El mundo de Andy o la leyenda de Andy Kaufman
El
idiota
La
biografía cinematográfica del difunto cómico norteamericano
Andy Kaufman, dirigida por Milos Forman e interpretada por Jim Carrey,
es una muy mala película sobre un muy mal cómico cuyo
mérito principal fue hacer en vivo lo que todos los demás
cómicos no se hubieran atrevido a hacer ni muertos: desarmar
el mecanismo del humor y desafiar al público a reírse
sin develar cuándo había ocurrido el chiste.
Por
RODRIGO FRESAN
Había
una vez un chico llamado Andy Kaufman (AK, a partir de ahora) que creía
que su cuarto era un estudio de televisión desde donde emitía
sus propios programas. AK obligaba a sus hermanitos a ver su show porque
la condición que le habían puesto sus preocupados padres
para permitirle continuar con el enfermizo asunto era que tuviera
público. Así, AK sobornaba a sus hermanitos con
galletitas y leche. Más tarde, AK montó un bastante redituable
negocio doméstico como animador de fiestas infantiles. Después
fue descubierto y se hizo bastante famoso. Actuó en la serie
Taxi, en el legendario programa Saturday Night Live, llenó un
par de veces el Carnegie Hall, se volvió muy infame gracias a
su perversa insistencia en luchar con mujeres en el barro e insultarlas
fuera del barro. Y ahí nomás se murió, en mayo
de 1984, a los 35 años de edad. Algunos de sus amigos los
suficientes como para que algo aparentemente absurdo adquiera la textura
de lo mítico aseguran que no está muerto, que no
tenía cáncer, que a menudo amenazaba con hacerse pasar
por muerto y desaparecer, que está escondido en alguna parte.
Igual que Elvis.
EL
ENIGMA AK Hay algo inquietante y un tanto cansador, cuando
se vive en cualquier otro país en la pulsión norteamericana
para mitificar universalmente cualquier cosa Made in USA. En ese lugar
donde todo el mundo es una estrella en potencia, la figura de AK cumple
con creces con el perfil necesario para la fama instantánea,
la debacle inmediata y la inmortalidad post-mortem. Hay algo tan ejemplar
como obvio en el arco de su vida y obra: sube, baja, sube. El problema
el enigma está en lo que hizo AK para merecer una
canción de REM, una película de Milos Forman, la adoración
snob de los snobs y la curiosidad de la gente un poco más normal.
Antes que nada, AK consiguió lo que muy pocos consiguen dentro
del mundo del espectáculo: empezar y terminar en sí mismo,
ser su propio amo y esclavo, inventar un lenguaje privado y lo
más importante de todo consagrarse como vacío absoluto:
ese difícil estado físico y mental donde a un individuo
o a una cosa (y digamos que AK era una cosa individual) se le puede
atribuir cualquier significado. Todo vale y vale todo.
EL
MITO AK Milos Forman lo vio actuar en 1976 y se sintió frente
a un Picasso o un Mozart. Dustin Hoffman lo vio actuar y, en un
principio, creí que se trataba de un aficionado de esos
que se suben a un escenario. Durante los primeros diez minutos de su
número, la mitad del público se fue. Pobre tipo, pensé.
