LA
PROTESTA EN EL SIGLO XXI: EN LA CALLE Y DESDE LA COMPU
Combatiendo al capital
(era obvio, ¿no?)
Nuevas y viejas formas de lucha se mezclan tanto como la entidad y el
pelaje de los militantes antigloba-lización. Esta semana, en la reunión
anual del FMI, volvió a suceder un fenómeno que comenzó en Seattle, el
año pasado, y que promete marcar la resistencia contra el poder financiero
mundial. Ah, estuvo Bono, pero eso no es novedad...
TEXTOS
ALEJANDRO MARINELLI
Ahora
le tocó a Praga. Como en todas las cumbres del Fondo Monetario
Internacional (FMI) o del Banco Mundial, los luchadores antiglobalización
y capitalismo atacaron de nuevo. La vieja ciudad de Kafka tuvo que soportar
que la tomaran por asalto durante estos días, a partir de la realización
de la reunión anual del FMI. No le quedó más remedio
que resignarse. Un enorme inventario que va desde zapatistas hasta ecologistas,
pasando por militantes gays, anarquistas, squatters, obreros de la Chrysler,
hackers o estudiantes grunge colleges de EE.UU. se volvió a reunir,
igual que en Seattle o Washington, para que los grandes señores
de traje... al menos, no la pasaran tan bien (entre ellos, nuestro insigne
ministro de Economía, José Luis Machinea).
Anticapitalistas
más por accidente que por principios, estos pibes agitan contra
los enormes negocios y de las maneras más desopilantes. Encabezan
la lista de originales: los guerrilleros gastronómicos que embisten
periódicamente contra las cadenas de fast food, los que cumplen
sentencia por volar toneladas de semillas transgénicas y los cybercombatientes
que disfrutan a distancia los descalabros millonarios que le producen,
vía modem, a las compañías multinacionales. La presentación
en sociedad de la resistencia sucedió en la cumbre de diciembre
del año pasado en Seattle. La violenta reacción de la policía
para despejar la ruta hasta el hotel donde se hacía la conferencia
y lo masivo de la protesta pusieron las imágenes en las tapas de
los diarios, y sacaron de la siesta a varios de los que auguraban un largo
período sin rebeliones contra los planes del Fondo. A partir de
entonces, el Seattle spirit es sello de cada una de las nuevas reuniones.
Esa
tarde, íbamos a tocar en un pequeño lugar que estaba dentro
de la zona de control policial. Mientras ensayábamos, se desató
la represión. Recuerdo que antes de los gases había una
atmósfera de carnaval, pero enseguida todo se deterioró,
contó Krist Novoselic, ex bajista de Nirvana, que grabó
un disco en homenaje a esos incidentes. Junto al ex cantante de los Kennedys,
Jello Biafra, y el ex Soundgarden Kim Thayil, le dieron forma a un compacto
bautizado Battle in Seattle. Bien explícito. Ahora bien, estas
revueltas modernas no se promocionan en panfletos entintados en imprentas
clandestinas. El anuncio de sus jornadas de protesta cruza el planeta
en la web. Consignas y leyendas de las distintas tribus se actualizan
on line, en más de 200 domicilios electrónicos. Entre las
páginas más vistas está la de los ingleses de Reclaims
the streets, quienes pasan días enteros con el sitio saturado por
el exceso de visitas. Este grupo, habitual organizador de jornadas de
protestas callejeras, fue el que armó el 1º de mayo pasado
la Guerrilla de los jardines, en Londres. Un maratón
de teatro, arengas sobre tarimas, malabares, música y gran despelote
desde Trafalgar Square y hasta el centro de la ciudad, en donde actuaron,
entre otros, los anarco-millonarios Chumbawamba.
A esta
cita de Praga se sumó un nuevo invitado, que hasta entonces no
había aparecido en escena, pero del cual cabía esperar su
presencia. Era Bono, claro, de inconfundibles lentes negros y camisa a
tono, quien irrumpió en el salón de conferencias de los
pesos pesado. El líder de U2 pasó delante de los banqueros
y tomó el micrófono: Sé que soy una estrella
de rock malcriada, pero estoy aquí porque creo que hay una oportunidad
para que se les abra la puerta a los países pobres. Pueden hablar
de globalización, pero eso a la gente que está afuera no
le interesa. No se deben pagar más las deudas externas. Yo no sé
quién manda aquí pero, por lo que veo, esto es una gran
orquesta. Y si no me equivoco, Clinton es el saxofonista, Greenspan toca
el clarinete y Tony Blair, el bajo. Después de un enorme
silencio, las cámaras se dieron vuelta para apuntar al presidente
del Banco Mundial, James Wolfensohn, que, con una sonrisa dibujada a lo
Jimmy Carter, sólo pudo decir: Viendo cómo reciben
a Bono en un sitio en el que a mí me cuesta tanto ser aceptado,
creo que a la próxima asamblea vendré de negro y gafas.
La invitación al irlandés estaba planeada para demostrar
pluralidad y desacartonamiento, pero el tiro les salió para cualquier
lado. Como los gases y las corridas se habían convertido en una
(no deseada) marca registrada de las últimas reuniones, pensaron
que un poco de diplomacia alivianaría cualquier problema.
Pero
durante la apertura oficial de la cumbre, finalmente se repitió
el entrevero de Seattle. La policía pidió refuerzos al interior
del país para que pudieran controlar a los 10 mil manifestantes
que llegaban de todo el mundo a la plaza de Venceslao, en el centro de
Praga. La consigna era marchar hasta el Palacio de Congreso (curiosamente,
el antiguo centro de Cultura del Partido Comunista checo), donde se lanzaba
la convención. En las cercanías, desde las horas previas,
se habían levantado trincheras y prendido fogatas. Cuando llegó
el momento, la historia volvió a ser la misma. Palazos, golpes,
heridos de los dos lados, y cantidad de detenidos. Una cámara de
la televisión belga, que minutos después fue destrozada
en los enfrentamientos, retrató el último movimiento de
los manifestantes antes de que tuvieran que salir corriendo: con cámaras
fotográficas en mano, se presentaban ante cada uno de los policías,
los ponían en cuadro, y le regalaban un retrato de ellos mismos.
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