Para armar la banda, Korneta y sus hijos Eli y Bruno vendieron la rotisería familiar. Para grabar su primer disco vendieron la camioneta y los equipos de sonido que compraron con la plata de aquella rotisería. Adonde tocan, convocan no menos de un millar de gardeles. Sus conciertos incluyen ollas populares y recolección de ropa y alimentos para los inundados. La Sony los fichó cuando supo la gente que movían, pero los tiene en el freezer porque no les entiende los códigos. Tocan en Cemento el próximo 17 de junio y el Día de la Madre estarán en la cárcel de mujeres de Ezeiza. Conozca a una banda increíble llamada Los Gardelitos. POR
FERNANDO DADDARIO Desde
un balcón austero y mínimo, ubicado en el piso 16 del
Complejo Habitacional Juan XXIII, en el Bajo Flores, Buenos Aires se
despliega como una maqueta de extraña lógica arquitectónica.
Desde esa altura, la avenida Rivadavia se ve como un caprichoso camino
que, en su arbitrario rol de cortar transversalmente la ciudad, deja
a un lado y otro postales urbanísticas contrapuestas. De Rivadavia
para allá (con el piso 16 de un monoblock del Bajo Flores como
referencia, allá es el Norte) se vislumbra una ciudad autista,
con sus rascacielos, su tránsito absurdo, el Congreso de la Nación
allá lejos, pequeño, distante y, acaso por su equidistancia
geográfica, indiferente a ese corte transversal. De este lado,
la precariedad del barrio Bernardino Rivadavia, la aparente uniformidad
del Bajo Flores, los caminitos desolados de Pompeya y Parque Patricios,
permiten adivinar otra ciudad, dormida, tal vez abandonada. LA
PATRIA OCULTA En la mañana del 25 de Mayo pasado, se cocinaba
en la villa de emergencia Ciudad Oculta, pese al frío intenso
y al gris amenazador del cielo de Mataderos, la ilusión de una
fiesta patria distinta, sin fastos institucionales ni discursos oficiales.
Cinco ollas populares se habían convertido, sin que mediara ceremonia
alguna, en motivo de festejo para un centenar de chicos, mujeres y ancianos,
que en silenciosa procesión enfilaban hacia su ración
de locro caliente. A un costado, un grupo de voluntarios controlaba
que nada faltara y comenzaba su trabajo paralelo: armar, en tiempo record
y de la nada, un escenario para que a la tarde tocaran Los Gardelitos.
Uno de los cruzados era Claudio (el Jefe de escenario que
se ufana de haber trabajado en el stage de Keith Richards), quien consiguió
en un centro comunitario de Curapaligüe y Cobo unos tablones viejos
pero tan idóneos, a la luz de los resultados, como la parafernalia
técnica que utiliza la Rock & Pop para sus recitales internacionales.
Un galpón a medio construir era la base de operaciones. A la
hora del festival (del que participaron también músicos
como Black Amaya, el Vasco Bazterrica y Pity de Viejas Locas, entre
muchos otros), los habitantes de la villa se mezclaban con los fans
de Los Gardelitos. Un pogo desenfrenado, de violencia festiva, se apoderó
del barrio cuando la banda tocó Gardeliando, mientras
los chicos tomaban chocolate caliente, y los grandes desafiaban su resistencia
hepática con sobredosis de vino Pico de Oro. Los únicos
símbolos que podíanidentificarse allí,
en ese ritual mágico, eran la lengua estone (un emblema
que, entre las tribus suburbanas argentinas, poco y nada tiene que ver
con Andy Warhol) y el humo de marihuana, que se levantaba con orgullo
certificando que ese lugar, por unas horas, era tierra liberada, a salvo
de razzias policiales. GIRA
MAGICA Y MISTERIOSA Para armar la banda, a falta de otros recursos
genuinos, Korneta y sus hijos vendieron la rotisería familiar.
