El nuevo disco de ese increíble bonzo llamado Warren Zevon El hombre de las mil cicatrices Según la leyenda fue un niño prodigio descubierto por Stravinsky que abandonó una carrera como concertista para tocar el banjo en el Berkeley de los 60. Desde entonces, sobrevivió a dos intentos de suicidio y múltiples internaciones. Sus canciones son idolatradas por Bob Dylan, Jerry García, Bruce Springsteen y REM. Pero pocos productores están dispuestos a financiar los fracasos en que se convierten sus discos. La semana pasada, después de cinco años de silencio, ascendió una vez más de sus infiernos con Life�ll Kill Ya: un gran momento para conocer a Warren Zevon, uno de los dementes más lúcidos del rock. Por Juan Forn Un día le preguntaron a Hunter Thompson si él había creado a Warren Zevon. Thompson contestó: �Haría falta un escritor mucho más genial que yo para crear a alguien como Warren. Un Faulkner en ácido, por ejemplo�. Hay algo de cierto en la frase de Thompson: Warren Zevon podría haber nacido perfectamente en el corazón del condado de Yoknapatawpha, con o sin LSD de por medio. Uno se imagina al autor de El sonido y la furia diciéndose a sí mismo, en la soledad que antecede al amanecer: �Nada mal, nada mal�, luego de inventar una criatura tan altamente inflamable como ésa. Pero no: no se puede hacer responsable a Faulkner por la existencia de Warren Zevon. Como dice Jackson Browne: �Hay una parte de Warren de la que nadie puede adjudicarse mérito excepto él, y es la parte que nos aterroriza a todos�. La pregunta es: ¿qué hay de cierto en la leyenda de ese ex niño precoz descubierto por Stravinsky, ex concertista de piano, con dos intentos de suicidio y varias internaciones en clínicas psiquiátricas y de desintoxicación, que se convirtió en uno de esos músicos idolatrados por los músicos (Bob Dylan, Neil Young, Paul Simon, Jerry García, Bruce Springsteen y REM, entre muchos otros) y sistemáticamente relegado por las discográficas, uno de esos perdedores épicos capaces de describir de manera visceral y fulgurante el itinerario de su caída y de sobrevivir una y otra vez, sobreviviente nato, envuelto en un halo ya mítico de autodestrucción? LA LEYENDA Warren Zevon nació en Chicago en 1947, hijo de un inmigrante ruso, ex boxeador, que se ganaba la vida jugando naipes, y de una mormona de ascendencia escocesa que convenció a su marido de mudarse a California y de cambiarse el apellido original, Zevotosky (que significa �hijo del lobo�). El mito dice que el pequeño Warren tenía tales dotes para la música que entró precozmente al conservatorio, por iniciativa del mismísimo Igor Stravinsky (vecino de los Zevon en Sunset Boulevard), y que nadie dudaba de que iba a ser un superlativo concertista de piano. Algo pasó, en algún momento, porque el joven Warren irrumpe en la escena de Berkeley a principios de los 60, tocando canciones folk en banjo o violín en las mismas cafeterías donde brillaban Taj Mahal y un joven Ry Cooder, hasta que a los dieciséis años ingresa como pianista estable de los Everly Brothers. La realidad es un poco más moderada: según ha confesado el propio Zevon, no fueron más de tres los años que estudió música formalmente (�Desde que tengo uso de razón me interesó el piano, pero no pude resistir la disciplina�). En cuanto al encuentro con Stravinsky, ocurrió así: el profesor de la banda musical de su colegio secundario, que tocaba en una de las orquestas de Los Angeles, llevó al joven Zevon de oyente a un taller a cargo de Stravinsky y Robert Craft. Zevon quedó en contacto con Craft, incluso lo visitó varias veces. �En una de esas ocasiones apareció Stravinsky y se sentó con nosotros. Eso fue todo. Craft menciona el episodio en el libro que escribió. De hecho, elogia que yo nunca lo haya exagerado para darme corte. Algo de lo que no estoy tan seguro�. Lo mismo pasa con la época de