bloqueada y asediada por el imperialismo, privada de alimentos, combustibles y medicamentos y sin recursos naturales abundantes. Cuba, pese a todo, ha logrado seguir reduciendo la mortandad infantil llegando este año al 6 por mil, demostrando que, aun con muy bajos recursos, muchas veces inferiores a los argentinos, se puede reducir.

Entonces: ¿es o no una política criminal que casi 25 niños, de cada mil, no lleguen al primer año de vida por muertes que pueden ser evitadas si se les destina una mínima atención a la salud y a la alimentación?

La perversa deuda externa argentina tiene muchas otras joyas, como leemos en la sentencia mencionada del juez Jorge Luis Ballestero: “Haquedado evidenciado en el trasuntar de la causa la manifiesta arbitrariedad con que se conducían los máximos responsables políticos y económicos de la Nación... Así también se comportaron directivos y gerentes de determinadas empresas públicas y privadas; no se tuvo reparo en incumplir la carta orgánica del Banco Central; se facilitó y promulgó la modificación de instrumentos legales a fin de prorrogar a favor de jueces extranjeros la jurisdicción de los tribunales nacionales; inexistentes resultaban los registros contables de la deuda externa; las empresas públicas eran obligadas a endeudarse para obtener divisas que quedaban en el Banco Central para luego ser volcadas al mercado de cambios... Todo ello se advirtió en no menos de cuatrocientas setenta y siete oportunidades”.

Se menciona en la sentencia que durante la investigación del proceso de endeudamiento hasta diciembre del ‘83, el titular de la Gerencia de Finanzas se negó a suministrar información a los peritos, es decir a la Justicia. Dicho gerente se llamaba y aún sigue llamándose José Luis Machinea, ministro actual. Ministro, conviene aclararlo, de un gobierno que hizo su campaña electoral en nombre de la transparencia y en contra de la corrupción.

Podemos hacer una lista de los delitos llevados a cabo por los genocidas financieros, pero uno de los más asombrosos lo constituye la nacionalización de la deuda privada durante la época de la dictadura militar, cuyo artífice es el técnico Cavallo, honoris causa de la Sorbona. Se trata de la transferencia al Estado de la deuda privada con seguro de cambio y operaciones de pase. Y de paso también las de empresas que no renovaron su seguro de cambio y también de algunas que tampoco sacaron seguro de cambio. El Estado nacional (es decir los trabajadores y el pueblo argentino) asumen la deuda de las empresas privadas capitalistas.

Y hay otras joyas en la sentencia, como ésta: “Se colocaron reservas internacionales en el exterior con un rendimiento menor a los costos de endeudamiento para obtenerlas, beneficiando así a entidades financiera del exterior”.

Y mientras estos actos delictivos ocurrían, los monitoreadores habituales, nuestra madre Teresa, ¿qué decían al respecto? El FMI dijo “que había margen para absorber fondos del exterior sin caer en una crisis” y, un informe del Banco Mundial de agosto de 1981 hace comentarios favorables sobre “la relación endeudamiento externo-exportaciones”. Comentarios ambos que también se encuentran en la sentencia del juez Ballestero.

¿No suena esto a complicidad? O, mejor dicho, ¿no es esto complicidad con el delito? No es casual tener la deuda externa que tenemos. Es correlativo a otra estadística que indica que en materia políticos corruptos la Argentina está entre los cinco primeros países del mundo y que en Justicia corrupta nadie le quita el primer lugar. Y esa combinación de jueces corruptos con políticos corruptos constituye el ingrediente primordial de este modelo de dependencia económica y subordinación a los monopolios financieros internacionales.

Por eso no es casual que nuestra deuda sea genocida y es triste observar que el final de la causa criminal promovida por Alejandro Olmos hace 18 años es coherente con los “puntos finales”, “la obediencia debida” y el “indulto” de Alfonsín y de Menem. El juez resuelve: “1. Sobreseer definitivamente en la presente causa, en la que no existen procesados. 2.Remitir copia a las honorables cámaras de Senadores y Diputados del Congreso de la Nación...”

Hasta la letra de “Cambalache” quedó corta.

Ahora tratemos de responder otra pregunta: ¿se debe pagar la deuda externa? Si usted es titular de una propiedad y solicita y recibe un crédito de una institución financiera para refaccionar o construir en su propiedad, con la que pactó plazos y tasas, usted debe enfrentar la deuda, debe honrar el compromiso asumido. Podrá discutir los intereses si los considera abusivos, o el plazo si no es el adecuado, pero asumió un compromiso y debe cumplir con él. Haya utilizado el crédito para esos fines u otros.

