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Cómo se hizo Cóndor Crux

La cintura cósmica del Sur

No sólo es el primer largometraje animado digitalmente hecho en la Argentina, también es una prueba de que hay vida (animada) después de García Ferré. Juan Buscarini, Pablo Holcer y Swan Glecer, los tres directores de Cóndor Crux, cuentan los sucesivos pasos que debieron dar para combinar la técnica del animé japonés con una estética latinoamericana.

POR MARIANO MARTIN KAIRUZ

El de pionero es un trabajo bastante ingrato. Ochenta y dos años después del estreno de El apóstol, una sátira sobre el yrigoyenismo en plena primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, reconocida como el primer largometraje animado de la historia del cine (argentino y mundial), la cantidad de películas animadas de factura nacional no llega a la decena. Para cuando Quirino Cristiani, director de El apóstol, murió en 1984, sus trabajos precursores se habían perdido, aparentemente devorados por el incendio de los estudios de Federico Valle. Desaparecieron, se podría decir, “sin dejar rastros” (título del segundo largo animado de Cristiani, que por “cuestiones de seguridad nacional” había sido levantado por la Municipalidad tras su primera y entonces única exhibición). Por eso, el estreno de Cóndor Crux resulta un hecho notorio, no sólo por ser el primer largo argentino de animación digital sino por ofrecer evidencia de que, más allá de García Ferré, asoma una suerte de conciencia industrial, encabezada por los directores de Crux: Juan Pablo Buscarini, Pablo Holcer y Swan Glecer.
Los tres habían coincidido en Dibu 2, un par de años atrás, y aunque coinciden en considerar al enano pelirrojo de Telefé como algo ajeno a sus gustos e intereses cinematográficos, lo reivindican como experiencia: “Dibu tiene el mérito de haber sido la primera película en la que se combinan dibujos animados con fílmico hecha en toda Latinoamérica y en resolución cinematográfica”, explica Buscarini, ingeniero rosarino sin experiencia como tal y formado en animación dentro y fuera del país, especialmente en publicidad y desarrollo de videojuegos. Holcer se inició en la computación en 1981 (cuando su padre, en un acto visionario, llevó a su casa una hoy prehistórica Apple II) y aplicó sus conocimientos de software para que la tecnología resolviera por él sus ejercicios de escalas de color en sus años como estudiante en Bellas Artes; los ochenta lo encontraron exponiendo en la Primera Muestra de Arte Computacional, en el Recoleta y practicando docencia en la carrera de Artes Combinadas en la UBA; en los 90 participó del boom de la computación gráfica en España (donde vivió tres años) y del “eternometraje” de Leonardo Favio Juan Domingo Perón. Sinfonía del sentimiento (que se preestrena por estos días en el Atlas Recoleta): “Para los chicos que estudiaban dibujo y animación hubo años muy negros. Es cierto que con Dibu, desde su concepción, estaba esa idea de hacerlo a lo Disney, y corría el enorme riesgo de quedarse a mitad de camino, por falta de identificación nuestra con ese estilo y por falta de guita. Pero a nosotros nos ayudó desde el punto de vista de la producción, del negocio, porque lo que nos interesaba era hacer un producto genuino, más duro, más del género del comic”.
Cóndor Crux cuenta la historia del viaje iniciático del ex capitán Juan Crux (la voz de Damián De Santo), que renunció a las fuerzas policíacas de la megacorporación Gloria Mundi, a través de la cual el dictador Phisar (la voz de Arturo Maly) somete a Darwin, una nunca nombrada Buenos Aires del año 2068, ensombrecida por una cúpula permanente. Crux se rebeló contra Phisar cuando éste le ordenó matar a su padre, líder de un grupo rebelde que planeaba tomar control de un satélite neutralizado y espabilar a los habitantes de Darwin. En su periplo, Crux suma las compañías de la amazona Sonia (la voz de Leticia Brédice) y Yunko (Max Berliner), sobreviviente de una masacre indígena. Los momentos más psicodélicos de su viaje son conducidos por la voz y la música de Gustavo Cerati (parte de una entusiasta banda sonora de la que participaron también Vicentico, Los Caballeros de la Quema, Attaque 77 y David Lebón).
