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ENTREVISTA
AL PSICOANALISTA ARGENTINO EMILIO RODRIGUE
�Hoy trabajo poco y escribo
mucho �
En diálogo con Página/12, Emilio Rodrigué
revivió la clínica, la política y la picaresca del psicoanálisis
de los últimos 30 años.
Emilio Rodrigué,
psicoanalista, escribe en Itapoá.
�Mi padre leía vidas de santos y la obra de Freud.� |
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Por Alejandro A. Dagfal
Emilio Rodrigué es uno de los miembros más destacados de la segunda
generación de psicoanalistas argentinos. Entre 1948 y 1953 vivió en
Londres, donde se relacionó con Melanie Klein y Wilfred Bion. Entre 1958
y 1962 estuvo en Massachussets (EE.UU.), donde trabajó con David Rapaport
y Erik Erikson. En 1966 fue elegido presidente de la APA. A principios de
los 70 formó parte del grupo Plataforma que, en profundo desacuerdo
político con la APA y preocupado por la función social del
psicoanálisis, terminó por escindirse de la asociación. En 1974 se
exilió en Brasil, donde ha vivido desde entonces. Esta entrevista tuvo
lugar en París, donde Rodrigué acaba de presentar la versión francesa
de su libro Freud, el siglo del psicoanálisis (editado en dos tomos por
Payot). Por otra parte, aguardaba la próxima publicación en la Argentina
de El libro de las separaciones. Una autobiografía.
�¿Cómo fue que se le presentó la posibilidad de irse a Inglaterra en
1948?
�Estaba en análisis con Arnaldo Rascovsky. Fue un análisis muy
tormentoso. Yo venía de leer Melanie Klein y Douglas Fairbairn, y empecé
a hincharle las pelotas a mi analista con que ése era el �verdadero
análisis�. Rascovsky finalmente me dijo: �Mirá Rodrigué, si no te
gusta, jodete�. Eso me impactó mucho. Era la primera vez que me
tuteaba. Me levanté y me fui. Al mismo tiempo, salió en la APA una
disposición que decía que, si un candidato abandonaba su análisis
didáctico, ningún otro didacta lo podía tomar en análisis. Entonces
fui a pedirle hora a Mimí Langer que me dijo: �Lo siento mucho, pero no�;
Enrique Pichon Rivière también: �Lo siento mucho, pero no�, y así
otros más. De modo que le escribí a Fairbairn, y él me recomendó a
Paula Heimann, mano derecha de Melanie Klein. Hablé con mi viejo y le
expliqué la situación. El tenía dinero en aquella época, y me becó
con trescientos dólares por mes. Entonces me fui a hacer de nuevo mi
análisis con ella. También trabajaba para la BBC. Hacía crónicas para
el programa dirigido a Latinoamérica. Después, en el último año, ya
trabajé como supervisor en la Tavistock Clinic, en análisis de niños.
Con Melanie Klein supervisé dos casos, uno de los cuales era el de su
propia nieta.
�¿Cómo fue eso?
�Bueno, yo estaba en ascenso en el movimiento kleiniano, y para mí,
tener en análisis a la nieta de Klein fue un galardón. Un galardón
transgresivo. Pero ahora, pienso: ¿un analista de peso, un Winnicott, por
ejemplo, aceptaría ser supervisado por la abuela? Esa supervisión con la
abuela fue escabrosa. Recuerdo el día, en pleno juego, en que bajó una
araña detrás de la chica. Yo la maté de un zapatazo. La abuela me
quería matar. �¿Cómo? ¿Ud. mató un bicho en presencia de mi nieta?�
�¿Cómo le llegó esa paciente tan particular?
�Fue Melanie Klein quien me la mandó.
�¿Cómo evolucionó el caso finalmente?
�Bien. Años después tuve la tentación de llamarla. Esa mujer hoy en
día debe tener cincuenta y pico de años.
�¿Cómo veía el psicoanálisis en la Argentina a la vuelta de su
primer viaje por Inglaterra?
�Volví de Inglaterra en el papel de Edipo que venía de la tierra
kleiniana, muy idealizada, lo que me colocaba en una posición muy
particular, de maestro. Yo era analista adherente, todavía no era
titular, y me pidieron que hiciera un seminario técnico donde estaban
presentes todos los didactas. Era un lugar que traía sus riesgos. Volví
con la insalubre idea de que tenía que �convertir a los nativos�. De
vuelta más tarde de los Estados Unidos, en el �64, fue muy distinto. Me
llamó la atención la tremenda ebullición, todas las cosas que estaban
pasando. Encuatro o cinco años el paisaje había cambiado, tanto dentro
de la APA como en la universidad. Era otra APA.