Compraron una camioneta y los equipos de sonido, elementos indispensables
para darle viabilidad a su espíritu nómade. Pero, para
poder pagar la grabación del primer disco, tuvieron que vender
aquella camioneta y los equipos de sonido. Lógica capitalista
pura. Así que lo único que nos quedó en la
vida fue el disco. Es decir, nuestra música. Con eso ya estábamos
bien, apunta Eli. En ese CD, que vendían en los shows y
en un par de disquerías amigas, luego de un tanguito con guitarra
criolla y un par de rockitos, llegaba la canción Gardeliando
para establecer la declaración de principios: De Tablada
a Lanús / de Mataderos hasta Flores / De Barracas a la Boca /
de Chacarita a Paternal, reza la letra, un viaje en busca de la
identidad perdida. Los Gardelitos decidieron que la mejor manera de
presentar su material era tocar en cada uno de esos barrios. Así
organizaron la gira: tocaron primero en La Tablada, donde
el abuelo (es decir, el padre de Korneta) les dio una mano cocinando
mil empanadas que, al final, no alcanzaron. La escala de Lanús
fue resuelta con una presentación en Villa Jardín, un
barrio perdido en la ribera del Riachuelo. Hasta allí llegaron
Los Gardelitos, vestidos como guapos del 900. Y tocaron rocanrol (no
confundir con rock and roll, que no es másque un
término estilístico; mientras rocanrol es un modo de vida:
Chuck Berry hacía rock and roll; Luca Prodan tenía rocanrol).
FAMILIA MUY NORMAL Korneta curtió el rock de los sesenta, vivió todas las que había que vivir en Plaza Francia, conoció a Tanguito y todo eso. Una vez fuimos a ver a Moris, y éramos cuarenta. Che, cuántos somos hoy, nos sorprendimos. Porque era así. Los hijos lo escuchan con naturalidad y cambian de tema sin problema, quizá cansados de esas historias. La relación entre padre e hijos parece normal, con la salvedad de que la fractura generacional se manifiesta de manera solapada, sin un vacío infranqueable entre ambas generaciones. Después de todo, siempre trabajaron juntos. Claro que la familia no empezó como una banda de rock. En aquella rotisería que vendieron para armar la banda, ubicada en La Paternal, Korneta y su mujer cocinaban y los hijos hacían el reparto en bicicleta. Aun hoy, y más allá de las coincidencias en cuanto a lo que no quieren ser en la vida, padre e hijos chocan a veces. Eli confiesa una crítica que le hizo a su viejo durante mucho tiempo: Él no veía nada bien de mi generación. Todo le parecía mal. Yo no tengo la culpa de no haber visto a Moris en Plaza Francia. Después lo escuché y todo bien. Pero nosotros nos criamos de otra manera, con otros códigos. Korneta también tiene algo para reprochar a la generación de sus hijos: Los veo medio autistas, perdidos. Nosotros, a esa edad, por ahí creíamos tener más claro para dónde íbamos. Igual, yo veo cómo está todo: que no hay trabajo, ni esperanzas, pero me gustaría verlos más activos, que no se resistieran tanto a leer, a pensar.... En Fiesta Sudaka, el segundo CD de Los Gardelitos, la canción ¡Y todavía quieren más! dice: Me pusieron una bolsa / me dijeron que era mía / han llamado a dos testigos / y hoy me quieren procesar / Arreglaron con el juez / allanaron mi cabeza / ¡Y todavía quieren más!. Texto que, según Korneta, no es autorreferencial (como dice Jagger: si hubiera vivido todo lo que escribí, hoy estaría muerto) sino simplemente testimonio de cosas que vio y contó a través de una canción. Lejos de una intención amarillista (La otra vez, Jorge Guinzburg nos preguntó cómo era eso de que en nuestra familia nos drogábamos todos juntos, se queja), el cantante reconoce: Las drogas están ahí, no podés tapar un elefante con un pañuelo. Entonces, lo que tenés que hacer es estar informado, y eso es lo que hice con mis hijos. Nunca les prohibí nada. Podemos fumar juntos, con naturalidad, pero no hay una postura ni una militancia en eso. Eli aporta: Él nos cuenta las experiencias que tuvo, y nos sirve. Porque, por ejemplo, nos habla de cómo era el ácido en su época. Ahora el ácido no sirve, es pura anfetamina, y la cocaína tampoco me gusta, no me cabe lo que representa. SUR, PAREDON Y DESPUÉS Los miembros del grupo acuñaron hace tiempo un término que, en su imaginario, funciona así: Gardeliar es divertirnos, recorrer los barrios, sentarnos en la mesa de un bar, juntarnos, hablar, comer un asado con amigos. Ése es el espíritu de la banda. La estética tanguera tiene que ver con una identidad común que sólo cambió de manos: El rock se devoró al tango, apunta Eli, provocando la adhesión cómplice de su padre, que dice: Lo devoró, pero no lo eliminó. Es loco, porque así pasás a ser parte de lo