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homenajes Peanuts, obra maestra pop del siglo XX

Pequeños monstruos

Un árbol al que le gusta masticar barriletes, un perro que se cree escritor de policiales. Todo es posible en Peanuts. O era: Charles Schulz dejó de dibujar a Snoopy y compañía, la tira diaria que alguna vez demostró que los buenos también ganan, la historieta más inteligente de los 50 para acá (que también fue, por una vez, la más exitosa). Sin embargo, nunca es tarde para recordar que antes de Bart Simpson o Mafalda, la banda de Charlie Brown demostró que las neurosis, las envidias y los sarcasmos también venían con pantalones cortos..

POR MARTIN PEREZ

En el mundo de Peanuts, nadie quiere a Charlie Brown. Es el protagonista de la tira, es cierto, pero todos se ríen de él. Se ríen porque anda siempre deprimido, porque hay un árbol que siempre se come sus barriletes o simplemente porque tiene la cabeza grande. Eterno perdedor, Charlie Brown no podía serlo menos en ese mundo real que, dicen, imita al arte: Charlie supo prestarle su nombre a una de las naves de la misión Apolo. Se trató, por supuesto, de la Apolo X, el ensayo general para la triunfal Apolo XI. Así fue como Charlie Brown giró alrededor de la luna e incluso despegó su módulo –bautizado Snoopy–, pero nunca alunizó. La gloria quedó para los que vinieron después que él: la nave Columbia y el módulo Eagle. La gloria para los otros, nunca para Charlie Brown. Como en Peanuts, ni más ni menos.
Considerada por muchos como la primera tira diaria inteligente y por otros como la última de toda una época, Peanuts (“Maníes”, o más coloquialmente “Monedas”, pero bautizada Rabanitos en su versión en castellano) revolucionó el medio con sus pequeños personajes que hablaban, se enojaban y odiaban como los adultos, cuando apareció por primera vez en 1950. Los niños de Charles Schulz, cada uno de ellos un manojo de neurosis con patas cortas, llamaron la atención de todos los intelectuales una década más tarde, cuando se transformaron en la tira ideal para encauzar la crisis generacional de los años 60. “Estos niños nos afectan porque de alguna manera son monstruos. Son monstruosas e infantiles reducciones de todas las neurosis del ciudadano moderno de la civilización industrial”, escribió Umberto Eco.
A pesar de que su dibujo está alejado del esquematismo cada vez más perfecto de la última época, la primera tira de Peanuts sirve como síntesis ideal de su mecanismo: sus cuatro cuadritos muestran cómo un chico y una chica sentados en el césped ven pasar a un tercer chico. “Ahí viene el bueno de Charlie Brown”, le anuncia él a ella en el primer cuadro. “El bueno de Charlie Brown, sí señor”, sigue diciendo él, como para que lo oiga Charlie cuando pasa frente a ellos, y lo repite en el cuadro siguiente, viéndolo alejarse. En el último cuadro, sin embargo, cuando Brown ya está lejos y no puede oírle, el niño finalmente agrega: “¡Cómo lo odio!”. Según Al Capp, uno de los clásicos dibujantes norteamericanos de la historia del comic: “Los personajes de Peanuts son pequeños y malévolos bastardos, siempre listos para lastimarse entre ellos. Es por eso que son deliciosos. Se hieren los unos a los otros con gran entusiasmo”.
Con el transcurso del tiempo, es cierto, los personajes de Peanuts fueron limando su agresividad. Sin embargo, la lucha entre ellos ha estado siempre presente. La crueldad de Lucy contra su hermano Linus, por ejemplo. O contra su blanco predilecto, Charlie Brown. Pero el gran cambio de la tira, y lo que seguramente la transformó en inmortal, fue su paulatino alejamiento del mundo real. El gran aliado de ello es el dibujo, que lentamente se fue haciendo totalmente bidimensional, para permitirle a la tira crear su propio mundo. Según su autor, el mejor ejemplo es la cucha de Snoopy: “En un principio, solía dibujarla en perspectiva. Pero me di cuenta de que así se hacía imposible jugar con la posibilidad de que Snoopy durmiese acostado en el techo o hiciera lo que quisiese ahí arriba. Por eso, con el tiempo, pasé a dibujarla sólo de costado, plana. De esa manera, todo es posible ahí arriba”.