Y entonces, de golpe, cambió de imbécil a genio. Nunca
había visto ni volví a ver algo así. Era como ser
testigo de un ataque de nervios en cámara lenta. Woody
Allen lo vio actuar y sintió que era alguien increíblemente
bueno que no se parecía a nada ni a nadie. La pregunta
es: ¿qué hacía AK dentro y fuera de su número
y su vida, da igual? Respuestas: 1) AK se presentaba como el Hombre
Extranjero, hablaba con acento raro, contaba chistes malos, muy malos,
soportaba con estoicismo los abucheos del público, se daba media
vuelta y se convertía en Elvis Presley; 2) AK anunciaba: Hoy
voy a leerles El Gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald y arrancaba
por la página de créditos legales y seguía por
el primer capítulo de la novela y, a la altura de la quinta página,
ante el estruendo de quejas de los concurrentes, ofrecía poner
un disco, la gente accedía y entonces se escuchaba, a través
de los parlantes de su equipito de sonido, la voz de AK leyendo El Gran
Gatsby; 3) AK aparecía maquillado e irreconocible como un tal
Tony Clifton, espantoso y grosero lounge-singer que insultaba a alguien
en una de las mesas (su socio espiritual y mano derecha creativa Bob
Zumda) y aullaba una bestial versión de Volare; 4)
AK movía los labios en sincro con la melodía y los versos
del tema del dibujo animado del SuperRatón; 5) AK tocaba los
bongós con extraordinaria pericia; 6) AK montó una especie
de Andy-Festival en el Carnegie Hall donde, después de un coro
gospel y un impecable número defalsas coristas del Radio City
y una anciana muerta y resucitada y nieve artificial y un Papá
Noel volando sobre las cabezas de los espectadores, llevó a todo
el auditorio en ómnibus escolares a tomar leche con galletitas;
7) AK luchaba con mujeres en el barro; 8) AK adoraba a los niños
y era adicto a las prostitutas; 9) AK hacía meditación
trascendental y protagonizó ríspidas polémicas
con el Maharishi en las que interrogaba como un inquisidor al santón
sobre los beneficios de masturbarse o de estar loco; 10) AK propuso
que el público votara acerca de su continuidad en Saturday Night
Live y perdió; 11) AK grabó un par de especiales televisivos
de esos que se consideran adelantados a su época;
12) AK se murió sin que nadie se hubiera tomado muy en serio
su vida o su muerte. En dos palabras: humor terrorista. Eso es más
o menos todo lo que hizo AK.
LA
TEORIA AK Detrás de semejante práctica, su teoría
es mucho, mucho más interesante. Veamos. El humor la práctica
del humor es una de las disciplinas más rígidas
y casi fascistas, porque el humor tiene que funcionar para ser humor:
chiste y risa, acción y reacción. Lo que hizo AK es desarmar
el mecanismo y proponer chistes sin final. Y sin final no hay risa.
En teoría, claro. Lo que buscaba y a menudo conseguía
AK era la risa no provocada por el chiste sino por su ausencia. AK inventó
el chiste invisible en un país donde se reverencia la idea del
remate humorístico y la risa grabada. Tal vez por eso, AK despreciaba
su incursión en la popular serie Taxi, donde su Hombre Extranjero
aparecía domesticado como el tierno mecánico Latka y obligado
al retruécano absurdo pero comprensible. Tal vez por eso, AK
puso como condición en su contrato que su oscuro alter-ego Tony
Clifton apareciera como invitado en un par de episodios de la serie
y maquillado e irreconocible llegó un día
al set acompañado por un par de prostitutas, insultó a
sus compañeros de elenco y fue expulsado a los golpes del lugar
en lo que se considera el momento más grande de su carrera. Aquí,
el remate del chiste el remate invisible, la risa rara es
que casi nadie vio ese episodio de Taxi porque tuvo lugar detrás
de cámaras, claro. Del mismo modo en que hay escritores
para escritores, o cineastas para cineastas, hay que
pensar en AK como en un cómico para cómicos:
alguien que se atrevía a hacer en vivo aquello que sus colegas
no harían ni muertos. Era un negocio sucio y extraño y
desconcertante, pero alguien tenía que hacerlo.
EL
OTRO AK
Sólo
puedo entender a los artistas amateurs o a los muy malos artistas, porque
lo que intentan hacer nunca les sale del todo bien. Y, por lo tanto,
jamás pueden ser falsos, porque siempre les sale mal de una manera
diferente, escribe Andy Warhol en su Filosofía. Y hay algo
definitivamente warholiano en el Método AK. Esa incómoda
y al mismo tiempo gratificante sospecha de que nos están estafando,
pero para nuestro beneficio: desde los intensos quince minutos de su
fama hasta su percepción infantil e ingenua de un mundo monstruoso,
pasando por sus bromas para iniciados y culminando en su inesperada
muerte. De los Diarios de Warhol: Domingo 25 de septiembre de
1983. Por primera vez comprendo por qué Andy Kaufman es tan gracioso,
tan inteligente. Tenía entre el público a un cómplice
gritándole: No haces más que hacer lo mismo desde hace
años y, a continuación, empieza a decir, palabra por palabra
y al mismo tiempo lo que Andy Kaufman decía, y Andy Kaufman se
ponía a transpirar y uno no estaba seguro si era en serio o no.
