RADIOHEAD
EN VIVO, EL SHOW DE ROCK MAS INTENSO DEL MOMENTO
Rescate
emotivo
Un
enviado del No estuvo ahí para contarlo: Victoria Park, Londres, y en
el verde césped una carpa como de circo intergaláctico convertida en el
recinto ideal, perfecto, para escuchar a la banda británica artie del
nuevo siglo. Además, un adelanto sobre el inminente Kid A, declaraciones
de los protagonistas y un recorrido por una corta pero rica historia discográfica.
TEXTOS
EDUARDO FABREGAT
desde LONDRES
This
is what you get...
This is what you get...
This is what you get when
you mess with us.
Hace
apenas quince minutos que Radiohead está sobre el escenario, y
la carpa instalada en el Victoria Park arde. En la noche londinense, diez
mil voces se unen para uno de los momentos más conmovedores de
OK Computer, y a la vez en una buena síntesis del paso posterior
a ese disco que vendió millones e instaló al quinteto en
Las Grandes Ligas. Las Grandes Ligas, claro, suponen una carga que Radiohead
no quiere soportar. Los medios y el ultrafanatismo planetario se encargaron
de colgarle las banderitas de La mejor banda del mundo y El
mejor disco de la historia, jodieron la dinámica, los nervios
y la paciencia del grupo. Y lo que consiguieron fue una espera de cuatro
años y fracción. Y al cabo de esa espera, lo que consiguieron
fue Kid A.
Kid A,
el álbum que Radiohead publicará oficialmente el próximo
lunes, tuvo varias premières en el medio electrónico de
estos tiempos. Las diez canciones reveladas en Internet confirmaron lo
que el diario del guitarrista Ed OBrien venía sugiriendo
en el sitio oficial de la banda: el cuarto disco no es otro OK Computer,
ni menos aún respeta las estructuras melódicas
de ese otro gran disco que es The Bends. Kid A es un disco tortuoso, impredecible,
desafiante... Pero ante todo es un disco bueno (ya se sabe: más
vale evitar los superlativos con Radiohead). Uno tan inspirado como los
anteriores, pero con la inspiración focalizada en una dirección
muy atrevida. Y un disco que, pese a todas las palabras que pueden leerse
en los medios gráficos y los websites de todo el mundo -palabras
que hablan de rarezas, deformidades y cosas intraducibles fuera del estudio,
puede ser perfectamente trasladado al escenario.
La demostración
está en esa gigantesca carpa azul de sonido perfecto (y perfecto
no es una aproximación sino la palabra correcta), llena de picos
y luces rojas titilantes, que el grupo diseñó y montó
para una cita secreta en esta ciudad, casi sin difusión,
y aun así suficiente para llenar el sitio el sábado, domingo
y lunes pasados. The national anthem y Morning bell,
las canciones que abren la lista, son demasiado nuevas para provocar una
reacción generalizada, pero fijan el tono de hechizo que ganará
todo el show. En ello tienen mucho que ver las capas de guitarra que dispara
OBrien y la base nada convencional de Phil Selway y Colin Greenwood,
pero también una de las estrellas de Kid A, a cargo de Johnny Greenwood:
un extraño instrumento llamado Ondas Martenot y al que puede identificarse
rápidamente al recordar la banda de sonido de Viaje a las
estrellas y Mars attacks!, ese teclado-símil de voz femenina
ideal para recrear atmósferas extraterrestres.
En el
medio está el hombre pequeño que, enfrentado a una multitud
de 40 mil personas en Dublín (en 1997), quedó casi paralizado
y sólo pudo pensar en el título para una nueva canción,
que sobrevivió a las tormentas y las noches de bloqueo
creativas: How to disappear completely (Cómo desaparecer
completamente). Thom Yorke no puede desaparecer del ojo público
al menos, no fácilmente, pero sí convertir su
presencia bajo las luces en algo inquietante, antes que en la típica
relación rockstarpúblico. Temblando frente al micrófono,
Yorke liquida la oscura, casi tenebrosa Morning bell con un
tímido Thank you very much y lo que sigue desata la
primera explosión: la guitarra torturada y el ritmo contracturado
de Airbag, apertura de OK Computer, le dan a la gente un shot
de adrenalina que se refuerza con Karma police, alcanza un
punto de quiebre emocional con una bellísima versión de
No surprises (en la que Jonny puntea la melodía de
caja de música en un vibráfono casi infantil), y desemboca
poco después en una apoteótica Paranoid android.
