Por
Rubén H. Ríos
Hay que reinventar la clínica, propone
el psicoanalista francés Eric Laurent, que visitó Buenos
Aires en diciembre, invitado por la Escuela de Orientación Lacaniana
(EOL), para dictar el seminario Usos actuales de la clínica.
Su último libro traducido al español es Posiciones femeninas
del ser.
¿Qué es o qué significa, para usted, uso
de la clínica?
Clínica en el sentido de aquello que se comparte
entre analistas, psicólogos, psicólogos sociales, psiquiatras,
profesionales de la salud mental, como una brújula, una actitud
crítica para el abordaje de las psicopatologías. La clínica
como un saber que se puede compartir desde abordajes distintos. Ahora,
estas jornadas de la EOL se centran sobre el psicoanálisis como
tal. Se trata de una discusión del estatuto actual de la clínica
analítica y de la investigación clínica dentro del
psicoanálisis. Este tiene cien años de existencia, una multiplicidad
de autores y diferencias, una clínica que también es una
acumulación de perspectivas diversas. Se trata, entonces, de interrogar
lo que hace el eje central.
¿El eje central también de una acumulación
de usos múltiples de la clínica?
Sí, en cuanto estos varios usos de la clínica pueden
producir un uso posmoderno de la clínica.
¿Posmoderno?
En el sentido de que esta multiplicidad puede originar un efecto
de increencia. De todo vale. Que es, en definitiva, la relación
del sujeto posmoderno con sus creencias. O, al mismo tiempo, lo que podríamos
llamar un individualismo de la clínica: Sólo creo
en mi clínica. Sin embargo, la experiencia analítica
desemboca en una certeza, no en una increencia. En una certeza que el
sujeto consigue en la relación con su propio síntoma.
¿La obtención de esta certeza es la finalidad de todo
uso de la clínica en psicoanálisis?
Para que haya un uso efectivo de la clínica se necesita una
brújula, una orientación. La brújula se consigue
con esta certeza, llamando certeza a lo que permite al sujeto orientarse.
Hay que hacer funcionar la experiencia analítica de manera tal
que dentro de ella se obtenga esta certeza. Lo que no es tan fácil
en una cultura o una época donde es más la desorientación
y la dificultad de ubicarse que las certezas.
En todo caso, el sujeto posmoderno, constituido desde increencias,
se muestra como refractario al psicoanálisis.
O más bien habría que mostrar que el sujeto que aparentemente
se define por estas increencias, con estas mismas increencias desconoce
los determinantes de su acción. Digamos que el sujeto más
increyente es el más actuado por el inconsciente. Este es el verdadero
Amo que se burla del sujeto posmoderno. Habría que preguntarse
en la clínica de esta situación de increencia quién
es el Amo, descubrir las determinaciones escondidas. El Amo es el discurso
del inconsciente. Un amo internalizado pero al mismo tiempo exterior.
Un interno exterior.
El seminario que usted dicta se llama Usos actuales de la
clínica. ¿Esto significa que hay usos obsoletos, permanentes,
superados, inactuales? ¿Cómo es?
Hay algo inactual en la disciplina analítica, pues el inconsciente
mantiene con el tiempo relaciones bizarras. El inconsciente es el tiempo
del sujeto trastocado, trastornado. Hay un uso inactual en el sentido
de que el síntoma analítico tiene una dimensión inactual.
Lo actual es este régimen de increencias en la cultura, por el
cual estamos todos determinados. La tarea de la clínica consiste
en conseguir un horizonte decerteza, pero esto sólo es posible
si logra mantenerse viva negándose a transformarse en un saber
muerto, clasificatorio. Hay que reinventar la certeza clínica.
¿Reinventarla desde dónde?
Desde la experiencia psicoanalítica misma. Desde la clínica
en acto. Esta tiene que ser, al mismo tiempo, invención y verificación.
Si no es esto, es un saber muerto. De esta manera se obtiene la certeza
epistemológica: por la experiencia misma. Podemos aprender de las
filosofías de la ciencia, pero el psicoanálisis no es una
ciencia. Es un producto de la ciencia. Sin el modo particular de certeza
de la ciencia, no habría podido elaborarse el psicoanálisis.
