La
increíble gira de Heber Orona por la siete cumbres del planeta
Este
pibe
se va para
arriba
En
sólo 14 meses piensa subir a las montañas más altas
de cada continente. Es el único argentino que escaló el
Everest sin recurrir a ningún complemento de oxígeno y el
Aconcagua es casi como el patio de su casa. Aquí, la historia de
alguien que vive para mirar el mundo desde las alturas.
TEXTO:
BRUNO MASSERE
FOTOS: TAMARA PINCO
Cuando
el año pasado volví del Everest me puse a pensar qué
podía hacer para superar eso. Y entonces, Heber Orona 30
años, montañista y entusiasta de los desafíos
no tardó demasiado en encontrar una buena excusa para seguir subiendo
a cuanta pared se interponga en su camino. Aunque esta vez no iba a ser
una expedición al Aconcagua (al que subió ¡19 veces!),
tampoco al Himalaya o al Everest. O sí, pero varias de ellas en
forma consecutiva. El nuevo sueño de Heber o mejor, lo que
no lo dejaba dormir consistía en poder alcanzar la cumbre
más alta de cada continente y en sólo catorce meses. ¿Qué
tal?
De chico vivía muy cerca de la cordillera, en un pueblito
que se llama Polvaredas. Ahí empecé a escalar algunos cerros,
pero recién a los 20 me hice profesional. Después
vendría el título de instructor de andinismo, su trabajo
como guía y una carrera ascendente que da para las
estadísticas: al día de hoy lleva ascendidas más
de 15 montañas de 6000 metros, unas 50 de 5000 metros y más
de 300 que van de los 1500 a los 5000 metros. Sentís que
estás transgrediendo algo, como que rompés una barrera que
la mayoría no puede pasar. Heber intenta explicar lo que
se siente cuando se llega la cumbre, cuando ya no quedan más nubes
alrededor. Esta vez esa sensación se repetirá en siete ocasiones,
en una recorrida que lo depositará sucesivamente en Alaska, sur
de Rusia, Nueva Guinea, la Antártida, la Argentina, El Tíbet
y Tanzania (ver La aventura del hombre).
Es la montaña más fría del mundo, hay que soportar
entre 20 y 40 grados bajo cero, informa. El lugar en cuestión
es el McKinley y Heber ya partió hacia allí el 1º de
julio. Como es posible de suponer, la zona no es la más hospitalaria:
avalanchas, nieve blanda (¿qué tal hundirse hasta el cuello
en la nieve?) y grietas varias. La expedición demandó varios
meses de preparación y una búsqueda de sponsors que también
llevó su tiempo, al tratarse de un proyecto bastante caro. El premio:
ser el primer argentino en lograr esta hazaña y bajar la marca
vigente en esta prueba, que data de 1998.
Todavía no lo puedo subir con los ojos cerrados, pero prácticamente
conozco de memoria ciertos caminos. Es mi medio de trabajo, dice
del Aconcagua, un viejo conocido. Pero esa montaña no es la única
entre las viejas conocidas de Heber, su currículum también
recuerda ascensiones al monte Everest y al monte Malakú, dos de
los más altos del mundo.
Lo peor de todo fue el hambre que pasé, recuerda de
su paso por el Everest. Un mal cálculo en las raciones de comida
que necesitaría la expedición derivó en un ayuno
obligatorio en un lugar cómo decirlo poco propicio
para este tipo de prácticas. Heber formó parte de un grupo
internacional entre los que había rusos y búlgaros, y donde
aprendió que la solidaridad no siempre reina en la montaña.
Estar cerca de la cumbre más alta del planeta genera en mucha
gente un egoísmo muy fuerte, todos quieren llegar a toda costa
y no les importa nada ni nadie. Es riesgoso encontrarse con gente así
en el caso de que uno necesite ayuda, dice.
Prefería hacerlo sin tubos de oxígeno porque me parecía
lo más ético y deportivo posible. A diferencia de
la gran mayoría que recurre a la ayuda de tubos de oxígeno
para poder alcanzar la cumbre, el montañista mendocino subió
más que nunca a pulmón los 8800 metros, soportando
el agitamiento y la disminución de la temperatura corporal que
provocan la escasez de oxígeno a gran altura (es el primer argentino
en haberlo logrado). Cuando me fui al Everest lo hice con muy pocas
precauciones, ni siquiera había llevado la ropa adecuada. Además,
me fui con deudas y volví con más, casi no tenía
auspiciantes. Sin embargo, un golpe de suerte lo salvó del
regreso: en la base encontró por casualidad a un amigo mexicano
con un traje justo para su talla, que, casualmente, no pensaba utilizar.