Ya no importa cuán difícil resulte la audición de
Kid A y cómo se engancha eso con el historial de Radiohead. Lo
que queda a la vista, al oído, es una banda que no necesita la
grandilocuencia ni los brotes de ego para cacarear sus virtudes. De eso,
también, trata todo lo que acompaña a esta nueva etapa de
la banda inglesa. El quinteto no quiere saber nada de grandes campañas
de marketing, ni sesiones de fotos ni inagotables rondas de prensa: la
difusión de Kid A es a través de una serie de imágenes
deformadas de los cinco integrantes, con ojos tan marcianos como el Ondas
Martenot, que aparecieron sin ningún texto explicativo en los subtes
de Londres y proyectadas en lugares como la torre del mismísimo
Palacio de Westminster. Estoy harto de ver mi cara en todas partes,
y no siento que me lo haya ganado. No estamos interesados en ser celebridades,
aunque hay gente que tiene otros planes. Bueno, a ver si se atreven a
poner esto en un poster, dice Yorke sobre la idea, nacida de sus
jugueteos en la Mac con programas de edición fotográfica.
El disco,
además, no tendrá singles ni clips para la heavy rotation,
aunque es más que probable que, una vez lanzado al mercado, la
gente se las arregle para identificar como hits a títulos
como el deforme Idioteque, la hermosa In limbo
(la primera en ser grabada, bajo el working title de Lost at sea)
y Everything in its right place, la canción que cierra
el cuerpo del show de Victoria Park y deja a la multitud en llamas, pidiendo
más.
Y hay
más. Apenas un par de minutos después, Yorke vuelve a colgarse
la guitarra acústica, y algo en el aire, intuición nacida
del clima de concierto, asegura que The bends (que ya entregó momentos
de alta intensidad como el salvaje My iron lung) va a volver
a sonar, y sólo hay dos opciones: High & dry o
Fake plastic trees. Cualquiera de las dos podría hacer
rendir al corazón más duro, pero Yorke elige hablar de árboles
artificiales y contorsionarse una vez más, y estrujar el alma de
todos los presentes con ese estribillo final que vuelve a recordar que
en el ADN de Radiohead hay una rama proveniente del genoma de Pink Floyd.
Para confirmarlo suenan Lucky y Exit music (for a film)
y las últimas dos sorpresas son la inesperada aparición
de Talk show host, el tema que el grupo entregó para
la banda de sonido de Romeo + Juliet, y una intervención casi solitaria
de Yorke al piano, perteneciente al bloque de 14 canciones que quedaron
fuera de Kid A, y que formarían parte de un nuevo disco a editarse
a comienzos de 2001. Otro Thank you, nada de abrazos al borde
del escenario y celebración estelar, simplemente irse al cabo de
dos horas que pasaron como un suspiro, pero dejaron una marca indeleble.
¿Qué
están buscando con esto? ¿Enojar a la prensa? ¿Enojar
a los fans? ¿No es razonable que los quieran ver como son?,
le pregunta un periodista a Thom Yorke en el último número
de la revista Q. No, no es nada de eso, responde el cantante
del ojo fijo. Sólo estamos... Siendo creativos. En
cualquier otro músico un Gallagher, por ejemplo, la
frase sonaría insoportable. Tratándose de Radiohead, no
es más que la exacta apreciación de la potencia de un grupo
que, perdón, cambió sustancialmente el panorama de la música
británica de los últimos tiempos. Esto es lo que pasa cuando
joden a Radiohead: te vuelan la cabeza.
Kid A, modelo
para armar ¿Está sucediendo?
¿Está
sucediendo?
PABLO
PLOTKIN
Así
que Thom Yorke opina como puede leerse aquí al lado
que el suicidio comercial es un buen final para una banda de rock. Y Radiohead
lo consiguió. Es decir, Kid A no es la muerte de nada (ni siquiera
en su relación con la industria) pero, hasta nuevo aviso, el universo
pop rock puede ir tachándole a Radiohead el rótulo de Mi
Banda Favorita ¿Thom suspira de alivio? Pocas veces el vuelco artístico
de un grupo pudo preverse con tanta claridad como éste. Pocos discos
fueron consagradas a la Historia tan instantáneamente como OK Computer,
y pocos escritores de canciones exhibieron de tal modo su angustia como
Mr. Yorke.
