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REFLEXIONES
SOBRE
LA OBRA DEL PSICOANALISTA INGLES DONALD WINNICOTT
No hay revancha, pero sí otra
oportunidad
Pesadillas: �La paciente, cuando despierta del sueño �antes de llegar a su madre�, rechaza transformar en un sueño propio las pesadillas ajenas�.
Sorpresa: Hay �interpretaciones
inteligentes� que impiden que el paciente se sorprenda a sí mismo.
Si no hay juego mutuo, sólo hay adoctrinamiento�. |
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Por Daniel César Ripesi
Comentaba Donald Winnicott que en sus primeros años de pediatra entró
corriendo a su consultorio un niño que, adelantándose a su madre �que
había quedado rezagada por los pasillos de acceso�, se plantó frente a
él, y le dijo: �Doctor, mi mamá me trae porque se queja de un dolor en
mi panza�. Este episodio permaneció en él, para ser retomado en uno de
sus primeros escritos psicoanalíticos en el que habla de ciertas madres
hipocondríacas a quienes les duelen sus hijos... Con esta temprana
experiencia, Winnicott aprendió que nadie puede empezar a vivir su vida
si no encuentra su propio sufrimiento y los recursos necesarios para
hacerse cargo de él.
En otra ocasión �ahora, poco antes de morir�, una muchachita
anoréxica le cuenta un sueño: �Se ve caminando hacia su madre que
está sollozando en un sillón, va hacia ella con el fin de calmarla, pero
cuando está por llegar, se despierta...�. Winnicott duda de que esto
sea realmente un sueño, pero señala que, en todo caso, lo más
importante de éste es que la paciente se despierta antes de llegar a su
madre: por fin rechaza hacerse cargo del sufrimiento de ésta. En un
extremo y otro de su vida y de sus desarrollos teórico-clínicos, este
tema insiste: nadie puede transformar en un sueño propio las pesadillas
ajenas.
Cuando Winnicott recibía a sus pequeños pacientes, decía que algunos de
ellos venían soñando y que él sólo debía permitir que se fueran del
mismo modo: soñando... Sin embargo, otros mostraban necesidad evidente de
contarlos, y Winnicott disponía lo necesario para que pudieran hacerlo,
no porque pensara que fuera oportuno que recuperaran los dudosos
privilegios de la vigilia, sino para que por fin retomaran los propios.
Si Macedonio Fernández tituló a uno de sus libros No toda vigilia es la
de los ojos abiertos, Winnicott planteaba �como una pauta de salud� la
alternativa inversa, �no todo onirismo es el de los ojos cerrados�.
Una buena interpretación, si era necesario hacerla, era aquella que el
paciente podía soñar... de boca de su analista. Tanto con niños como
con adultos esto era posible si analista y paciente �en el curso de una
cura- podían jugar juntos.
Cuando esto no era posible en el paciente, el terapeuta, decía Winnicott,
debía llevarlo de un estado en que no puede jugar a otro en que pudiera
empezar a hacerlo. Pero cuando es el terapeuta quien no puede jugar, es
mejor detener las cosas, porque comienza lo que Winnicott llama
intrusiones de �interpretaciones inteligentes� que impiden que �el
paciente se sorprenda a sí mismo�. Cuando no hay juego mutuo, la
interpretación es mero adoctrinamiento y produce acatamiento, confusión
o, en el mejor de los casos, rechazo.
Es bueno hacer aquí una aclaración que ayude a entender algo esencial en
el pensamiento de Winnicott, cuando reivindica un �jugar� entre
paciente y analista: se plantea aquí una dificultad de traducción, que
encierra una dificultad de orden epistemológico.
Los ingleses disponen de dos palabras para nombrar aquello que nosotros
sólo podemos decir de un solo modo: jugar. Ellos dicen play o bien game.
El game es el juego reglado, se desarrolla en un espacio y un tiempo
preestablecidos, con un inicio, un desarrollo y una conclusión definidos;
el ajedrez sería su expresión más acabada. Ordena un enfrentamiento que
dará como resultado ganadores y perdedores, y otorga a quien lo juega la
sensación de dominio de una estrategia posible para dirigir su juego. Hay
un esfuerzo intelectual que toma prevenciones anticipadas de las posibles
alternativas, y una agudeza indagatoria que hace �hasta cierto punto�
previsible y calculable al contrincante. Y algo que resulta importante es
que todo game admite una revancha. El play, en cambio, está más cercano
al despliegue de una actividad espontánea; es en su propio movimiento
como se construye el área de juego, en el hacer su experiencia se van
precisando, más que los límites, ciertos confines donde el jugar podría
empezar a diluirse; no define �ganadores� o �perdedores�, pero los
participantes no salen del mismo modo como habían ingresado. Favorece la
experiencia del play una distensión de la preocupación intelectual
descripta en el game; en todo caso los participantes del play entran en
una relación que realiza una paradoja, según la cual .-comenta Winnicott�
son capaces de estar a solas en presencia del otro. O, para decirlo de
modo positivo, quienes comparten esa experiencia de jugar disponen una
presencia potencial no calculable, pero no demasiado inquietante.
