Para
los que, ya resignados, creyeron que la única posibilidad de
leer algo de Jorge Schussheim era repasar una y otra vez la carta de
Big Mamma (auténtica pieza literaria que sirve como presentación
de los platos de su restaurante de cocina ítalojudíaargentinoneoyorquina)
hay grandes novedades: se encuentra disponible su primer y único
libro, Todo al costo. Su propia definición del libro es poco
convencional: Esto no es un libro sino decenas de sevilletitas
de bar juntadas a lo largo de años. Por razones varias
(Mi capacidad de concentración es más o menos la
de un perro o No duro diez segundos en algo y hago muchas
cosas porque me aburro inmediatamente o Soy, básicamente,
muy fiaca y me cuesta mucho escribir porque soy muy lento), las
servilletitas tuvieron que esperar mucho tiempo para ser editadas. Es
más, tuvo que mediar la insistencia y el interés de Daniel
Divinsky para que Schussheim juntara el material y con un esfuerzo
ciclópeo, de una hora y media le diera finalmente forma
de libro.
En el prólogo de Todo al costo el autor se define como ecléctico;
en la charla, como inconstante. Queda, entonces, la duda: ¿el
eclecticismo es una salida elegante a la manifiesta falta de rigor de
su temperamento o verdaderamente es todo un estilo? Con tu intuición
femenina has dado en el tecla: es una salida elegante, contesta.
Y, duda número dos: ¿la inconstancia es falsa modestia
o es una auténtica limitación? Mi falsa modestia
es muy auténtica. Cuando Tato Bores me dijo que yo era un personaje
me dio mucho pudor.
Entonces Todo al costo es una compilación de canciones, relatos,
recuerdos de recuerdos, recetas de cocina, reflexiones de mierda (sic),
y de las otras, cultivadas desde la década del sesenta hasta
hace pocos meses, escrita con el máximo de cuidado y de humor
por un ecléctico e inconstante argentino-judío de pura
cepa. De esta combinación no sólo se nutren su libro sino
también su amplio currículum, que resulta casi un homenaje
a la guía de los oficios terrestres: músico, publicista,
restauranteur, piloto, chacarero, cantautor, asesor político
y libretista. La inconstancia puede llegar a engrosar todavía
más tamaña lista.
¿Recuerda con nostalgia a los sesenta?
Yo soy un hombre de mi tiempo y me entiendo fácilmente
con la nueva tecnología, pero tengo una nostalgia dulce. No extraño
la juventud que se fue, la flor de la edad y todas esas cosas. Pero
además de lo mítico, los sesenta fueron para todo el mundo,
y en especial para Buenos Aires, una época de cambio y revolución.
Buenos Aires era uno de los centros más importantes del cambio
cultural.
En El fervoroso idiota Julio Llinás describe su casona de
Belgrano como un típico reducto de los 60, y usted hace otro
tanto con la del músico Julio Kacs. ¿Cómo eran
esos ambientes?
Efectivamente son contemporáneas, pero la casa de
Julio Llinás era más transgresora y más marihuanesca.
En cambio la de Julio Kacs era más ortodoxa: literatura, música,
cosas muy sesudas. También había gente que iba a levantarse
minas y minas que iban a levantarse tipos. En lo de Julio Llinás
todo esto era mucho más franco. Era más orgiástico.
Lo otro tenía una pátina intelectual pero el tema era
el mismo. Lo que pasa es que en lo de Kacs, no pasaba nada. Llinás
tiene una mirada cínica sobre su rol, sus creencias y sobre el
precio que tuvo que pagar. Yo creo que lo que hace es echar una mirada
crítica sobre su entrada a la frivolidad, de la que reniega.
Estoy muy de acuerdo con esta posición. Además El fervoroso
idiota es un libro maravillosamente escrito. El, que fue el mejor poeta
surrealista de la Argentina de su tiempo, luego pasó a ser un
publicitario exitoso. Nos habíamos subido a un caballo y nos
la creímos.
Teniendo en cuenta su trayectoria y la de tantos de su generación
¿de la publicidad salen artistas o viceversa?
Creo que viceversa. Del arte salieron muchísimos publicitarios
y de la publicidad ningún artista. Después está
el éxito y el fracaso: muchos artistas fracasaron como publicitarios.
La publicidad no es arte y ademáslos objetivos son distintos.
