Pepe Soriano desafía a la gravedad
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Cuenta
con orgullo que cuando empezó en la revista fue el primer travesti
argentino. El teatro lo albergó desde los comienzos junto a Cunil
Cabanellas, pero en los años setenta la actuación también
lo enfermó gravemente. Fue al interpretar a dos personajes suicidas,
Florencio Parravicini y Lisandro de la Torre. Actualmente su estado
físico y actoral son admirables. En la versión local de
Mi bella dama Pepe Soriano canta, baila y seduce al elemento femenino
de la platea.
POR
LAURA ISOLA
Para
animarse a hacer la versión local de la comedia musical Mi bella
dama, Alejandro Romay necesitó que Pepe Soriano le diera el sí:
Y yo que venía bien entrenado, corriendo tres veces por
semana, acepté. Desde el estreno, Soriano baila y canta
seis funciones por semana (los sábados hace dos al hilo) en el
Teatro Nacional, encarnando el papel de Alfred Doolittle: el padre de
Eliza (Paola Krum), la florista objeto del pigmaliónico experimento
del desalmado maestro Higgins (Víctor Laplace), quien con rigor
modela a la desaliñada muchacha.
HACER
EL VIEJO
Alguna vez le preguntaron a Camilo José Cela por la diferencia
de edad que tenía con su mujer y por qué no se casaba
con una de su misma edad. La respuesta: ¿Con una vieja?
¡Ni loco, con el asco que me dan!. Pepe Soriano acuerda:
Estoy casado con una mujer más joven y tengo una hija de
siete años. Esto, que les llama la atención a los demás,
para mí es común. Lo fue para Rafael Alberti y parece
que lo es también para Cela. Harto de que se lo llame siempre
para el mismo papel, se ríe de su condición: No
sé qué les pasa conmigo. O no hay más actores de
cierta edad o funciona eso que me dicen: Vos los hacés fenómeno.
Porque viejo que anda dando vueltas, viejo que me encajan a mí.
Si tiene que tener ciento veinte años, es un personaje para Pepe
Soriano. Esto me ha pasado mucho y hablo en tiempo pasado, porque espero
que no me pase más.
Y así parece ser nomás, porque noche a noche Soriano arranca
elogiosos comentarios de la platea femenina por su estado físico.
Sorprendido por esa reacción, el actor confiesa que le cuesta
aceptar esa inesperada condición de sex symbol: ¡No
me diga! ¿Seguro que las señoras aplaudían por
eso? Me da vergüenza que me digan cosas así. Son lindas,
pero no sé qué responder. Cuando me dicen: Maestro, tal
cosa, me siento como un cacho de bronce. Para adentro sigo siendo Pepe,
como cuando tenía veinte años. Será que no soy
un tipo de perfil alto. No ando por lugares con mucha gente, soy muy
fóbico. Nunca me van a pescar en un estreno o una inauguración.
¿Por dónde circula Soriano, entonces? Estoy en mi
casa con mi mujer y mi hija. Con mis amigos. No tengo una vida especial:
no me voy al Caribe de vacaciones ni tengo una casa suntuosa. Es un
poco decepcionante para estos tiempos que vivimos. Pero qué le
va a hacer: así soy.
CUESTION
DE ALTURA
Si la vida privada de Soriano es, como él dice, decepcionante
en cuanto a falta de extravagancia (porque vive en la misma casa en
la que nació en el barrio de Colegiales y charla con la misma
vecina desde hace veinte años), sorprende doblemente su despliegue
en escena. Cuando se lo interroga por su método,
contesta: Cuando subo al escenario soy un animal. Que, traducido,
quiere decir: Hago con la misma franqueza un Volpone, una berretada
o esta comedia musical. En este caso, todavía me gustaría
dar más: tener un papel más largo y exigirme más
físicamente. Pero Soriano agradece que lo cuiden y se preocupen
por él. De lo que se queja es de que en la obra no lo hayan dejado
eyectarse desde el bar lugar donde, por hábito
y costumbre, su personaje pasa mucho tiempo a una carretilla convenientemente
llena de paja: Dijeron que no se podía resolver escenográficamente.
Aunque, decime, si pusiéramos un trampolín, no muy alto,
pero con las virtudes de un trampolín, con rebote y todo eso,
yo podría salir del bar, picar y caer lo más pancho en
la carreta, explica, buscando cómplices para su causa.
