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LA
TERAPIA DE GRUPOS DURANTE LA DICTADURA MILITAR Y LO FANTASMATICO SOCIAL
�El sospechoso tiene poderes
mágicos�
En un texto múltiple que es psicoanalítico, y dramático, y ásperamente lírico, Tato Pavlovsky recrea el clima de las sesiones de terapia de grupo durante la última dictadura militar, y al hacerlo da escritura a los vínculos sociales que reinaban en aquel tiempo y que quizá subyacen al actual. |
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Por Eduardo �Tato� Pavlovsky *
En un trabajo que realizamos con Armando Bauleo en 1976 y
que titulamos �Psicoterapia en situaciones excepcionales�,
intentábamos caracterizar algunos fenómenos clínicos y de dinámica
grupal que habíamos observado en nuestros grupos durante el lapso
1976-77, período caracterizado por la represión política por todos
conocida. Nos formulábamos los siguientes interrogantes: ¿cómo eran las
sesiones de psicoterapia de grupo durante ese lapso? ¿Qué efecto
tenían, en el específico campo de la producción imaginaria de la
sesión, los acontecimientos sociopolíticos de ese período? ¿Qué
fenómenos singulares observábamos en la transferencia, en la dinámica
de grupo, en las fantasías inconscientes grupales, en el cuadro
sintomático de los integrantes y en las condiciones de seguridad del
grupo? ¿Existía alguna singularidad específica del proceso inconsciente
grupal y su relación con el inconsciente social?
En alguno de nosotros existe hoy una cierta necesidad de intentar
describir el clima imperante en las sesiones durante ese período, a
riesgo de sortear o eludir la fractura o solución de continuidad que
sufrió el proceso de la psicoterapia de grupo en ese lapso. Porque hubo
perturbaciones serias en el desarrollo de la psicoterapia de grupo en esos
años. Desde allanamientos policiales en plena sesión de grupo, con la
consecuencia de terapeutas desaparecidos, hasta sesiones en instituciones
que se realizaron con policías dentro de la sesión.
Se nos ocurre que no queremos ni debemos perder la memoria de esa época,
precisamente porque trabajamos en la clínica con el recuerdo para evitar
la repetición. Alguno de nosotros tenemos la necesidad de recuperar
nuestra memoria para evitar fragmentar nuestra propia identidad
profesional.
Pensamos que somos el testimonio clínico de una época que no debe volver
a repetirse. Nuestro testimonio es también la psicoprofilaxis de toda
forma de autoritarismo y fascismo futuro.
�La interiorización de las prohibiciones y prescripciones es tal, que
la opresión constituye para los oprimidos la condición de posibilidad
del goce� (El amor del censor, P. Legendre). El inconsciente social,
mediatizado en momentos de excepción social por el grupo, selecciona los
temas sobre los que podemos pronunciarnos. Hay palabras y temas
censurados. Silencios recortados que hablan de censura. Autocensura.
Palabras mudas. Ausentes. La interiorización de la violencia se ha
instalado en el grupo como obvia, como natural.
El discurso del grupo se recorta sobre una zona prohibida. Pero nadie
prohíbe nada. No es necesario. Prohibir es de alguna manera nombrar lo
innombrable por contraste. La dialéctica de la persecución social se ha
interiorizado. No hay explicitación del movimiento totalizador.
Cualquier discurso que superase el límite previsible de lo pactado por la
norma interiorizada será regulado por el grupo mismo, o el portavoz de la
violación será callado por el coro de otras voces. El grupo funciona
como un censor de las individualidades más transgresoras de la norma
social interiorizada.
Entrenamiento de la regulación grupal en momentos excepcionales del
acontecer social. Misión especial. La autorregulación es la expresión
de la mediatización represiva del grupo y cumple función de
preservación dentro del grupo. El grupo atempera. Adapta el lenguaje que
subvierte. Corrige. Aminora imperceptiblemente.
Todo individuo dentro del grupo que se animara a transgredir la
prohibición podría ser discriminado.
Un síndrome general de adaptación. La frase que amenaza es apoderada por
un discurso. Otro, que asegura la sobrevivencia y disminuye el ribete
trágico del gran violador del pacto. El pacto es clave. No se
puedenombrar lo innombrable. Algo se torna innombrable. Algo ha de ser
evitado de nombrar. La verdadera incertidumbre es no saber exactamente la
palabra que no se debe nombrar.
La verdadera incertidumbre es no saber exactamente la palabra innombrable.
Reflejo del inconsciente social. Registro asociativo de palabras nombradas
y muerte. El inconsciente social desborda los límites del grupo.
Cada integrante �actúa�, de acuerdo con su physique du rol, el
personaje de una obra que habla de asesinatos, allanamientos y
desaparecidos. Cada inconsciente individual sigue sus leyes propias y
recorta la singularidad de cada actuación.
El grupo es hablado por el argumento del drama del inconsciente social y
su trama argumental. Cada integrante actúa un personaje principal de esta
trama. Lo habla su inconsciente individual, pero al servicio de una trama
argumental que alude o sugiere una fantasmática social. Inconsciente
social que se introduce en la intimidad-interioridad del grupo, de acuerdo
con la excepcionalidad de las circunstancias sociales. �Psicoterapia de
grupo en situaciones excepcionales�, decía Bauleo.