Muy gracioso.
EL
AK DE CELULOIDE
Scott Alexander y Larry Karaszewski son los guionistas de la película
El mundo de Andy (su tercera anti-biografía sobre
próceres bizarros luego de Ed Wood y Larry Flint) y confiesan
en el prólogo al libro con el libreto que tuvieron que alterar
hechos, reordenar fechas, mentir un poco, para que la historia de AK
tuviera algún tipo deprogresión dramática válida.
No había ningún Rosebud a develar en AK: Nunca hubo
un verdadero Andy, les explicó su no-viuda Lynne Marguiles.
La vida y obra de AK no resultó fácil de contar y filmar.
Y, peor aún, no resulta divertida. Y está bien que así
sea y que duela un poco verla. Se sabe que medio Hollywood quería
el papel de AK: Edward Norton, Nicolas Cage, John Cusack y sorpresa
un Gary Oldman que finalmente resultó ser un Gary Oldman falso,
un freak que llamaba desde Londres y, quién sabe, tal vez haya
sido el AK verdadero y oculto. Forman declaró que las pruebas
de todos los candidatos fueron excelentes y que prefirió que
el estudio tomara la decisión final, que recayó sobre
Jim Carrey. Mal chiste. Carrey se esforzó en perseguir una versión
fiel y mimética de AK (dicen que rozó lo obsesivo y demencial
durante el rodaje, a la hora del Andy cest moi) y se olvidó
de que el auténtico secreto de toda buena película biográfica
consiste en inventar una buena versión mentirosa de alguien verdadero:
el Glenn Miller de James Stewart o el Ed Wood de Johnny Depp seguramente
tienen poco y nada que ver con los originales, pero son incuestionablemente
verosímiles (y hasta mejores). El AK de Jim Carrey no causa gracia
porque todo el tiempo uno sabe que ese AK es un gracioso multimillonario
llamado Jim Carrey. Moraleja: nunca elijas a un cómico vivo para
hacer de cómico muerto. No es gracioso.
EL
MEJOR AK
Dos buenos
libros sobre AK precedieron el estreno de la película de Forman.
El primero de ellos es una biografía con pretensiones novelescas
de Bill Zehme titulada Lost in the Fun House: The Life and Mind of Andy
Kaufman, donde el protagonista es presentado como una especie de hermano
menor no reconocido de la familia Glass de Salinger: una especie de
Buda bobo y genial. El segundo de los libros es Andy Kaufman Revealed!:
Best Friend Tells All donde su socio y hermano de sangre Bob Zmuda produce
en el lector la sórdida sensación de estar asistiendo
al monólogo patológico de alguien que se quedó
solo en el mundo y no se siente lo suficientemente reconocido dentro
de una leyenda que lo incluye, pero lo anula. Ambos libros conforman
una paradoja que hubiera gustado a AK: es mucho más divertido
leer sobre lo que AK hacía que verlo a AK haciéndolo en
viejos videos convenientemente reeditados para la ocasión. De
hecho, el momento más gracioso del film de Forman es el principio,
con Jim Carrey anunciando que la película ya terminó y
dejando correr los títulos del final apenas a dos o tres minutos
de que se hayan apagado las luces. El final real de la película,
en cambio, es junto con la insoportable presencia de Courtney
Love imperdonablemente malo y sentimentaloide. En cuanto a Jim
Carrey, mucho más interesante que su actuación en El mundo
de Andy es el texto que firma al final del libro de Zmuda. Una última
página impresa con las letras invertidas, que obliga a pararse
frente a un espejo para entender lo que está ahí escrito,
la explicación definitiva del mundo según Andy: Para
todos ustedes, que todavía se muestran desconcertados acerca
de Andy Kaufman, ofrezco el siguiente pensamiento: los organismos microscópicos
que se alimentan del tejido celular en descomposición permiten
al Creador la regeneración de la piel. ¿Se sienten ofendidos,
furiosos o todavía más confundidos que al principio? ¡Perfecto!
Ésa fue siempre vuestra función en esto. Todavía
siguen actuando sus roles con brillantez y esmero. Después de
todo, ustedes eran las estrellas del show desde el vamos. Andy no era
más que el director y el público.
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