La publicidad es una herramienta comercial con fines de lucro que usa
al arte. El arte no tiene fines comerciales, algunos artistas sí,
de la misma manera que algunos publicitarios persiguen premios. Y creo
que están equivocados.
Esperé mucho tiempo para hacerle esta pregunta: ¿la
canción Mi personaje inolvidable (aquella famosa
de había una vez un general que se llamaba Duvall)
está dedicada a Perón?
El poema de Duvall no está dedicado a Perón.
Esto fue siempre una confusión porque la historia de la canción
sale de un cuento corto de Hans Arp. Mejor dicho, lo leí en A
partir de cero, una revista surrealista de la década del 50.
Me gustó y lo robé.
¿La confusión entonces se debe a su gorilismo?
En los años 40 y 50 no existía la palabra gorilismo
y la gente progresista era antiperonista. Yo sigo siendo progresista
y fui educado con los ideales del socialismo democrático, un
poco más socialista que democrático, y creo que lo
gorila define a lo reaccionario. Ni yo ni nadie de mi familia
fuimos gorilas; sí fuimos no peronistas. Mi idea sobre Perón
está en la canción Hasta nunca, Juan. Una persona que
no fue grata para mí, no lo extraño y fue una despedida
definitiva. No me gusta que me identifiquen con el gorilismo. Gorila
es Alsogaray y en ese sentido soy antigorila, zurdo y partisano.
CON
LAS MUJERES NO HAY MANERA En el libro hay una pieza digna de encender
las furias feministas: Las mujeres (lamento-canción)
es un tratado sobre la imposibilidad que tienen ciertos hombres de entender
el mundo femenino... precisamente por culpa de ellas. Algunas dirán
por falta de inteligencia de ellos. Schussheim, al borde de la misoginia
humorística o del humor misógino, se lanza: Lo escribí
después de una terrible pelea con mi mujer en la que me di cuenta
de que es imposible dialogar con una mujer y entenderla. Las puedo llegar
a tolerar, como creo que las mujeres nos pueden tolerar a los hombres.
Mis reacciones son más bien humorísticas. No son de odio.
Simplemente las mujeres son un factor de perturbación muy grande.
Hace mucho tiempo que creo, sin compartir para nada los postulados del
feminismo, que los hombres como género hemos fracasado y este
mundo es una evidencia.
Su desilusión por el género masculino lo llevaría
a proclamar Mujeres al poder?
Sí, quisiera votar porque el poder lo tengan las mujeres.
El mundo sería más duro y más cruel pero más
justo y más inteligente. Esa clase de gente que son las mujeres
es mucho menos corrupta que los hombres, y tienen mayor capacidad de
manejo. Desde el escenario puedo ser humorísticamente descalificador
pero en la vida real soy...
Un pollerudo...
Bueno, no. Lo que pasa es que no nos corresponde a los hombres
darles el poder. Les corresponde a las mujeres tomarlo. Aunque me asombró
mucho que las mujeres hayan aceptado la ley del cupo femenino. Me genera
muchas dudas.
EL
HUMOR JUDIO
¿Cómo convive con su parte judía y su parte
argentina?
Lo judío y lo argentino se cruzan en el punto del
escepticismo. Que está repartido en parte iguales para los dos.
Lo cual no quita que me sienta terriblemente judío y argentino.
Aunque no tuve ni formación argentina ni judía. Mis padres
no quisieron dármela. Supongo que porque nací en pleno
nazismo y porque mi padre, que era un gran germanófilo e iba
a Alemania permanentemente, cuando descubrió lo que estaba pasando
en Alemania creo que sintió que no era bueno ser judío
en esa época. Pero no incide en la pertenencia: uno se siente
lo que es.
A propósito de humor judío, uno de los platos fuertes
del libro es una receta magistral: Cómo preparar una idishe
mame, secreto hasta ahoracelosamente guardado por Jorge Schussheim.
La receta roza la perfección culinaria porque todos los sabores
están presentes: la amargura del sufrimiento y la culpa; el salado
de las lágrimas; la acidez de las quejas y el dulzor de los tantos
y buenos recuerdos presentes en fotos y en canciones. Todo esto hay
que hacerlo evitando que la mezcla se enfríe (porque si
se enfría ella sufre). Sin embargo, no se arriesgue con
esta receta si no cuenta con buenas materias primas. En el caso de nuestro
cocinero, su suegra Minie y su propia mame son las que le dieron ese
sabor tan especial.