Si alguien que no es el titular de su propiedad, un usurpador, ocupa su casa, solicita y recibe un crédito de una institución financiera que se lo otorga consciente de que no es el titular el que lo solicita, la deuda no tiene por qué pagarla usted. Es un problema que debe enfrentar la institución financiera por haberle prestado a quien no debería haberle prestado y, en todo caso, que se arreglen entre ellos. Su casa no tiene por qué ser garantía de un préstamo viciado de nulidad y menos usted hacer frente a una deuda que no contrajo. Cambiemos ahora los términos y digamos que “su propiedad” es el país, que “usted” es el gobierno constitucional y democrático” y que el “usurpador” fueron los gobiernos de facto, ¿en qué debe cambiar el razonamiento anterior?

La deuda externa argentina es esencialmente ilegal. Esa porción ilegal no debe pagarse. Debe castigarse a los culpables y cómplices de su irracional constitución. Hoy, en el presupuesto nacional, el servicio de intereses de la deuda asciende a 20 por ciento y va camino a crecer sin posibilidades de revertir la tendencia. Equivale a más de 10 mil millones de dólares anuales y en crecimiento. No debe pagarse un peso más hasta que no se separe la deuda ilegítima de la realmente legítima, pues dentro de poco, aunque quieran, no se va a poder pagar nada.

Y una última referencia sólo para mostrar lo irracional de la situación: en 1975 la deuda externa era de 7875 millones de dólares, hoy supera los 160 mil millones de dólares. Sólo los servicios de intereses de un año, hoy, son muy superiores al total de la deuda del año ‘75.

Y, continuando con la hecatombe, paso a referirme a la Convertibilidad: tratar la cuestión de la Convertibilidad en la Argentina es delicado. Porque fue una medida que, insólitamente, contó con una aprobación casi unánime. Porque fue una medida a la que se le atribuyeron efectos milagrosos en la economía, en especial el milagro de haber contribuido a lograr la estabilidad. Pero es fundamentalmente complejo porque sobre la Convertibilidad, como antes sobre el Estado, se ha volcado todo el aparato propagandístico del imperialismo para lograr un pensamiento único al respecto.

El Estado era ineficiente y causante de todos los males de la nación: ésa fue la síntesis del mensaje que lograron imponer los medios de comunicación de masas en poder del imperialismo, los políticos corruptos, los periodistas corruptos, los intelectuales deseosos de figurar en los medios, las universidades que, como la de la Sorbona y muchas otras, arrojan por la borda, en un minuto, siglos de tradición. Así las privatizaciones entraron sin rechazo y hasta con el beneplácito de grandesmayorías. Así se entregó sin oposición y hasta con apoyo mayoritario, el patrimonio acumulado con el esfuerzo de muchas generaciones de argentinos. Y con ese mensaje impuesto desfilaron en el gobierno las tropas de los corruptos populistas y socialdemócratas, imprescindibles para hacer el trabajo sucio, expertos en hacer de la traición un arte y del poder ilusorio un festín.

La Convertibilidad se encuadra en esa estrategia de dominio de mentes, de hacer creer a la gente de que es beneficiada por una medida que en realidad la condiciona para siempre. Hasta hoy es casi un imposible hablar en contra de ella, denunciar su perversidad. Continuamente y sin que se lo pregunten, el Presidente de la Nación y el resto del personal doméstico vuelven a afirmar su profundo amor por la Convertibilidad y a reafirmar que no se toca. Profunda vocación suicida (o vocación de cómplices) de esos políticos, que son acompañados y potenciados por los grandes medios de comunicación, todos en manos de los monopolios.
Ese papel de los medios es fundamental en la “formación” de un pensamiento “único”, en la divulgación de sólo lo que quieren divulgar (esencialmente por eso es que “no hay alternativas”) y en la tergiversación constante de la realidad. Porque la dominación imperialista no puede consolidarse ni con su poder militar ni con su poder económico. Ambos factores, aun siendo tremendamente poderosos, son insuficientes para el dominio de los pueblos. El paso más importante para los sectores dominantes es lograr el dominio cultural, dominio que puede sintetizarse en lo siguiente: hacer creer a los dominados que no lo son.

