Todavía
parte de una minoritaria subcultura urbana y con mucho de acto reflejo
de imitación, el hip hop argentino despierta a la nueva década
con un planteo básico: ser local o no ser. Así las cosas,
estos chicos de tapa dicen lo suyo y piensan en el futuro del género.
TEXTO:PABLO
PLOTKIN
FOTOS:TAMARA PINCO
Mientras
en Estados Unidos el hip hop cambió de cara cientos de veces y
se impuso como el género triunfador del planeta rock de los noventa,
en la Argentina nunca consiguió entidad suficiente, ni mucho menos
renovación y tampoco sintonía con el público masivo.
En el norte se llamó en todas sus variantes Dr. Dre,
Beastie Boys, Cypress Hill, Tupac Shakur, Beck, Lauryn Hill, Wu Tang Clan,
Puff Daddy, Limp Bizkit. Fue rudo, sensual, permeable, cerrado, gangsta,
gracioso, negro, blanco, chicano. Como ocurrió tantas veces, una
música surgida de la Norteamérica negra se expandió
hasta alcanzar a los blancos, y entonces convertirse en producto de exportación.
Los cinco rappers aquí presentados pertenecen a lo que sería
una tercera generación nacional. La historia empezó con
el estereotipado y pionero mediático Jazzy Mel, después
siguió con una camada aún vigente (la de Bola 8, el gangsta
rapper Super A y otros tantos), y ahora aparece un puñado de chicos
(muchos del conurbano bonaerense) que casi no sueñan con ser estrellas.
Cierto realismo probablemente transmitido por sus desencantados
predecesores se ha apoderado de la escena, y ahora los chicos sólo
quieren divertirse, contar historias y decir la verdad. Pocos
se toman en serio la leyenda gángster, simplemente porque aquí
nunca la hubo en esos términos, aunque algunos de ellos viven en
barrios donde no hay oro ni limusinas pero sí armas, drogas y cabezas
rotas a la salida de las bailantas. Porque si en Estados Unidos los rappers
son protagonistas de las historias que cuentan, acá se transformaron
en testigos. Ser rapper en un barrio bajo del conurbano es ser el bicho
raro, el pibe con los pantalones caídos, el gil
que la va de gringo. Y desde ese rincón cuentan el mundo. Así
que sólo les queda ir a las disco especializadas, juntarse con
colegas y alimentar secretamente la ilusión de que algún
día el hip hop se baile en cualquier esquina. Por ahora eso queda
en otro planeta.
El
Poeta
de Las Tinieblas
Soy de Avellaneda, del lado sur de la provincia, se presenta
Luis Sebastián Castelli (alias Chiquito), una de las voces de
Delincuentes del Sur. Con 22 años, El Poeta de las Tinieblas
(su alter ego solista) canta su visión del conurbano, lo
difícil que es vivir de ese lado. Lo que implica
salir un día a la calle, y volver a la noche, atravesar todos
los días las tinieblas, describe con tono sombrío
este rapper que también es ¡analista de sistemas! La historia
empieza cuando Super A se cruzó con él en un boliche y
le propuso ser su segunda voz. Un tiempo después formó
Delincuentes del Sur con amigos del barrio, y grabaron para el compilado
Nación Hip Hop 2 (1999). Me tienen encasillado en el gangsta
rap, explica Chiquito. Yo no me encasillo en ningún
lado. En ninguna letra digo que ando a los tiros. Hay gente mucho más
gangsta que nosotros, yestá en el gobierno. Casi toda la
escena considerada gangsta se agrupa en ADS (Aliados del Sur), una organización
virtual de las bandas y artistas de la zona. Acá los mafiosos
son pibes que escuchan cumbia y viven en la villa. Andan de fierro,
cuidan el barrio. Eso pasa donde vivimos nosotros: Avellaneda, Gerli,
Lanús, cuenta el Poeta. Y cada uno sabe las cosas
que hizo y las cosas que hará. Decirlo es mandarte al muere,
¿entendés? Yo hablo de amigos muertos, presos, arruinados
por la droga. El barrio. Pero hay cosas que podés contar y cosas
que no. Algunas las cuento camufladas, y la gente del lado sur se va
a dar cuenta de lo que estoy hablando. El resto de la gente va a tener
que prestar mucha atención.
