Por
Eva Giberti
En 1977, convocada en París por lEcole des
Annales, se inauguraron las jornadas destinadas a debatir la Clínica
en evolución y la Sociedad en cambio. André Burgière,
que representaba un movimiento históricoantropológico preocupado
por convocar los aportes de psicoanalistas, psicólogos e historiadores
acerca de la realidad del incesto dictó una conferencia: El
incesto ¿tiene una historia?.
Los datos capaces de iluminar el tema figuran en antiguos libros de medicina
o de derecho penal, en las narraciones de las niñas, adolescentes
o adultas, en los ensayos psicoanalíticos, en las informaciones
periodísticas, entre otros.
Si rastreásemos las opiniones de los profesionales europeos de
la década 1880-1890, podríamos leer: Se habla muchas
veces de la franqueza de los niños. Nada hay más falso.
(...) La niña se consuela contándose fantasías que
ella sabe que son falsas. (...) Se convierte en un personaje. Así
lo escribió Paul Brouardel decano de la Facultad de Medicina
de París y experto en medicina legal en su texto Las
causas de error en los dictámenes de expertos sobre los atentados
contra el pudor. Previamente había afirmado: Las niñas
acusan a sus padres de ataques imaginarios contra ellas (...) a fin de
obtener libertad para entregarse al libertinaje. En paralelo, Alfred
Fournier sostenía que tales acusaciones eran fantasías.
Años después, A. Moll (autor del libro Libido sexualis,
1895), en su obra La vida sexual del niño (1909) advertía
acerca del riesgo de aceptar las acusaciones de las niñas que se
decían víctimas de abuso sexual: Uno de los escándalos
más graves de nuestro presente sistema penal es que los jueces
crean tan frecuentemente tales cargos. Y Bloch, citando al pediatra
Baginsky (1906): Las declaraciones de los niños ante la ley
son categóricamente nulas y vacuas, absolutamente inválidas
e insignificantes.
Bloch reconoce la existencia de esos delitos, provocados por la seducción
de la niña, y aclara que los autores del delito eran los sirvientes.
No obstante, Ambroise Tardieu, el representante más prominente
de la medicina forense francesa, había descripto la realidad
que encontró en la morgue parisina: los cuerpos violados de niñas
y niños, victimizados por sus padres y maestros. En una de sus
obras escribió: Los padres abusan de sus hijos (...) Los
lazos de sangre en lugar de constituir una barrera para esas tendencias
imperdonables, con harta frecuencia sólo sirven para favorecerla,
según lo describió en una de sus obras. Y se lamenta por
el silencio que la medicina se impuso guardar.
En la misma época, 1886, Paul Bernard presentando estadísticas-aclaró:
Nos sorprendió el gran número de casos de incesto
que figuran en ellas. Reprodujo así una afirmación
de su maestro Lacassagne: Las experiencias que hemos tenido confirman
y prueban la veracidad de las afirmaciones de los niños.
Por su parte, Brouardel, quien inicialmente enfatizó un perfil
mentiroso de los niños, mantuvo su interés acerca de las
violaciones padecidas por éstos en su libro Les attentas aux moeurs
(1880-1885). Si bien insistía en que los violadores convictos son
muchas veces excelentes padres de familia (?), también reconoció:
Las agresiones sexuales son crímenes del hogar, añadiendo
que de 232 delitos, en 19 el padre era el culpable. Describió
estos delitos (malos tratos, asesinatos, incesto y abuso) en 1885; sabemos
que Freud asistió a sus cursos en la morgue de París y fue
en ese entonces cuando escribió la enigmática frase: Brouardel
solía enseñarnos cuánto material post mortem había
en la morgue que merecía ser conocido por los médicos, pero
del cual la ciencia prefiere no tener noticias. ¿Qué
estaba mostrándoles Brouardel? O sea, en 1886, cuando Freud dictó
su conferencia ante la Sociedad de Psiquiatría y Neurología
de Viena y vinculó el origen de la histeria con abusos sexuales
específicamente incesto padecidos durante la infancia,
tenía, como telón de fondo, las ideas antagónicas
que acabo de enunciar. Y contaba con sus convicciones, producto de las
confidencias de sus pacientes.
Los libros que Freud no
llevó consigo
En vísperas de partir hacia Inglaterra Freud seleccionó
qué libros no llevaría consigo; se los entregó a
su vecino, el librero Sonnenfeld, que los vendió a otro librero
quien a su vez los revendió al Instituto de Psiquiatría
de Nueva York. Actualmente están alojados en la Universidad de
Columbia. Entre ellos se encuentran los textos de Tardieu, de Brouardel
y de Bernard en los que se describen los historiales que refieren las
evidencias de incestos comprobados por estos autores. Se ignora por qué
Freud, que los había comprado y mantenía en su biblioteca,
no los mencionó en su presentación de 1896. Pero en una
carta a Fliess, en 1893, se refiere a la historia de la hija del
posadero del Rax: un bonito caso para mí. Es la historia
de Khatarina, protagonista de un incesto. (Freud reconoce esto recién
en 1924, en una nota a pie de página.)
