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Jueves 24 de Febrero de 2000
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La trama secreta y no tan secreta del conflicto universitario mexicano, caso testigo para la política educacional en Latinoamérica
>>Gloria Trevi tiene razón

La ocupación por la fuerza (policial) del predio de la Universidad Nacional Autónoma terminó con más de diez meses de toma estudiantil, en protesta por la intención gubernamental de arancelar la matrícula universitaria. Detrás de eso, una larga y compleja situación con infiltrados, asambleas, banqueros generosos y más de 430 pibes detenidos. Entre ellos, cuatro argentinos que hablaron con el No desde la cárcel.

Texto:MONICA MARISTAIN
Desde México DF

El domingo 6 de febrero amaneció soleado en el DF. No se comen los ravioles ni el asado, pero la familia y los amigos se juntan para compartir, a eso de las 3 de la tarde, un almuerzo con tamales, potzole (especie de buseca) o guisados. Ese domingo fue distinto. La fecha de la Liguilla de Fútbol de verano no consiguió llamar la atención por sobre un tema que resultó excluyente en todos los hogares mexicanos: la policía pública había entrado por la fuerza a la Universidad Autónoma (UNAM), para recuperar las instalaciones tomadas por los estudiantes unos diez meses atrás. La opinión dividida de los mexicanos (las señoras en la peluquería apoyaron el ingreso de los agentes, los jóvenes lo tomaron como una derrota), no cambió el sabor amargo que dejó la imagen de los uniformados, quebrando la autonomía universitaria. Además de “recuperar” el lugar, detuvieron a quienes la joven jueza María del Carmen Pérez Cervantes no dudó en calificar luego como “peligrosos delincuentes para la sociedad”.
La recuperación de la UNAM se concretó el último día de visita del presidente Jorge Zedillo a España. El argumento de las autoridades universitarias, comandadas por el flamante rector Juan Ramón de la Fuente, fue obedecer el resultado de un plebiscito llevado a cabo el 3 de febrero y en el que la gran masa estudiantil se había mostrado favorable a la reanudación de las clases.
Los cinco kilómetros a la redonda de la Universidad, cercados con innumerables patrullas que cortaron el tráfico esa mañana, y los 430 miembros del CGH (Consejo General de Huelga) que fueron detenidos, y muchos de los cuales continúan hoy en prisión, testimoniaron la magnitud del conflicto. Los “paristas” pedían por la defensa de la educación gratuita, de la universidad pública y de la democratización en la alta casa de estudios, promoviendo un congreso que no excluya a ningún estamento universitario. El cese de actividades, con las instalaciones tomadas a pleno por los dirigentes estudiantiles, se prolongó en el tiempo. En su larga duración, también puede leerse una maniobra política del poder reinante, a pocos meses de celebrarse las elecciones presidenciales. Los analistas políticos consideraron que el PRI, partido de gobierno desde hace más de setenta años, fue el más beneficiado con el tiempo que demandó la resolución del tema. Además de mostrar, claro, una escasísima voluntad de diálogo. Lo cierto es que cuando la Policía Federal entró, la situación venía ya complicada: intelectuales como Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska habían reclamado a los dirigentes estudiantiles una revisión en sus mecanismos de lucha para que pudieran abrirse las puertas de la Universidad y seguir la discusión dentro de su recinto. Muchos de esos intelectuales están hoy arrepentidos. “No es éste el momento de analizar el comportamiento de la dirigencia del CGH. Es el momento de abrir las cárceles y suprimir, por anticonstitucionales, los procesos. Me importó el plebiscito que el rector convocó por compartir el fastidio ante una huelga tan prolongada y costosa, y por eso también participé en un manifiesto de intelectuales, guiado por una certeza: es mejor dialogar en la Universidad abierta y evitar así la represión, sin modificar los derechos del CGH, que respetamos. Si se quiere, y elijo muy destacadamente mi caso, fue un aval para certificar la estupidez de mi reacción política en ese momento”, escribió Monsiváis el jueves 10.
“Consideré que las instalaciones deberían estar abiertas a la influencia de estudiantes y profesores universitarios para que ellos dirimieran una solución. De ninguna manera supusimos que las instalaciones serían recuperadas por la Policía Federal Preventiva”, declaró la actriz y diputada María Rojo. Pero la analista Denisse Dresser, desde la revista Proceso, no los perdona así nomás: “Cuando la crema y nata de la intelligentzia mexicana colocó su peso y su prestigio en contra de la ‘minoría intolerante’, abrió las puertas de las cárceles y entregó las llaves a quienes han hecho de la intolerancia, manual de gobierno. Cuandolos intelectuales pidieron la devolución de las instalaciones dieron a entender que no importaba el método, sino la meta”, escribió.