Hacer creer a los dominados que creen que no son dominados que no hay otra salida y que, en todo caso, sus desdichas se deben al no haber estado lo suficientemente preparados para enfrentar este mundo cambiante. Negar a los que saben que hay otra salida y que esa salida pasa por mejorar este sistema, humanizándolo, evitando la corrupción, siendo más honesto y más eficiente, desconociendo que lo corrupto es el sistema mismo. Negar a los que saben que el sistema es el corrupto y que buscan otro camino, y que ese otro camino es cualquier cosa menos el socialismo.

Se toman medidas antipopulares como la reducción de salarios o la precarización del trabajo, que pueden generar (y generan) respuestas por parte de los afectados. Pero antes de tomarla se ha hecho todo un “trabajo” sobre la opinión pública tal como lo indica la socióloga española Lidia Falcón: “Para amortiguar la respuesta de los trabajadores y de la ciudadanía no satisfecha por tales medidas ha sido imprescindible que durante varios años se transmitiera el mensaje de que han sido los costos laborales y los gastos sociales los que han hundido al país y a las empresas. Para ello no se ha ahorrado ningún cauce propagandístico: medios de comunicación, cátedras universitarias, debates entre doctos personajes, declaraciones del Gobierno, afirmaciones de profesores y economistas, quejas de la patronal publicitadas ampliamente. Nunca se ha visto, desde los tiempos en que la dictadura imponía sus consignas a la prensa, una unanimidad semejante en la difusión de un único mensaje: los trabajadores son los únicos culpables de su propia desdicha”.

Por eso, para lograr ese dominio, es necesario cambiar muchas cosas y quitarles sentido a otras. Y obtener el resultado final: lo viejo se vende como nuevo y lo nuevo se defenestra como caduco. Y se cambia el idioma:
ya no se dice contradicción, sino paradoja.
La lucha de clases pasa a ser conflicto de intereses.
La clase obrera es una minoría explotada más, como los travestis. Ya no hay ganancias, hay beneficios.
Los explotados son ahora no incluidos.
El sujeto se convierte en actor.
La historia, en texto.
El pensamiento, en escritura.
El genocidio es un mero exceso.
El revolucionario es un transgresor.
La rudeza desplaza a la tortura.
El traidor es reformador.
El mediocre, especialista.
El ideal se reemplaza por la ensoñación.
Se denomina modelo al sistema capitalista.
Y al imperialismo se lo llama neoliberalismo.

Dada esta pequeña introducción, creo ahora poder entrar a explicar el “fenómeno” de la Convertibilidad y tratar de mostrar y demostrar cómo la Convertibilidad es una medida que potencializa, es decir, reproduce la dependencia, dependencia que tiene su origen principal en el dominio del imperialismo sobre pueblos y naciones. Afirmo que la Convertibilidad potencia y consolida la dependencia, no que la genera. Para poder analizarla la separé en dos grandes efectos, los “externos” y los “internos”.

En los efectos externos se observa que acentúa la dependencia. El Gobierno no es libre de emitir moneda, tampoco es libre de utilizar sus reservas. Por lo tanto no existe otra forma de cubrir los déficits de la balanza comercial ni del presupuesto nacional que no sea con préstamos del exterior (y más ahora, que finalizó el remate de casi todos los bienes del Estado). Como consecuencia, la ya condicionante deuda externa se incrementa y con ello los servicios de intereses. Y se debe recurrir a “blindajes” que se festejan como triunfos cuando no son más que otra forma de expropiación y de consolidación de todos los horrores de la conducción económica como lo es la reciente toma de dinero a tasas exorbitantes.

Y en esos efectos externos la Convertibilidad trasciende al mundo y crea una nueva categoría de dependencia. Nuestro país hoy depende de lo que hagan otros países del planeta, en especial de lo que haga Brasil por ser el principal comprador. Todos los demás países pueden utilizar su moneda como herramienta económica; el nuestro, no. Si Brasil decide una nueva devaluación del real en un porcentaje aunque sea no significativo, nuestro país se ve seriamente afectado. Lo mismo en relación con el euro que hoy se encuentra en el nivel más bajo. Dependemos de lo que hagan otros, dependemos de países también dependientes como Brasil o Burundi.