Descentramiento de la propia fantasmática grupal.
¿Descentramiento de los mitos familiares durante las guerras? Con esto
nos referimos a que los grupos estructuran, luego de su agrupamiento, una
configuración organizada a partir de un entrecruzamiento de proyecciones
de los integrantes a los cuales se entrecruzan elementos representativos
sociales, de una manera tal que en esa configuración se escenifica la
obra teatral, a la cual no sólo han aportado los integrantes, sino que la
sociedad ha suministrado el clima imperante (Bauleo).
Clima grupal de intemperancias. Se tiene en el grupo terapéutico la
impresión de que el enemigo acecha al grupo. No afuera. Sino dentro del
grupo. Espera al acecho la palabra para el asesinato. Se sabe que no, pero
aun así, como diría Mannoni, se actúa como si acechara. Hay que
cuidarse. Hay una escena que lo hace posible. El mismo personaje que
pregunta puede ser el asesino. El asesino sin gajes. Clima de traición.
Insisto: el violador, el asesino, el torturador, está allí presente en
el grupo. Se sabe que no lo está, pero se actúa como si estuviera.
Pluridimensionalidad de las ansiedades confusionales. Pregunta: ¿quién
es este monstruo gigante que nos habita? ¿Quién nos aterroriza?
¿Invención? ¿Recreación? Fábrica de miedos del gran exorcismo.
El miedo no es imaginería. Vivencia del terror que nos asfixia. Sabemos
que el torturador es invención. Allí en el grupo lo inventamos, que no
está, certeza de convocatoria. Recreación nuestra. Lo siniestro del
inconsciente social que nos posee, lo circulamos. Lo patetizamos.
Circulamos el terror de la convivencia con el monstruo. Lo recreamos entre
nosotros para exorcizarlo. Recreación previa a todo exorcismo. Pero para
exorcizarlo tenemos que creer que está allí, adentro, en el grupo, al
acecho, esperando la palabra innombrable para caer sobre nosotros. El
grupo sabe de qué se trata este asesinato. Sabe del improviso. De la
trampa. De irrupciones. De la magia del no aparecer más. Está enterado.
Nada es tan mágico como hacer desaparecer. Se corre el riesgo de no
volver más.
Recreamos entonces el drama del inconsciente social. Lo reinventamos. Lo
recreamos. Lo exorcizamos. Traemos los peores fantasmas del drama.
Convocamos los protagonistas centrales y los encarnamos; pero, como buenos
actores, tenemos que creer en lo que hacemos. Como buenos actores del
método Stanislavsky.
Tenemos que creer que nuestro enemigo está allí entre nosotros en el
grupo, dispuesto a hacernos desaparecer. Insisto en la creencia. Si El lo
dispusiera, somos hombres muertos o desaparecidos. Tenemos la referencia
de que en aquel mismo mundo que se llama realidad, se desaparece todos
losdías. La fantasía de desaparecer para siempre, no como muerte sino
como pasaje a otro estado, a otro nivel, es una ansiedad terrorífica
posible cuando la gente es secuestrada y no se sabe cómo, no dónde, ni
cuándo.
Alguna vez nuestras fantasías agresivas vaticinaron la desaparición de
nuestros padres, y por rebote la nuestra. Cero al infinito.
Jugamos a que sea así, de lo contrario no vale el exorcismo. Para que
haya exorcismo hay que creer en la obra teatral del inconsciente social y
sus terrores. Lo inventamos en el grupo, dentro del grupo.
Siempre hay un sospechoso dentro del grupo, un elegido por el rol de la
sospecha. Algún rasgo bizarro del sospechoso es aprovechado para
invitarlo al escenario. Physique du rol. Nuestro mago de turno. Tiene
poderes inventados. Pero lo creemos. El peligro es grande. La sospecha
circula. El sospechoso se siente investido por el rol. Sabemos que es un
buen compañero. Lo reconocemos. Pero el efecto de la proyección lo
transforma de golpe en sospechoso. Sabiduría grupal. Lo necesitamos para
aterrorizarnos.
Es nuestro candidato para el exorcismo.
Ojo, inventamos al sospechoso, le ponemos la carga de torturador, de
asesino a sueldo. Pero El también tiene que inventar. Si no inventa, no
vale. Le exigimos su monto de creación personal. La magia del physique du
rol y las proyecciones se produce. Una suerte de fascinación y
encantamiento. El sospechado asume su rol con la magnificencia que
corresponde al asesino.
El secreto de producir miedo. El misterioso goce de aterrorizar con el
terror del asesino. El íntimo goce de sentirse poderoso en este juego
diabólico de imaginería. Y entonces ocurre el milagro: el sospechado, el
elegido por la imaginería del grupo para el Exorcismo, dice de pronto las
palabras justas que confirman la sospecha. Toma el libreto de otro. Un
libreto encima de otro libreto. Dos caras que se funden. Proyección
sobreimpresa en otra proyección; y como el gran Actor, utiliza el
titubeo, la duda y la pausa que confirman la sospecha.
