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Jueves 28 de Septiembre de 2000

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LA PROTESTA EN EL SIGLO XXI: EN LA CALLE Y DESDE LA COMPU

Combatiendo al capital
(era obvio, ¿no?)


Nuevas y viejas formas de lucha se mezclan tanto como la entidad y el pelaje de los militantes antigloba-lización. Esta semana, en la reunión anual del FMI, volvió a suceder un fenómeno que comenzó en Seattle, el año pasado, y que promete marcar la resistencia contra el poder financiero mundial. Ah, estuvo Bono, pero eso no es novedad...

 

TEXTOS ALEJANDRO MARINELLI

Ahora le tocó a Praga. Como en todas las cumbres del Fondo Monetario Internacional (FMI) o del Banco Mundial, los luchadores antiglobalización y capitalismo atacaron de nuevo. La vieja ciudad de Kafka tuvo que soportar que la tomaran por asalto durante estos días, a partir de la realización de la reunión anual del FMI. No le quedó más remedio que resignarse. Un enorme inventario que va desde zapatistas hasta ecologistas, pasando por militantes gays, anarquistas, squatters, obreros de la Chrysler, hackers o estudiantes grunge colleges de EE.UU. se volvió a reunir, igual que en Seattle o Washington, para que los grandes señores de traje... al menos, no la pasaran tan bien (entre ellos, nuestro insigne ministro de Economía, José Luis Machinea).

Anticapitalistas más por accidente que por principios, estos pibes agitan contra los enormes negocios y de las maneras más desopilantes. Encabezan la lista de originales: los guerrilleros gastronómicos que embisten periódicamente contra las cadenas de fast food, los que cumplen sentencia por volar toneladas de semillas transgénicas y los cybercombatientes que disfrutan a distancia los descalabros millonarios que le producen, vía modem, a las compañías multinacionales. La presentación en sociedad de la resistencia sucedió en la cumbre de diciembre del año pasado en Seattle. La violenta reacción de la policía para despejar la ruta hasta el hotel donde se hacía la conferencia y lo masivo de la protesta pusieron las imágenes en las tapas de los diarios, y sacaron de la siesta a varios de los que auguraban un largo período sin rebeliones contra los planes del Fondo. A partir de entonces, el Seattle spirit es sello de cada una de las nuevas reuniones.

“Esa tarde, íbamos a tocar en un pequeño lugar que estaba dentro de la zona de control policial. Mientras ensayábamos, se desató la represión. Recuerdo que antes de los gases había una atmósfera de carnaval, pero enseguida todo se deterioró”, contó Krist Novoselic, ex bajista de Nirvana, que grabó un disco en homenaje a esos incidentes. Junto al ex cantante de los Kennedys, Jello Biafra, y el ex Soundgarden Kim Thayil, le dieron forma a un compacto bautizado Battle in Seattle. Bien explícito. Ahora bien, estas revueltas modernas no se promocionan en panfletos entintados en imprentas clandestinas. El anuncio de sus jornadas de protesta cruza el planeta en la web. Consignas y leyendas de las distintas tribus se actualizan on line, en más de 200 domicilios electrónicos. Entre las páginas más vistas está la de los ingleses de Reclaims the streets, quienes pasan días enteros con el sitio saturado por el exceso de visitas. Este grupo, habitual organizador de jornadas de protestas callejeras, fue el que armó el 1º de mayo pasado la “Guerrilla de los jardines”, en Londres. Un maratón de teatro, arengas sobre tarimas, malabares, música y gran despelote desde Trafalgar Square y hasta el centro de la ciudad, en donde actuaron, entre otros, los anarco-millonarios Chumbawamba.

A esta cita de Praga se sumó un nuevo invitado, que hasta entonces no había aparecido en escena, pero del cual cabía esperar su presencia. Era Bono, claro, de inconfundibles lentes negros y camisa a tono, quien irrumpió en el salón de conferencias de los pesos pesado. El líder de U2 pasó delante de los banqueros y tomó el micrófono: “Sé que soy una estrella de rock malcriada, pero estoy aquí porque creo que hay una oportunidad para que se les abra la puerta a los países pobres. Pueden hablar de globalización, pero eso a la gente que está afuera no le interesa. No se deben pagar más las deudas externas. Yo no sé quién manda aquí pero, por lo que veo, esto es una gran orquesta. Y si no me equivoco, Clinton es el saxofonista, Greenspan toca el clarinete y Tony Blair, el bajo”. Después de un enorme silencio, las cámaras se dieron vuelta para apuntar al presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, que, con una sonrisa dibujada a lo Jimmy Carter, sólo pudo decir: “Viendo cómo reciben a Bono en un sitio en el que a mí me cuesta tanto ser aceptado, creo que a la próxima asamblea vendré de negro y gafas”. La invitación al irlandés estaba planeada para demostrar pluralidad y desacartonamiento, pero el tiro les salió para cualquier lado. Como los gases y las corridas se habían convertido en una (no deseada) marca registrada de las últimas reuniones, pensaron que un poco de diplomacia alivianaría cualquier problema.

Pero durante la apertura oficial de la cumbre, finalmente se repitió el entrevero de Seattle. La policía pidió refuerzos al interior del país para que pudieran controlar a los 10 mil manifestantes que llegaban de todo el mundo a la plaza de Venceslao, en el centro de Praga. La consigna era marchar hasta el Palacio de Congreso (curiosamente, el antiguo centro de Cultura del Partido Comunista checo), donde se lanzaba la convención. En las cercanías, desde las horas previas, se habían levantado trincheras y prendido fogatas. Cuando llegó el momento, la historia volvió a ser la misma. Palazos, golpes, heridos de los dos lados, y cantidad de detenidos. Una cámara de la televisión belga, que minutos después fue destrozada en los enfrentamientos, retrató el último movimiento de los manifestantes antes de que tuvieran que salir corriendo: con cámaras fotográficas en mano, se presentaban ante cada uno de los policías, los ponían en cuadro, y le regalaban un retrato de ellos mismos.