Plástica: La historia de los iconos rusos en el Recoleta
Las
sagradas escrituras
Desde el 6 de junio hasta el 16 de julio se puede
ver en el Recoleta la colección de iconos rusos del Museo Histórico
Cultural Kremlin de Moscú. Pintadas entre los siglos XV y XIX,
las piezas recuperaron sus colores y lograron reconocimiento recién
a fines del siglo XIX, cuando un grupo de restauradores se dio cuenta
de que debajo de las capas de barniz y placas de metal que los recubrían
estaba lo más significativo y original del renacimiento ruso.
Por
Laura Isola
Los
iconos rusos que forman la muestra que se puede ver en el Centro Cultural
Recoleta están más cerca de nuestro tiempo de lo que parece.
Si bien fueron realizados entre los siglos XV y XVII, tuvieron que esperar
tapados de barnices y capas de metal hasta fines del siglo XIX para
que un grupo de restauradores empezaran a liberarlos de semejante embadurnamiento.
Es que, en muchos casos, los iconos se recubrían con marcos de
metal que reproducían por medio del cincelado lo que había
debajo y sólo dejaban ver el rostro y las manos de los santos.
Así fue que aparecieron los colores brillantes, la armonía
de las composiciones y la excepcional fuerza expresiva de los personajes
representados. Hasta ese momento, los coleccionistas, e incluso los
curadores de museos, tenían un tesoro sin saberlo. Por lo tanto,
el oscuro medioevo ruso adquirió su luminosidad y
su valor estético fue reconocido a partir de la primera muestra
de arte ruso celebrada en Moscú en 1913, fecha que dio comienzo
a otra historia.
LA
PERDIDA DEL AURA
El museo, para este tipo de arte, presenta algunas dificultades.
Pinturas eminentemente religiosas pensadas para los templos (aunque
también se encontraron en el palacio de zares, en las casas y
las cabañas de los campesinos) pasan a ser obras de arte exclusivamente.
En el caso de los iconos en particular, se los aprecia como objetos
únicos y a pesar del esfuerzo de los curadores de la muestra
de Recoleta por reproducir el iconostasio completo (en su última
versión del siglo XV es un panel de iconos unidos que separa
al altar de la nave central de la iglesia), cuesta apreciar la totalidad
del friso original. En cuanto a otros de los aspectos de la instalación
de la muestra: aciertos interesantes son la música sacra que
refuerza el carácter religioso de los iconos y las buenas explicaciones;
no lo es tanto la escenografía de abigarradas cúpulas
bizantinas hechas en blanco y negro. La exposición se completa
con una colección de objetos destinados a la ornamentación
y a la liturgia de los templos ortodoxos rusos.
Sin embargo, fuera del templo e instalados en el museo, los iconos primitivos
rusos aún siguen cumpliendo su objetivo primario: no fueron concebidos
para mostrar apariencias sino esencias. Aunque esto suene común
al arte en general y, sobre todo, si se le añade que una forma
artística es producto de la expresión del espíritu
humano, en el caso de los iconos rusos la sentencia pierde un poco el
tono de frase hecha o lugar común. Los pintores de iconos, generalmente
formados en talleres de artesanos, raramente firmaban sus obras. El
concepto de autor no tenía ninguna importancia cuando la tarea
a desarrollar era reflejar el mundo superior, su belleza y la perfección
espiritual. Entonces, los pintores eran intermediarios entre
la más alta religiosidad y su concreción pictórica.
Este carácter místico de la labor artística estaba
muy bien expresado en el ayuno necesario de los artistas antes de emprender
la tarea. Una manera de purificarse para recibir mejor el mensaje divino.
