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plástica: Georg Baselitz en el Museo de Arte Decorativo

El caos está bajo control

Se formó entre las tensiones artísticas que atravesaron las dos Alemanias durante la década del 50. Fue expulsado de una escuela en Alemania Oriental por “inmadurez político-social”. En Berlín Occidental, le confiscaron dos obras. Su devoción por Artaud y von Rayski lo alejó de los cánones convencionales y lo acercó al “arte de los locos”. Hasta fin de junio puede visitarse en el Museo de Arte Decorativo (Av. del Libertador 1902) “Obra gráfica 1965-1992”, una antología de Georg Baselitz, uno de los artistas alemanes más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

POR FABIAN LEBENGLIK

(Baselitz 1992)
En la lotería territorial que supone todo nacimiento, a Baselitz le tocó la suerte y la desgracia de nacer en la entonces futura y ahora ex Alemania Oriental. Entre todas las disputas dentro la derrotada Alemania durante la década del cincuenta –década que se corresponde con el período de formación de Baselitz, nacido Gerog Kern en 1938–, había también una disputa estética: mientras Alemania Occidental festejaba su incorporación al “ideario artístico internacional” de la abstracción, que supuestamente era portadora de una consigna libertaria, en el Bloque Oriental la imposición era el realismo socialista, toda una fábrica de optimismo forzoso. Cada fracción tenía su reglamento y Baselitz se sentía entre dos fuegos, el del decálogo de la vanguardia occidental y el de la antivanguardia oriental. Había una opción de hierro y Baselitz se decidió claramente por ninguna.

LA FORMACION DEL EXPULSADO
En 1956, Baselitz entra en una escuela de arte en Berlín Oriental, pero lo echan después de un año, por “inmadurez político-social”. Entonces el artista se muda a Berlín Occidental, antes de la construcción del Muro. Tampoco Joseph Beuys, líder artístico y espiritual de varias generaciones de artistas dentro y fuera de Alemania, había decidido bando y en cambio proclama: “toda persona es artista”, con la intención de democratizar ambas facciones en base a la responsabilidad individual. A partir del rechazo de Baselitz tanto a la pintura militarizada del Este como a la nueva academia Occidental, liderada por el expresionismo abstracto norteamericano, el artista mira un poco más atrás y elige otros padrinos: por una parte, Ferdinand von Rayski, un pintor sajón del siglo XIX cuya obra tenía varios puntos de contacto con la de Courbet; por la otra, la literatura y los dibujos y pinturas de Antonin Artaud. (Pocos saben que Artaud también fue artista plástico: casi todos sus cuadros y papeles los hizo mientras estuvo internado en el manicomio, en la segunda mitad de la década del cuarenta. En 1993, en Londres, se presentó una retrospectiva de los dibujos y pinturas de Artaud: diferentes a todo y tan desgarradores como inquietantes, sobre todo los retratos y autorretratos.)

EL ANTIVIRTUOSO
El camino retro (Von Rayski) y la experiencia límite (Artaud) llevan a Baselitz a interesarse por el arte de los locos: esa marca de outsider, del arte fuera del arte, más allá de toda convención, se percibe de un modo notorio a lo largo de casi toda su obra. El efecto de la fuerte tensión interna de su trabajo produce en el ojo del espectador la consiguiente e inevitable irritación. La gráfica de Baselitz (pero también su pintura y su grabado) son el producto de un antivirtuosismo artesanal. Su obra, en la que figuras relativamente reconocibles se deforman, fragmentan y fracturan, aparece como el resultado de una serie de imposibilidades y peleas con géneros y tradiciones. Pero en Baselitz cada convención se quiebra a partir de las técnicas más convencionales. Su ruptura no está en la técnica, sino en el lenguaje.
La incomodidad de su obra fue inmediatamente percibida por las autoridades de la libre Alemania Occidental (sobre la que regía la censura), cuando en su primera exposición en Berlín, el Ministerio Público confiscó dos de sus cuadros. “Mi primera exposición”, recuerda Baselitz, “fue muy exitosa a causa de reportajes periodísticos malintencionados y a completos malentendidos. De repente, comenzó a llegar gente a la galería que nunca había visto un cuadro y que tampoco acostumbraba ir a galerías de arte. Por supuesto, esta gente se indignó y se horrorizó inmediatamente por lo que veía. En ese entonces todavía existía una especie de Departamento de Censura que confiscaba cuadros que no se correspondían con las pautas generales. Y por supuesto que intervino en mi exposición.Confiscaron dos cuadros. Después, hubo un proceso criminal que duró dos años y en el que fui sobreseído. En su tiempo, fue una muestra muy popular en Berlín y muchas personas la vieron. Sin embargo, la provocación no fue intencionada; yo sólo trataba de distanciarme del informalismo, de la pintura abstracta. Ciertamente debió haber otros medios para lograrlo, pero los míos eran una especie de pintura tosca, muy sencilla, en blanco y negro”.