Berkeley: �Puede que me hayan dejado tocar una o dos veces máximo. ¿Cuánto tiempo se puede soportar a un autodidacta del banjo? Y con el violín, me arreglaba bastante con el arco, pero las posiciones de la mano izquierda eran tremendas, así que casi no hacía notas�, confesó. En la etapa siguiente, leyenda y realidad se parecen más: a los veinte parte a Nueva York a probar suerte y le aceptan una de sus canciones para la banda de sonido de Perdidos en la noche: si bien Zevon tuvo más suerte que Dylan esa vez (Schlessinger prefirió poner como tema central la canción de Nilsson �Everybody is talking� y descartó �Lay Lady Lay�), su canción sufrió un par de pequeños y sugestivos cambios (se llamaba �She Quit Me, Man� y pasó a llamarse �He Quit Me� para que la cantara una mujer) y apareció firmada por W.W. Zevon. Nueva York no lo convence y decide volver a California. Se habla, por esa época, de un par de intentos de suicidio: de uno de ellos lo habría salvado el escritor de policiales Ross McDonald, quien irrumpió en el departamento de su joven vecino cuando éste estaba a punto de dispararse en el paladar; del otro (esta vez con píldoras) lo habría salvado su admirador y mentor Jackson Browne. Zevon grabó su primer disco solista poco antes de cumplir treinta años, en 1976 (existe un inconseguible y aparentemente catastrófico antecedente en 1970, llamado Wanted Dead Or Alive). Dos años después llega Excitable Boy: un éxito �moderado� para la discográfica, demasiado enloquecida con el éxito de Hotel California de los Eagles. Desde entonces hasta Life�ll Kill Ya (�La vida te va a matar�, editado hace pocos días), Zevon grabó otros seis discos en estudio (Bad Luck Streak in Dancing School, The Envoy, Sentimental Hygiene, Transverse City, Mr. Bad Example y Mutineer), hay una recopilación temprana de sus éxitos (A Quiet Normal Life), dos discos en vivo (Stand In The Fire y Learning To Flinch), uno de covers con los REM (Hindu Love Gods) y una maravillosa caja semirretrospectiva de 44 temas, editada cuando parecía que se retiraba del circuito profesional (I�ll Sleep When I�m Dead). Todos fracasaron airosamente y van desapareciendo de catálogo (previo paso por las mesas de ofertas: una bendición inesperada que llega incluso a estas costas). LA MúSICA Suele suceder que la leyenda anteceda la escucha de los discos de estos �perdedores épicos�. En el caso de Zevon, es como si la leyenda operara subliminalmente durante la escucha, se sepa o no algo de él. Para empezar, sus canciones son engañosamente toscas: por lo pegadizas y por la manera salvaje en que las toca Zevon (eso explica que un artista de tan moderadas ventas tenga editados dos discos en vivo, o que Dylan y los Grateful Dead tocaran canciones de Zevon en sus shows). El único instrumento no percusivo en su considerable arsenal es la voz, de una amplitud y una coloratura prodigiosa. A esa música (�que nunca echa en cara su inventividad, pero siempre es original�, según decretó pomposamente Rolling Stone), hay que sumarle la extraordinaria densidad de sus letras, sea para contar la historia de un mercenario noruego en África, el instante previo al terremoto que hunde para siempre en el océano a Los Angeles o qué se puede hacer en Denver cuando uno está muerto. Y así se llega a un resultado acumulativa e infaliblemente mayor a la suma de las partes. Si bien Zevon parece divertirse como un derviche con cada nueva nota al pie a su leyenda, es serenamente despiadado con su propia música: �En una época, si me pedían que hiciera un solo de piano en alguno de mis discos, exigía cobrar doble, como si fuera otro músico... para no hacerlos. Me irritan profundamente los solos de piano en el rock: si no puedes tocar como Bud Powell, Chick Corea, Herbie Hancock, entonces no hagas solos. Con la guitarra pasa otra cosa: no importa cuán bueno es el maestro, yo aprendo