Eso no fue todo: Durante los ensayos e incluso en la primera función,
cuando el personaje se está por casar y los amigotes y las prostitutas
lo despiden con una fiesta, me tenían arriba de un barril. Pero
el número de baile es larguísimo y era insostenible que
yo estuviera sobre el barril todo el tiempo. ¿Cuántas
cosas podía hacer yo en esa superficie sin ser Fred Astaire?.
La sugerencia de Soriano fue: En vez de estar todo el tiempoahí
arriba, me pareció que podía subir al barril de un salto,
hacer un par de pasos y, por último, volver a saltar y terminar
triunfalmente el número en el piso, con los demás.
La respuesta, sin embargo, volvió a ser no: Quiero creer
que pensaron: Este coso se cae y se rompe una gamba, no que me veían
demasiado viejito para hacerlo. Pero Soriano no es tan fácil
de convencer, sobre todo si él mismo está convencido:
Todavía pienso que el salto desde el barril quedaría
fenómeno en escena. Lo defendí y lo sigo defendiendo.
Además, en el teatro se puede hacer que las cosas parezcan sin
serlo. No me tengo que tirar de un metro y medio. Se puede probar con
otras alturas. Si hubiera podido hacer todas estas cosas, me divertiría
horrores. Además son todas cosas que hago en mi casa. Hace dos
años empecé a ir al Circo Arena para practicar trapecio.
Parece que la sorpresa del entrenador fue indisimulable: ¿Trapecio?¿Usted?
¿Pero, sabe algo?, le preguntó a Soriano. Ni
puta idea, le contesté yo.
UNA
TEMPORADA EN EL INFIERNO
En el principio fue el teatro: Empecé con Cunil Cabanellas
en el San Martín, hace cincuenta años, y nunca más
paré. En algún momento también hice café-concert,
como hice revista en mis inicios. En esa etapa, Soriano mostró
las plumas, lo que lo lleva a proclamar hoy, con orgullo varonil y actoral,
que fue el primer travesti argentino: En la revista me vestía
de mina. Y realmente era una mina muy fulera. Bajaba la escalera y me
esperaban los comediantes vestidos de frac, como si esperaran a la primera
vedette y yo cantaba Busco a un millonario. Mientras hacía
mi parte, siempre pensaba en esos tipos que iban a ver minas a la revista,
los típicos mirones, preguntándose uno a otro: Che, ésta
debe ser la mantenida de alguno porque tan fea no la pueden dejar trabajar.
Y, además de fulera, la muestran vestida.
Sin embargo, en la década del 70, fue en el teatro donde se enfermó:
Hice dos tragedias seguidas, Lisandro y Parra (las vidas de Lisandro
de la Torre y de Florencio Parravicini, respectivamente), dos personajes
que se suicidan. A esto le podés agregar componentes personales,
pero sentí que la idea del suicidio excedía a los personajes
y todo terminó en internación. En una función de
Parra, estaba en la escena final, en la que se mata con un revólver:
tenía que darme vuelta y pegarme un tiro de fogueo, y volvía
a darme vuelta hacia el público ya muerto. Y lo que recuerdo,
como un hito a partir del cual todo se puso mal en serio, fue que el
tiro me lo pegué casi en la cara y me asusté mucho. Significativamente,
esa noche mi representante me dijo: ¡Pepe, qué buena función!.
A partir de ahí, silencio y misterio. Fue internado en el Hospital
Italiano en la sala de psicopatología. Una semana en coma. Tratamientos.
Y el regreso. Todavía no sé qué me pasó,
no recuerdo nada. Sólo tengo una sensación como si me
hubieran desintoxicado. Como si hubiera estado en un baño turco
y me hubiera limpiado. Para mí, salí mejor. Pero andá
a saber.
TODOS
LOS PUBLICOS, EL PUBLICO
La comedia musical es un género sin tradición en la Argentina.
Por lo tanto no hay un público específico para esta clase
de espectáculos. Esto no le preocupa demasiado a Pepe Soriano,
que de público sabe mucho: Es verdad que es muy diferente
hacer Brecht que una comedia musical. Aunque creo que el Teatro San
Martín, al haber creado una corriente, tiene un público
cautivo. El riesgo es que, como el público va igual, no siempre
estás seguro de estar haciendo las cosas bien. Para eso,
dice Soriano, cuando las cosas no le gustan a uno, hay que decirlo:
La experiencia de hacer Volpone con dirección de David
Amitín no fue buena. Él me contó un cuento que
no resultó así, no nos pusimos de acuerdo ni en la escenografía
ni en el texto. Me acuerdo de una escena en la cual yo me tenía
que acostar con una mujer, mientras el marido salía por un momento
de escena. Mi parlamento era tan largo, que loque iba a ser un encuentro
fugaz, se transformaba en dos turnos de un hotel alojamiento. Y, para
colmo, con el marido afuera sin saber qué hacer. Esas cosas me
enojan mucho. Aunque reconozco que soy un poco cabrón.
