El último disco de Joni Mitchell
|
Reunión
de madre
e hija |
Eligió
un puñado de canciones clásicas y les sumó dos
clásicos
propios. Se rodeó, una vez más, de excelsos acompañantes.
Ordenó las canciones de tal manera que contaran la historia de
un amor, desde su estallido hasta las consecuencias de su deterioro.
Y se lo dedicó a la hija que había dado en adopción
a los veinte años y reencontró tres décadas después.
El disco se llama Both Sides Now,
y su incomparable autora, Joni Mitchell. De pie, por favor.
Por
Diego Fischerman
La
historia podría empezar en Saskatchewan. O en un helicóptero
que no la llevó a Woodstock. O, muchos años después,
en un disco dedicado a temas clásicos y llamado Both Sides Now,
como una vieja canción de Clouds, su segundo álbum. Podría
empezar con un autorretrato, donde, como casi siempre, fuma. O con lo
que cuenta su hija acerca de cómo finalmente la conoció,
32 años después haber sido dada en adopción.
La historia podría ser la de Roberta Joan Anderson, que supo
ser mujer de Graham Nash, de James Taylor, de David Crosby. La que cantó
y sigo intentando comprender / la luz del amanecer / como sigo
yendo / de hombre en hombre. La de quien se atrevió a homenajear
a Charlie Mingus sin ser música de jazz, a tener una banda de
jazz para hacer canciones que no eran de jazz y a hacer canciones de
jazz, mucho después, en un brillante disco de homenaje a Gershwin
firmado por Herbie Hancock. O a mezclar su Both Sides Now
y su A Case of You, convertidas en canciones de jazz, con
Stormy Weather, una canción de jazz.
La historia es, definitivamente, la de alguien que tuvo poliomielitis
a los nueve años, que empezó a pintar a los diez, a escribir
poesía a los once y a cantar cuando Bob Dylan le demostró
que era posible, la mujer conocida en el mundo con el seudónimo
de Joni Mitchell.
Joni Mitchell hoy tiene 56 años, acaba de editar un disco magnífico
posiblemente uno de los mejores de una carrera donde los discos
magníficos abundan, y hace tres años que se reencontró
con su hija, antes llamada Kelly Dale y ahora Kilauren. El folleto del
disco Both Sides Now, antes del final signito de copyright seguido del
número 2000 y del nombre Joni Mitchell, tiene una pequeña
(e inevitable) leyenda: Este álbum está dedicado
a mi hija Kilauren. La misma que a los 32 años y antes
de dar a luz a su primera hija (la nieta de Joni Mitchell, claro) quiso
conocer a sus padres biológicos. Y que no recibió demasiados
datos en las oficinas pertinentes salvo la fecha y el lugar de nacimiento
de ambos, más algunas aficiones y enfermedades. Hasta que un
día, leyendo una biografía de Joni Mitchell, supo quién
era su madre. Dios mío, todos estos datos coinciden. Mamá
tuvo polio a los nueve años, el abuelo estaba a cargo de un almacén,
la abuela era una maestra... Saskatchewan... novio en la escuela de
arte. Había como 14 o 15 coincidencias.
Por supuesto, a partir de ese momento los críticos y exégetas
comenzaron a encontrar en las canciones de Joni Mitchell infinidad de
pruebas acerca de su maternidad y de la culpabilidad de haber entregado
a su hija en adopción. Di a luz cuando tenía veinte
años y lo principal era ocultarlo, cuenta ahora. El
escándalo era tan intenso... Tener un hijo no podía ser
algo más desdichado. Socialmente te arruinaba. El estigma era
espantoso. Era como haber asesinado a alguien. Yo no tenía dinero.
No tenía trabajo. Pero intenté encontrar algún
tipo de solución que me permitiera quedarme con ella sin lastimarla.
Ni a ella ni a mí misma. Me casé por conveniencia con
Chuck Mitchell, me prometieron un trabajo en Detroit. Pero después
de un mes de matrimonio, él huyó despavorido. El matrimonio
no tenía ninguna base, excepto que me permitía darle un
hogar a la niña. Finalmente decidí ir a la oficina de
adopción. Dice en los papeles que en la audiencia me puse muy
emotiva, y seguramente fue así. Yo no recuerdo nada.
En su nuevo álbum así como en su reciente colaboración
con Herbie Hancock, cantando Summertime y The Man
I Love hay algo de una sabiduría especial, de esa
rugosidad en la voz que sólo pueden dar los años. Está
el antiguo talento, pero la voz más grave, más desprendida
de los tics del folk y de la modernidad un poco impostada de sus discos
de principio de los 80 adquirió una cualidad sólo
asimilable a la categoría de clásica. Joni
Mitchell ya no canta como una cantante del momento, como si se tratara
apenas de un último disco. Canta como si su voz fuera eterna,
como si estuviera desde siempre y, más aún, como si ya
fuera una cantante canonizada por la historia, lo que en cierto modo
resulta cierto. Pero lo curioso es que Joni Mitchell ya ha sido canonizada
de varias y muy diferentes maneras: como reina del folk (un género
con el que, por otra parte, jamás comulgó del todo), como
musa del hippismo (movimiento con el que mantuvo todas las distancias
posibles) y, ahora, como cantante de jazz (cosa que nunca fue, a pesar
de haber sido la única a la que Mingus le permitió cantar
sus músicas). Algunos datos resultan reveladores. Por ejemplo,
el bajo en el álbum Don Juan Reckless Daughter y en Hejira, tocado
por un Jaco Pastorius en quien todavía no había reparado
casi nadie. O la banda de los sueños que la acompañó
en su doble en vivo, Shadows & Light: Michael Brecker en saxo tenor,
Lyle Mays en teclados, Pastorius en bajo, Pat Metheny en guitarra y
Don Alias en batería.
Otros datos los da, precisamente, su último disco. Allí
aparece uno de sus invitados más incondicionales: el saxofonista
Wayne Shorter. También, el pianista Herbie Hancock, el trompetista
Mark Isham (autor de la música para la mayoría de las
películas de Alan Rudolph), el baterista Peter Erskine. Y dos
arregladores: Vince Mendoza uno de los más prestigiosos
orquestadores de la escena neoyorquina y, en Stormy Weather,
esa leyenda llamada Gordon Jenkins. El antiguo colaborador de Frank
Sinatra y Ella Fitzgerald construye aquí, como en esos pequeños
frescos casi expresionistas a los que se atrevían los cantantes
en los años 50, una auténtica tormenta pasional. Todas
las canciones del disco se refieren al amor romántico. De hecho,
las canciones están ordenadas de tal manera que proponen un itinerario,
desde los comienzos de una relación a sus posibles y variados
deterioros. Entre los múltiples detalles que se destacan está
el primer cello de la orquesta, tocado por Anthony Pleeth, uno de los
principales músicos de cámara ingleses. El productor del
disco sigue siendo, como en los anteriores, Larry Klein, aquel bajista
de Peter Gabriel y sesionista de muchos discos ilustres salidos de la
Costa Oeste.
Una lista incompleta de quienes admiten a Joni Mitchell como su maestra
abarca desde Sting hasta Prince, pasando por Madonna. Muchos de ellos,
con sus nombres o de incógnito, han participado en sus discos.
Pero lo más interesante es escuchar aquí Both Sides
Now y volver a oírlo en Clouds. Y hacer lo mismo con A
Case of You. Sobreponerse a esta versión paralizante e
ir a la original, incluida en Blue. Lo que puede comprobarse entonces
es, simplemente, que Joni Mitchell nunca es igual a sí misma
y que su historia puede ser (y siempre lo es) miles de historias a la
vez.
arriba