El modo demostrativo, la voluntad de utilizar ciertos procedimientos para
obtener una certeza, la separación del sujeto de la evidencia de
su cuerpo son aspectos del psicoanálisis como consecuencia de la
ciencia. Antes de ella, todas las sabidurías respetan la armonía
del cuerpo. Con la ciencia se introducen modos de desarreglo del sujeto
con el cuerpo. El psicoanálisis viene a responder a esto.
Pero, ¿en qué consiste, si no es científico
en sentido fuerte, el estatuto de la clínica?
En el modo de pasar por la experiencia. Unicamente definida por
las coordenadas del psicoanálisis. La certeza sostiene esta experiencia.
Certeza que se obtiene como resultado de la experiencia. Suena peligroso.
Precisamente si algo produce errores y riesgos, es la ciencia. Constatamos
todos los días el impacto de los desgastes producidos por la ciencia.
Los errores y riesgos la acompañan. El saber científico
es un saber universal, un para-todos. Pero en el psicoanálisis
no hay un universal. O el funcionamiento del para-todos es más
bien el del no-paratodos. Se trata de una lógica del no-todo. La
certeza psicoanalítica es de lo particular, no de lo universal.
Si usted quiere, son las categorías de la ciencia aplicadas a lo
particular. El psicoanálisis, por ejemplo, va por las particularidades
de los enamoramientos de un sujeto a largo de su vida. Esto remite a su
inconsciente, a las determinaciones en su historia que se revelan al final,
pero no son necesarias sino contingentes. Lo que se demuestra, entonces,
es la certeza de lo contingente. Mientras que en la ciencia la única
certeza posible es la de lo universal.
La certeza clínica, como usted la piensa, parece una articulación
moderna/posmoderna.
Más bien la certeza clínica sería el revés
de la posmodernidad. Porque es un procedimiento que permite no dejarse
en un régimen de increencia, torturante para el sujeto mismo. Lejos
de cualquier posición conservadora o reactiva respecto de la increencia
de nuestra época o cultura, a través de la experiencia psicoanalítica
llegamos a ese punto de certeza de la contingencia.
PROTESTA
DE LOS PROFESIONALES
Ameghino está que arde
Protestan los profesionales del Ameghino porque el
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no cumplió el acuerdo que
firmó, lo cual dejaría en el aire la estructura orgánico-funcional
de la institución y daría marcha atrás en las rentas
para profesionales que desde hace muchos años trabajan ad honorem.
Según la denuncia de la Asociación de Profesionales del
Centro de Salud Mental Nº 3 Arturo Ameghino, hace más
de un año se llegó a un acuerdo que jamás
se efectivizó y no figura en el proyecto de presupuesto
del Ejecutivo, pese a habernos reunido con el secretario de Salud, Marcos
Buchbinder, y a que el director de Salud Mental, Roberto Lo Valvo, nos
aseguró que estaba incluido. También se habrían
suprimido cuatro rentas otorgadas a profesionales con más
de quince años de trabajo ad honorem, que vinieron hace más
de tres años con errores de tramitación.
La Asociación destaca que esta institución funciona
gracias al trabajo de unos 450 profesionales, de los cuales más
de 300 son ad honorem y que luchan para defender la atención
singularizada, pública y gratuita en salud mental, derecho de la
población incluido en la Ley de Salud Mental de la Ciudad, recientemente
promulgada.
Adolescente
se cuelga y se descuelga hacia la muerte
A partir del caso del joven que mató a su profesora, un
comentario sobre la �tendencia antisocial� en los adolescentes,
a la luz de la teoría del psicoanalista Donald Winnicott.
Niños
juegan ante una de las escuelas donde se produjeron los recientes
hechos de violencia contra profesoras.
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Por
Rebeca Hillert *
Una profesora fue atacada por uno de sus alumnos, con un
cuchillo. Murió. Se publicó la noticia acompañada
de muchos comentarios. Curioso: los comentarios se refieren a la indisciplina
escolar. Se escribe sobre los límites, el diálogo, la violencia,
la falta de autoridad. ¿Cuál es la relación entre
la mala conducta de los adolescentes y la agresión con un arma
blanca? Hay una respuesta fácil y al menos superficial: la violencia
de los jóvenes. Hace falta otra explicación.
