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Jueves 3 de Febrero de 2000
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Visita guiada al riesgoso mundo privado de Andrés Calamaro
El turro, la guillotina y la máquina de hacer

Dice que no se puede dormir si no escribe cinco canciones por día. Que alguien debe hacerlo, dice. Que no tiene futuro ni pasado, también. Que el rock and roll no es una cosa “xeneize”. Dice más. Encerrado en una habitación de hotel por obra y gracia de los vecinos susceptibles de su casa de Barrio Norte, el rocker que se inventó a sí mismo da cuenta de su estado. Ahora mismo, mientras estás leyendo esto, él está grabando algo. Seguro.

TEXTO:ESTEBAN PINTOS
FOTOS: JORGE LARROSA

Debe ser la tercera o la cuarta reencarnación del mentado Hotel Calamaro, cuyas versiones van aumentando en caos a partir del torbellino propio de una estrella de rock que huye de su propia sombra y combate demonios interiores. Es una habitación en suite en un apart discreto, en la zona de Buenos Aires donde todavía se recuerda que, ahí nomás, estalló una bomba. Uno de esos afiches MALDITA COCAINA salta a la vista inmediatamente. Ha sido arrancado de una pared del barrio y está pegado con cinta de embalaje, algo roto pero explícito al fin. En lo que sería el living del campo de batalla de rocker en el exilio (interior), hay: una portaestudio, un grabadora-reproductora cd, dos pianos Roland, una guitarra, entre veinte y treinta compacts de grabaciones de nuevas canciones y versiones -desde Goyeneche y Homero Expósito hasta Deep Purple y Bob Marley, pasando por Spinetta, Los Beatles y Robert Johnson–, dos sillones, un amigo durmiendo en el otro cuarto y una chica que sirve tarta y sorrentinos. Andrés Calamaro está ahí, por supuesto, parado, sentado o acostado, poniendo y sacando cd’s propios y caseros que ostentan títulos tales como Enemigos, 2000 qué..., La cagaste, turro, Buena cosecha, vieja y así los demás. Cada uno exhibe su correspondiente arte de tapa, responsabilidad del artista, con collages que reúnen fotos recortadas de la revista Gente, cinta adhesiva plateada, papel glacé brillante (!), imágenes de Marilyn Monroe, Alberto Olmedo y Ringo Bonavena, e incluso la tapa de Honestidad brutal reciclada con el sticker adhesivo del doble Before the flood (Dylan en vivo) encima. He aquí el próximo yacimiento de grabaciones encontradas. Brotan canciones nuevas, Calamaros auténticos que –quién sabe, quizás, seguramente– serán esos “éxitos” que suenen en las radios presentadas por el tipo de locutora que (parece) siempre disfruta de la vida. El dice que no quiere ese destino para sus canciones, pero sabe que, más temprano que tarde (hay una reserva en un estudio francés para mediados de año, esperándolo). Milongas, rumbas, rocanroles prepotentes, rocanroles de calesita, un country rap en homenaje a los personajes de la revista Nippur, algunos oscuros experimentos. Todo en cuatro canales y con mezclas de entrecasa. Calamaro dirige la orquesta, marca los cambios de ritmo, anticipa alguna frase graciosa que él mismo ha escrito unos días antes y ubica al escucha-visitante de su mundo privado. “Esta es buena, uy, no... (señala con el dedo) Esta es buenísima.” Sube el volumen, ecualiza de nuevo, golpea la reproductora que a veces se niega a arrancar y comenta como al pasar. Cosas. “No tengo pasado ni futuro.” “No se qué día es hoy, ni me acuerdo cuando entré acá.” “No me puedo dormir sin hacer cinco canciones por día, ¿sabés de algún colega que lo haga?” “Hoy salí a la calle por primera vez.” “Me gusta tener enemigos.” “El próximo muñeco a voltear es Joaquín Sabina.” “Yo le salvé la carrera a Charly García... Ya nadie le daba bola, ahora la gente está otra vez con él.” Uy. En medio de cada sentencia, parte de un diálogo (monólogo, en verdad) algo incoherente y suspendido reiteradamente por la búsqueda de una canción que versionar -una bolsa de TCT llena revistitas con tablaturas de canciones para tocar y cantar– o un ritmo por descubrir en los pianos eléctricos, Calamaro aporta algún dato de color sobre la cumbre de domingo a la mañana que tuvo con su archirrival. El remate es elocuente: dice que cuando Mr. Say no More se dispuso a mostrarle una parte de su sinfonía –ésa que quiere tocar en el Colón–, él se fue. No le interesaba. En realidad, todo esto había comenzado con una negativa. “No quiero hablar más, me hacen quedar como un pelotudo”, se quejaba por teléfono un rato antes de recibir al No en su apart-búnker. “¿Qué es eso de la Casa Rosada? Estoy harto... No quiero dar más entrevistas, no quiero hacer promoción, no quiero que pasen mis canciones por radio... Bueno, veníte a escuchar las canciones.” Un rato después, es un atento anfitrión que come un par de sorrentinos, toma un vaso de Coca-Cola y comienza con la sesión ininterrumpida de escucha. Cuando lee Crónica del jueves 27 de enero, con un adelanto de “La Pavada” –la sección de los chismes de la última página– que reza: “Cantante rockero debió refugiarse en un hotel por suestado alterado que lo impulsa a la violencia”, él aprueba. “Es cierto, esto es verdad, soy propenso a la violencia”.