mal. Una vez Neil Young me pidió que le mostrara un tema en la guitarra, así veía las posiciones. Yo le dije que era una pérdida de tiempo, mejor se la escribía, pero él no lee música e insistió. Y quedó atónito. Me gusta mucho la guitarra eléctrica, y admiro a Hendrix como a un compositor clásico. Pero no tengo técnica, en absoluto�, declaró en 1995 a la revista Goldmine. En la misma entrevista reconoció que era cierta la anécdota en torno al título Excitable Boy: �Leroy Marinell no me dejaba tocar en su casa. Me decía: Tienes buenas ideas, Warren, pero después te excitas mucho. En esa época yo tenía una Rickenbacker y terminaban tocándola todos, menos yo�. El virtuoso Waddy Wachtel que, además de tocar con el mundo entero (desde Dylan a Keith Richards, pasando por los Bee Gees) es el más viejo amigo de Zevon, lo ve así: �Toca elpiano como una guitarra de mil cuerdas. Y toca la guitarra como si estuviera loco�. LAS GRABACIONES Cuando editó su segundo disco, en 1978, el New York Times dijo: �Un extraordinario retrato de una sociedad partiéndose en pedazos (aunque algunos dicen que en realidad es un retrato de sí mismo). Zevon está a la altura de los mejores de su generación, allá arriba con Paul Simon, Bruce Springsteen, Randy Newman. Veremos si les aguanta el ritmo�. Para los parámetros de la industria musical norteamericana, no aguantó: de esa época es el segundo intento de suicidio y el via crucis de internaciones por alcoholismo. Tres años después, ya se hablaba de Zevon como de una reliquia de los 70. Lo que ocurre entonces es decisivo para él: se acomoda en los mismos márgenes del sistema adonde había sido expulsado y deja que sus amigos (especialmente Jackson Browne) se encarguen de conseguirle productor para hacer nuevos discos. Una parte de la tarea es más ardua que la otra: todos los músicos quieren tocar con Warren; sólo hace falta encontrar un productor dispuesto a hacerse cargo de los gastos a veces un poco absurdos de esas grabaciones. Los nombres ilustres desfilan como comparsa en los discos de Zevon, y detrás de cada uno de ellos hay una historia bizarra: para la grabación de �Werewolves of London�, por ejemplo, su amigo Jorge Calderón le dijo que necesitaba una banda de verdad y trajo a los Fleetwood Mac (�Un castigo�, confesó Zevon más tarde, �cuando yo creía que ya estaba, ellos decían: Nunca está, y además recién empezamos�); para �Desperados Under The Eaves� quería reunir a los Beach Boys especialmente y por una sola noche en el estudio; en �Run Straight Down� detuvo la grabación hasta que David Gilmour de Pink Floyd grabó su voz y la envió desde Londres; cuando Browne propuso a los Eagles hacer los coros de �Gorilla You�re A Desperado�, ellos preguntaron a Zevon si lo que quería era parodiarlos, a lo que él les contestó: �No, solamente quiero que canten tan lindo como siempre�; en �Sentimental Hygiene� aparece Brian Seltzer y su orquesta completa por sólo cuarenta segundos. Todo esto que parece megalomanía típica de una estrella de rock, tiene una explicación inesperadamente sensata de parte de Zevon: �Todas mis canciones pueden reducirse a su mínima expresión, para cuando mi carrera se hunda definitivamente y termine tocando en bares de camioneros del Tercer Mundo. Pero, mientras haya dinero, prefiero dejar una versión de estudio que se parezca a como suenan esas canciones en mi cabeza�. LAS VERSIONES La contraparte de esas complejas grabaciones no sólo son las legendarias versiones en vivo de sus temas (Neil Young canceló una vez un millonario contrato para poder salir de gira con Zevon por infinitas salas de mala muerte) sino las versiones que han hecho otros artistas de sus temas, en la mayoría de los casos con más éxito que la del propio autor. �Nunca escuché un cover de mis canciones que no me gustara. Al revés: siempre le agregan algo que después copio yo mismo, a