COMIC Frank Miller, de Ciudad Gótica a las Termópilas
O juremos con gloria morir Después de una década dedicada exclusivamente a sus policiales negros de la serie Sin City, el gran renovador de la historieta norteamericana dejó la ciudad y el blanco y negro para mirar a Grecia. En su flamante 300 recién editada en castellano Frank Miller cuenta a su manera un episodio de la guerra entre griegos y persas que ya contaron Herodoto, Hollywood e incluso Oesterheld-Breccia: el sacrificio espartano en la batalla de las Termópilas. Por Martín Pérez Todo
comenzó con una película. Una que un niño de seis
años fue a ver con su familia una tarde de domingo, y que no
se pudo sacar de la cabeza durante toda una vida de ver más películas
y pelear con superhéroes, futuros imposibles y ejecutivos de
Hollywood. Hasta el día en que, sabiendo que podía intentar
lo que se le antojara, decidió lo que quería hacer: su
versión de aquella película que lo había cautivado
de niño. La película, llamada El León de Esparta,
contaba la heroica y fatal resistencia de los trescientos integrantes
de la guardia imperial del rey Leónidas de Esparta en el paso
de las Termópilas, ante el avance del imponente ejército
persa liderado por el rey Xerxes. El niño se llamaba Frank Miller,
y creció desde aquella inolvidable sesión de matiné
familiar hasta convertirse en uno de los autores de comic más
importantes de la historieta norteamericana. EL
HOMBRE MURCIÉLAGO Si la leyenda de Frank Miller comenzó
en algún lado fue en 1986, cuando puso todo el entusiasmo y la
reflexión de una década dibujando superhéroes al
servicio de El señor de la noche, la serie con que sacó
del ocaso al que parecía condenado Batman. Uno de los pocos superhéroes
sin superpoderes, el Hombre Murciélago se convirtió en
los 60 en un icono gracias a aquella serie televisiva pletórica
en plops y crashs. Miller lo sacó del camp convirtiéndolo
en un parapolicial psicópata obsesivo entrado en años:
en El señor de la noche, Batman encarnó la rebeldía
idealista y condenada al fracaso frente al superservilismo
de un Superman al servicio de Ronald Reagan. Nos matarían
si pudieran, Bruno. Ellos, la gente común, se hacen más
pequeños cada año. Y nos odian más, año
a año. No debemos recordarles que hay gigantes caminando sobre
este planeta, dice Superman a Bruno Díaz en el momento
cumbre del álbum que aún hoy se lee como una obra maestra
del género. Y agregaba: Hace años, cuando comenzó
el escándalo avivado por los grupos de padres, y el Subcomité
llamó a todos los superhéroes para que declaráramos,
fuiste el único que se rió, con esa risa helada que te
caracteriza, y dijiste: Por supuesto que somos criminales. Siempre lo
hemos sido. Debemos serlo. Acto seguido, Superman caía
en manos de un Batman armado con kriptonita y moría en sus manos.
LA
REVOLUCION Nacido en 1957 en Olmie (Maryland), Miller desembarcó
en Nueva York al cumplir veinte años, decidido a ganarse la vida
haciendo historietas. Más guionista que dibujante, la leyenda
de Miller habla de un joven que se rompe el lomo puliendo su estilo,
aceptando encargos ocasionales, hasta llamar la atención con
un especial del Hombre Araña en el que aparecía Daredevil.
Admirador y estudioso de la obra de Gil Kane y de Will Eisner, Miller
logró en 1979 hacerse cargo primero del dibujo y luego
íntegramente del bimensual de Daredevil, el superhéroe
ciego de la Marvel cuyos superpoderes radican en la hipersensibilización
de los cuatro sentidos restantes. El realismo psicologista que aportó
Miller a la historia de Daredevil alcanzó para transformar una
serie menor en todo un suceso, a partir del cual recibe la oferta de
DC Comics para intentar lo mismo con Batman. LA
CIUDAD OSCURA A quince años de la revolución de El
señor de la noche, Miller dio a conocer 300 luego de pasar casi
toda la década del 90 dedicado a su brutal policial negro Sin
City (Ciudad del pecado). Después de armar un panteón
de héroes propios (como Ronin, Elektra o Martha Washington),
el gran personaje al que Miller se encomendó después de
su fracaso en Hollywood (escribiendo los guiones de la segunda y la
tercera parte de Robocop) fue una ciudad heredera de la cruel oscuridad
de Ciudad Gótica. Sin City nació porque, después
de ser el empleaducho de todos los mediocres en Hollywood, quise volver
a los policiales que leía de pequeño, explicó
en su momento Miller. Acusado de violento y sexista, Miller respondió
a las críticas con más acidez: titulando sus álbumes
con frases como Valores Familiares. Hay que ver a los censores
como a los toros ciegos que son, y torearlos en vez de rendirse ante
ellos. Es una lección que aprendí de Bill Gaines, el mejor
editor de comic de los años 50, que luchó contra la censura
que quería imponerle el Senado y sólo fue vencido porque
los demás editores se aprovecharon de eso, en vez de secundarlo,
opinó Miller. Siempre he considerado una tontería
la idea de que un personaje de historieta pueda ser una influencia más
fuerte que un padre o un maestro. Y no estoy en este negocio para entretener
a los infantes. Los niños son encantadores y dulces, pero también
son ignorantes, y yo no hago historietas como Sin City pensando en ellos.
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