El 21 de abril de 1896 Freud dictó su conferencia acerca de la
etiología de la histeria (la teoría de la seducción)
en la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de Viena. Como
sabemos, recibió el repudio unánime de sus colegas: había
ofendido al patriarcado y en particular a la comunidad médica que
lo había escuchado esa noche en una sesión presidida por
Krafft-Ebing; de sus colegas así opinó entonces en una carta
que el 26 de abril le escribió a su amigo Fliess: (La conferencia)
recibió de los asnos una acogida glacial. (...) Y esto después
de haberles demostrado la solución de un problema que data de mil
años (...) Pueden irse todos al infierno. (Carta omitida
en la edición de la correspondencia entre ambos, y que figura en
la biografía escrita por Max Schur.)
Pero el 4 de mayo, su estado de ánimo era otro y así volvió
a escribirle a Fliess: Estoy tan aislado (...); se ha impartido
la consigna de abandonarme y un vacío se está formando en
torno de mí.
A partir de este aislamiento por parte de sus colegas, comenzó
a gestarse la que sería su retractación en 1905: Me
vi obligado a reconocer que aquellas escenas de seducción nunca
habían tenido lugar y que solamente eran fantasías que mis
pacientes habían inventado. Así logró reinsertarse
en la sociedad médica.
Fechas rescatadas en la
historia del incesto
Los datos que utilicé figuran en el libro El asalto a la verdad,
de Jeffrey M. Masson, editado por Seix Barral en 1985. El volumen no forma
parte de la información que acerca de la teoría freudiana
se aporta a los estudiantes. Lo cual enrarece su formación puesto
que dificulta el intercambio de ideas con otros autores Forrester,
por ejemplo que sin
desconocer los hechos históricos prefiere enfatizar el valor de
la teoría acerca de las fantasías.
En su nuevo planteo Freud introdujo su tesis acerca de la eficacia de
las fantasías; además, las escenas que originalmente describió
nombrándolas como ataque, abuso, violación
padecidos por las niñas. Se convirtieron en imaginarias, un invento
de sus pacientes. La eficacia de las fantasías y de las escenas
se instalaron como puntos claves del psicoanálisis que acababa
de nacer. Se abrió un capítulo enriquecedor para la comprensión
del psiquismo humano y, en paralelo, Freud enterró las evidencias
que sus maestros le habían mostrado: su causa futura no sería
la evaluación clínica de los efectos del incesto como lo
propuso en su primera conferencia acerca de la histeria. Entonces, la
niña incestuada y el padre violador adquirieron estatuto virtual
en el imaginario de los y las psicoanalistas. Sus discursos postergaron,
por décadas, el registro de las violencias paternas y revictimizaron
a la niña, porque, además de negar el incesto consumado,
posicionaron a las víctimas como modelos de lo que la teoría
sostenía: las niñas inventaban escenas sexuales con sus
padres dada la eficacia de la situación edípica. O sea,
las niñas víctimas sirvieron para verificar la contundencia
de este segmento de la teoría. Si acusaban al padre, se debía
a sus fantasías acerca de un amor que ellas deseaban recibir. Veinte
o treinta años después le relatarían a su psicoanalista
que siendo niñas su padre eyaculaba sobre ellas después
de penetrarlas y entonces descubrirán que la humedad
seminal que ahora recordaban asqueadas había sido pura imaginación
deseante.
Tal como lo sostengo en el libro Incesto paterno-filial, quedar
atrapada en el incesto impide o dificulta la renuncia a estas ligaduras
edípicas con el padre. La inclusión de la niña en
el incesto bloquea la puesta en fantasma de la situación edípica,
así como la consumación del incesto no es lo mismo que actuar
el fantasma del complejo de Edipo. Mantener el fantasma de la situación
edípica es, justamente, la garantía de la no realización
del incesto. Haber sustituido el delito incesto por las fantasías
de la niña no se limita a una confusión entre niveles teóricos;
reconocer la eficacia de las fantasías y la trascendencia del lugar
que ocupan en el psiquismo no autoriza negar y/o desmentir la evidencia
de padres incestuosos que traicionan la responsabilidad tutelar y la necesidad
de convivencia tierna del varón con sus hijas.
Este material fue analizado en el libro Incesto paterno-filial contra
la hija niña, publicado por Editorial Universidad, que escribí
junto con Silvio Lamberti (abogado) y colaboradores, y que incluye un
análisis del incesto desde perspectivas psicoanalíticas
y de estudios de género.
Riesgos del pensamiento
lineal y de la aplicación de textos simplificadores
Omitir la perspectiva de los estudios de género en el análisis
del incesto convierte cualquier análisis en una ficción.