�En las Actas del Primer Congreso Argentino de Psicología, que se
realizó en Tucumán en 1954, figuran algunos psicoanalistas de la APA,
como Garma, Baranger y usted mismo. ¿Qué los llevó a asistir a ese
congreso? ¿Cómo eran las relaciones entre el psicoanálisis y la
psicología en ese momento?
�Para decirle la verdad verdadera, yo fui por un metejón con una
tucumana. Me acuerdo poco del congreso. Fuimos allá con Gilou García
Reynoso y tuvimos una acogida cordial, aunque un poco distante. Me acuerdo
de Juan Dalma, figura importante de la época. Los principales opositores
eran los reflexólogos, pero la sangre nunca llegó al río.
�¿Cuál era el panorama de ideas en Bs. As.? ¿El psicoanálisis era
sólo kleiniano?
�En general sí, de base kleiniana, pero ya empezaba a haber nuevas
ideas, ideas nuestras, originales. Por ejemplo, David Liberman tenía su
propia psicopatología autóctona; Liendo ya estaba empezando con sus
teorías, y también Fidias Cesio. Yo creo que fuimos injustos con Cesio,
porque él propugnaba cosas que hoy en día son obvias, como por ejemplo
tutear a los pacientes. ¡Y en esa época fue un escándalo! También
estaba Chiozza, con su original aporte psicosomático. Bueno, por algún
motivo, todavía no hemos hablado de Enrique Pichon Rivière, la figura
más importante del Río de la Plata.
�¿Qué relación tuvo usted con Pichon?
�Complicada, compleja. Cuando yo llegué de Londres, Melanie Klein me
invitó a escribir un trabajo en un libro que se llamaba New directions.
Era importantísimo para mí aparecer al lado de Bion, Klein, Jones.
Escribí sobre un chico autista, que analicé en el consultorio de Arminda
Aberastury y que supervisé con Pichon Rivière. Para mí fue muy
importante esa supervisión, porque me abrió las puertas de lo que era el
autismo infantil y me aclaró el panorama de la psicosis infantil. Tengo
esa deuda de gratitud. Sin embargo, yo no me considero su discípulo,
porque no tuve la cercanía que tuvieron Hernán Kesselman, José Bleger o
Fernando Ulloa. Esa es la parte positiva. La parte negativa es una cosa de
la que me arrepiento mucho. Cuando yo era presidente de la APA, Enrique no
pagaba las cuotas, no dictaba ningún seminario y estaba muy resentido con
la asociación. Entonces, en un momento dado, se discutió en comisión
directiva y se llegó a la conclusión de que no tenía más función
didáctica. Y yo firmé eso, lo que me duele confesar. Fue una estupidez,
porque podríamos haberlo nombrado �miembro honorario�, o cualquier
otra cosa, lo que muestra que una institución reaccionaria te lleva a
pensar mal. Para mí Enrique fue una figura muy importante, pero
indirectamente. Con el tiempo se ve cada vez más que él ha quedado en el
recuerdo. Yo creo que es el paradigma del analista argentino. Sin duda.
�Para terminar, cuénteme qué hace ahora por Itapoá.
�Hace veintiséis años que estoy en Brasil, y llevo diez en Itapoá,
(un lugar paradisíaco en las afueras de Salvador de Bahía). Yo me fui en
el �74, con la muerte de Perón. Toda la comisión directiva de la
Federación Argentina de Psiquiatras se fue bajo el imperio del miedo.
Ahora en Itapoá vivo cerca de la playa, por donde camino todas las
mañanas. Trabajo poco, tengo cinco o seis pacientes diarios; y escribo
mucho. Llevo una vida muy simple. En enero cumplí setenta y siete años.
ANTICIPO DE LA AUTOBIOGRAFIA
�Ese fue mi mayor error �
Por Emilio Rodrigué *
�Cincuenta mil horas psicoanalizando. Cincuenta mil horas de
cincuenta minutos...�: así comenzaba mi artículo �El paciente de las
50.000 horas�, escrito en 1970 para el International Journal of
Psychoanalysis. Han pasado otros 25 años y calculo que alcancé las
100.000 horas, a pesar de las sesiones más cortas.