Kid A
ya merece el premio al álbum más acomplejado del año.
Toda una vida perfeccionándose en el ejercicio de la melodía
para terminar masacrándola en su disco más esperado. ¿Alguien
podría suponer otra cosa? Pero he aquí lo más importante:
a pesar del manejo sonoro anti-radial, Radiohead no pudo deshacerse de
su sentido de la belleza. Everything in its right place inaugura
el álbum con una marea de teclados, sonidos en fuga y la voz de
Yorke pendiendo de un hilo. Kid A es una canción de
cuna psicótica (que sueñes con los jorobaditos), de ritmo
coagulado, que termina justamente ahogada en una especie de llanto de
bebé. En The National Anthem aparece por primera vez
Radiohead como quinteto de rock. Las capas de sonido se superponen, entran
en plano saxos y trombones alocados, y el tema termina en manos de una
orquesta de jazz descarriada. How to disappear completely
es una hermosa canción de guitarras. El cantante muere de angustia
en versos como Im not here, this is not happening (no
estoy acá, esto no está sucediendo) y se pierde en
el fondo con un canto de sirena deforme. Entones sigue Treefingers,
un instrumental cuasi Eno que funciona como un agujero negro de casi cinco
minutos.
A esta
altura, Kid A no te enamoró, pero te provocó temblores efímeros.
Las expectativas de escuchar El Gran Disco se diluyeron, pero es imposible
enojarte ante tremenda sensibilidad. Con Optimistic vuelve
la banda de rock: Yorke se atreve a entonar hasta un uuuhhhh,
hay estribillo, coros y una vuelta de tuerca que remite a la atmósfera
Paranoid Android. Idioteque es música disco
tocada por fotofóbicos. Una base de máquinas dura, con bombos
discordantes rompiendo el ritmo, le dan fondo a un Thom Yorke que parece
arrancarse los pelos mientras canta ahora sí esto
realmente está sucediendo. Las esperanzas de que todo fuera
una pesadilla (despertar en su apacible casa de Oxford como un artista
anónimo, y no la horrible estrella de rock en que se
convirtió) se hicieron pedazos. Morning Bell es una
canción de amor y la última concesión pop del álbum.
Motion Picture Soundtrack lo cierra en cámara lenta,
con órganos que suenan a Disneylandia y esa increíble voz
comiéndote el cerebro para que decidas si ponerlo de vuelta, desconfiar
de tanto instinto autodestructivo, enamorarte, o venderlo en Parque Rivadavia
para volver a comprarlo dentro de un mes, cuando te des cuenta de que
estaba mejor de lo que creías. Como sea, no entrará en los
rankings de mejores discos de la historia y esas cosas que
tanto le gusta hacer cada año a la prensa británica. Para
Radiohead, misión cumplida.
Anti
ego trip
-
Ocurre que vivimos en una era en que la música grabada es
distribuida por todo el mundo y las bandas están destinadas a ser
casi súper-humanas. No es una cosa muy saludable (Ed OBrien).
- Creo que Thom (Yorke) está en la línea de los John
Lennon, de los David Bowie, es parte de ese linaje. Tiene un don increíble.
Vos mirás a Thom, y siempre está moviéndose, es muy
rápido. Tiene una psiquis y un cerebro increíbles
(OBrien).
- Estaba harto de todas las analogías con el rock progresivo,
particularmente porque odio esa música. Pensé que la única
manera de hacer la antítesis de Ok Computer era deshacernos de
todos los efectos, hacer que las guitarras sonaran realmente lindas y
tocar algo enérgico, vivaz. Si vas a hacer un disco que suene diferente,
tenés que cambiar la metodología. Y es terrorífico:
todos se sienten inseguros. Yo soy guitarrista, y de golpe es como bueno,
no hay guitarras en este tema, o no hay batería. Johnny, yo, Coz
y Phil tuvimos que adaptar nuestras cabezas a eso, participar de una canción
sin tocar siquiera una nota. Fue una prueba para la banda: ¿sobreviviríamos
con nuestros egos intactos? (OBrien). * Lo que estamos
atravesando en este momento, lo que tenemos que decirnos a nosotros mismos,
es que estamos embarcándonos en una nueva ruta. No podríamos
sobrellevarlo de la manera en que lo hicimos hasta ahora. Es un cliché,
pero lo que hemos hecho es separar a la banda y reformarla con los mismos
cinco integrantes... Sabés, creo que una de las normas éticas
más importantes de Radiohead es no ser nostálgicos. Nunca
hablamos de la escuela. Fuimos juntos a la misma escuela, pero nunca miramos
atrás. Nunca hablamos de lo que hicimos en el pasado (OBrien).