Ostentando el respeto que hemos ganado hace tiempo/ partiendo
muñecas como un queso, canta Chiquito en Te Equivocaste,
de Delincuentes. ¿Alguien necesita traducción?
Calibre...
Alejandro Sotelo tenía ocho años cuando escuchó
por primera vez Public Enemy, en 1991. Dos chaboncitos que iban
al colegio con mi hermana y vivían a la vuelta de casa habían
estado en Estados Unidos. Yo los miraba y decía qué
onda, relata el artista ahora conocido como Calibre (17
años). Un día me grabaron algunas cosas, y me gustó.
Pero era re-pendejo, no entendía nada. Sólo me llamaba
la atención la manera de vestirse de los chaboncitos. Habitante
de la Villa Primavera (o el Barrio Sur) de Quilmes, Alejandro empezó
a rappear en 1995 al frente del grupo Mister Tu (homenaje a Tupac).
Influido por el gangsta rap y el G-Funk, el MC precoz abandonó
el combinado y formó Live 4 The Gun. En una fecha en Mex, un
boliche careta de Quilmes, conoció a Jam, de Soul
Nigga, que empezó a componer las bases para él. Me
puse Calibre porque mi papá trabajaba en la Prefectura, y yo
siempre miraba el arma, la quería agarrar. Era toda una fantasía
que me hacía con el gangsta rap. Estaba bueno, recuerda.
Con ese seudónimo grabó un tema para el compilado Argentina
Under Hip Hop, colaboró con Puntero, Impala y Cultura Gangsta
(aquellos chaboncitos del barrio), y participó de Entre el Cielo
y el Infierno, un catálogo de artistas de la pequeña productora
El Otro Lado. Ahora está a punto de sacar su primer Ep, Soy Dios.
Mi vieja me decía: vos querés vivir del rap,
querés ser Dios, cuenta. Así que yo
sacando un disco, aunque sea un simple, me siento Dios. Más en
mi barrio, donde por ser rapero te dicen de todo. En mi barrio los gangsta
escuchan cumbia: los chabones se agarran a los tiros, las minas se cagan
a palazos. Y yo... Con alguno me tengo que agarrar, con otro me hago
el boludo porque es más grande, ¿viste? Los villeros son
así: le pegás a uno y te vienen 50 mil hermanos.
Neia
Ella dice que le gusta escuchar cosas con sentido, cosas positivas.
También dice que no le gustan las rappers que se hacen
mucho las perras. No me caben ni un poco, enfatiza.
Para hablar de los comienzos de Neia hay que hablar del presente. Acaba
de iniciarse en el hip hop de la mano de su novio Juan Marcelo Bianco
(alias Jam), responsable de la productoraEl Otro Lado e integrante de
Soul Nigga. Noelia cantaba de chica en el coro de una iglesia de Quilmes.
Nunca dejó de cantar, pero su vida rapper empieza con el dúo
Rap Philosophy y los coros en el grupo de su novio. Ahora decidí
mandarme sola, dice ella. Cuando compartís un proyecto
no podés decir realmente todo lo que querés, o al menos
tenés que estar de acuerdo con la otra persona. Con Rap Philosophy
teníamos una canción sobre el aborto, y yo la verdad es
que no me sentía con derecho a hablar de eso. A mí no
me gusta que las pibas aborten como si fueran al kiosco a comprar caramelos.
Conocí una historia demasiado triste como para hacerme la proabortista.
