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LA
SOCIEDAD CONTEMPORANEA CUESTIONA
LA RELACION ENTRE LAS GENERACIONES
Delgadísimo hilo en el tiempo
En el texto, inédito, de una conferencia que
dictó en Buenos Aires, el psicoanalista francés René Kaës muestra
cómo, en la sociedad posindustrial, el vínculo entre las
generaciones �se ha torcido hacia la ambigüedad�.
Bebés: �Su Majestad el Bebé, sostén de la
continuidad narcisista de las generaciones precedentes, es a la vez
objeto de violencia y explotación�. |
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Por René Kaës *
Al fin del milenio, en el corazón de la crisis
posmoderna, que es la de los puntos de referencia y de la confusión de
los géneros, hay un debate que nace en las sociedades donde la
organización social y cultural ha sido desestabilizada por diversas
razones: se refiere a la transmisión de la vida psíquica entre las
generaciones; interroga la naturaleza del vínculo que une y que distingue
a los sujetos de sus predecesores y sucesores.
Esto se produce en un contexto que devela la diversidad de los
determinantes metapsíquicos de estos problemas: de un lado, las grandes
desestabilizaciones sociales debidas a la industrialización y la
urbanización, la irrupción de la shoah y las diversas formas de la
violencia de Estado han producido efectos de ruptura entre las
generaciones, pero también efectos de solidaridad, por ejemplo en el
vínculo organizado por el traumatismo y la culpabilidad.
Existen otros determinantes, entre los cuales los psicólogos no deben
menospreciar la variable demográfica: el aumento de la esperanza de vida
y el envejecimiento de la población en la mayor parte de los países, el
crecimiento demográfico en los países económicamente menos
desarrollados, transforman las relaciones de generación, creando también
solidaridad, violencia y rupturas. Habrá todavía que tomar en
consideración la incidencia de las técnicas de procreación médicamente
asistida sobre la representación del niño, sobre las representaciones de
la filiación.
Supongo que el conjunto de estos factores tuercen los vínculos entre
generaciones hacia una cierta ambigüedad, como sucede en los períodos de
transformación de los sistemas que rigen los vínculos intersubjetivos.
Esta ambigüedad tiene su base en un movimiento paradojal de
sobrevalorización y desvalorización del niño y del anciano. En Francia
y probablemente en todos los países postindustrializados, ese doble
movimiento paradojal toma el siguiente talante: Su Majestad el Bebé,
sostén de la continuidad narcisista por la inversión que recibe de las
generaciones que le preceden, es al mismo tiempo objeto de una violencia y
de una explotación destructiva; una seducción del niño coexiste con un
aumento de los abandonos y del maltrato. Su Majestad el Viejo es a la vez
una carga que pesa sobre los jóvenes (pensamos aquí en la novela de
Buzzati, La caza de los viejos) o una inutilidad flagrante una vez que su
productividad se extingue: la valorización económica de las personas de
edad coexiste con su extrema soledad. S.M. el Bebé y S.M. el Anciano son
pseudosoberanos frágiles, adulados, cortejados y descalificados: el bebé
es un producto de consumo; el anciano ha sido despojado de su función de
sabio, depositario de la memoria y de la historia; no es más un apoyo y
una referencia indispensables para dotar al conjunto de la continuidad de
la cual necesita para tomar raíces y asegurar sus señales
identificatorias. No se lo escucha más que en las investigaciones de
mercado. Este es también un rasgo de la posmodernidad: es un pensamiento
ahistórico, amnésico y sin futuro.
Si esta ambigüedad varía según las sociedades, su efecto constante es
definir nuevos vínculos, nuevas asignaciones de lugares y de funciones
entre las generaciones; es también revelar algunas de sus estructuras
permanentes.
Diferencia de las generaciones
El psicoanálisis ha dado a las diferencias de generaciones y de sexos el
valor de un invariable antropológico cuyo rol es estructurante,
fundamental en la organización de la psiquis humana. La elaboración
psíquica de la diferencia entre los sexos organiza el contacto del sujeto
en la carencia y en el deseo dentro de la función fálica. La
diferenciaentre las generaciones lo introduce en los contactos de
precesión y de sucesión en el orden del deseo y del tiempo, lo confronta
al imposible retorno al origen y a su propia génesis en una historia
escandida por la muerte. La transgresión de estas diferencias produce la
categoría de lo incestuoso.
La dinámica de esta diferencia es la del deseo, de los sueños no
realizados y de los sistemas de defensa que preceden a todo sujeto que,
desde entonces se encuentra, marcado como eslabón, servidor,
beneficiario, y heredero de una cadena de sujetos deseantes que lo habrán
precedido.