En el imaginario de la cultura actual, cabe perfectamente una agresión
real y de magnitud, de alumnos a profesores en el aula. Es decir: no es
insólito ni inaudito, se cuenta entre los hechos posibles.
No es mi objetivo dar cuenta de las razones de este acontecimiento particular.
Faltan elementos. Puede tratarse de una respuesta impulsiva, aunque nada
lo indique. Otra posibilidad, en el terreno de lo patológico: el
joven pudo haber obedecido a órdenes de voces alucinadas. Pero
no hay antecedentes de una historia clínica que lo sugiera.
Los diarios ofrecen una sola pista: el cuchillo que causó las heridas
de muerte fue un regalo del abuelo a este chico de 15 años. También
está presente el abuelo en la penitencia que sufriría el
muchacho en caso de no aprobar las materias del colegio: durante el verano
no iría al campo del abuelo. Aventuro una conjetura para explicar
el pasaje al acto homicida: cortar la situación sin salida, sosteniéndose,
agarrándose al instrumento que le aporta el abuelo. Tiene una significación,
en lo simbólico, esencial.
La quería asustar, contestó el alumno a la pregunta
de un compañero, apenas producido el ataque. Tal vez fue la respuesta
que encontró con posterioridad, para hacer comprensible un acto
que para él mismo no lo era. Tal vez (no es excluyente), necesitó
producir algo en la realidad, para no sentirse desaparecer, sumido, tragado,
por su desesperación.
Hay quienes prefieren explicaciones generales. Por ejemplo: intolerancia
a la frustración.
No puedo avanzar más en la singularidad del caso. Voy a proponer
un abordaje del tema, aunque no estoy en condiciones de corroborar si
es o no pertinente a este caso. Será útil a quienes tratamos
con jóvenes desde distintas profesiones. Se trata de los desarrollos
de Donald Winnicott sobre los adolescentes y la tendencia antisocial.
Escribe Winnicott en Realidad y juego (Gedisa. Barcelona): Resulta
valioso comparar las ideas adolescentes con las de la niñez. Si
en la fantasía del primer crecimiento hay un contenido de muerte,
en la adolescencia será de asesinato. En la fantasía
inconsciente total correspondiente al crecimiento de la pubertad y la
adolescencia existe la muerte de alguien. El tema inconsciente
puede hacerse manifiesto como la experiencia de un impulso suicida, o
como un suicidio real.
Si en Olavarría se hubiera tratado del suicidio de un adolescente,
la noticia no despertaría desconcierto. Pero, ¿cómo
una fantasía de matar se convierte en una realidad irrebatible
de asesinato y no de suicidio? Hay una tesis muy fuerte, que debemos también
a Winnicott: la lucha del adolescente por sentirse real. Se sienten
irreales, salvo en tanto rechacen las soluciones falsas y eso los induce
a hacer ciertas cosas que son demasiado reales desde el punto de vista
de la sociedad (Deprivación y delincuencia. Luchando
por superar la fase de desaliento malhumorado, Paidós).
Este sentimiento de no ser reales tiene su causa en la manera brutalmente
real en que aparecen los cambios instintivos durante esta fase. Es
más agrega Winnicott, ¿cómo abordará
cada uno algo tan novedoso como el poder de destruir y aun matar, un poder
que no se mezclaba con su sentimiento de odio cuando era un pequeñuelo
que daba sus primeros pasos? Los adolescentes, en su fantasía,
van a consumar el asesinato del padre. Deben encontrarlo, donde lo busquen,
para el desafío y la confrontación. La rebeldía adolescente
necesita espacio. El diálogo no ofrece siempre esa posibilidad.
Resulta terrible para los adolescentes la delegación de responsabilidad
propia de los adultos, responsabilidad que los adultos a veces declinan.
Si los mayores abdican, los jóvenes ¿contra quién
pelean? Para los jóvenes, la pelea y la lucha son indispensables.
Winnicott, en 1963, enumera tres factores que han alterado todo
el clima en que se desenvuelven los adolescentes: las enfermedades
venéreas ya no son un factor disuasivo (no se conocía el
sida); los anticonceptivos, que posibilitan mayor libertad sexual; terminó
la amenaza de guerra nuclear.