La potencialidad de los participantes es, en todo caso, la que cada uno
pueda favorecer o impedir como realización concreta en los otros, y esto
en base a la confiabilidad que se pueda construir en el jugar. El marco
temporal también impone cierta precariedad a los participantes: hay una
decatextización de las coordenadas que ordenan los hechos según un antes
y un después, pero ese �tiempo otro�, por así llamarlo, también
necesita un principio y una culminación que es necesario construir con
diversos tanteos exploratorios. Y, finalmente, en el play no hay �revancha�
(difícilmente se puedan reeditar las alternativas que lo hicieron
posible); en todo caso, si las cosas van bien, podría hablarse,
sencillamente, de �nueva oportunidad�.
Si estamos de acuerdo en que con Freud se extendió la idea de sexualidad,
con Winnicott hubo una extensión de la idea del jugar, y la distancia que
va del game al play se podría medir entre lo que va desde la lectura de
un buen texto de educación sexual a la experiencia concreta de un primer
encuentro amoroso (y, si las cosas van bien, a un segundo, un tercero,
etcétera). Se podría objetar, no obstante, que todo play ya estaría
afectado de lo que los ingleses llaman game, es decir de cierta legalidad
que lo ordena y por lo tanto lo aleja de cierto ideal de espontaneidad,
pero Winnicott advierte que en el play ese orden escapa a la posibilidad
de dominio, y somos más bien jugados que jugadores: con posesión, pero
sin dominio de lo que sostiene la experiencia. El niño que juega entra en
ese territorio sagrado, pleno de precariedad y que necesita una base de
confianza bien establecida.
Como decía anteriormente, Winnicott argumentaba que la psicoterapia
debía sostenerse en un área de juego donde fuera posible el jugar
compartido de paciente y analista, donde cada uno pudiera estar a solas en
presencia del otro, y donde uno y otro pudieran sorprenderse a sí mismos.
En el marco de esa experiencia el paciente puede entrar en contacto con
una verdad de sí mismo que tiene sentido porque se instala en el campo de
una paradoja.
Como los �objetos transicionales� y los sueños, las interpretaciones
regulan un movimiento que aproxima a la locura, y rescatan cierta cordura,
y, como el en campo de fenómenos transicionales (de donde la situación
transferencial hereda sus alternativas, para Winnicott), para sostener
cierto jugar en una cura, es un silencio lo que ordena la experiencia:
nadie debe formular si �esto que encontraste �cierta verdad en el
curso de la experiencia� es producto de tu juego, o del mío�. No es
que no se pueda reconocer una deuda (Winnicott reconoce la suya en su
agradecimento que abre Realidad y juego: �A mis pacientes, que pagaron
por enseñarme�). Sólo que (si las cosas se desarrollaron con cierta
normalidad en la fase de dependencia absoluta del infans) la deuda siempre
es con un otro ausente, ausencia que el silencio del analista sólo
encarna de manera bastante precaria. Y, aparte de ser irremediable, es
bueno que así suceda: Winnicott comentaba que interpretaba más para
mostrar los límites de su comprensión que los alcances de su saber..., e
incluso, que a vecesintervenía para que el paciente no se fuera creyendo
que él había entendido todo.
El jugar, entonces, se despliega allí, en las fallas del analista
respecto de su presunto saber, es decir, en la medida en que el propio
analista pueda soportar permanecer en ese estado de precariedad que
Winnicott llamaba estado de no-saber; mientras admita disponer cierta
cualidad de su presencia, en el marco de una cura, relacionada con eso que
esperamos tan confiados de parte de los pacientes: cierta capacidad para
jugar.
SOBRE LOS �ESTADOS LIMITE�
DE LA ANALIZABILIDAD
Algunos �no juegan el juego�
Por Sergio Rodríguez *
El artículo de Luis Hornstein publicado en la sección Psicología de
Página/12 del 9 de marzo genera condiciones favorables para llevar
adelante, públicamente, un intercambio de ideas que puede resultar útil
a la práctica y la transmisión del psicoanálisis.