Y todo ello limita al máximo la soberanía porque un país sin moneda no es un país. El hecho que exista una moneda que se imprima en idioma español no significa que la moneda sea nuestra, ni que sea fuerte. Es una mera anécdota, un residuo cultural. La dolarización ya se ha efectuado con la Convertibilidad. El propio Tobín lo remarcó cuando le preguntaron si era necesario pasar a la dolarización en la Argentina: ¿Para qué -respondió–, si es más de lo mismo? No estoy aquí desconociendo diferencias técnicas entre usar el dólar o el peso, estoy afirmando, al igual que el ejemplo Videla/Pinochet o Machinea/Cavallo, que son diferencias secundarias y no hacen a la cuestión principal. Y la cuestión principal es que carecemos de moneda.
Y en los efectos internos la Convertibilidad congela desigualdades. La Convertibilidad, al congelar precios y salarios, redujo la capacidad adquisitiva de la población. ¿Cómo? Al haberse pasado de la inflación (e incluso de la hiperinflación) a la “estabilidad”, los precios ingresaron con el componente inflacionario en su composición. Deberían haber abandonado ese componente (vía desagio) ya que, a partir de ese momento, se congelan precios y salarios. Sin embargo, ningún precio bajó. Incluso, la mayoría de ellos, en particular los de “primera necesidad”, creció de manera importante. La “cobertura” inflacionaria en la composición de los precios era destinada a “cubrir” el mayor valor de los componentes al momento de su reposición. Ese componente, equivalente a un 30 por ciento, o más, debería haber desaparecido, es decir, los precios deberían haberse reducido en ese porcentaje. Al no hacerlo, y al no haber inflación futura computable, ese porcentaje se convierte, en principio, en mayor rentabilidad para las empresas. ¿Qué razón existía entonces para aumentar de nuevo los precios que en ese cambio incluían una superutilidad? Ninguna, y de allí deriva la mentada “estabilidad”. Pero esa superganancia no puede perdurar, pues al reducir la capacidad adquisitiva la población produce un incremento de los costos fijos operativos que, en las empresas chicas y medianas, anulan esa superutilidad y anulan también la rentabilidad normal.

También señalo, como otro efecto interno, que la Convertibilidad incrementa la desocupación. El dólar “barato” favorece la importación, reduce los valores de los productos del exterior en relación con los locales. De esa manera se cierran fábricas porque no pueden competir o se convierten en distribuidoras (importadoras). En ambos casos el resultado es un incremento brutal de la desocupación.
Pero más devastadora es la vigencia de esa otra fórmula de empobrecimiento que se denomina “competitividad”. En la Convertibilidad, para ser competitivo, sólo existe una variable de ajuste: el salario. Se reduce el precio reduciendo el salario y sus periféricos. Se quita el aporte patronal lesionando a los jubilados, se reduce el salario, se aumentan las horas de trabajo cuando la tendencia mundial es a reducirlas y se paga las horas extras como comunes o no se las paga. Y como aun así no alcanza, se repite la rueda. ¿Cuánto puede durar esto? ¿Se puede trabajar con salario de costo cero? Es tan ridícula la Convertibilidad como inexplicable que se la acepte. Si Brasil hoy devaluara su moneda un 40 por ciento, en muchos productos que allí se exportan, para recuperar la competitividad deberían los obreros pagar y no cobrar por trabajar. No está de más reiterar que la Sorbona le otorgó el honoris causa a su autor. Y esto último va a cuento pues confirma el papel nefasto de algunas universidades en apoyo a la formación del pensamiento único, en especial las que arrastran prestigio histórico, prestigio que hoy bastardean y negocian.

La naturaleza de la Convertibilidad es ideal para la delincuencia, por eso afirmo que favorece la especulación financiera. ¡Vaya si la favorece! Con tasas en pesos más de tres veces superiores a las internacionales. Con cambio estable y garantía del uno por uno se crea un brillante escenario para obtener rápida y segura ganancia con riesgo cero. Ideal para el lavado. Las otras inversiones, en bienes de cambio (mercadería de reventa) o en proyectos y bienes de uso son menos atractivas y de riesgo, salvo cuando se compraron a precio vil las empresas nacionales. Nuestro país no ha colapsado aún porque durante los últimos diez años han ingresado casi mil millones de dólares mensuales, gran parte por la especulación financiera. Y como éstos pueden salir de un momento a otro, el terror delos políticos y economistas a la complicidad es pavoroso. Viven de la corrupción, viven de la miseria, viven de la mentira y, además, viven aterrorizados.