“La película tiene una historia muy auténtica y muy nuestra, a la cual le dio forma Omar Quiroga, el guionista (ex Tato Bores y mitad del dúo creativo Saborido-Quiroga). No hay influencias directas desde el cine o el comic, a pesar de lo que nos guste Ghost in the Shell, el clásico de animación nipona. Nosotros miramos a los japoneses más desde la producción que desde la estética. Si hubiéramos querido hacer animé, habría quedado como ese japonés que canta tango: puede ser bueno, pero ni se le acerca a Goyeneche. Es que no tenemos el manejo de la dinámica que tienen ellos, de la acción, de la violencia. Será que nuestros deportes no son marciales...”, dicen los tres directores de Crux. “Pero los japoneses tienen una enorme capacidad para ubicarse. Dicen: los suizos hacen Rolex; nosotros hacemos los Casio, y vendemos cien mil por cada cien de ellos. Con la animación hicieron lo mismo: no corrieron contra Disney sino que ubicaron un formato de producción que terminó convirtiéndose en una estética. Una estética que nace de la limitación, de la austeridad”.
Una escena de persecución de naves por las calles de Darwin, al comienzo de Cóndor Crux, remite inmediatamente a La guerra de las galaxias. Buscarini no habla de la película de George Lucas, pero sí de los fichines, que conoce muy bien: “Nuestra película tiene mucho de la cultura del videogame. Cuando usamos el 3D, desarrollamos experiencias inmersivas. Lo que privilegia el videogame es la acción, el movimiento antes que el realismo del diseño: dar tiempo real a las acciones. Si tiro un tiro, que salga la bala, aunque el arma sea un símil de lo más precario. Lo ideal es llegar a la suma de ambas cosas: diseño y dinámica. Y, si no llego, decidir cuál sacrificar. Nosotros sabíamos que el presupuesto nos permitiría una animación limitada, y lo primero era tener una película dinámica, que te llevara dentro de la nave por la ciudad de Darwin. En el videogame también es impresionante la cantidad de información que tiene un solo cuadro: al ver a la generación que hoy juega a los fichines, te seca el cerebro ver cómo asimilan tanta información. Ése es un código que también incorporamos a Cóndor Crux”, dice Buscarini. “Antes de comenzar la producción, la historia tenía un tinte más oscuro”, recuerda Holcer, “pero nos dimos cuenta de que lo que estábamos haciendo era una película para chicos y por lo tanto teníamos que balancear. Omar Quiroga aportó el personaje de Sigmund, el freudman (una especie de Max Headroom portátil que interpreta Favio Posca); es el personaje cómico, un racionalista y a la vez un verdadero cagón, que le da un contrapunto al protagonista, para alivianar el dramatismo o para incomodar en las escenas sentimentaloides”. El costado dark, según Buscarini, se debió a que en las pruebas en 3D les era más fácil una estética oscura que el diseño de espacios verdes y luminosos. “Cuando Swan (Glecer, encargado de la animación 3D y tercera pata del trío, fogueado en diseño gráfico en República Dominicana y en Nueva York), empezó a diseñar todo lo que era el Machu Picchu, un escenario de una potencia increíble, y esa variedad de ambientes que iba desde el glaciar a la selva amazónica, aparecieron como en explosión el color, la luz, y supimos que ya teníamos la película, visualmente”.
Cóndor Crux incursiona en terrenos poco transitados en la Argentina, no sólo desde el aspecto de la animación y el género futurista, sino también en la arriesgada composición de esa diversidad: “Para la ciudad utilizamos proyectos del Novecientos sobre cómo se imaginaban que iba a ser Buenos Aires y el mundo en el futuro. Para el Machu Picchu tenemos una parte hiperrealista, pero también se adaptaron algunas esculturas mayas o aztecas. Procedimos con libertad para generar un mundo que fuera atractivo visualmente: El Dorado (la tierra protegida por el personaje de Leticia Brédice) es una invención total, pero el refugio rebelde en el glaciar está basado en la arquitectura orgánica desde Gaudí. Para el diseño del Doctor Crux (el padre de Juan, con la voz de Pepe Soriano), que es un humanista, usamos las volutas y el fileteado de los colectivos y el Art Deco y Nouveau en versión argentina”.
Anticipando el estreno, los tres directores dejan ver cierta tensión por la suerte que pueda correr su apuesta personal: por más que se trate de una producción de Patagonik, el proyecto nació en ellos y todas sus aspiraciones “industrialistas” dependen de lo que suceda en enero con la audiencia. “Esto no es Manuelita. Se trata de un mercado que nunca nadie exploró en Argentina. Los chicos pueden ir a ver Crux como pueden ir a ver James Bond, no es el mercado infantil-infantil: vos hacés una Manuelita y capturás a los más chicos. Pero éste es un mercado más impredecible; los preadolescentes te pueden amar o ignorar olímpicamente”.

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