>>El PRI, el PRD,la CGH y toda la bola
Si existe un partido político en México al que le interesaba más que a otros la resolución en paz de este conflicto, era sin duda el PRD, liderado por el izquierdista Cuahtemoc Cárdenas. Si existe otra agrupación a la que la prolongación del conflicto le resultaba más que favorable, esa es el PRI, partido de gobierno. El cansancio social por una huelga dio como resultado que la policía del Distrito Federal, cuyo gobierno está a cargo de la exitosa Rosario Robles (PRD), tuviera que acatar la orden judicial que exigía el uso de la fuerza pública. Y aunque los uniformados no llevaban armas de fuego (al menos, visibles), nada tapa el hecho de que el partido político que pretende mostrarse como una alternativa de poder realmente democrática y progresista tuviera que estampar la firma para dar cauce a la represión y a las detenciones. En esta disputa, por error de visión histórica, por intereses personales (nunca demostrados con pruebas), o por falta de generosidad política, no estuvieron ajenos los dirigentes del CGH. Particularmente, Alejandro Echavarría (el Mosh) y el profesor Manuel Benítez, quienes con sus posiciones ultras consiguieron ser sospechados de dirigentes pagados por el PRI, por gran parte de la sociedad y por muchos de los escritores, profesores e intelectuales mexicanos.
La vida cotidiana en el transcurso de la huelga, muros adentro de la Universidad, transcurrió entre peleas a golpes, maltratos a quienes no concordaban con las posiciones de los paristas acérrimos y por la adopción de protestas extra-universitarias, que dieron pretexto a la represión estatal. Así fue el caso de los hechos violentos protagonizados por algunos estudiantes a la puerta de la Embajada de los Estados Unidos, en apoyo a las manifestaciones de protesta en Seattle. El tema es complejo, porque en esta historia no faltaron los “porros” (no confundir, aquí se llama así a los infiltrados) que así como se encargaron de destruir gran parte de las instalaciones universitarias, también parecen haber sido los responsables de haber generado la máxima violencia en las puertas de la Embajada.
Si la represión se veía venir, como se encargaron de destacar los propios dirigentes del CGH, ¿por qué no se replegó la huelga para evitar la confrontación?. “No tenía ningún sentido advertir la proximidad de la represión si el movimiento no se ocupaba políticamente de impedirla”, escribió el crítico de arte e investigador de la UNAM Cuauhtémoc Medina.
Más allá de estos cuestionamientos, hay un logro del CGH que pocos se atreven a negarle y es el de haber implantado el tema en la sociedad. En los últimos meses, ni Labastida, ni Cárdenas ni Fox (candidatos presidenciales) consiguieron llamar la atención social. Todo fue UNAM por estos días en México.