La diferencia de las generaciones es el motivo de una pregunta fundante
sobre el origen del sujeto. A esta cuestión de �de dónde venimos, qué
somos, dónde vamos�, los fantasmas originales aportan una primera
respuesta; los mitos se transforman y racionalizan en sistemas de
creencias compartidas. En esta puesta en escena toman lugar y sentido la
figura del ancestro, portadora de la cuestión de los orígenes, y la del
bebé, portadora de la cuestión del devenir.
El vínculo entre las generaciones articula estas dos preguntas alrededor
de dos problemáticas centrales: la del incesto intergeneracional y la de
la filiación.
Filiación y afiliación
La filiación implica el contacto de al menos tres generaciones sucesivas
reconocidas como tales y la referencia común a un mito originante. En
esta doble condición, cada uno puede situarse en un conjunto de sujetos y
reconocerse como habiendo sido engendrado y como capaz de engendrar. El
reconocimiento de esta posición supone reciprocidad de ubicaciones
generacionales; esto es precisamente lo que el incesto intergeneracional
viene a abolir. El advenimiento del sujeto de la filiación corresponde a
la ubicación específica distintiva que ocupa en la coordenada de los
contemporáneos, de los ancianos y de los nuevos; el conjunto está
sometido al mito fundador del linaje y del cual la figura originaria es la
del ancestro común.
La cadena de la filiación transmitida de generación en generación es
una cadena significante de doble lectura: por el sujeto singular y por el
conjunto social e intersubjetivo del cual es necesariamente miembro.
La filiación es un reconocimiento del vínculo generacional: para los
padres, reconocimiento del lugar del niño en la continuidad narcisista
donde ellos mismos están en ese momento. La filiación es el
reconocimiento de su propia posición en el orden de las generaciones,
reconocimiento de la precesión de los padres sobre la existencia del
niño. Este reconocimiento del orden del deseo tiene por correlato una
ruptura desilusionante en la representación de sí como causa de deseo de
la madre, en el momento depresivo de la �caída narcisista�.
Este reconocimiento está establecido por la inscripción del niño en el
registro civil o en el árbol genealógico: signos de reconocimiento
previos que son el advenimiento como sujeto del deseo, sujeto de la
palabra, sujeto del grupo. En ese triple sujetamiento (o triple
subjetivación), cada uno y cada una es declarado/a conocido/a y
reconocido/a hijo o hija de.
La filiación es el advenimiento del sujeto singular en el grupo familiar
por el nombre que recibe a partir de la línea parental y de la
designación del padre; es al mismo tiempo su calificación como ser
singular, sexual y mortal.
Violencia y generaciones
Una primera forma de violencia en la relación entre generaciones es la
violencia anticipatoria, denominada así por Piera Aulagnier cuando
describe la situación donde el lugar del niño por venir es anticipado
através de los sueños parentales y el discurso familiar. La violencia
incluida en la anticipación puede llamarse originaria, puesto que ella se
inscribe en el origen del sujeto, lo convierte en solidario de un deseo
que le preside. La violencia anticipatoria es la violencia del deseo por
el cual la madre va a animar a su niño, marcar su cuerpo y su psiquis.
Sin ese discurso anticipador, y sin las asignaciones de lugares
anticipados que preceden al nacimiento, no podríamos acceder al orden de
la vida psíquica humana: seríamos dejados fuera del campo del deseo.
Así, la violencia originaria nace tanto de la presencia como de la
ausencia de todo proyecto anticipador, pero sus efectos no son idénticos.
Por cierto este discurso y este deseo se dirigen en principio a un sujeto
imaginario: el niño será impulsado a confirmar y a reconfirmar su
coincidencia con el lugar que el discurso anticipador le ha presentado, o
que el mismo ha imaginado, y toda la cuestión es saber si esta violencia
puede ser reconocida y retomada por su cuenta por el infans en el momento
en que él puede afirmar su propio deseo y entrar en relación conflictual
con aquellos que al principio le han permitido construirse como sujeto.
Deberá hacer valer frente a un otro y frente a más de un otro sus
exigencias propias en relación con el lugar que le ha sido preasignado,
del mismo modo como deberá reconocer su propio deseo en la acción en el
lugar que él piensa o espera ocupar.
Todo esto se pone en juego en todo reencuentro con otro. En el reencuentro
amoroso, como en el reencuentro psicoanalítico, una parte de los juegos
se hacen anticipadamente: por una parte, el otro adviene allí donde se le
espera. La ilusión es esencialmente la experiencia de esa coincidencia y
lo propio de la experiencia psicoanalítica y, por lo tanto, del
psicodrama psicoanalítico, es precisamente hacer posible los
desanudamientos de la ilusión.
* Psicoanalista; especialista en grupos. El texto es parte de la
conferencia �Ambigüedad y ambivalencia de los lazos de transmisión
entre generaciones�, pronunciada en la Universidad Maimónides el año
pasado.
POSDATA |
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Cincunegui, Segoviano y Zukerman, el 3 a las 13.30 en Asociación de
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