HISTORIA
DEL ARTE
La Rusia de Kiev se convierte al cristianismo en 989 y no sólo
es la religión la que entra. Para dar comienzo al culto, los
templos paganos de madera contemplan la multiplicación de las
iglesias de piedra. La religión, heredada de Bizancio, trae su
propio arte. Por lo tanto, los artistas rusos fueron, al principio,
discípulos y auxiliares de los pintores de Constantinopla. Esta
relación de dependencia entre los pintores locales y los griegos
se fue modificando con el correr de los siglos hasta que el arte ruso
consiguió modelar una personalidad propia. Pero no sin pasar
penurias y sufrimientos. En 1223 comienzan las invasiones de los mongoles
y Rusia se aísla de Bizancio y los Balcanes. Lo que por un lado
es escasez, falta de dinero y de todo para levantar edificios y promocionar
a los artistas, por el otro, en las afortunadas ciudades de Novgorod
y Pskov -.que los mongoles no pueden conquistar.- sesigue cultivando
la tradición artística y se pierden las influencias bizantinas.
De Novgorod son los iconos más antiguos que datan del siglo X
y la independencia de esta ciudad, relativamente temprana en el siglo
XII, hace que se transforme en el centro artístico más
importante de la Edad Media. Su apogeo llega con los siglos XIV y XV
y las señas particulares de esta escuela están dadas por
los colores puros e intensos (admirados por Matisse), figuras vigorosas
y rasgos hasta toscos, que acentúan el tipo nacional. Además
es interesante que los pintores de esta escuela fueran poco afectos
a las simbologías complicadas y prefirieran temas sencillos sin
necesidad de exégesis. Esto último refiere al carácter
democrático y el arraigo popular del arte.
EL
PINTOR DE DIOS
Cansados de los mongoles, los rusos comienzan la expansión
comandada desde Moscú. Después de la victoria de Kulinovo
en 1380, esta ciudad se transforma en polo de atracción para
pintores y artesanos de otros lares. En 1395 llega, invitado a pintar
los frescos de una catedral, Teófanes el griego. Este magnífico
pintor comparte con el genial Andrei Rubliev la responsabilidad de haber
creado el iconostasio ruso en su forma clásica. Trabajaron juntos
en la catedral de la Anunciación de Moscú en 1405 y la
primera modificación fue aumentarle la altura. Si los primeros
conjuntos de iconos bizantinos se agrupaban a modo de baranda y en los
pilares del altar, eran de baja estatura y consistían en una
Deisis -.fila integrada por la virgen y santos importantes
y dos filas de iconos locales y de fiestas,
Teófanes el griego cambió los bustos de la Deisis por
figuras de pie (La Virgen y El Arcángel San Miguel) logrando
un iconostasio de dos metros.
A su vez, Rubliev sube la apuesta e imitando a Teófanes pinta
iconos de tres metros de altura. Esto cambia radicalmente el sentido
artístico del iconostasio: de la pantalla primitiva muy ligada
al arte bizantino nace un muro, integrado por varias filas de iconos,
entre las que hasta los profetas tienen lugar. Asimismo, este gran pintor
conserva el sentido esencial de los iconos: su figuras resuman el ideal
de perfección moral; seres generosos y beatíficos salen
en estado puro.
No pinto para los hombres sino para Dios, dice en un momento
el personaje de Rubliev en la película de Andrei Tarkovski, cuando
su crisis llega al extremo de eternizar el blanco en las paredes y hacer
votos de silencio porque no puede pintar. Un silencio y un vacío
de colores y formas que se terminarán cuando el mensaje divino
llegue desde lo alto. Este conflicto espiritual no se deja ver en su
obra: parece que Rubliev sólo pintó cuando estuvo preparado.
Eso se nota en la ausencia de sombras -.sólo el color se oscurece
para hacer resaltar al color de al lado, la luminosidad y brillo
de su paleta y la flexibilidad de sus composiciones.
Si bien Dionissi (1440-1508) es el sucesor de Rubliev e intenta mantener
la religiosidad, se nota en sus composiciones algo que se irá
desarrollando a partir de mediados del siglo XV: el tratamiento profano
de los temas religiosos. Aparecerá en el arte posterior a este
siglo la predilección por lo elegante y lo ornamental. La pasión
por la divinidad, ahora está puesta en el dibujo y las escalas
cromáticas. O tal vez, sin desmerecer a esta magnífica
época, el elegido de Dios fue sólo Andrei Rubliev.
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