El día que hicimos cumbre me crucé con cinco cadáveres,
pero mis compañeros dicen haber visto más de diez.
El camino hacia lo más alto no es para todos y durante el ascenso
los cuerpos casi sepultados se ocupande recordárselo al que pasa.
Heber y el resto del grupo utilizaron la ruta tibetana la misma
que él usará esta vez, por mucho tiempo cerrada debido
a los conflictos de la zona, los mismos que desvelan al beastie boy Adam
Yauch.
Tengo que atravesar una buena parte por la selva y luego otro tanto
en helicóptero para no pasar por una zona donde hay dos tribus
en conflicto. Heber no quiere terminar su expedición en manos
de tribus de Nueva Guinea, por lo que en este caso piensa tomar sus recaudos.
También habrá selva cuando sea el turno del Kilimanjaro
fin de la travesía, aunque allí no habrá
tribus que evitar, al menos en los papeles. Es quizás la
parte más difícil, y el comienzo del 2001 me encontrará
a pleno en ese lugar, asegura el muchacho refiriéndose a
la etapa antártica de las Siete Cumbres. Está previsto que
el ascenso al Vinson muy cercano al Polo Sur, al que se llega una
vez atravesados el glaciar Branscomb y una compleja zona de grietas
lo encontrará festejando el Año Nuevo, y el brindis tendrá
que ser obligatoriamente a distancia.
La idea es aprovechar la tecnología disponible y que la gente
se pueda enterar de todo esto en cualquier momento, dice. Entonces,
aquellos que quieran seguir cada paso de Heber podrán hacerlo www.aventurarse.com,
donde habrá un seguimiento de sus actividades, crónicas
de la expedición y hasta la posibilidad de charlar con él
en algún momento. Otro objetivo que sigue de cerca toda esta movida
es el de realizar un petitorio conservacionista a las Naciones Unidas
y, como no podía ser de otra manera, nuestro montañista
dará el ejemplo recolectando cada residuo que se genere durante
la misión. Siempre queda algo por hacer, quizás cruzar
alguno de los polos, o subir más montañas en el Himalaya.
Heber sabe que si le va bien con esto ya no le quedará mucho por
subir en este mundo. Pero eso será un tema para reflexionar
más adelante, dice. Por ahora, quiere subir. Cada vez más
alto.
La
verdadera aventura del hombre
La travesía
de Heber tuvo su punto de partida el 1 de junio, cuando voló
rumbo a Alaska para subirse al McKinley (6194 metros), en una expedición
de veinte días con temperaturas promedio de 20 grados bajo
cero (...) y constante peligro de avalanchas. De ahí después
de un par de meses en la Argentina partirá a fines
de setiembre con destino al Elbrus (5642 metros), al sur de Rusia,
donde tendrá que atravesar nada menos que un glaciar con
una inclinación de 45 grados. Sólo cinco días
después de finalizada esta expedición, el desafío
será la Pirámide de Cartensz (Nueva Guinea, 5029 metros),
donde en 17 días tendrá que sortear un buen trecho
de zona selvática y saltear con un helicóptero una
zona de conflictos tribales. Para las fiestas (entre diciembre de
este año y enero del 2001) le llegará el turno a la
Antártida, la más compleja desde el punto de vista
logístico: es zona de glaciares, grietas y, obviamente, mucho
frío. Así es como Heber pasará su año
nuevo brindando en el Vinson, de 4897 metros de altura. Después
vendrá el Aconcagua (6962 metros), alto, pero casi como el
patio de su casa. En marzo la acción se trasladará
al Everest (8842 metros, la mayor altura del planeta), en una expedición
de casi 80 días de escalada técnica sobre tierras
tibetanas y nepalesas. Y para el final, la cumbre del Kilimanjaro
(5895 metros, en Africa) recibirá al héroe, que antes
deberá sortear durante varios días la selva de Tanzania.
En sólo catorce meses, Heber habrá subido a las cumbres
más altas de los siete continentes. Ni Pancho Ibáñez
lo hubiese creído.
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