Y todo lo hecho hasta ahora conduce a producir un efecto más, conduce a achicar el mercado interno. Es consecuencia del menor trabajo, de la mayor desocupación y de la mayor pobreza; es consecuencia de los mayores servicios de la deuda y de la mayor concentración de la riqueza. La Argentina, aun con un aumento del PBI de más de un 50 por ciento en los últimos años, achica el mercado. Y el mercado interno representa un 92 por ciento del total del PBI. El otro 8 por ciento es el de importación. Además, durante ese crecimiento, la distribución fue enormemente desigual. Solamente mencionaremos que el 10 por ciento más rico pasa a ganar ahora, casi 30 veces más que el 10 por ciento más pobre, cuando en el año 1975 ganaba 7 veces más. Solamente ese hecho produce una fuerte contracción del mercado interno y produce indignación.

La Convertibilidad genera su propia consolidación. Es importante observar cómo esa medida diabólica se protege a sí misma. Ello se logra a través de los préstamos a mediano y largo plazo y a la renovación permanente de los de corto plazo. Me refiero a los préstamos en dólares que hace que el tomador de estos préstamos (más de 2 millones de personas), no quieran ni hablar de salir de la Convertibilidad, al menos mientras adeuden sus créditos. Y el sistema va a mantener siempre dos millones y más de deudores, pues hasta las planchas se venden en doce cuotas de tres dólares cada una. Así, el “chantaje”, el temor a que la deuda personal se incremente vía devaluación, opera como una herramienta para consolidar la Convertibilidad.

Y al final agrego otro efecto denigrante: el agravamiento de la salud mental. El terror a ser un desocupado conduce a muchos a tomar actitudes que no tomarían en otras ocasiones o épocas. Que se expresan en la pérdida de la solidaridad, en el aislamiento, en el incremento de la agresividad y la intolerancia, en la descarga con el más débil, con la mujer o con los hijos. Todo ello conduce al fortalecimiento del individualismo, al sálvese quien pueda, al atrincherarse y desconfiar de su par... Observen los rostros, que son nuestros propios rostros, pero que se observan mejor en otros, observen los rostros de los que viajan en tren o en subte o en colectivo y verán la carencia de alegría como factor común.

Y cuando ya se es marginado, cuando se ha perdido el trabajo y se ha insistido sin éxito en reinsertarse, cuando se ha perdido hasta la autoestima, pocas cosas quedan. Si no puedo alimentar a mis hijos ni a mí mismo, ¿dónde está la salida? Si antes de ser un marginado fui un individualista creyendo que por serlo podía estar algo más protegido, ¿qué pienso ahora? No hay duda que es el “modelo neoliberal” el que hay que cambiar y pronto, antes de que sea demasiado tarde. Lo que está en juego no es un partido político, no es una ideología sino la existencia misma de la dignidad y de la vida como seres humanos. ¿Ese cambio es posible? Sí.

No quiero incursionar en lo que les correspondería hacer a partidos políticos o frentes políticos: plantear a la sociedad el gran cambio para revertir esta demencial tendencia al exterminio de la raza humana.

Sólo señalo que, si lo que enfrentamos es el poder de las grandes corporaciones transnacionales, el recomponer el Estado nacional debe ser prioritario para nuestros países. Y no sólo la recomposición de los Estados nacionales, sino también una férrea vinculación entre ellos porsegmentos o actividades. Por ejemplo, una gran corporación petrolera integrada por las empresas nacionales de Venezuela, Brasil, Uruguay y las que queden de otros países, o en provincias de esos países, como en nuestro caso. Y así en otras ramas.

Deuda externa y Convertibilidad, ¿cómo es posible salir de ambas con el menor daño posible?

¿Qué pasa si se suspende el pago de la deuda externa hasta que no se aclare cuál es la legítima? (Hoy existen muchos elementos y estudios publicados, incluso el fallo mencionado, que permitirían identificar rápidamente la deuda legítima de la ilegítima.) En principio, las importaciones de nuestro país son de alrededor del 8 por ciento del PBI y la mitad de ellas son bienes de consumo que pueden ser reemplazados rápida y fácilmente por la industria nacional, ayudando a generar ocupación. Y la otra mitad se refiere a bienes de capital y herramientas y repuestos que también pueden, al menos en gran parte, ser abastecidos en el país. Por lo tanto, ningún efecto puede surgir de una amenaza de bloqueo. Quedan las exportaciones, que también representa alrededor de un 8 por ciento y que, en general tiene compradores y potenciales compradores fuera del sistema del centro neoliberal. Es necesario recordar que la mayor parte de éstas se efectúan entre los países en desarrollo, en particular nuestros hermanos de América latina; recordar que el mercado chino es muy potencial y que el capitalismo no es tan globalizado como se muestra y continúa conteniendo serias contradicciones en su seno.