Responde con discurso de sospechado. Nadie se asombra de la Metamorfosis.
Con Poder de la Magia suministrada por nosotros, el sospechoso responde
con la interiorización de los gestos del OTRO. Insisto: lo miramos
sobreimpreso. Inventamos con nuestra imaginería un SOSPECHOSO, de un
compañero de grupo, y el compañero se hace sospechoso. Actúa como
sospechoso, y como sospechoso tiene poderes mágicos. Puede hacernos
desaparecer. Como decía Sartre de Genet: Una mirada lo clavó como
ladrón y él se hizo ladrón.
Reinventó la proyección a su gusto. Patetizó lo siniestro de sentirse
mirado con la carga ajena.
Si me miran ahora como ladrón, entonces jódanse, les voy a robar.
Pero voy a inventar mi manera de ROBAR. ESE ES MI DERECHO Y SERA MI
SALVACION. Nadie proteste, dice Genet: Yo soy invención vuestra, pero los
dejaré con los bolsillos vacíos.
Ahora el sospechoso hace lo mismo. Nosotros reinventamos el Terror.
Dispusimos que alguien tenía que aterrorizarnos. Y el sospechoso aceptó
el reto. Como Genet, nos aterroriza.
Escena de Terror infinita. Alguien puede nombrar lo innombrable y lo
innombrable frente al sospechoso hace desaparecer. Cualquiera puede caer
en la trampa. Para nosotros los gestos del sospechado son todos trampa.
Trampa para hacernos desaparecer. Para que nombremos lo innombrable. Para
que nos delatemos. El sospechoso como el torturador quiere datos para
confirmar nuestra culpabilidad.
Máximo momento de alienación y máximo momento de creación y exorcismo
colectivo. (Cada grupo tiene su sospechoso, su asesino.) El máximo
momento de terror es al mismo tiempo el punto más alto del Exorcismo.
Puede durar varias sesiones. EL clímax de terror llega al punto más
alto.
Alguien, entonces, dice la palabra que cierra el telón. A veces el
Terapeuta. La función acaba. Ceremonia del quite de máscaras. Ritual de
camarín. Lavado. Presagio de un Nuevo Orden. Alivio Post-Exorcismo.
Reencuentro con aquel compañero. El destinatario de nuestras primeras
proyecciones familiares. Pérdida de la exaltación de la magia del gran
teatro. Vuelta a la cotidianeidad.
El asesino sin su maquillaje es más vulgar.
Ya no asusta a nadie.
No hay goce. No hay magia. No hay terror inventado.
La vuelta a la cotidianeidad, a la vida íntima de los actores después de
la función. Pero el teatro tiene que volver. No hay psicoterapia sin
argumento teatral. Intercambio de máscaras. Nuevos maquillajes que
anuncian la próxima levantada de telón. Casi siempre la vida íntima de
los actores es menos atractiva que los personajes que representan en los
grandes dramas sociales. La vida íntima es menos grandilocuente. Sabor a
vidita. La pequeña rencilla narcisística de lo cotidiano carece de la
intensidad del Gran Terror Inventado.
Habrá siempre en el grupo una secreta añoranza de los actores de aquella
Gran Representación del Inconsciente Social, que habla de lo Innombrable,
de asesinatos y desaparecidos. Puede ocurrir que no exista un elegido para
la sospecha porque no hay physique du rol, por ausencia del gesto bizarro
para la gran proyección.
Entonces la máscara del asesino pasa de cara en cara por cada uno de
nosotros y cada cara para cada uno de nosotros puede ser siempre la cara
del asesino, del sospechado. La máscara rotativa se transforma en un
confuso caleidoscopio. Nadie puede salvarse alguna vez de ser el asesino.
Todos ensayan el papel. Entonces todos tienen la carga de asesino y
asesinado. Todos pueden hacer desaparecer y ser desaparecidos. El horror
de sentirse idénticos. No hay ningún rasgo que caracterice al
sospechoso. Todos podemos serlo. El hermano puede serlo. El igual a UNO.
Nada me diferencia. El asesino no se diferencia de mí. La máscara del
asesino rota en el grupo reproduciendo el horror del asesino especular.
Después del ensayo se nominará al candidato.
El más sospechoso será el titular de la máscara de la confusión a la
persecución.
En la guerra del 76-77-78 no se halla presente la diferencia entre los
contendientes, basada en la piel, raza, religión o lenguaje.
No hay franceses que matan a los argelinos.
No hay ingleses que matan a los argentinos.
Hay argentinos que matan a argentinos.
La circunstancia se transforma en una situación especular.
El enemigo se parece a nuestra imagen en el espejo.
La institución de la muerte, recreada, reinventada en la gran imaginería
grupal, padeciendo y recreando los terrores infinitos.
Como intento de elaborar lo imposible, a través de la encarnación en el
grupo de los actores principales del drama del inconsciente social.
* Psicoanalista, dramaturgo, actor.
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. Fax: 4334-2330.
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