–¿No podés parar?
–No encuentro una cosa mejor que hacer, nada me gusta más... Hacer una canción nueva, hacer una grabación, es una gran sensación. Qué sé yo. El material está muy bueno, el que tenía hace dos semanas atrás estaba muy bueno, pero el de los últimos dos días ya me encanta.
–¿Y en qué termina todo esto?
–Supongo que hay un plan standard... Viste que todos los discos son iguales, doce o trece canciones. No sé. Intento salirme de ese molde bestialmente o si no, sigo cumpliendo. Puedo dar doce o trece canciones. Lo que más me gusta es hacerlas...
–¿Y no cumplir con el plan standard?
–Bueno, la compañía con Honestidad brutal se bancó cualquiera... Compulsión. “Me levanto y sigo haciendo canciones. Escribo cinco o seis por día, con el Cuino (un amigo) escribimos unas letras muy buenas”.
–¿La has pasado bien en Buenos Aires este verano?
–Eso es como preguntarle a un soldado si está bien en una trinchera. Tuve momentos de gran tensión.
–Te fuiste de tu casa...
–La verdad es que eso fue una gran tontería, yo creo que puedo volver.
La Pavada. Diario Crónica, jueves 27 de enero. “Prácticamente asilado en hotel céntrico se encuentra cantante rockero, quien, a raíz de denuncias de vecinos del departamento de la calle Pacheco de Melo donde habita, está siendo buscado ‘de oficio’ por la Policía Federal. Protagonizó varios escándalos en el edificio, incluido el lanzamiento al vacío de muebles y otros objetos contundentes, lo que motivó las quejas de copropietarios y vecinos. El irascible, a la espera de que se calmen los ánimos, se instaló en suite de hotel, donde también comenzaron a preocuparse pos sus excesos.” El irascible contesta:
–Lo que pasa es que yo soy bastante bestia. En cualquier hora, en cualquier momento, yo puedo estar mezclando fuerte... La mía es una casa que no es una casa de familia, ¿ok? Puede pasar cualquier cosa. Los vecinos son bastante heavies... Zapping. Ahora se preocupa por uno de los cuatro canales de su portaestudio (canal 1). Avanza y rebobina un casete. La palabra “guillotina” aparece reiteradamente. Vuelve a aparecer. “Es como la ignorancia de la droga. O sea: ‘Hay una droga nueva que se llama guillotina, que mató muchísima gente, loco...’. No hay revoluciones sin guillotina.” Exige reconocer un ritmo beatle. La palabra mágica es Dylan.
–¿Y te sacaste una foto con él?
–No. Hicimos una gira juntos, no quería meter la gamba... Igual, seguro que la metí, quién sabe... Me pareció que tenía que guardar cierta corrección, hablamos, fue súper cariñoso, me pidió discos y yo miraba desde abajo... La pregunta es si este canal 1 es una práctica de algo que hago después o una práctica de algo que grabé antes. Porque todos los casetes son así negros y llega un momento en que empiezo a dañar canciones. Así me comí un par de grabaciones nuevas, no se lo dije a ninguno de mis amigos, pero así he dañado canciones.
–¿Te vas a quedar en Buenos Aires?
