¿Cómo
es vivir en el medio de las sierras y escribir canciones sobre alienación
urbana? De Nono a Cemento, el largo camino de Germán Daffunchio y los
demás ya acumula seis discos y una carrera de diez años. De todo esto
y de una reciente afición golfística, se puede leer aquí.
TEXTO:PABLO
PLOTKIN
FOTOS:NORA LEZANO
El rastrojero Diésel de Germán Daffunchio viborea entre el barro, camino
de un valle silencioso que parece el escenario perfecto de un sueño de
verano. Al hombre que va al volante le gusta contar historias de las sierras,
hablar del tiempo que pasó acá con Luca en los ochenta. No es habitual
escuchar historias rurales en boca de un rocker argentino, pero el asunto
es que desde hace cinco años la cúpula de Las Pelotas -Daffunchio (guitarra),
Alejandro Sokol (voz), Tomas Sussman (guitarra) y, desde mucho antes,
Timmy McKern (manager y guía espiritual)– habita en las afueras de Nono,
Córdoba. Allá tienen su estudio de grabación, su sala de ensayo, sus mujeres,
sus hijos, sus perros, sus casas, sus cartas de truco, sus provisiones.
Cemento es casi lo único que no pudieron mudar, así que viajan con frecuencia
a Buenos Aires para tocar en vivo, mostrarles a sus hijos criados en la
montaña cómo es la ciudad donde crecieron papá y mamá, comprar algunos
discos, visitar amigos. Esas cosas. “Un día en la vida acá es llevar los
chicos al colegio, ir al estudio, cortar el pasto. Vida de hogar. Te imaginarás
que mucho más que eso... Escuchá el colectivo”, bromea Sokol al borde
del lago, ahuecando la mano sobre la oreja. Cantan algunos pájaros, y
la escena se convierte en una perfecta pieza de kitsch bucólico. “Pero
uno nació y creció allá. ¿Cómo podés despegar de eso? Creo que no se puede.
Cuando pelás una letra que te sale copada y sentida, no podés pensar de
dónde viene. Sale de lo que uno mama, y yo mamé mucha ciudad.” La explicación
viene al caso por la edición de Todo x un polvo, el sexto álbum
de Las Pelotas. A pesar de vivir en las sierras, los discos del grupo
siguen siendo oscuros, y las canciones siguen hablando de las paranoias
y las crueldades de la ciudad, del encierro, la locura colectiva y la
locura individual. Todo un palo. “Sentimos lo mismo que cualquier persona
que vive en la ciudad”, dice Sussman. “No nos pasan las cosas de la gente
de campo, no estamos aislados, retirados del mundo, meditando, pensando
en los pajaritos. No hay escapatoria para las cosas del mundo que te afectan.
A no ser que te transformes en un ermitaño.”
Daffunchio: Yo creo que somos buenos, y realistas. Pero uno trata
de vivir lo mejor posible. Haber venido a vivir acá, para mí no es tan
trascendente, pero tiene que ver con permitirme vivir otra realidad. Es
un renacimiento, tenés que aprender cosas que nunca pensaste que tendrías
que aprender, y vivir realidades que nunca pensaste que existían. Yo me
desequilibro muy fácilmente, y tengo que tratar de manejar mis estados
de ánimo. El lugar me ayuda mucho.
–¿Y qué hay de tu afición por el golf?
–Es mi nuevo vicio. Me inicié de pura casualidad. Me invitaron a jugar
una vez, y desde entonces no pude parar. Es tremendamente adictivo. En
realidad nosotros tenemos alma de presidente, de senador, de ministro.
Por algo ellos lo juegan: tiene el don de hacerte desconectar de tu realidad
diaria. Caminás, pensás en una pelotita de mierda, en el golpe. Es medio
una aventura. Lo uso para despejarme. Mientras grabábamos, por ejemplo,
me iba del estudio un rato y quedaba yo solo, con las montañas y la pelotita
de golf.
–¿Más desconexión de la que se vive acá?
–Es que el stress existe en todos lados. Nuestra vida es totalmente esquizofrénica.
Vivimos viajando, mamando la realidad de la ciudad y volviendo al paraíso.
Es una mezcla medio rara, que a veces pega mal.
–¿Cómo se ve Buenos Aires como turista?
–Es fantástico. Buenos Aires es genial para pasar dos semanas, como
mucho. Te sirve para componer, agarrar poesía en el aire. Está lleno de
poesía todo eso.
–¿Qué
te sugiere pensar en el sexto disco de Las Pelotas?
–Cuando arrancamos sabíamos que teníamos un largo camino por delante.
Nos estimulamos. Fue duro empezar de vuelta, viniendo de la historia queveníamos,
y darle para adelante. Muerto Luca, y con Divididos ya existiendo, nosotros
tuvimos que ser independientes por obligación. La típica historia de la
muerte del cantante, y el resto de la banda que queda viendo qué hacer.
Nadie creía en nosotros. Y por suerte creo que se equivocaron. Ya sacamos
seis discos, y seguimos siendo artesanales: hacemos lo que nos gusta,
viajamos por donde nos gusta, hay gente a la que le gusta lo que hacemos,
y tocamos para ellos. Nosotros siempre fuimos iguales, a pesar de que
cada disco es distinto. El rock argentino está lleno de gente que transa.
La búsqueda de la estabilidad lleva a límites de transa insospechados;
andá a saber si no transan hasta el culo. Nosotros no transamos el alma:
tratamos simplemente de ser felices. A veces nos sale.
Una
historia
Uno de los perros favoritos de Germán Daffunchio salió una noche
a pasear por las Sierras Grandes de Córdoba. Se topó con amigos
de la zona, y al cabo de un rato iba al frente de una jauría salvaje.
Una vaca separada de su ganado tuvo la desgracia de cruzárseles
en el camino. Los perros la cenaron viva. El paisano propietario
del animal no llegó a salvarla, pero reconoció a los comensales
y decidió montar guardia al frente del rancho durante algunos días
para vengar la pérdida. Cuando el perro del guitarrista de Las Pelotas
estuvo al alcance de su rifle, el tipo lo mató con la frialdad de
alguien que cumple una obligación burocrática. Daffunchio no le
reprochó nada. Después de todo, su mascota se había portado mal. |
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