Los que realmente deberían estar preocupados por el no pago de la deuda ilegal son los acreedores y seguramente lo están. (El “blindaje” es en realidad para ellos.) Pero fuera de una conmoción inicial, lógica por otra parte, fuera de una serie de presiones delirantes de los bancos y monopolios, la situación no debería agravarse. Un proyecto de país independiente y en crecimiento debe necesariamente pasar por la revisión de la deuda externa y el pago de sólo la parte legítima. Sólo ese acto le dejaría al país enormes recursos para cubrir la deuda interna con sus ciudadanos y producir un desarrollo sostenido y sustentable.

Al principio de cada gobierno “democrático” presenté un plan de desarrollo posible que generaba, desde el inicio, más de un millón de nuevos puestos de trabajo, movilizaba la industria y solucionaba el problema de la vivienda, pagando, simultáneamente la deuda externa legítima y sus intereses. Se basaba en la construcción de 300 mil viviendas anuales y sus recursos provenían del reciclado acordado de los servicios de intereses de la deuda externa. Aún sigue tan vigente como ignorado.

¿Y con la Convertibilidad, qué? Salir de la trampa no es tan difícil como todos los medios de comunicación, economistas y políticos corruptos al servicio de los grandes intereses financieros nos quieren hacer creer. Vamos a partir de la premisa de que el país en la Convertibilidad no se puede quedar. Que cada día que pasa, sostenerla le cuesta al país, en particular a sus ciudadanos más pobres, enormes sacrificios tal como lo hemos explicado en el transcurso de este artículo. Si no se sale ordenadamente, la situación va a “explotar”. Pero no por sí sola. Va a ser “explotada” por los mismos grupos financieros que engordaron con ella y en el momento que ellos decidan. Y en esa explosión van a ganar millones de millones de dólares a costa de los más de dos millones de deudores del sistema, que se van a arruinar de un día a otro. Adiós resto de clasemedia y adiós resto de pymes. ¿Es eso lo que queremos? ¿No haremos nada para que así no ocurra?

Salir de la Convertibilidad es sencillo. Un chiste que se cuenta hoy por hoy lo sintetiza: “La Convertibilidad es como estar en una cárcel, para quedar libre hay que aplicar el dos por uno”. Se puede pasar la moneda de 1 a 2 por ejemplo, evitando que las deudas se dupliquen. Decretando simultáneamente que las deudas en dólares tomadas hasta la fecha y hasta su extinción se computan al cambio de uno por uno. Compensando los saldos acreedores con los deudores. Adoptando otras medidas complementarias de protección a la nueva moneda. La devaluación no produce inflación. La inflación deriva de la emisión descontrolada de dinero. Todos los países que últimamente devaluaron, Brasil por ejemplo, México por ejemplo, disminuyeron simultáneamente la inflación. Los acreedores tampoco “perderían” ya que han provisionado largamente sus créditos al cobrar por los mismos tasas en dólares superiores en más de un 100 por ciento a las internacionales. Y si deben pagar un costo por salir de esta medida sádica, que lo paguen, por cómplices.

Los ciudadanos tenemos que perder el miedo. Tenemos que superar la incredulidad impuesta. Estamos viviendo horas críticas y graves. Nadie debe quedarse inmóvil en estos tiempos. La reclamada voluntad política para los cambios debe gestarse desde abajo, ser reclamada por todos, participando activamente en los movimientos de reivindicación y cambio y en los pequeños partidos del progresismo para convertirlos en grandes y diferentes partidos, populares, participativos y controlados con una nueva forma de democracia, con cargos removibles que constituyan la base de un poder popular auténtico y renovado. Los partidos tradicionales y su dirigentes están más preparados para la traición y el soborno, que para mantener la dignidad y el sacrificio en pos de ideales de independencia nacional y social. Lo han demostrado reiteradamente.

* Docente de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Economista y Dramaturgo.

Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo
Rectora: Hebe de Bonafini
Director Académico: Vicente Zito Lema

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