Estoy de acuerdo y le otorgo una gran importancia a la observación
clínica y a las consecuencias que saca Hornstein cuando dice: �El
progreso de los análisis siempre dependió de aquellos que pudieron
seguir el juego con los analizandos que �no juegan el juego�. Los
considerados inanalizables por sus beneficios secundarios, por sus
modalidades transferenciales, por su ausencia de vida fantasmática, por
su tendencia a la actuación y a la somatización. Estamos en los �estados
límite� de la analizabilidad. En ellos se le solicita al analista algo
más que su disponibilidad afectiva y su escucha: se solicita su
potencialidad simbolizante. Potencialidad que no sólo apunta a recuperar
lo existente sino también a producir lo que nunca estuvo. La actitud
técnica del analista debe ser modificada. No está escuchando �la buena
y leal neurosis��.
Creo entender que se refiere aquí a un tipo de pacientes que inquieta en
estos últimos años a sectores del movimiento psicoanalítico que antes
no los registraban, y a otros que, registrándolos de antiguo, no
encontraron las herramientas para su tratamiento en razón de ser
tributarios de doctrinas que no captaron la función del lenguaje en la
constitución y producción del inconsciente. Pacientes que ya aparecían
en los escritos de Freud sobre la histeria a fines del siglo XIX.
Pacientes a los que la manía de clasificación disgregadora del DSM IV
(Manual de diagnóstico oficial de las patologías mentales) rotula en
función del síntoma más espectacular (nótese que no digo fundamental),
implantándoles una etiqueta bajo la cual desaparecen como sujetos del
inconsciente: bulímicos, anoréxicos, adictos, alcohólicos,
psicosomáticos.
Se originan así servicios �hospitalarios, de obras sociales, de
prepagas, comunidades terapéuticas, etcétera� supuestamente
especializados en el tratamiento de la etiqueta. Sanadores por ejemplo de
obesidades, al precio del desencadenamiento de psicosis y hasta de
suicidios. Creo que hay que tener claro que una cosa es establecer una
apariencia (semblant) de especialista, para facilitar la instalación de
una transferencia singular, y otra, iatrogénica, creer que hay
especializaciones en síntomas.
Otra cosa es reconocer la necesidad de seguir los dichos del paciente
según su posición en la transferencia, distinguiendo la de los de �las
neurosis leales�, transferidos básicamente a la letra y al
significante, de la de los �que no juegan el juego� fundamentalmente
transferidos al signo. De la distinción surgirán herramientas diferentes
para el trabajo. En el orden de la apariencia, semblant con que se
presente el analista, en lo que se tome predominantemente en cuenta en el
acto analítico: las formaciones del inconsciente en unos, las
inconsistencias lógicas en otros (hasta que se hallen en condiciones de
hacerse cargo de aquéllas).
* Psicoanalista. Director de la revista Psyché.
POSDATA |
Clínica. �Recursos
para una clínica de nuestros días�, por David Szyniak. Reunión
informativa el 27 a las 20. 4772-5996.
Lúdica. Seminario �La razón lúdica�, por Luis Miguelez
en Rayuela. Martes de 20 a 21.30 desde el 18 de abril. 4774-1064.
Sexual. Congreso Latinoamericano de Salud Sexual y
Reproductiva, del 14 al 16 de abril en el Centro Cultural San
Martín. www.sexosalud.com.ar.
Género. Posgrado: �Actualización en psicoanálisis y
género�, en la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, con
Irene Meler, Irene Fridman, Mabel Burin, Ana M. Fernández, Eva
Giberti, Norberto Inda, Martha Rosenberg, Juan Carlos Volnovich.
4334-2721.
Maltrato. �Maltrato infantil: abordaje interdisciplinario�,
miércoles de 12 a 14.30 desde el 12 de abril en el Hospital
Argerich. Inscripción en Servicio de Psicopatología, de 10 a 13.
Castoriadis. Taller �C. Castoriadis: imaginación radical,
autonomía, creación�, con Juan C. Perone y Yago Franco en
Colegio de Estudios Avanzados en Psicoanálisis, desde el 3 de abril
de 13.30 a 15. 4823-7221.
Sentido. �El cuerpo tan sentido�, por Elsa Villagra en
Institución Psicoanalítica de Buenos Aires, el 5 a las 21.
4951-5183.
Psicopedago. "Aportes de la teoría psicoanalítica a la
clínica psicopedagógica", curso para graduados con Alicia
Farinatti, Marisa Factorovich y Ricardo Rodulfo en el Hospital
Alvarez, viernes de 8.30 a 10 desde el 31. 4-822-4073.
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