que te comiste. Con esa conciencia, Los Gardelitos diluyen las barreras culturales que históricamente pusieron límites a los guetos del rock y del tango. También nos dijeron que éramos nacionalistas, pero nada que ver. No tomamos la defensa del tango desde lo patriótico sino desde lo mitológico. Hay una cosa orillera en el tango que nos gusta, pero tampoco nos quedamos en ésa. Nos encanta la distinción de Gardel, un tipo que era el alma del pueblo, pero sabía tomar champán y moverse con elegancia en París. Lejos de la apología del barrio y del reviente, que asoma como causa común en varias bandas del género, Eli adopta otra posición, mientras observa, desde su balcón del piso 16, la geografía porteña que dibuja sus trazos irregulares: No nos gusta que nos digan que hacemos rock barrial, porque no representamos a un solo barrio, ni podríamos decir aguante Tablada, porque no queremos cerrarnos. Hay una mentalidad muy estrecha en eso, sacada del fútbol. Y la música no debe equipararse al fútbol porque es un arte, no es un deporte competitivo. Se sabe que si Argentinos Juniors se va al descenso, sus hinchas lo van a querer igual, porque son fanáticos. En cambio, nosotros no queremos que nos aplaudan un disco malo. Y, de la misma manera, hemos conocido gente copada en todos lados, no necesariamente tienen que ser de un barrio bajo. Fijáte Borges: no venía de una familia humilde, pero el chabón supo pintar esa cosa orillera de Buenos Aires como nadie. Hace un tiempo, fui a ver la película Happy Together (dirigida por el taiwanés Wong Kar Wai) y me copó ver cómo un asiático podía entender tan bien a Buenos Aires viniendo de una cultura absolutamente distinta. No hace falta ser de Mataderos, hay que ver qué hacés con eso que llevás adentro. CODIGOS Enterada de que en cada show Los Gardelitos movilizaban al menos mil fans, la multinacional Sony les ofreció un contrato de grabación. Pero los ejecutivos del sello no tardaron en darse cuenta de que sus códigos empresariales eran absolutamente incompatibles con los de la banda. A veces me parece que nos hablan en japonés, reconoce Korneta. Nos pusieron en el freezer porque dicen que el público que nos sigue no tiene plata para comprar CDs. Lógica pura. Padre e hijos del rocanrol ya aprendieron que nunca van a ser totalmente independientes. A lo que sí podemos aspirar es a la libertad artística. Porque en este sistema (y laverdad es que quisiera conocer algún sinónimo para esta palabrita, que ya me tiene podrido y no la quiero usar más) sólo el dinero da libertad, regla de oro del capitalismo. De qué me sirve despotricar contra el sello que me contrató si todo lo que me rodea en la vida (desde tomar Coca-Cola hasta hablar por teléfono) tiene que ver con alguna empresa hija de puta que le cagó la vida a miles de tipos. ¿Soy independiente si le digo no a Sony? Creo que la independencia pasa por otro lado. Es una actitud. Y hoy no la veo en el rock argentino. Hablás con músicos y te contestan como gerentes de marketing. Tienen todo diseñado para ver a qué público apuntan, qué les van a dar, cómo van a escribir. ¿ELECCIONES? Sin deberle nada a Bakunin ni a Proudhon, se intuye en la manera de vivir de Los Gardelitos un anarquismo a la criolla. Durante varios años ni siquiera fuimos a votar. En las últimas elecciones, con Bruno votamos al Partido Obrero, porque nos gustó el nombre..., dice Korneta y se le dibuja una sonrisa irónica que delata un compromiso superior a la simple y casi siempre improductiva rutina de votar. Eli no vota, pero de colgado nomás que soy, no de mala onda. Diez segundos después, agrega: Además, en este país, que gane Menem o De la Rúa es lo mismo. Y no sólo acá pasa eso: Chile, Paraguay, Perú con Fujimori, los problemas están calcados. Somos parte de un plan que nos supera, y que sólo nos consulta cada tanto para que lo votemos. A Los Gardelitos no les gustan las banderas, ni siquiera la del anarquismo: Porque a veces el almacenero de la esquina es mucho más anarco que diez teóricos que se juntan para hablar de revolución, dice Eli, comentario acaso complementario de otro, también punzante, lanzado por Korneta en plena fiesta en Ciudad Oculta: Estoy cansado de los que se ponen la remera del Che Guevara y despotrican contra el sistema, pero después ven un pobre y se asustan. Pero al final de la entrevista, Eli reconoce: Y bueno, la verdad es que un poco anarco somos. Y el padre remata, riéndose de su esfuerzo filosófico: El hombre no es como dicen: político por naturaleza. Es anarquista por naturaleza. A medida que crece, lo van cercando. Esperemos que no puedan con nosotros.
|