A Neia le gusta Lauryn Hill, TLC, y de ninguna manera adhiere a la filosofía
del rap callejero, compadrito y delincuente. Entiendo el resentimiento
de los gangsta rappers, pero no lo justifico. Para mí el rap
no es un género de marginales, define. Esa no es
mi realidad, aparte. No es que viva en una mansión, pero no ando
peleándome en la calle. Además, no me parece bien andar
tirándole mierda a la gente. Mientras planea retomar el
secundario, la chica de trencitas dice no tener esperanzas de comer
del hip hop. Quiero estudiar, para el día de mañana
poder ser algo, sigue. Me gusta la administración
de empresas. ¿El rap? El rap es diversión, aunque eso
no quita que quiera llegar lo más lejos posible.
Lord
Una definición de un rapper adolescente argentino que hace pedazos
la mística callejera del género. Si puedo estar
en mi casa, tranquilo, mejor. Antes nos juntábamos en la calle,
pero era demasiado rústica y problemática para nosotros.
Habla Lord (17 años), MC de Punto Cero y rapper de mente abierta.
El hip hop es una mezcla de estilos y culturas, apunta.
Podemos escuchar salsa, o boleros, y meterlos en nuestros temas.
El folklore, la música clásica, todo: si me gusta, lo
escucho. El esquema del trío que integra Lord se completa
con otro cantante y un Dj. Surgieron de tres barrios porteños
Flores, San Telmo y Once dos años atrás, con
la idea de hacer rap sin instrumentación. Todo bases y vocalización.
El rap habla de cosas reales, es un espejo de la sociedad. Es
el método más expresivo de decir la verdad. Y nosotros
queremos mantener eso, explica. Acá todavía
está esa cosa de decir uy, estos pibes que se copian de
los norteamericanos. Y la verdad es que a mí no me atrae
el estilo de vida de los gangsta. Esa es su realidad, y si tienen que
matarse es problema de ellos. Mi manera de hacer hip hop va de acuerdo
con mi modo de vida: yo no mato gente, y nadie tiene ganas de matarme,
por ahora. Acá hay muchos que andan con arma sólo para
copiar a los gangsta. Pero nadie se la cree. Si querés tiros,
andá a Fantástico. Lord pronostica un éxito
inexorable para el rap argentino. Tal vez tardío, pero inexorable:
Puede pegar en dos años, en diez, o en cuarenta. Tarde
o temprano va a pegar, porque es una música que se inserta en
la sociedad. Es algo que a la gente termina gustándole.
Ariel
Tres chicos de Villa Luzuriaga (San Justo) armados con casettes y algunos
discos de hip hop francés y neoyorquino fundaron Conciencia Juvenil
hace siete meses. De entonces a hoy, rapearon sobre escenarios de Isidro
Casanova, el Centro, Laferrere, Tortuguitas. Cristian Ariel 18
años, alumno de cuarto año y aficionado a la aeronáutica
es uno de los MCs, y sabe que no hay que perder el tiempo. Sobre
eso cantamos... Me gusta aconsejar para que la gente no haga cualquiera.
Me gusta decir la verdad, pronuncia el muchachito, que canta cosas
como en el oeste donde la gente es humilde pobre como uno/ eso
me llena de orgullo no como cuando voy a la ciudad me discriminan.
Apadrinados y producidos por Mike Dee (Bola 8), los Conciencia prefieren
las bases tristes, con arreglos de violines, flautas, piano, bajo. Una
densidad aprendida de los franceses. Respeto mucho a los raperos
yanquis de ahí vino la escuela, pero me gustaría
que la cosa crezca acá, que la nación hip hop tenga su
propio estilo, opina. Mi vida es bastante más común
que la de un gangsta rapper neoyorquino fiestas, problemas, limusinas.
En mi barrio no hay mucho de eso: salimos, vamos a bailar a lugares
donde pasen rap, jugamos a la pelota. Es la vida común y corriente
de cualquier chico de barrio. Yo elegí el rap porque era lo que
más me servía para expresarme. El rock nunca nos sirvió
para decir lo que queríamos, y la cumbia tampoco: la cumbia es
más fiesta, y bardean con otras cosas. La juventud ahora está
enquilombada, y es mejor tirar palabras buenas antes que tirar quilombo,
como hacen muchos. Eso no me gusta.
|