>>>>>>Los banqueros
generosos

En México, de cada 100 graduados de la escuela primaria, sólo dos irán a la universidad y sólo uno se recibirá. “¿Adónde irán aquellos que no tienen cabida en el México globalizado, integrado norteamericanizado?”, se pregunta Dresser. La pregunta hace centro en la verdadera raíz del conflicto universitario. Se trata de repensar el concepto de educación pública, de revalorizarlo, para definir, no sólo en México, sino en todo el continente, qué tipo de sociedad se quiere establecer en el futuro.
Las medidas del Banco Mundial para el área son claras al respecto: descartan de base la gratuidad de la educación y proponen un modelo social en el que sólo pueden destacarse las minorías privilegiadas. De cómo seresuelva el conflicto de la UNAM, depende en gran medida de cómo va a resolverse el tema de la educación en todo el continente.
El reglamento general de pago que quiso imponer el ex Rector Barnés, preveía un aumento por diez de los aranceles universitarios. La medida alcanzaba también a los estudiantes extranjeros, que debían pagar 600 dólares semestrales sólo por la matrícula y sumarle a ello el costo (siempre en dólares) de los exámenes extraordinarios. Sólo atendiendo esta situación puede comprenderse la lucha de los estudiantes y el apoyo de sus padres. “Vine al mundo para algo, algo que no es artificial, algo que no es material. Y si puedo ayudar a la gente, lo voy a hacer. A veces es muy triste cuando la gente nos rechaza, no aceptan los volantes en el metro y uno dice: ¿cómo es posible, si nuestra lucha es por los hijos de todos ustedes?”, le dijo Ximena al No, con 18 años y un amparo judicial en su haber. Cuando las puertas de la Universidad se abrieron y la televisión mostró bancos rotos, computadoras destrozadas, paredes con alto deterioro, la Asociación de Banqueros de México convocó a una Cruzada Nacional para la restauración de las instalaciones: abrió ocho cuentas en igual número de bancos. Muchos vieron en este acto de generosidad espontánea, un cargo de culpa.

>>>Los medios
“No veas Televisa, porque te idiotiza. No veas TV Azteca, porque te apendeja”, fue la arenga de la mayoría de los asistentes a una protesta en la puerta del Reclusorio Norte, donde continúan detenidos más de 260 estudiantes. El cántico no hace más que destacar lo que toda conciencia pensante ha considerado en México, lisa y llanamente, como la manipulación cómplice del big brother televisivo. Días antes, durante y después de la recuperación, “la bajada de línea” por parte de los comunicadores televisivos, fue ostensible favorable a la posición gubernamental. En sus bocas, la palabra parista comenzó a ser sinónimo de delincuente. Hoy suena cómico que, en medio de la represión policial, la televisión haya destacado las ocho plantas de marihuana que encontró adentro de la Universidad. Pero en su momento, el detalle generó una ola de indignación entre ciudadanos que estaban hartos de la huelga. La labor de los medios motivó la queja del presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos, Oscar González, quien envió una carta a los presidentes de las televisoras, acusándolos de haberse asumido como “jueces de la conducta de los actores involucrados en el conflicto que no siempre proporcionaron información objetiva, la cual se llegó a contaminar con sesgos informativos, opiniones y juicios de valor que eventualmente pudieron modificar la percepción de este conflicto”.

>Lo que queda
Peligrosos sociales. Así fueron llamados por la Justicia los más de 260 estudiantes que, al cierre de esta edición, permanecen detenidos en el Reclusorio Norte, esperando una solución para este fin de semana. Hay denuncias de que los detenidos fueron torturados. Se recuerda la marcha multitudinaria por las calles del DF, a una semana de los hechos en C.U. (Ciudad Universitaria) y aún se evoca con dolor la violencia que dejó heridos y contusos a cargo de “porros” que quisieron recuperar por la fuerza la Prepa 3, unos días antes de que la policía hiciera lo propio en la Universidad, ya amparados por la ley.
El plebiscito, los chicos que vociferaban con alegría y convicción sus posiciones en el transporte público, los afiches, los murales, las ganas de reiniciar las clases y la promesa del rector De La Fuente de llamar a un Congreso Universitario en el mes próximo (que carecerá de toda representatividad si continúan presos los principales dirigentes). Partes de una historia que todavía no tiene fin. Y en medio de todo, el humor. Un afiche que muestra a una sensual Gloria Trevi diciendo: “Zedillo viola la Autonomía Universitaria, La P.G.R. (Procuraduría General de la República) viola los derechos de los estudiantes, De la Fuente viola los acuerdos del 10 de diciembre. Y todavía dicen que Sergio (por Andrade, su representante, detenido con ella en Brasil) es el violador”.