Es Snoopy, precisamente, quien mejor da cuenta de las transformaciones de Peanuts. En un principio, el perro andaba en cuatro patas y su juego preferido era hacerse el buitre. Con el tiempo, como todo el mundo sabe, Snoopy no sólo comenzó a escribir novelas, sentadito muy orondo sobre el techo de su perrera, sino que también persigue al Barón Rojo en sus aventuras durante la Primera Guerra Mundial. Hasta que la imagen del sabueso narigón capaz de pararse como un humano se convirtió en el logo por excelencia de un producto que se ha hecho más conocido en todo el mundo por el merchandising que por la historieta. En ocasión de un número especial en homenaje a los 75 años de Schulz realizado por el prestigioso The Comic Journal, el periodista Gary Groth escribía: “El fenómeno global de Peanuts a través de toda clase de merchandising obliga a recordar permanentemente el hecho de que Charles Schulz es uno de los grandes autores de comics del siglo XX”.
Ésa es, de hecho, la gran trampa en la que han caído las creaciones de Schulz. Una trampa que supo evitar Bill Watterson, el autor de Calvin & Hobbes y tal vez su gran heredero, que siempre se negó a licenciar los derechos de sus personajes, evitando así todo tipo de merchandising. Hijo de otra época, Schulz no supo reconocer a tiempo los problemas de semejante multiplicación. En Argentina, sin ir más lejos, su obra es más conocida por los stickers, las remeras y los muñecos de sus personajes, que por sus tiras, que durante mucho tiempo sólo era posible leer en el diario La Prensa. Lo que habla de la universalidad de su mensaje, ya que en tiempos en que aquel matutino editorializaba decididamente en contra de “Los Simpsons”, se podía disfrutar en sus páginas de la terrible belicosidad de Lucy cargando contra el piano de su amor imposible Schroeder, tirándolo por la alcantarilla al grito de: “¡La mujer gana!”.
Si en un comienzo el alter ego de Schulz en Peanuts supo ser Charlie Brown, con el tiempo el autor se identificó más y más con Snoopy y su mundo privado. Con todos sus fracasos finalmente remontados gracias al éxito de su tira, Schulz se pudo dedicar a retozar en el mundo de Snoopy hasta que cayese el telón. El telón cayó casi con el fin del milenio, hace un mes, cuando –luego de un tratamiento de quimioterapia a causa de un cáncer de colon– su autor decidió que ya tenía suficiente de Peanuts en su vida. A los 77 años, y un año antes de cumplir las bodas de oro con su creación, Schulz decidió retirarse. Después de haber entrado al museo de Louvre a comienzos de los 90 y con una muestra en permanente exhibición en el Museo del Comic de Florida, la última plancha dominical de Peanuts está anunciada para el próximo 14 de febrero. Mientras tanto, este lunes 3 de enero apareció la última tira diaria, en 2600 diarios de 75 países alrededor del mundo. Acompañada de un dibujo de Snoopy al lado de su Remington –más alter ego que nunca de su autor–, la carta de Schulz que ocupa toda la tira comienza diciendo: “Queridos amigos: he sido afortunado de poder dibujar a Charlie Brown y sus amigos durante casi cincuenta años. Con ello completé el sueño de mi infancia”.
Durante esos cincuenta años Schulz pasó de ser Charlie Brown a ser Snoopy. Quizá porque Charly Brown es un perdedor (ése es su encanto) y Snoopy... bueno, Snoopy siempre gana. Pero lo hace en un juego al que sólo juega él. Y así, como bien lo debe saber Schulz, nunca se puede perder.