El actor es implacable para testear su propio trabajo también:
Lo que me impacta, aún hoy, del teatro es la ceremonia
en vivo. Un acto absolutamente efímero y sin memoria, que reproduce
la situación del torero y del toro, de los comulgantes con el
oficiante, que se sientan a esperar algo de vos. Me ha ocurrido que
el público se fuera de la sala. En el sentido literal y en el
otro: como si las butacas estuvieran vacías. Es el tema de la
energía, que no es muy científico. Pero que ocurre, ocurre.
MUSICA,
MAESTRO
¿En qué se diferencia la comedia de la comedia musical?
Por lo pronto en la música. Pareciera una respuesta obvia a una
pregunta tonta. Pero lo que separa a estos géneros es un tema
central para la vida de Soriano: Como actor siempre me las arreglé
para parecer músico. Una vez, en una película, tenía
que componer el personaje de un príncipe que tocaba el órgano
y el director quiso filmar la escena convencionalmente: toma mía
y movimiento de manos de otro. Le sugerí que, si poníamos
dos órganos enfrentados y yo iniciaba un acorde, la cámara
podía salir de mis manos, tirar para atrás mientras seguía
la música y, cuando cortaba, caía en las manos del otro
músico. Entonces la gente diría, ¡mirá cómo
toca el órgano! El director lo hizo y quedó fenómeno.
En cuanto a la palabrita compartida por ambos géneros, lo tiene
un poco aburrido: La comedia convencional, ésa con dos
puertas que dan a dos salones con dos placares y dos personajes que
entran y salen alternativamente, me aburre mortalmente. En cambio, la
comedia musical me gusta. Y me divierto, aunque sea un género
extraño: pensá que un tipo que está hablando, en
el medio de la frase se pone a cantar. Todo se reduce a llevar al público
a otra lógica. Soriano dice que le hubiera gustado hacer
comedia musical hace treinta años. Aunque, de hecho, hizo: Actué
en el espectáculo Música y fantasía, con Nélida
Lobato y orquesta en vivo. También trabajé con María
Magdalena, la coreógrafa cubana, que fue la primera que logró
hacerme cantar y bailar. Y después hice El inglés, un
espectáculo musical sobre las Invasiones Inglesas con música
del Cuarteto Zupay. Después intenté musicalizar poemas
de Ernesto Cardenal y Pablo Neruda en el San Martín. El público
demostró mucho entusiasmo aunque, cuando a la gente le decís
que van a escuchar poemas, se mandan a mudar. Creo que el que no lo
hizo bien fui yo, a pesar de que puse todo mi entusiasmo y traté
de llevar adelante unas ideas bastante originales. ¿Cuáles?
Soriano recuerda una lluvia de pétalos de flores, que caían
desde la corona de luces de la sala Casacuberta al ritmo de Guatanamera,
gracias a una gestión con una florería.
PP.TV
Soriano recuerda con cariño su última aparición
en la televisión argentina, con Carlos Calvo en RR.DT,
uno de los programas de Suar: Me gustó mucho trabajar con
ellos. Discutíamos el libro con el autor, estaba bien hecho.
A mí me gusta saber de qué vamos a hablar en una tira,
cómo viene el libro. No aceptaría un proyecto que sólo
reprodujera la sanata de los boludos de barrio, entre los que me incluyo
en primer lugar. Eso no me interesa. Esto no lo digo por mis compañeros,
lo digo porque en España pude hacer miniseries para televisión
sobre Lutero, actuar en Los gozos y las sombras y Anillos
de oro. No se trata de que en España se puede y acá
no, porque por ejemplo El garante fue un buen programa.
La idea es que convivan varias cosas al mismo tiempo. Yo mismo paso
del San Martín a la comedia. Lo que importa es el modo.
Cuando se le pregunta por qué no trabaja en televisión,
entonces, Soriano contesta: La verdad es que no me llaman. Supongo
que porque no me necesitan. O tal vez me están guardandoel personaje
de un viejo de ciento ochenta y cinco años sobreviviente de la
guerra del Paraguay.
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