1991/92
1985/89
1974

LA FIGURACION ABSTRACTA
Una vez superada la opción entre figuración y abstracción, la década del 60 trae nuevos mandatos: arte pop, minimal y conceptual. Nuevamente la elección de Baselitz es otra. Decide abocarse a algo que está a mitad de camino entre la figuración y la abstracción. La suya es una imagen muy personal, hecha de sucesivas rupturas. Las líneas aparentemente descontroladas que atraviesan sus estampas están hechas sobre planchas de metal (aguafuertes) o tacos de madera (xilografías) con afilados cuchillos, agujas y agudos buriles. Esto relaciona íntimamente el grabado con la escultura, por el efecto del “maltrato” de las planchas y tacos, surcados de profundas incisiones que se traducen al papel con toda su potencia. Pero el descontrol es pura apariencia. “Cuando un artista hace garabatos”, explica Baselitz, “ordena la líneas en el papel según las armonías que le son inherentes. Yo odio eso. Sólo puedo llegar a un resultado creativo cuando rompo con el dibujo armónico, cuando trabajo conscientemente, con mucha atención y disciplinadamente en contra de ese impulso. Yo trabajo con la discordancia y la asimetría. Trabajo en conflicto”.
En sus grabados –como puede verse en las Aguilas, los Arboles y las figuras humanas, entre otras series exhibidas en el Museo de Arte Decorativo– parte de figuras más o menos genéricas y tradicionales: paisajes, animales, naturalezas, figuras humanas, cabezas; pero las sucesivas deformaciones van minando su sentido “representativo”, podando los lazos con cualquier evocación que exceda la superficie del grabado, en medio de espacios extraños y fuera de contextos habituales. Al cortar lazos de sentido evocativo también se limita al mínimo posible todo embrión narrativo. La superficie de sus grabados se vuelve una grilla en el que las líneas y la formas entran en estado de máxima tensión. Esa tensión parece guiada por cierta violencia dirigida. Hay un desborde en sus grabados que se consolida definitivamente en 1969, cuando el campo de todas las fuerzas que cruzan sus obras se fusionan en una gran carga de sentido y el artista decide invertir su figuración. A partir de entonces da vuelta la imagen y toda su obra luce cabeza abajo. Con esta inversión se comprende que la abstracción puede ser un modo de ver y entender las relaciones y líneas de fuerza del cuadro.


1981/82

LAS MANOS MAGICAS
Baselitz nunca pierde el contacto manual directo con su trabajo. Tanto sus pinturas –en la muestra se exhibe una, perteneciente a una colección argentina, y se supone que es la única pintura de Baselitz que hay en el país– como sus grabados, en la etapa final, están trabajados con los dedos. “Casi siempre uso los dedos”, dice, “para evitar que mis cuadros tengan un carácter de escritura. Sé que esto no puede excluirse del todo, pero la escritura es como un gancho en el que se pueden colgar muchas especulaciones que no conducen a nada”. La obra de Baselitz comienza a tener reconocimiento internacional a partir de la Documenta 5, en 1972. Desde entonces participó en un centenar de exposiciones individuales y también en las Bienales de Venecia (con una escultura que resultó absolutamente escandalosa y polémica), San Pablo y nuevamente en la Documenta. Se dedicó a la docencia y desde mediados de la década del 70 vive y trabaja en Alemania e Italia. El gesto simple y rotundo de invertir las figuras –algo así como su marca registrada– también forma parte de su esfuerzo por borrar especulaciones, quitar trascendencia y relativizar el propio “contenido significativo”. Así, los “contenidos” pierden peso y se neutralizan. Los objetos suspendidos en el espacio virtual del papel se transforman en instancias de control en las que se registran pura técnica, trazos, colores, formas, huellas, manchas, grillas. La tradición del grabado, técnica en la que la imagen está precedida de un aparato tan elaborado como artificioso, ayuda a conseguir el objetivo del artista: remitirse al hueso del arte
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