QUINO: “Tengo que considerarlo mi papá directo, porque yo no hubiera podido hacer Mafalda sin haber leído esa maravilla que fue Peanuts. Pero tengo que confesar que, por las mismas razones por las cuales dejé de hacer Mafalda, en algún momento Peanuts me cansó. Hace quince años que no podía leerla más. Pero cuando apareció fue algo totalmente nuevo. Hasta ese momento, yo estaba acostumbrado a las tiras en las que los personajes tenían una sola característica. Como Don Fulgencio, que era un tipo que no tuvo infancia y su humor giraba sólo sobre eso. O Avivato, que era un aprovechador bárbaro tira tras tira. Peanuts, en cambio, trajo una serie de personajes con características muy humanas, y un universo propio”.
REP: “A la distancia, creo que Schulz hizo una de las mejores diez historietas de la historia. Y lo extraño es que sólo haya hecho eso, que todo su mundo se haya resumido en algo tan perfecto como Peanuts. Con el riesgo que tiene hacer algo perfecto, que está cerca de ser aburrido. Eso sí: cada vez que me encuentro con un librito de Peanuts, yo lo leo. Me atrapa, me fascina, me parece un autor de verdad. Es un autor muy simple, al que todos lo han leído complicado. Para mí, siempre fue sencillo. Como dibujante y como guionista, además, me parece maravilloso. Lograr resumir todo en cuatro cuadritos me parece tan faraónico como el Ulises. Admiro en Schulz, precisamente, todo lo que yo carezco”.
PETER BAGGE (autor de Hate): “Charles Schulz fue mi primera inspiración para transformarme en historietista. Las tiras de Peanuts de los años 60 fueron por lejos la mejor obra que había visto en mi por entonces breve vida. Aún hoy, cada vez que releo cualquier tira de Peanuts de esa época, me sorprende la poderosa e innegable influencia que han tenido sobre mi trabajo, que llega hasta estos días. En mi opinión, Schulz es el más grande historietista de todos los tiempos”.
JIM DAVIS (autor de Garfield): “Mi corazón se saltea un latido cada vez que veo a Charles Schulz. Fue una de las más grandes influencias de mi carrera, de cómo debe ser una tira diaria, de cómo debe ser un historietista. Me enseñó el poder de lo sencillo. La pureza de su línea y su palabra lleva una historia a casa de la manera más efectiva posible dentro de este medio. Peanuts no tiene aditivos artificiales. No utiliza anzuelos ni espejitos de colores. Es sencillamente entretenimiento puro y sin adulterar”.
DENNIS O’NEILL (editor de DC Comics, guionista de Superman): “Piensen en el contenido de Peanuts: frustración, pérdida y miedo a la pérdida, inseguridad, anhelo de arte y heroísmo, amor, lujuria, competencia, arrogancia, generosidad, amistad, desgracia, rebelión y las vulgaridades existenciales de nuestra vida diaria. Tomen en cuenta que estos grandes temas han sido expresados con encanto y humor infalible en dibujos tan simples y evocativos como un delicado haiku diario durante cincuenta años. Y reconozcan a Charles Schulz como uno de los grandes artistas del siglo”.
AL JAFEE (guionista de Mad): “Durante medio siglo, el trabajo de Charles Schulz ha entretenido a millones de lectores con su humor generoso y perceptible. Los personajes de Peanuts no sólo son tesoros nacionales sino también tesoros del mundo. Y si esos ufólogos en Rosswell son de fiar, Schulz y sus deliciosas creaciones probablemente sean también tesoros intergalácticos a esta altura. Para mí, Schulz representa lo mejor que uno puede ser en esta profesión. Mientras los dibujantes y los sindicatos pasan un mal rato tratando de adivinar qué es lo que la gente quiere, Schulz simplemente sigue haciendo lo que mejor sabe hacer y el público nunca se cansa, siempre le pide más”.
PETER KUPER (editor de The System): Peanuts siempre fue el mejor ejemplo de la intersección de política y sexo en la historieta. Schulz enmascaró sagazmente sus comentarios críticos sobre la Norteamérica de posguerra, el ascenso del macartismo y la Guerra Fría en lo que aparentaba ser sólo una graciosa tira diaria protagonizada por niños. Exploró las relaciones psicosexuales emergentes en el período de amor libre con la introducción del personaje sexualmente ambiguo (Woodstock). El impacto que tuvo Lucy al difundir el movimiento feminista o el que produjo Linus en la percepción norteamericana respecto del movimiento gay no puede ser sobreestimada. De la misma manera en que Snoopy aparece como el icono perfecto de nuestro complejo militar-industrial, Charlie Brown se yergue como una muda acusación de las acciones racistas tanto en casa como en el exterior. Desde los “Charlies” de Vietnam a los “Browns” oprimidos en cualquier ghetto del país,
Peanuts siempre ha dicho presente en el
foro de estos debates. Aplaudo al señor Schulz por abrazar estas causas y mostrarle al mundo las increíbles posibilidades de este medio”.
MORT WALKER (autor de Beto, el recluta): “Cuando era joven, un amigo me dijo que se había encontrado con Schulz en Minneapolis y que le dijo que quería conocer otros dibujantes y entablar correspondencia con ellos. Comencé a escribirle. Me pareció un tipo amable, pero incluso para un granjero de Missouri como yo, Schulz parecía näif. Pero ésa demostró ser la base de su éxito: la simple inocencia de sus ideas y la honesta ineptitud de sus personajes. Charlie Brown, como su creador, era un perdedor. Schulz no bebe, no fuma ni insulta. Pienso que cree que habita una película apta para todo público. Y eso es lo que hace que sus primeras tiras sean doblemente deliciosas”.

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