veces para siempre. Desde Linda Ronstadt a Hank Williams Jr. ¿Y qué decir cuando uno hace una canción imitando a Dylan y él termina cantándola con los Grateful Dead? Esas cosas son de lo mejor que puede pasarle a uno en este ambiente. Y algo similar pasa cuando me piden algún viejo hit, especialmente �Werewolves of London�, en los conciertos: ¿cómo no tocarla? Son tres minutos de joda loca, un homenaje a Hunter Thompson, del que aprendí tanto y, como es un caballero sureño, jamás va a decir que es un plagio suyo. La verdad que no entiendo esos tipos que se niegan a hacer sus hits por principio. Es como privarse de hacer algo que a uno le gusta, ¿para no darle el gusto a quién?�. La clave parece ser el lugar que ocupa en su cosmogonía el oficio de hacer y tocar canciones: �Tengo una teoría muy aburrida y más bien deprimente. Toda forma de arte evoluciona y muere. No hay nada que hacer. Yo quería ser un compositor de sinfonías. Pero el último de esa raza fue, no sé, para algunos Webern, para otros Bartok o Schoenberg. En cierto punto, cuando no hubo más música clásica nueva, la música de bar ocupó ese lugar vacío. Y tipos como los Beatles alcanzan el estatuto que antes tenían los Beethoven o Mahler. Lo que se puede decir hoy es que no habrá otro Dylan. Habrá otro artista, pero en otra frecuencia. El problema es cuando surgen tipos después de que se haya llegado al punto más alto de esa corriente de expresión: es más fácil decir que los Beatles son geniales a decir que Nirvana es genial. En cuanto a mí, no quise revolucionar nada: sólo quise tocar canciones que me gustaran�. EL FASTIDIO La combinación de lucidez y demencia, de lirismo desesperado y mortífero humor negro instala a Zevon unos cuantos escalones más arriba de la categoría de rareza autodestructiva. No le molesta tanto ser un secreto para iniciados, siempre y cuando no lo amplifiquen con esa cámara de eco de la que tanto abusan los periodistas de rock: �Ya sé que tengo fama de revoltoso, aunque sea más bien disciplinado y contenido. No me van mucho los beats y la rebeldía sin causa; prefiero a Graham Greene o Thomas Mann. Y, si hay algo que tengo claro, es que Perry Como y Perry Farrell dan lo mismo: todos estamos en el show-business. Siempre digo eso: no importa que un tipo se rompa vidrio contra el pecho o cante con gomina y smoking. No seamos hipócritas. El humor nos salva. Si conseguimos decir algo serio, importante o conmovedor, todo bien. Pero en cuanto se vuelve estúpido, mejor que tengas algo de humor disponible. No hay nada que deteste más que la hipocresía y la pomposidad. Y el rock y el pop están llenos de eso: la ropa de cuero, las revolcadas en el escenario, los televisores arrojados desde las ventanas de los hoteles, y la comodidad a la hora de hacer canciones... Desde los doce años yo venía leyendo libros y me negaba a las restricciones que supuestamente regían las canciones pop, cosa que no ocurre con ninguna otra forma artística que combine letra y música. Para no hablar del groove blanco: si el batero toca dos por cuatro y el cantante entra un microsegundo antes o después... ¿eso es groove? Perdón, pero eso es ignorancia disfrazada�. Al final del cuadernillo que acompaña la caja I�ll Sleep When I�m Dead, prefirió explicar esos sentimientos encontrados con palabras de uno de sus autores de cabecera: �Cuando escuchen mis canciones, siempre tengan presente aquello que dijo Kierkegaard alguna vez. Uno ve un cartel dentro de un negocio que dice Se lava y plancha. Va a su casa a recoger la ropa sucia, vuelve y lo que descubre es que el cartel estaba en venta�. EL RETORNO Zevon llevaba cinco años sin sacar disco nuevo ni salir de gira (la última había sido entre el 92 y el 94, y lo llevó de Finlandia a Australia, tocando siempre en salas chicas, solo, y grabando en DAT los shows: de esos registros salió el último disco en vivo: Learning To Flinch). En 1995 había terminado su contrato con el sello Giant y ninguna discográfica parecía interesada en su nueva producción. Zevon estaba semirretirado, haciendo lo que más le gusta: estar sin trabajo, dedicado a aprender a tocar vientos, salvo cuando lo llamaba David Letterman o le pedían tocar en algún concierto a beneficio. Su relación con Letterman es insólita: durante el período salvaje de los 70, dondequiera que estuviese, Zevon mandaba a la producción del show de Letterman billetes de veinte dólares con la inscripción Contraten a Zevon. Veinte años después, cada vez que llegan las festividades judías de Rosh Hashanah y Yom Kippur, Paul Schaffer (el pianista estable del show) se toma vacaciones y es reemplazado por Zevon. En una de esas suplencias, Letterman le preguntó si había compuesto algo nuevo últimamente (por sugerencia de Jackson Browne, una vez más). Warren dijo que tenía �una balada isabelina de sadomasoquismo� y tocó �Hostage-O�. Pocos días después recibió un llamado de un sello nuevo llamado Artemis Records, que no sólo le ofrecía contrato sino que ponía a su disposición una lista de productores estrella. Zevon exigió tocar todos los instrumentos (guitarra, teclados, vientos insólitos, percusión igual de insólita y hasta un Theremin), menos el bajo y la batería (a cargo de sus viejos amigos Jorge Calderón y Winston Watson) y se negó a que le distorsionaran su concepto musical: con esa única condición eligió a Paul Kolderie (responsable de los discos de Radiohead, una de sus pocas bandas favoritas). El disco apareció la semana pasada, con el título Life�ll Kill Ya: son once canciones propias y un conmovedor cover de Steve Winwood, �Back In The High Life Again�. Según Zevon, tenía tantas ganas de grabar ese tema que lo rodeó de �las previsibles canciones sucias y torturadas�. Pero, en este caso, con un áspero leitmotiv existencial: �La decrepitud me parece un eje más apropiado para el rock que la incomprensión juvenil�. El disco entero es insobornablemente fiel a esa consigna. A una canción que compuso a pedido para el recuperado David Crosby y fue rechazada (la letra dice: �Yo tenía toda la droga hasta que se consumió, mantuve la promesa hasta que el voto se quebró, tuve que esconderme cuando eso sucedió, yo estaba en la casa cuando la casa ardió�) le sigue una confesión tan cruda como maravillosa (�Puedo hacer desaparecer el amor, pero necesito voluntarios�). A las proverbiales radiografías de la época (�Podrás soñar el Sueño Americano, pero duermes con las luces encendidas�) le ha incorporado una plegaria tremenda (�Pensé en los problemas que tuvieron mis amigos, para que yo no pensara en mis problemas, no nos dejes enfermar, no nos dejes volvernos estúpidos�), como si ya fuera hora de reducir al mínimo el margen de malinterpretación de su visión de la vida. �Las cosas se fueron dando así. A esta altura, cuando tengo el título, tengo la canción. El título es un milagro, el resto es fidelidad a esa idea y trabajo. Pero no nos engañemos: el propósito del arte no es educar, ni hacer proselitismo. A lo sumo uno puede decir cómo se siente; no decirle a la audiencia cómo debe sentirse�. Mirando panorámicamente sus treinta años de carrera, lo más admirable del itinerario de Warren Zevon es haber sobreimpuesto a aquella naturaleza de bonzo una impenitente supervivencia: volver de todos los infiernos donde estuvo, no con las neuronas quemadas ni con mesiánicos mensajes de autoayuda, sino con la lucidez intacta y una elocuencia ensordecedora en cada una de sus cicatrices. La vida te matará, es cierto. Pero, mientras tanto, si no nos enfermamos, si no nos volvemos estúpidos, bien se puede aprender a �contemplar la eternidad bajo la vasta indiferencia del cielo�, como canta en otra de sus extraordinarias canciones.
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