Cuando mi suegra Minie cumplió ochenta y tantos años,
y después de haber enterrado a su segundo marido, le comunicó
a mi mujer que estaba saliendo con un carpintero ebanista un poquitito
menor. Mi mujer se puso como loca: ¿por qué?
y ¿para qué?, fueron sus preguntas. Ella se defendió
diciendo que era muy triste estar sola. Pero, mamá, ¿para
qué querés un hombre en tu cama si siempre tuviste problemas
sexuales?. A lo que mi suegra contestó de una manera formidable:
¿qué problemas sexuales, Léiale, si yo siempre
fui frígida?
Toda la osadía de Minie fue la que le faltó a su madre
cuenta Schussheim cuando, enterada de que su hijo había
hecho un curso de piloto de aviación, le dijo: Ya sé
que no te puedo pedir que no vueles. Por supuesto que no,
mamá. Bueno pero no lo hagas tan alto. Con
estas dos mujeres tan judías pero tan distintas, él compartió
sus viajes por la Panamericana a Baradero donde tenía una chacra:
Por razones de edad se sentaban adelante. Cuando iba con mi mamá
era insoportable porque me pedía que fuera más despacio
aunque estuviéramos yendo a ochenta. Un par de semanas después
voy con mi suegra y me dice: ¿A cuánto va este auto?.
Le contesté: A doscientos diez kilómetros.
Entonces ella, desconfiada, se abalanzó sobre el cuenta kilómetros
diciendo ¿a ver?.
CUESTIONES
DE GUSTO Como a Jorge Schussheim los abstemios siempre le dieron
cierta conmiseración, decidió preparar una exhaustiva
guía de bebidas ingenuas para que por lo menos tengan el consuelo
de saber que los mariscos azules van bien con Sprite y que las carnes
rojas sólo se acompañan con Coca Cola. Parece, sin embargo,
que para los vegetarianos no hay remedio. El vegetarianismo es
una perversión como cualquier otra. En realidad los antropoides
somos omnívoros. Con los vegetarianos me pasa lo mismo que con
las mujeres: no los entiendo pero los tolero.
La cocina que él pone en práctica en su restaurante Big
Mamma, tiene su verdadero origen en los recuerdos más candentes
de la infancia: Cuando vivíamos en casa de mis abuelos,
mi madre rusa le ponía sal al pescado y mi abuela polaca le ponía
azúcar. Así se iban saboteando mutuamente hasta que el
pescado quedaba como una pieza de museo. En homenaje a esto inventé
el guefilte fish de la frontera ruso-polaca.
¿Por
qué en la Argentina, donde hay una gran colectividad judía,
no hay una tradición gastronómica judía como en
Nueva York?
Nueva York es una singularidad porque en ningún lugar
del mundo hay una cultura gastronómica pública judía.
Creo que esto es culpa de la idishe mame porque es muy difícil
que un judío coma una comida mejor que la que le hacía
su mamá. Lo más paradójico es que en el mismo Israel
no se puede comer comida judía y cuando la comés te parece
inevitablemente mala. Tampoco los restaurantes judíos de Nueva
York son buenos y creo que la gente los detesta.
Pero eso pasa también en la gastronómica italiana:
como se come en lo de la mamma no se come en ningún otro lado.
Y sin embargo la cultura gastronómica pública italiana
es fortísima.
Pero Italia es un país difusor y conquistador con
millones de inmigrantes en el mundo. Los judíos siempre fuimos
más bien los conquistados. Jamás vivimos en lugares con
acceso al mar y siempre fuimos poquititos. Hoy en día debe haber
trece millones de judíos en el mundo. Esun pueblo que expandió
otras cosas: fue a través de las ideas y no de los platos. Además
agrego una razón importante: la comida italiana es notablemente
superior.
¡No le gusta la comida judía!
La comida judía europea es una porquería porque
se usaban despojos: era comida de pobres. Sólo la comida judía
del norte de Africa es elaborada y deliciosa, pero fueron culturas que
quedaron encerradas. Si pongo un restaurante judío, Dios no me
lo perdonaría nunca. Si yo no fuera judío me gustaría
ser italiano.
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