Historias Argentinas

Christian Castillo, Cecilia Brenda Rossi y Leandro Aníbal Rodríguez, no vinieron a México para visitar las playas de Cancún. Claro que tampoco estaba entre sus planes pasar las vacaciones adentro de las celdas del Reclusorio Norte, pero lo cierto es que junto a la estudiante María Cecilia Feijóo, que reside desde hace dos años en el DF, están tras las rejas acusados de dormir en la Universidad y convertirse ipso facto en parte de los “peligrosos sociales”, inhabilitados para merecer una libertad bajo caución.
Con 32 años y un título de sociólogo en la UBA, en donde da clases, el militante del Partido de Trabajadores Socialistas Christian Castillo, comanda un movimiento de Acción de Solidaridad con el Movimiento Estudiantil Mexicano. “Compartimos con los chicos de la UNAM el objetivo de luchar por la educación gratuita”, le dijo al No desde la prisión. La vida en el penal, cuenta, es bastante tranquila. Juega al fútbol con el Mosh y Benítez, a quienes no considera los líderes del movimiento (“puesto que todos somos compañeros, no hay líderes aquí”, declara) y come la comida que le traen los amigos desde afuera o la que puede comprar en la cantina del Reclusorio. Según Castillo, “El CGH tiene una significación que trasciende el plano mexicano”, y está seguro de que si los medios argentinos ahora se interesan por el tema “es por la presión que están ejerciendo los estudiantes argentinos. En general son todos los medios iguales, trabajan para el poder”.
Castillo está convencido de que lo que pasa en la UNAM, cuyo movimiento alaba “porque no se han vendido y con el tiempo irán logrando más reconocimiento social”, “es una enorme advertencia para todos los ministros de educación del continente que comulguen con la concepción privatizadora. Si Menem tantas veces intentó privatizar nuestra Universidad, y fue una de las pocas cosas que no pudo lograr, por algo será”, concluye. Leandro Rodríguez, estudiante de sociología de 24 años, oriundo de Neuquén y residente en el partido bonaerense de San Martín, milita en un grupo político independiente. Fue detenido, al igual que el resto de sus compatriotas, mientras se estaba llevando a cabo una asamblea. Había ido a escuchar a y a ver de cerca la lucha de los estudiantes mexicanos. “De ninguna manera vinimos a bajar línea. Para nosotros es muy importante conocer, aprender y compartir”, dice. Cecilia Rossi, en cambio, fue por curiosidad a la asamblea. “El clima era tranquilo. Yo no entendía mucho y por momentos me dormía”, confiesa. Tiene 24 años y está impresionada “por la belleza de la Ciudad Universitaria Mexicana. En la Argentina no tenemos nada igual”.
Durante la primera semana de detención, la embajada argentina se desentendió de ellos y los exhortó a “que se las arreglaran solos”. La presión ejercida por sus compañeros en Buenos Aires revirtió la situación y ahora tienen abogado y al personal diplomático trabajando para ellos. Los cuatro argentinos detenidos están bajo el cargo de despojo. La ley les permite salir bajo fianza, pero la jueza antepuso el agravante de “peligrosidad social por pernoctar una noche en la Universidad” para evitar su salida de la cárcel. Todos dicen haber sido bien tratados, estar de buen ánimo y acordar con los principios de la educación pública y gratuita. A quienes están haciendo una huelga de hambre frente a la embajada mexicana en Buenos Aires, el mensaje es claro. Aguante.