Nací en 1923, benjamín de una familia adinerada. Buen niño, alumno
aplicado, cursaba segundo año de medicina cuando pensé seriamente en
colgar el bisturí para criar ovejas en la Patagonia. Como mi madre no se
escandalizó, perplejo, decidí no desistir. Mi padre fue figura
importante en mi entrada al psicoanálisis: ateo, bon vivant, jugador de
bridge de torneo, él era un maestro del ocio. Gran lector, pasaba las
tardes en su escritorio leyendo la vida de los santos y la obra completa
de Freud.
***
Comencé a analizarme, con Arnaldo Rascovsky, cuando tenía 20 años y
cursaba el tercer año de medicina. Todavía estudiante cursé los
seminarios y tomé la primera paciente, una enferma de mal de Cushing en
estado terminal caquéctico. Aquí cometí tal vez el mayor error clínico
de mi carrera: la paciente pidió que le tomara la mano y yo, novicio,
asustado, negué mi mano. Esta paciente pinta bien esa época en que se
pensaba que el psicoanálisis podía curar cualquier cosa, desde el
Cushing terminal hasta, por supuesto, el cáncer.
***
En los años 60 experimenté el acre y embriagador gusto del poder. En
esos años yo estaba por dentro de los tejes y manejes del circuito de la
IPA. Desde ese lugar, con el kleinismo en auge, comprendo perfectamente la
arrogancia del lacanismo de los anos 80. Del mismo modo en que existe un
trabajo de luto y un trabajo onírico, tal vez exista un trabajo del
poder, ligado al procesamiento de la pulsión de muerte.
***
Varios factores contribuyeron para el viraje donde perdí el saco y la
corbata. En la macropolítica soplaba el viento renovador del Mayo
Francés y del Cordobazo, ambos en 1968. Fueron los años de Woodstock, de
la apertura sexual y de la marihuana: mi cuarta maestra.
***
Radicado en la Roma Negra se dio mi retorno a Freud. Comencé a
analizar mis pacientes en un enorme diván, parecido a cama de motel,
donde los pacientes elegían su lugar, sentados, acostados, atravesados y
yo, a mi vez, me colocaba a una distancia apropiada para la ocasión. Mi
sintaxis interpretativa dejó de ser �Sí... pero�, substituida por
�Eso y también...�. Soy un analista metonímico.
* Fragmentos de El libro de las separaciones. Una autobiografía, de
próxima aparición (Editorial Sudamericana).
POSDATA |
Género. Posgrado:
�Actualización en psicoanálisis y género�, en APBA, con Irene
Meler, Irene Fridman, Mabel Burin, Ana M. Fernández, Eva Giberti,
Norberto Inda, Martha Rosenberg, Juan Carlos Volnovich. 4334-2721.
Synthôme. �Versiones clínicas del synthôme�, por
Alberto Grimau, desde el 23 a las 20.30; �Psicoanálisis y
epistemología�, por Eduardo Laso desde el 23 a las 21.15.
Sociedad Porteña de Psicoanálisis, 4961-0996.
Jornadas. Sextas Jornadas Regionales de Investigación en
Humanidades y Ciencias Sociales. Del 17 al 20 de mayo en la
Universidad de Jujuy, Facultad de Humanidades. Presentación de
resúmenes: hasta el 31 de marzo. jornadas @fhycs.unju. edu.ar
Violencia. �Violencia social y vincular entre generaciones�,
por Elina Aguiar en Asociación de Psicoterapia de Grupo. Hoy de
13.30 a 15 en Arévalo 1840. Gratuito.
Maltrato. �Maltrato infantil: abordaje interdisciplinario�,
miércoles de 12 a 14.30 desde el 12 de abril en el Hospital
Argerich. Inscripción en Servicio de Psicopatología, de 10 a 13.
Femineidad. �Clínica de la femineidad: la pareja-síntoma�,
por Luis Ruggiero en el Ameghino, jueves a las 15.30 desde el 30.
4862-1202.
Psicopedago. �Tercer Congreso Nacional sobre
Psicopedagogía y Aprendizaje�, del 7 al 9 de abril. Grupo EPPEC,
4554-2671. |
Mail de estas páginas: [email protected]
. Fax: 4334-2330.
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