En la actualidad se agrega un nuevo factor: el saber (el que sirve para
vivir, para manejar los artefactos, e incluso el de muchos códigos
necesarios para la comunicación), el saber lo tienen supuestamente
los adolescentes. Este es un cambio importantísimo en el lazo social
entre generaciones. Se espera y exige de los adolescentes respuestas que
no tienen. Se confunden conocimientos o alguna información con
la experiencia de la vida. Y esta suposición tiene consecuencias
éticas. Se les llega a atribuir un saber sobre los deseos que guían
los actos. No sólo sobre sus propios deseos, sino también
sobre los de sus mayores. Algunos les adjudican un saber sobre el goce
sexual y sobre eso que generalmente se nombra como el disfrutar de la
existencia. Puede parecer abstracta mi afirmación. Sin embargo,
en el ámbito escolar, se pide a los alumnos que se manifiesten
libremente, que propongan sanciones disciplinarias para determinados compañeros,
que expliquen lo que les sucede y den cuenta racional de sus conductas...
Se los acorrala. La angustia deriva de esa sensación de no ser
reflejados en las respuestas que reciben de los otros. No son vistos en
la insuficiencia e inmadurez que caracterizan la adolescencia.
Otra consecuencia es la alternancia entre la idealización de la
juventud y la desvalorización de su conducta. En síntesis:
los jóvenes tendrían que hacer la experiencia de relevar
a los mayores sintiendo que lo logran por la fuerza. Muchos encuentran
sin embargo que luchan contra una masa de soldados en retirada, en desorden,
moralmente abatida y resignada.
Entonces, algunos se cuelgan: aislados, se retraen en la abulia.
Otros, a veces, se descuelgan: recurren a la agresión
homicida o suicida. No hay que minimizar la importancia de los conflictos
que aquejan al adolescente, ni sus angustias. Para ellos, y eso sí
lo saben de algún modo, los asuntos que los ocupan son de vida
o muerte. El adolescente o el joven y la muchacha que todavía
se encuentra en proceso de crecimiento no pueden hacerse cargo aún
de la responsabilidad por la crueldad y el sufrimiento, por el matar y
ser muerto que ofrece el escenario del mundo.
* Psicoanalista. Supervisora en el Hospital Tobar García. Coautora
con Guillermina Díaz del libro El tren de los adolescentes. Edit.
Lumen.
PREVENIR
LA VIOLENCIA ESCOLAR
Nadie vio las señales
Por Sarah Solzi
de Rofman *
Ha muerto una docente: nadie se dio cuenta de las señales de
peligro que daba un chico de 15 años. Pero ya es tarde, Maritza
murió y chicos como el de este caso tienen su vida arruinada. Hoy
ha sido un ataque, en otras ocasiones un suicidio, un delito, un apartarse
de los carriles de la normalidad. El caso de Olavarría no es el
único, aunque tenga particularidades que lo hacen excepcional.
Los adultos damos por hecho que los chicos dicen lo que nosotros entendemos
y no es así. Los padres, educadores y todos aquellos que compartimos
mucho tiempo con niños y adolescentes debemos aprender a descifrar
los mensajes que ellos envían. Niños de preescolar que no
quieren trabajar, alumnos de primaria que no aprenden a leer
o a hacer cálculos, adolescentes de secundaria que repiten
hasta abandonar las escuelas, puños que se crispan, insultos mascullados,
mentiras reiteradas son indicadores que debieran alertar para evitar la
frustración irreversible del no me di cuenta.
Existen conductas posibles de revertir si son tomadas a tiempo y se modifica
el contexto. Cuando se llega tarde, estas experiencias dejan marcas imborrables.
El ADD (déficit atencional) es una enfermedad que puede presentar,
entre otros síntomas, la conducta explosiva. Problemáticas
de este tipo son reversibles a través de tratamientos adecuados,
cuyo éxito depende de la precocidad con que se inicien.
Nadie se dio cuenta de que el nivel de sobreexigencia del alumno superaba
su capacidad de frustración. El no podía aceptar tener que
rendir un recuperatorio porque esto era sinónimo de pérdida
de autoestima y de valoración por los otros.
* Presidenta de la Fundación para Asistencia, Docencia e Investigación
en Psicopedagogía.
Mail
de estas páginas: [email protected]
. Fax: 4334-2330.
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