- He perdido el interés de cantar. Kid A va de atmósferas,
aunque no es rock progresivo. No, no creo que sean canciones. Es música.
Será difícil para el público de rock. Me preocupan,
por otro lado, los discos que hay que explicar antes de oír. Odiaría
que Kid A fuera como uno de esos cuadros que se cuelgan en una habitación
llena de gente que toma vino blanco y mira el cuadro y dice ¡oh!.
Estábamos hastiados de intentar ser radicales, en un callejón
sin salida. Tras Ok Computer estuve bloqueado durante casi dos años,
muy paranoico ante el hecho de expresarme como un tipo jodido... y obvio.
Tiraba todo lo que escribía, no soportaba reconocerme tanto en
las letras (Yorke).
- Agarré el compact de Kid A, lo rompí y lo tiré
a la basura. Me sentí muy bien, como si el nuevo disco de Radiohead
fuera problema de otro (Yorke).
- Espero que Kid A sea un suicidio comercial. No es un mal final
para una banda de rock que nunca quiso estar en primer lugar, pero que
la mercadotecnia convino que sí. Creo que Radiohead se ha suicidado.
No, no lo sé. Sí. En fin, ya he tenido suficiente rock para
toda la vida. Ya sabés, somos una banda de rock. Y no voy a pedir
perdón por ello. Pero realmente me siento avergonzado por ello
(Yorke).
Textuales de los pibes de Radiohead en sendas entrevistas publicadas
por la revista inglesa Q y el suplemento Tentaciones del diario
El País de España.
Tres
instantes
R.C
Pablo Honey (1993)
No se
puede hablar de este álbum sin referirse de entrada a Creep,
algo así como un himno al joven desajustado. ¿Cómo
escuchar a Thom Yorke cantar Soy un freak y no recordar noches
en las que el mundo parece haberse vuelto en contra? Creep era
un temazo que puso al quinteto en el mapa rockero global, pero el resto
del disco carecía de cohesión (y canciones). El disco poseía
un sonido entre U2 de los comienzos y los últimos resabios del grunge:
en medio de la calma, inesperados ataques a tres guitarras. Podio olímpico.
Creep (oro), Anyone Can Play Guitar (plata), Stop
Whispering (bronce).
The Bends (1995)
Sinceramente,
después de Pablo Honey, ¿alguien imaginaba que Radiohead
podía salirse con una obra "madura"? Los cortes abruptos
continuaban, lo mismo que los ataques eléctricos, pero las texturas
sonoras se adueñaban de (mejores) canciones melancólicas
y a menudo desesperadas. En el momento de su aparición el disco
fue subvalorado, pero luego se reconoció su verdadera calidad.
Tal vez el problema fue que estuvo justo entre el éxito radial
de Creep, nunca a su altura, y el suceso mundial posterior
de OK Computer. Podio olímpico. Fake Plastic Trees
(oro), My Iron Lung (plata), High and Dry (bronce).
OK Computer (1997)
La
revista inglesa Q, en un alarde de orgullo inglés, lo eligió
hace poco como el segundo mejor álbum de la historia. Antes, sus
lectores lo habían consagrado en el primer puesto. Tal vez demasiado,
aunque se trata de una obra maestra, un momento de música para
la historia. Yorke le canta como nadie a la fragilidad y a la alienación
del hombre en el mundo moderno, mientras la banda construye paisajes sónicos
abigarrados y decididamente floydianos. Y no le queda mal, nada mal: un
clásico instantáneo. Podio olímpico. Paranoid
Android, Karma Police (oro compartido, además
de todo por los dos videos), Airbag (bronce).
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