Se advierte la falencia del pensamiento complejo en el ámbito de
la legislación que no caracteriza al incesto como un delito autónomo
incriminable y facilita que los procedimientos de quienes ejercen el Derecho,
en reiteradas oportunidades, se resistan a reconocer como válidas
las acusaciones de las niñas, al mismo tiempo que privilegian la
supuesta inocencia del padre. La lectura de algunas causas judiciales
evidencia la persistencia del pensamiento lineal que, en 1880, descalificaba
las narraciones de las víctimas, aunque actualmente los informes
presentados por los psicólogos y psiquiatras entrenados en la escucha
técnica describan con solvencia la dinámica del delito.
La aplicación, entre nosotros, de los contenidos de algunos textos
estadounidenses (seriamente cuestionados en su país de origen por
su falta de rigor) remite al déficit en la formación epistemológica
de quienes aceptaron los planteos de los mismos sin ejercer un pensamiento
crítico; también remite a la carencia de información
acerca de las teorías creadas por los estudios de género,
internacionalmente avaladas. El androcentrismo constituye una variable
que coadyuva en el rechazo de las denuncias, en la persistencia con que
se intenta revincular rápidamente a la niña con el padre
incestuoso (contra el deseo de la víctima) y, cuando se trata de
un divorcio difícil, acusar a la madre de la niña
como inductora de los inventos de su hija. Decisiones judiciales
que transparentan los deslizamientos ideológicos de quienes desde
el poder que el ejercicio del Derecho consiente reivindican el lugar
del padre como intocable. Deeste modo retornan al lugar histórico
de la retractación: No hay niñas/víctimas de
incesto. No hay padres violadores.
Cualquiera de estas estrategias es parte del contraproyecto que intenta
rescatar el espacio perdido por el patriarcado; al evidenciarse el ejercicio
de la violencia en el ámbito familiar como responsabilidad prioritariamente
masculina, también quedó al descubierto el incesto paternofilial
contra la hija/niña practicado en todas las clases sociales.
El incesto, recordémoslo, apunta a destruir la subjetividad de
la niña. El placer que el padre obtiene avanza en busca de la satisfacción
que le produce violentar a un ser humano. La niña no es tratada
como una cosa, por el contrario, el placer-poder radica en dañar
a una persona, lo que posiciona al incesto en el ámbito de la perversidad
(placer por dañar) y no necesariamente de la perversión
sexual.
Las variables y el contexto, que corresponde estudiar cuando se menciona
el incesto, son múltiples y no podrían incluirse en esta
nota; pero es preciso abundar en la variable histórica porque ella
nos ilustra acerca de sus protagonistas, entre las cuales nos contamos,
porque constituimos el entorno capaz de advertir que el incesto constituye
un antecedente de la violencia contra las mujeres. Si no lo asumimos en
ese carácter, si permitimos que la niña lo transforme en
invisible debido a la insuficiencia de su voz, perderemos de vista una
de las estrategias masculinas más eficaces para escribir la propia
historia del poder.
posdata |
Ameghino. Acto público de las entidades
profesionales y gremiales del Centro de Salud Mental Nº 3 Arturo
Ameghino: piden que la estructura ya aprobada para el centro se incluya
en el presupuesto de salud de la Ciudad. Hoy a las 11 en Córdoba
3120.
Cuerpo. Jornada El cuerpo que la palabra habita,
con casos clínicos y talleres en CEIP, el 25 a las 9.30. 4307-8304.
Acto. Presentación del libro ¿Qué sucede
en el acto analítico? de Roberto Harari, con Norberto Ferreyra,
Rolando Karothy, Marcelo Rapoport, Manuel Rubio y Zulema Lagrotta,
el 30 a las 20.30 en Billinghurst 1926.
Soledad. La soledad en la tercera edad y los recursos
para transformarla, por Susana Wortman y Silvia Ioscovich, para
personas de más de 60, en Sociedad de Terapia Familiar, el
27 a las 18. 4962-4306.
Pesadilla. La pesadilla: ese ser que hace sentir el peso
del goce del Otro por Nancy Hagenbuch, y Clínica
de la psicosis por Néstor Erlejman, el 24 a las 21. Discurso
Freudiano, 4772-8997.
Descartes. El Descartes de Lacan, con Paula Castelli,
Javier Sanguinetti y Ezequiel Zerbudis en Centro Psicoanalítico
Argentino, el 27 a las 20. Gratuito. 4822-4690.
Teatro. Diálogo arte-psicoanálisis: teatro,
con Silvia Jabif, Jorge Hacker y Ricardo Halac en el Cultural San
Martín, Sarmiento 1551, el 28 a las 20. Gratuito.
Aniversario. De la revista Topía, con Las Psicófonas
y otros grupos, el 28 a las 21 en Paseo La Plaza. Gratuito. |
Mail
de estas páginas: [email protected]
. Fax: 4334-2330.
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