–La verdad es que no lo sé... Tengo que hacerme la idea de ir a Madrid, también. Tengo la oficina ahí, quiero grabar ahí. Estaría bien. En este momento me gusta estar acá. Es como el escritor que se encierra a escribir todo el día, y la gente dice está ahí, encerrado, escribiendo...
–¿Salís?
–Estuve en Punta del Este, pero no lo soporté. La idea que tengo de las vacaciones... Además yo no tengo ninguna idea de las vacaciones, no me gusta, no creo que yo tenga que tomar vacaciones. Si yo puedo vivir en cualquier parte donde quiera.
–Entonces te volviste de Punta del Este...
–Sí, corriendo. Acá, milagrosamente, por suerte, se me ocurrió salir a comprar este aparato azul... (señala uno de los Roland). Tengo unas fechas para grabar en Francia, viste esos estudios aislados, puede ser... Puede ser que me acostumbre. Más zapping. Otra vez sobre las canciones. “Alguien lo tiene que hacer, además. El Cuino me preguntaba: ‘Che, ¿y tus colegas hacen así?’. Yo no sé... Fito siempre dice que tiene muchas canciones, no sé... ahora no me da bola.” Epa.
–¿Quién no te da bola?
–No importa. Son cosas personales.
–En Tentaciones de El País eligieron “Honestidad brutal” como disco español del año. Evidentemente, tenés un lugar allá. ¿Y acá?
–Yo respeto a un montón de colegas... Creo que dentro de la categoría en que me ponen, me siento más a nivel personal que a nivel musical. Coincidimos porque tenemos un nombre y un apellido, que sé yo, estoy como más en sintonía... No sé con quién. Con Pappo, hablo bastante con Ricardo Iorio. De todas maneras, estoy contento; viste que te esperé para mostrarte el material de ayer, ¡de hoy! Está bien, me alarma un poco a la vez...
–¿Qué te alarma?
–Eso de descartar tan rápido. De todas maneras, hubo una madrugada en que me preocupé mucho, que parecía que ya no...
–Te das cuenta de eso? ¿Cómo hacés?
–Sí, claro que te das cuenta, man. Si cayó una bomba o no. En un momento pensé que era un nivel que no iba a poder superar. Me preocupé... Cuando yo tengo muy claro qué es lo quiero decir, y me sale enseguida, es cuando pongo a trabajar al turro, al turrito, entonces en un momento me pareció que estaba en el Turro’s heaven, ¿no? Y que no, que se terminaba, como esta especie de vacaciones laburando y componiendo. Estoy escribiendo mucho, dos o tres páginas para hacer un tema... Y de repente, acá pasa algo muy gracioso, muchas veces vino un colega y me dijo: ‘No me sale una letra...’. Qué sé yo, es como el tachero que sale y dice: ‘Ay, no me acuerdo las calles, no estoy inspirado...’. Yo soy músico de esta clase de todos, nunca fui muy sacrificado, no sé cuál es la importancia que le dan los demás a las canciones.
–Parece que todo el tiempo estás como reclamando que le presten atención a las canciones...
–Al revés, al revés. Exageré con lo de las canciones; después, cuando escuché el disco de Fito, me di cuenta de una cosa y lo hablé con Daniel Melero, él siempre lo supo... No hay que poner un disco al servicio nuestro, de uno, del one. A nadie le importa la producción ni nada. No hay que hacerse el insoportable. Me gustaría trabajar, quiero grabar, quiero mostrar. De repente, ponerse como en el medio de las cosas... Melero siempre lo tuvo claro.
–Hay chicos que no pueden creer que hayas grabado y cantado con Luca Prodan...
–Es increíble que con una camiseta de Boca... La pendejada ésta se cree que el rock and roll es una cosa como de espíritu xeneize, viste, que sos reo y todo eso. Totalmente equivocados, los flacos... Pero ahora estoy contento, estoy conforme con mi poderío.
–Es que el rock que se hace acá, ahora, es así...
–Hay mucha gente boludeando, man. Yo respeto mucho, siempre tuve en cuenta a otras bandas. Estuve en Plaza de Mayo con Los Caballeros de la Quema, me encontré a Andrés Ciro viendo a Bo Diddley, una vez en un bar mitzvah nos encontramos con los Attaque... En general, bien. Bueno, dejáme vos un legado. ¿Qué hago para relajarnos? ¿Canción nueva o versión?